Partida Rol por web

Cabalgas por delante de la carreta, y en poco tiempo la pierdes de vista. El ascenso por la cuesta es algo complicado, aunque no para un jinete solitario.

Cuando llegas a la puerta, ves que sólo hay un guardia en ella. Fijándote un poco mejor, ves algunos más en la muralla, pero parecen estar preocupados en sus propios asuntos.
También ves algunos árabes que entran y salen por esa misma puerta a pie.

Te acercas, y, sorprendentemente, el guardia no te pide cuentas, aunque si notas que se ha fijado en tí. Tal vez no sea tan raro encontrarse a musulmanes armados en la ciudad... tal vez el hecho de ser noble influya en el hecho de que no te detenga... o que el usar la puerta secundaria se vea como un signo de sumisión. Pueden ser muchas cosas, pero lo único cierto es que has atravesado la puerta sin más incidentes que una mirada fija.

La ciudad por esta zona es típicamente árabe, con muchas edificaciones de pequeño tamaño que crean callejuelas intrincadas. Hay algun que otro comercio, pero pocos. Puedes ver a varios ciudadanos árabes hablando tranquilamente en una esquina, un par de niños jugando y algunas mujeres árabes llevando cestos con comida.
Si no fuera por los guardias cristianos de la puerta, jurarías que estás en una ciudad granadina cualquiera.

Empiezo a circular por las calles en busca de un lugar que pueda albergarnos.

Deduces con buen criterio que si hay posadas, deberían estar cerca de la parte del mercado, y tras fijarte un poco en la gente que se anda por las callejuelas, no tardas en ver que el mercado está en una plaza central, a la costumbre cristiana, justo frente a la Catedral.

Te encaminas hacia el mercado, y justo antes de pisar la plaza, detienes tu caballo para echar un vistazo.

En la plaza hay unos cuantos puestos de comida y de tela, aunque no hay mucho movimiento. Ves también algunos hombres que portan armaduras y la librea de los caballeros de la Orden de Santiago, unos frente a la Catedral y otros paseando por el mercado. No obstante, también ves que en uno de los lados de la plaza sale una calle paralela a ese mismo lado que está a un nivel más bajo que la propia plaza, y justo en esa calle ves un edificio con toda la pinta de una posada.

Te encaminas hacia allí, y gracias al desnivel pasas completamente desapercibido a los hombres de armas, aunque no así a los viandantes. Una vez te plantas frente a la posada, ves como un chico cristiano de unos 10 años que estaba sentado al lado de la puerta se te acerca, inclina la cabeza evitando mirarte a los ojos y te dice:

- Señor, ¿aviso al tabernero para que le abra el establo?

Bajo la vista hacia el niño y sonrío.

Si por favor.

El niño entra en la posada, y en seguida sale un hombre de mediana edad, algo delgaducho y calvo, que se dirige a ti con respeto.

- ¿Que se le ofrece a vuesa merced? ¿Desea posada? Me temo que no tengo aposentos disponibles de su categoría, aunque puedo intentar remediarlo si así lo desea... tengo una habitación que con un poco de tiempo puede ser algo medianamente digno

No te resulta dificil ver que el posadero no está acostumbrado a que un noble vaya a su establecimiento a pasar la noche, y que intenta ser sincero sin mostrarse descortés.

No se preocupe, buen hombre. En realidad estoy buscando posada para mi y para cinco acompañantes. También me gustaría saber si dispones de algún lugar donde podamos dejar el carro con el que mis acompañantes se mueven.

El posadero no puede evitar mostrar gozo en su respuesta.

- Oh, claro que tengo sitio para un carro, aunque no en mi humilde establo. Mi suegro, que vive allá, un poco más atrás de el otro lado de la plaza - te señala la calle por dónde has entrado - si que tiene un buen establo para estos menesteres, además de que la vía por allí es más ancha. Su montura puede dejarla aquí si lo desea.

- Permítame la indiscreción, mi señor ¿Sus acompañantes precisan habitaciones individuales? Me temo que sólo puedo ofrecerles dos, si preparo mi habitación para ustedes. Pero el resto tendrán que compartir alcob... o puedo arreglarlo para conseguir habitaciones en varias casas, claro. Si lo desea les buscaré un buen lugar de descanso, de acuerdo a su clase.

Está bien, supongo que no habrá problemas en compartir la habitación. Y si usted me dice que el carro lo podemos dejar donde su suegro, entonces no hay de qué preocuparse.

El posadero te muestra una amplia sonrisa.

- De acuerdo entonces. ¿Se va a alojar ya, o vendr´ahora con sus acompañantes?

Me tomo unos segundos para pensar.

Creo que lo mejor será que busque a mis compañeros para decirles que ya he encontrado donde albergarnos, volveré en un rato.

Monto de nuevo.

Gracias. Le digo al posadero y salgo para la catedral a buscar al resto.

El tabernero te sonríe.

- ¡Claro! Vuelva cuando desee vuesa merced.

Cuando vuelves a la plaza, ves el mismo panorama, con los hombres de armas paseando por ella entre los comerciantes.

Echas un vistazo a la catedral, y te das cuenta de que Abdel acaba de entrar en la catedral, siguiendo a otro hombre, posiblemente Hernán.

La idea de entrar en una catedral cristiana armado y a caballo ni siquiera ha cruzado tu mente.

¿Que haces?

Definitivamente, entrar en la catedral no es una opción. Voy a quedarme un rato por ahi a ver si vuelven a salir de la catedral.

Mientras esperas a que salgan, puedes ver como Haschid pasa por delante tuya en su yegua, con el mono encaramado a su espalda.
Curiosamente, el mono no para de mirar hacia atrás, aunque cuando Haschid te sobrepasa, te mira por un momento, pero al ver que su amo no se detiene no hace más.

Haschid sigue su camino y se introduce por una calle que hay cerca de la que has tomado para llegar a la plaza, y que parece llevar a una zona elevada de la ciudad.

En ese momento, ves como poco a poco va agrupándose gente en los alrededores de la catedral, dejando paso siempre a los hombres de armas, que entran dentro seguidos por algunos ciudadanos burgueses. Posiblemente vaya a celebrarse misa.