Partida Rol por web

Me acerco sigilosamente y con mi arco preparado

Te acercas con sigilo, pero sin darte cuenta, pisas una rama. Crack. El ciervo mira asustado hacia donde ha oido el ruido, y se da la vuelta para huir. Aun tienes tiempo de lanzar la flecha que llevas preparada, es un tiro dificil, pero mejor perder una flecha que una pieza, piensas.

Tensas el arco en un segundo, otro segundo para apuntar al cuerpo del animal, y un último segundo para asegurr el tiro. Sueltas la cuerda y la flecha vuela hacia el ciervo, atravesándole el toráx. Un tiro espléndido, te dices. El ciervo camina un par de pasos más, pero le has atravesado el pulmón, boquea sangre. No durará mucho.
Te diriges a él con el cuchillo en la mano, con precaución; aun moribundo, un ciervo puede hacerte una fea herida con las cuernas. Mientras te acercas hay algo que te ronda la cabeza...eres buen observador, y el ciervo ha hecho algo extraño...no te miró a TI cuando hiciste ruido, sino un poco hacia un lado...
STANG!!!
Una saeta se clava en el cuerpo del ciervo, a solo unos pasos por delante tuyo, te giras inmediatamente y ves una escena que te trae muy malos recuerdos.

Ves delante tuyo al Barón Miguel de Illana en su caballo negro, a su lado hay otro hombre, parece un soldado importante, y a su alrededor 6 arqueros que te apuntan más con intención de disuadirte que de hacerte daño.

A la orden de Enrique pero sin mucha puntería pues estoy nerviso en esta situación

Disparais dos andanadas de flechas a la caballería cuando aun no se han mezclado con la otra unidad. Las tuyas pasan cerca de tus objetivos, pero posiblemente han alcanzado a otros a su alrededor, aunque no ves que nadie haya caido.

Ves como ahora lo que hay es una maldita masacre. Es imposible fijar un objetivo, solo ves polvo, brazos, armas balanceándose...No te queda más remedio que disparar a la masa, y que Dios guíe tus flechas. Por lo menos es lo que hacen los demás, mostrando más bien pocos remilgos.

Disparas una flecha con precisión, y ves que impacta en el cuello de tu objetivo, que cae del caballo. Te dispones a disparar una segunda vez, pero los nervios te traicionan y se te escapa la flecha antes de tiempo, sueltas la cuerda y te golpea en la mano que sujeta el arco, haciéndote bastante daño. Los demás no parecen hacerte caso, y te miras el brazo dolorido, no crees que puedas usar el arco hasta dentro de un buen rato.
Las flechas siguen cayendo sobre el combate, incluso los ballesteros les disparan...es imposible distinguir ya quien es quien, casi todos los moros luchan ya a pie.

Oyes un estruendo y ves a la caballería castellana cargar por el flanco derecho del combate, mientras los portugueses hacen lo mismo por el flanco izquierdo. Oyes aullidos de rabia y de dolor. Nunca habías pensado que una carnicería así era posible.

Aun estás así, sujetándote la mano y mirando embobado lo que hay delante de ti, cuando uno de tus compañeros gime. Acaba de ser atravesado por una flecha...desde el lado moro... uno de los dos regimientos de infanteria árabe os ha descubierto.

Haciendo caso a Enrique me pongo a correr mientras me cuelgo el arco y cojo mi hacha.