Efectivamente, no será tan fácil, pero se puede hacer perfectamente, gastando más maná.
Te digo lo mismo que a todos: tienes que rolearme la invocación, inventándote el conjuro.
Me encuentro en el centro del círculo con una sonrisa enferma, respiro profundamente, tranquilo, sereno. Miro a mi presa y contemplo de buena manera como su débil y majestuoso cuerpo tiembla por lo que vendrá. Ella sabe, ella lo siente, la oscuridad profunda me sonríe, deseosa por consumir cada poro de su piel para succionarla, para infectarla y excretar el más profano de sus fluidos.
Comienzo a recitar el viejo proverbio, en una lengua que desconozco…
Brus-kuluz taurzur bûrzu tiil-ob
Hush-ob dhurum agh ufum dhurum
Tor Vautu brus-troguz
Urgai-u gukh dûmp agh tiimor
Palabras purulentas son lo que mis labios expulsan, es como el pus que sale de una herida infectada, lentamente el circulo comienza a brillar de un color rojo oscuro, el ente esta aquí, deseoso, excitado.
Gu kibum kelkum-ishi, burzum-ishi.
El color rojo se intensifica y la daga de hoja negra comienza a vibrar, el ser exige su sacrificio, su premio, su estimulo. Lentamente bajo la daga hacia el abdomen de la joven mientras mi lengua humedece mis pálidos labios, ha de comenzar el sacrificio.
La punta de la daga penetra le piel de la mujer con fuerza. La sangre comienza a correr por su blanca piel, no hay gritos, no hay gemidos solo una triste alma que ha aceptado su destino.
El hermoso líquido carmesí comienza a moverse de forma antinatural, dirigiéndose hacia el círculo de invocación, solo falta poco y el juego comienza.
Akha-gum-ishi ashi gurum
agh burzum-ishi krimpatul.
Shaut búbhosh quiinubat gukh
Al recitar las ultimas estrofas, la joven comienza a temblar, su piel comienza a secarse y a rajarse, un grito de agonía desborda mis oídos en un placer mórbido, tripas y músculos comienzan a emerger, fluidos hepáticos ensucian mis zapatos. La sangre comienza a subir por los aires, creando un muro a mí alrededor, el ser ha respondido, es lo que pienso al observar tan bello espectáculo.
La ceremonia se vuelve más caótica, el muro de sangre se transforma en un tornado compuesto de huesos y heces, para terminar todo de golpe en una gran explosión que evapora todo rastro de aquel sublime liquido… no veo nada, solo siento el sabor metálico de aquel bizarro vapor que bloquea mis sentidos ¿habrá funcionado? Es lo que me pregunto inconscientemente, duda que perecerá en los próximos segundos.
El conjuro es la lengua negra de mordor, la he sacado de diferentes documentos, canciones, etc. Que tengo guardados en mi pc. Ahora te pongo la traduccion:
Oscuros han sido mis últimos sueños
de duda secreta y temor secreto.
Un millar de años han pasado
para esparcir el juicio final y el terror.
No hay vida en el frío, en la oscuridad
Aquí en el vacío, sólo hay muerte
y en la oscuridad atarlos
Incluso el grande tendrá que arrodillarse.
En cuanto Doku alza la mano frente al círculo, nota cómo su maná es extraído, y cómo las paredes parecen combarse hacia dentro, como si quisieran asomarse a lo que allí está ocurriendo. Con voz de sombra y de bruma, de oscuridad y noche, comienza su cántico, que resuena en las paredes, mientras la chica trata en vano de taparse los oídos con las manos, que tiene atadas por la cadena.
-Brus-kuluz taurzur bûrzu tiil-ob, Hush-ob dhurum agh ufum dhurum, Tor Vautu brus-troguz…
El viento comienza a soplar en el sótano, a pesar de estar bajo tierra, una ráfagas poderosas que recorren la estancia, alborotan las ropas del hombre y el pelo de la mujer, un viento que emana del círculo de invocación, en el que pueden oírse como una alas enormes y coriáceas se agitan y baten, gobernando el aire, levantando los desperdicios del suelo hasta crear una nube que encierra al master y a la chica, como si estuvieran en el ojo de un huracán. El sonido atruena, reverbera en las paredes, se funde con el cántico, pero no es sonido, es maná puro, poder mágico regurgitado por una poderosa garganta.
La sangre del suelo brilla, destella, se refracta en mil facetas como escamas carmesí, mientras en el aire, en el cielo que de pronto ha aparecido sobre ellos, se ve a la criatura, volando en círculos, señora del aire, del fuego, de la magia. Sus fauces reptilianas se abren y gritan, son palabras tremendas, poderosas como martillazos, que prenden al contacto con el aire y se abalanzan sobre ellos furiosas…
-Urgai-u gukh dûmp agh tiimor, Gu kibum kelkum-ishi, burzum-ishi…
El mundo estalla en llamas. El fuego arde iracundo, poderoso, les rodea, prende la sangre del círculo como si fuera gasolina, la misma piedra de las paredes prende como madera y arde, se funde, gotea licuada al suelo, mientras el círculo de llamas hace desaparecer todo a su alrededor, el sótano, el bosque, el mundo queda absorbido, lanzado a ese infierno sin pausa y sin piedad, que lo devora todo terrible y desatado, a tales temperaturas que Doku siente un calor abrasador en la piel, mientras la chica se revuelve y sus lágrimas se evaporan casi antes de que acierten a salir de sus ojos…
Y, entre las llamas, la escena cambia, un velo se rasga, enmarcado por flamas contorsionadas que lamen sus bordes, los bordes de lo que ahora es una habitación lujosa, con una ventana que se abre a un día gris y lluvioso, deprimente y siniestro, de sombras largas y cuervos negros…
En la habitación, que parece la de un palacio, con techos altísimos, gruesas alfombras y elegantes cuadros, una chica se mira en el espejo, con expresión inocente en el rostro, un rostro de una belleza aristocrática y perfecta, tan solo matizada por un fondo en sus pupilas que habla de algo que Doku conoce bien: locura.
Una doncella le cepilla el pelo, que cae como una cascada de pálido rubí, suave y sedoso. Sin embargo, la mujer se distrae, se equivoca, sin querer el cepillo se enreda en el cabello perfecto, dando un pequeño tirón… Y lo que era tan solo una chispa, algo oculto en el fondo de las pupilas de la chica salta, se revuelve, despierta, invade sus ojos, su cuerpo, con tal virulencia que recuerda al incendio en el que están sumidos. Con velocidad antinatural, la chica se da la vuelta, arranca el peine de las manos de la doncella, girándolo en su mano, que ahora se dirige, rápida como el rayo, sin pestañear siquiera, a la cara de la doncella. El afilado mango de plata atraviesa el ojo, lo revienta en una explosión de sangre, se clava hasta las mismas cerdas en el interior del cráneo. La sangre explota hacia afuera, manchando las elegantes alfombras, los cuadros, el intrincado espejo, y un grueso torrente resbala por el ojo y cae sobre la mano de la chica, que ha dejado el peine clavado en el ojo de la doncella, y ahora levanta su blanca mano, mientras su víctima cae al suelo, y la observa maravillada. La roja gota sobre su piel atrapa la luz, destella y la refracta, mientras la mujer la lame con deleite. Se pasa la lengua por los labios, acariciando el punto manchado, y, de pronto, sonríe, sonríe amplia y desquiciadamente, sonríe mostrando todos sus blancos y perfectos dientes, hasta que parece como si los labios se le fuesen a desgarrar por tan amplia sonrisa, y ríe, ríe con deleite, de pura alegría y perverso regocijo, cada vez más fuerte, más desquiciada, una risa que resuena en las paredes y hace estremecerse el alma.
-Akha-gum-ishi ashi gurum, agh burzum-ishi krimpatul…
La imagen se inunda de sangre, de torrentes de ella, mares embravecidos de rojo y olas salvajes de carmesí, mientras Doku, sin parar de cantar abre en canal a la chica, causando que sus vísceras se desparramen por el círculo. Sin embargo, no borran el símbolo, sino que lo rodean, lo perfilan, la dulce y pura sangre de la chica se complementa con la corrupta sangre del master, envolviéndola y realzando su brillo, mientras el fuego refleja el carmesí como si las llamas fueran órganos vivos, las venas de un cuerpo hecho de fuego, de ansia, de locura.
En la estancia resuenan las ruedas, rompen los huesos, se quiebran como ramitas, las palancas se hacen eco unas con otras y los gritos lejanos de pura agonía rebotan en las paredes de madera de otro sótano, mucho más grande, también iluminado por fuego y sangre, mientras los gritos de los torturados se escuchan como una sinfonía alocada y terrible, y, en el centro, el director de aquella escena, el arquitecto del dolor de todos ellos, la chica ríe, ríe y baila aplicando la tensión en las ruedas de tortura y accionando las palancas que rompen los dedos de las mujeres que se retuercen. El aspecto de la chica no ha cambiado nada, su macabra locura realza una belleza ultraterrena, su pelo cae suave por sus hombros, rosa pálido como la sangre deslavazada, su locura se ha acrecentado hasta tal punto que arde en ella, que se entrelaza con cada fibra y hebra de su consciencia como una telaraña fuertemente asentada en su mente. Sin embrago, cuando Doku parpadea, parece que su presencia cambia, como si hubiera algo tras ella, algo largo y escamoso como una cola de reptil, y de su perfecto cabello parece salir a veces unas formaciones óseas como cuernos…
Toda la sangre se reúne, el dolor corre al encuentro del dolor en un mar de desesperación, juntándose y bullendo como un caldero maldito, en el que la blanca chica, desnuda, se introduce con tranquilidad y placer perverso y absoluto, mientras un suspiro de deleite escapa de su boca cuando sus bellas carnes rozan el líquido vital, caliente y burbujeante.
-¡Shaut búbhosh quiinubat gukh!
Toda la estancia arde, es consumida por las llamas que giran alocadas en círculo, mientras cadenas flameantes recorren la estancia, pasando tan cerca de Doku que abrasan su piel y dejan marcas rojas en ella, mientras restallan como látigos y se remueven como serpientes convulsionando, creando un torbellino de sangre y fuego cuyo centro no es otro que la chica, desnuda y corrupta como el mayor de los demonios de la más profunda de las simas del Infierno, con su mirada totalmente enajenada por la locura. Muestra su cuerpo desnudo y recubierto de líneas rojas que recorren su blancura inmaculada, gotas de sangre que trazan caminos arcanos en su piel. Sus pies no tocan el suelo, sus piernas extendidas levitan a centímetros del mar de sangre, con sus manos abiertas con las palmas extendidas, rodeada de un aura de poder tan bestial, tan salvaje y desatada que comba la propia existencia de los objetos a su alrededor, distorsiona el espacio como una supernova. De su espalda surgen dos alas de dragón, majestuosas y enormes, que permanecen quietas y extendidas, y sin embargo gobiernan el aire a su alrededor con su sola presencia. Una larga cola de reptil surge tras ella y restalla como las cadenas en llamas que bailan a su alrededor.
El demonio mira a Doku, y su mirada es fuego, es tortura, es dolor. Es locura, más allá de toda razón y todo conocimiento, es una mirada que atraviesa como hierros al rojo, como estacas afiladas en el fondo de un foso, sus dedos se han transmutado en terribles garras rosadas, siempre goteando, siempre ansiando más…
Finalmente la chica atada en el centro del círculo, en los estertores de la muerte, levita también, se levanta del suelo, mientras un deseo perverso, desatado, tan intenso como una estrella que arde y se consume, brilla en los ojos del demonio, y, finalmente, revienta. La carne de la víctima se rasga, se rompe, sus huesos vuelan pulverizados, pasando muy cerca del rostro de Doku, y sus órganos explotan, lanzando toda su sangre, hasta la última gota roja, a la blanca y enorme bañera que ha aparecido bajo ella. Ésta queda llena a rebosar, ondeando como el mar en un día ventoso, y, con infinito deleite, la chica demoníaca pliega sus alas, que parecen desaparecer, y se introduce en la bañera, dejando escapar un sonido que no es sino un orgasmo de puro placer.
Todo el fuego a su alrededor se consume y muere, la sangre regresa, como atraída, hacia el círculo de invocación, se mueve y sube como mil delgadas serpientes por los bordes de la bañera hasta unirse al baño del demonio. La chica gira la cabeza, y, con una gran sonrisa y sus hermosos ojos, mira a Doku, divertida.
Finalmente sale del baño, cuya sangre se evapora al instante, dejando la bañera vacía, y de pronto unas ropas que antes lo estaban ahí la cubren. Se inclina levemente, levantando su vestido, en una breve reverencia cortesana.
Parece una chica muy joven, casi niña, y es más baja que Doku, pero su presencia es más intimidante que si midiera tres metros, y su aura de poder la rodea constantemente, distorsionando la realidad a su alrededor.
-Saludos, Master. Acudo a tu llamada, atraída por la sangre caliente de una joven virgen, pura y casta.
Mi nombre es Elizabeth Báthory, la Hija del Dragón, aunque también me llamaron la Condesa Drácula. Si eres capaz de traerme más vírgenes, más sangre, si eres capaz de hacerme ahogar en su dolor, sus súplicas y su vitalidad corriendo por mi cuerpo, entonces ven- tiende su mano, rematada en garras rosadas, hacia delante- y formemos un contrato, ante la luz del fuego, la sangre y la vida eterna.
La estancia ha vuelto a la normalidad, pero las cadenas están tiradas por ahí, al rojo vivo, y las paredes de piedra están ennegrecidas por el fuego y el humo. Además, la bañera sigue ahí, no ha desaparecido.
A partir de ahora, postea en el Acto II.
Bienvenido a la guerra :)