Como bien apuntaba bien su copiloto, en cuanto el coche estuvo completo y preparado, pisó el acelerador para alcanzar cuanto antes la máxima velocidad del vehículo. ¡Vamos allá, sujetaos fuerte chicos! Acercó su rostro hacia la luna del coche, agarrando con firmeza el volante y mejorando el campo visual y su capacidad de reacción.
Zac sujeta el volante con decisión y del mismo modo pisa el acelerador hasta el fondo, provocando que las ruedas chirrien y el vehículo se tambalee un poco, sobretodo en la parte trasera.
Todos toman sus posiciones y cuando los portones están suficientemente abiertos abandonáis la ciudad sin mirar atrás, alejándoos de los hierros y aceros oscuros de Midgar rodeados de tierra muerta que poco a poco va siendo sustituida por hierba y plantas. Incluso el cielo se despeja dejando pasar más luz ya que las nubes de polución se dispersan por momentos hasta que podéis divisar el pequeño pueblo de Kalm reflejando lo que su nombre tan bien indica: calma y tranquilidad. Al menos por ahora.
Dejáis el coche aparcado relativamente cerca de él, procurando que pase desapercibido tras alguna de las casas antes de internaros en las calles del lugar.
Lo cierto es que algunos han descansado poco o mal últimamente y ahora que la tensión general mengua sus cuerpos lo notan.
Barret se planta en medio de la plaza central del pequeño pueblo, pone sus enormes brazos en forma de asa apoyando los puños en su cadera y empieza a mirar alrededor emitiendo algún que otro sonido de aprobación mientras asiente con la cabeza. Al parecer el lugar le gusta.
-No sé vosotros pero yo creo que nos hemos ganado un descanso, así que buscaré la posada y os esperaré allí- se automasajea un hombro moviéndolo ligeramente y tras echar un última vistazo a su alrededor empieza a caminar en dirección a una de las primeras casas de Kalm, una de las más grandes y de dos pisos con un cartel de madera en la puerta indicando que se trata de una posada.
Tras escuchar a Barret colocó su manos en su nuca y comenzó a caminar con cierta chulería. Yo lo que necesito es llenar el estómago, espero que tengan un buen concinero ahí adentro. Echó una mirada atrás sonriendo, intentando contagiar su ánimo al resto de serios y pasmados compañeros.
Me sentía un poco avergonzado. No por querer vengarme o por haber atacado al guardia de esa manera "Era él o yo.", sino porque Aeris haya tenido que verme en ese estado, de animal, instinto, o como quieran llamarle.
"Es muy joven e inocente para tener que pasar por esto, y eso que recien empezamos.". No puedo verle a los ojos, camino unos pasos y me acerco a Zack.
-Ok, busquemos algo de comer.- aunque mucho apetito no tenia. Finjo una sonrisa y camino tratando de no ver hacia atras.
Sigo al grupo de personajes por la ciudad de Kalm. Disfruto por unos segundos del apacible ambiente que flota en el aire. Inmerso en mis rescuerdos me limito a seguir los pasos de mis nuevos compañeros, completamente en silencio.
La idea de comer algo no me entusiasma, aunque tal vez algo de beber despeje mi garganta, así pues, asiento brevemente frente a la proposición de los demás.
-Por fin un poco de tranquilidad...- Aeris inspira sonoramente y después expira con una pequeña risa por lo bajo, acelerando unos pasos para no quedarse rezagada y alcanzar el brazo de Zack de forma confiada rodeándolo con el suyo.
-Espero que ya no nos sigan más soldados, ha sido un poco... violento- sin duda esa es la palabra y su nariz se arruga al decirlo dejando claro su desagrado al respecto pero del mismo modo comprende que era algo necesario así que no culpa a ninguno de los presentes por ello.
-Nanaki, después echaré un vistazo a tus heridas... Otra vez- le guiña el ojo cómplicemente y todo el grupo se interna en la misma posada en la que entró Barret, el cuál parece que ya está reservando las habitaciones mientras vosotros os desviáis a una de las amplias mesas de la taberna del primer piso.
-¿A dónde iremos después de descansar?- pregunta interesada mirando a todos alternativamente, con su deje de inocencia habitual.
Estaba mirando hacia un posible camarero que hubiera en la sala cuando sintió los ojos clavados de Aeris sobre él. Miró algo tímido, más contento y relajado, parecía no tener nada de lo que preocuparse y estaban todos allí. No se... ya no tengo a dónde ir, vine para cumplir la promesa que te hice, le guiñó un ojo esperando que recordara sus ganas de mirar al cielo. Después desvió la atención a sus serios compañeros para darnos un comienzo. Sea donde sea, debe llevarnos hasta Sephirot enunció expresando toda la impotencia y decepdión que le profesaba a esa figura.
-Yo no tengo ni idea de quién es ese...- admite Barret con su habitual y brusca sinceridad -Pero dicen que por aquí hay una bruja capaz de decirte lo que sea por un buen precio- mueve un poco la cabeza de lado a lado dejando clara su reticencia respecto a esa información, pero en cuanto la comida empieza a llegar su expresión cambia a una más feliz, empezando a engullir sin cortarse demasiado.
-Esta vez invito yo, ¡pero no os acostumbréis...!- espeta con la boca ya medio llena ante la mirada estupefacta de Aeris, que aún así acaba por reírse por lo bajo.
*Falta otro post