-Mis señores, caballeros... -Dijo Victoria inclinándose ante la mesa.
Victoria era una joven norteña de cabellos castaños cobrizos y mirada avispada. No llegaría a la veintena.
Preguntándome a que llamaría la doncella lo suyo, me doy cuenta de que sus intereses y los míos corren por el mismo cauce. Tal vez sería una buena idea empezar a pasar más de mi tiempo libre con ella y entablar una amistad algo más firme.
Nada más entrar mientras ella saluda y desvía la atención vertida en nuestra entrada que no duraría más de un instante, me escurro entre las sombras para coger lo necesario para limpiar el desastre de antes y así poder retomar mi puesto de copero.
El maestre miró al Lord y después a la doncella, e intervino para que Victoria no se quedase ahí parada sin hacer nada. Al parecer los ánimos habían bajado tras sacar a relucir el tema de la desaparición de la esposa de Lightfoot.
-Victoria, Lord Duncan se preguntaba donde está su hermana.
La doncella levantó la vista del suelo y miró al maestre.
-En su torre, mi señor, descansando. No se encuentra bien desde la comida. Me dijo que le fuera a buscar cuando terminase de cenar... para no molestarle.
-Esa niña... -el maestre torció los labios-. Señor, ¿os importa que me retire? No quiero demorar mi visita a vuestra hermana. Dudo que sea algo más allá de un dolor de cabeza, pero me gustaría asegurarme cuanto antes.
-Yo creo que también me voy a retirar. Ya he bebido y comido más de lo que debería, y mañana hay que estar presentables -se rió.
Morrigan se levantó, palmeó la espalda de Maynard y se acercó a su hermano para decirle algo al oído. Después se volvió hacia la doncella.
-¿Has limpiado mi túnica?
-¿Su túnica, mi señora? -contestó Victoria con gesto confuso.
-Ah, que tu eres otra. Nada, me he confundido de doncella. Bueno, es igual, acompáñame al lavadero a buscarla.
-Mucha suerte mañana... A ver si no te toca una muy fea -le dijo burlona en un susurro.
Duncan esbozó una leve sonrisa ante las palabras de su hermana, agarró la copa y esperó a que alguien la llenara.
-Hadrian, marchad, id a ver como está mi hermana y dejadla descansar si es algo leve... Avisadme de inmediato si ocurre cualquier otra cosa.
Miró a sus camaradas y castellanos que quedaban presentes. -Mis señores, en vista de que la cena toca a su fin y que mañana será, espero, un día grande y memorable para todos nosotros, podéis ir retirándoos si no gustáis de nada más. No queremos presentarnos medio ebrios al enlace, ¿verdad Ser Maynard?
Había rumores entre los pueblerinos de que a Lady Morrigan le atraían las mujeres, y que por ello se comportaba como un hombre, para atraerlas. Así que la propuesta a la doncella suscita la curiosidad del siervo. Dado que todos parecen querer retirarse a sus aposentos, limpió con prontitud el vino, apresuradamente, con la intención de espiar los movimientos de la hermana del Lord. Si fueran ciertos, siempre podrían granjearle algún chismorreo entre las cocineras y algo más de comida en su cena.
Después de los señores comerían los vasallos y ahí esperó Morton, a beber del abundante vino y a comer de la comida que había sobrado de los guisos y asados que habían preparado en las cocinas, pero primero esperaría a que se retiraran todos los presentes, a que estuvieran camino de sus habitaciones para dormir en sus habitaciones individuales y desaparecer en el pesado sueño de los borrachos.
No le había extrañado el comportamiento de ninguno, conocía a Lady Morrigan (el Lady pocos se lo ponían, era más un guerrero que una delicada flor) casi desde que había nacido y si le gustaban las mujeres, en fin, al menos ella no las dejaría preñadas, como hacían muchos caballeros y señores, engendrando bastardos por doquier.
Mañana tendría que cuidarse de los visitantes. Tendrían que cuidarse todos.