El atrayente y cálido brillo que emana del escaparate a la escena profundamente invernal de Chance Street hacen que todos los transeuntes se detengan. Al mirar el escaparate, las estanterías de terciopelo negro muestran muchas hermosas piezas de joyería junto con varias estatuillas de elefantes de jade y otros ejemplos de fina artesanía.
Las campanillas que cuelgan de la puerta anuncian vuestra entrada. Las paredes están llenas de expositores de caoba y cristal. Diamantes, esmeraldas y rubís atrapan y refractan la luz de la habitación.
Un anciano de gesto algo encorvado y ojos azules os mira con amabilidad nada más entrar.
- Buenos días caballeros, ¿En qué puedo ayudarles?
- Buenos días caballero, ¿es usted el señor Goldman, o lo conoce? Nos gustaría hablar con él acerca de unos anillos de diamantes que probablemente compró el señor Howard Crosswell, hace ya muchos años. - dije a modo de presentación. Entonces caí en la cuenta de que ni me había presentado.
- Oh, disculpe - dije ofreciéndole mi mano. - Mi nombre es Kellemport, John Kellemport. Soy detective privado y trabajo para el señor Peter Crosswell. - Miré luego al Kapitän y le presenté: - Él es Herr Kapitän, mi compañero. -
Después de las presentaciones me quedé esperando una respuesta... quizá el anciano conociera al tal Goldman.
Su rostro pareció entonces mucho más reacio, sin rastro de amabilidad.
- Sí, soy el señor Samuel Goldman. La verdad es que han venido muchas personas por aquí... y los años van pasando... una mente mayor olvida fácilmente. Además, ¿Quiénes son ustedes para que les hable de mis clientes? - Su rostro se vuelve ceñudo, y menos colaborador.
Si queréis tratar de convencerle, decidme lo que le decís y haced una tirada de charlatanería.
El capitán se quitó la gorra y saludó al joyero con un leve movimiento de cabeza cuando se le mencionó. Prefería dejar que el detective se encargara de las presentaciones y las primeras preguntas, ya que su profesión le confería mayor legitimidad, por no hablar de la experiencia.
Enarcó las cejas ante la hostil respuesta del anciano, y estuvo a punto de replicar, pero se contuvo y miró a su compañero esperando que dijera algo, puesto que tenía más labia y saber hacer que él.
Mi Charlatanería es 05. xD
- Señor Goldman... - dije pausadamente, intentando conferirle un tono más relajado y tranquilo a la conversación. - Esto es una investigación oficial totalmente legítima. - dije mostrando mi licencia. - Puedo corroborarlo trayendo a la policía. No soy ningún farsante. -
Miré fijamente a los ojos del anciano: - Mire, no tenemos nada en su contra, y lo que diga aquí no saldrá de nuestros labios. Me obliga el secreto profesional. Por eso no puedo decirle el motivo por el que el joven Peter Crosswell intenta buscar en el pasado de su familia. El caso es que querríamos saber si el señor Howard adquirió un par de anillos de diamante aquí... y en caso afirmativo, si recuerda el motivo de la compra. La salud de Peter Crosswell no es muy buena en estos momentos, y quizá descubrir pistas acerca de la tarea que nos encomendó pueda ayudarle a recobrarse con prontitud. ¿Conocía usted a sus padres? ¿Era amigo de la familia? -
Motivo: charlatanería
Tirada: 1d100
Dificultad: 20-
Resultado: 30 (Fracaso)
uyyy, por poco!!
Notáis al hombre algo hermético y distante, pero finalmente se decide a responder a vuestras preguntas negando con la cabeza.
- No, no, no, no, nada de eso. ¡Basta! no quiero tener problemas con la ley, les contaré lo que quieran. No tengo ningún tipo de amistad con la familia Crosswell, ni si quiera sabía que el chico había vuelto al pueblo. Verán, es muy sencillo. El señor Crosswell entró en este edificio hace muchos años llevando dos diamantes en bruto. - Bajó la cabeza con algo de nerviosismo. - Me convenció para que no le hiciera preguntas e insistió en que le asegurar que nunca el hablaría a nadie de las piedras. - Os mira entonces frunciendo el ceño, como si se sintiera incómodo por estar faltando a su palabra.
El hombre tarda un segundo en continuar, como si por unos segundos dudara, pero luego continúa.
- Empecé a trabajar de buen ánimo. Cortándolos y engarzándolos en dos anillos idénticos. Recuerdo estos eventos con todo detalle, no sólo por la terrible tragedia, sino también porque mientras le daba forma a las piedras me hice un profundo corte en la mano y no pude continuar mi obra hasta varias semanas después. Ésa fue la última vez que vi al señor Crosswell, cuando vino a recoger los anillos. Me pago lo que le dije sin preguntar, y puso las joyas en el bolsillo de su chaqueta. Se marchó sin decir palabra.
El joyero guarda silencio unos instantes, dudando si continuar o no, y os mira de manera suspicaz. Finalmente decide terminar el relato.
- También recuerdo el trabajo por otra razón... Aquellas piedras... eran... eran curiosamente frías al tacto... como el hielo. - Se desabotona entonces el puño de su camisa para mostrar una larga cicatriz rosada en la cara interna de la muñeca.
El capitán se inclinó para mirar más de cerca la cicatriz.
-Imagino que el señor Croswell no le dirría dónde ni cómo obtuvo las piedras, ¿verdad? -inquirió- ¿Está usted seguro de que se trataba de diamantes?
- No, no me dijo nada. - El hombre frunce el ceño. - ¡Por supuesto que estoy seguro, señor, soy joyero!
El hombre se serena entonces y muestra una amplia sonrisa.
- Bueno, caballeros... Dejando la investigación a parte. ¿Desean comprar algo de mi tienda?
A vuestro alrededor veis todo tipo de joyas de calidad.
Ahora fue el turno del Capitán von Helmholtz para sonreir amablemente.
-No, me temo que no deseamos comprar nada. Muchas grasias por sus respuestas, ha sido usted de gran ayuda.
Dicho esto, se puso de nuevo la gorra y lanzó una mirada a su acompañante, por si tenía algo más que decir.
- Hummm, dos cosas señor Goldman, la primera es que si tuvo que cortar los diamantes para engarzarlos en dos anillos idénticos... ¿qué hizo con el material sobrante? Por poco que fuera, aunque fueran pequeños restos de diamante, algo tuvo que hacer con ellos. - dejé un breve intervalo para que el señor Goldman meditara la respuesta y proseguí: - Y a mí personalmente sí que me gustaría echar un ojo a ver qué tiene. - sonreí amablemente - Si mi novia se entera de que he estado en una joyería y no le he comprado nada, me mata. - solté una leve carcajada para aliviar la tensión.
En cuanto el señor Goldman se giró para mostrarme alguna de las piezas hice un breve y rápido guiño con el ojo a Herr Kapitän. No pensaba irme sin inspeccionar un poco el lugar, y la manera más eficaz era fingir ser un potencial cliente.
El hombre le miró algo confuso.
- No hubo ningún material sobrante, lo lamento. - Dijo con rostro serio, aunque posteriormente volvió a mostrar su sonrisa. - Mire, dispongo de todo este tipo de joyas, dijo señalando varios anillos con diamantes, perlas, y pulseras. - Si lo que prefiere usted es decoración, a su derecha encontrará varias figuras. Te señala unos preciosos elefantes tallados - Estos elefantes provienen directamente de áfrica, mi señor. ¿Busca algo en concreto, puedo hacerle alguna recomendación?
Su rostro derrocha amabilidad, y su sonrisa resalta en su cara.
En fin, estaba acostumbrado a este tipo de cosas por mi trabajo. Muchas veces había que seguirle el rollo a la gente y darles conversación para que se encontraran a gusto y cómodos para contarte lo que necesitabas saber... así que resignándome a mi suerte pregunté por algún anillo tipo de compromiso. - Ah, también me interesaría uno de esos elefantes, creo que quedaría genial en mi despacho. -
Si no me quedaba más remedio le compraría algo al anciano, quizá más tarde recordara algún detalle importante y llamaría para contárnoslo.
Le doy un poco de palique, le compro 2 bobadas y salvo que Herr quiera algo nos vamos
Salís al frío de la calle de nuevo. Por un momento os arrepentís de salir, la temperatura en la tienda era de lo más agradable. Dentro de poco será mediodía y os empieza a entrar hambre. Habéis aprovechado bien la mañana.
Kellemport: Restate 12 dolares. Te llevas uno de los elefantes, y un anillo de plata bordado de manera singular.
Invité a Herr a un bocadillo de camino y conduje tranquilamente hacia la biblioteca.
- ¿Habrán averiguado algo acerca del pergamino nuestros compañeros, Herr? - pregunté distraídamente para hacer algo de tiempo. - El siguiente paso es ir al sanatorio de Arkham... ¿o se le ocurre alguna otra cosa? Ese joyero no ha sido de mucha utilidad... - dije negando con la cabeza.
Os tengo en espera, podéis hablar entre vosotros, hoy seguramente acaben los otros su escena y haga que llegéis ya a la biblioteca.