Vio a los pechiazules volar cerca de la muchacha de cabellos dorados, rodeándola unos segundos antes de dirigirse al patio central y volar hacia su libertad. La vio sonreír, la vio levantar sus comisuras y sus ojos ponerse algo más grandes, más verdes y más brillantes; la muchacha de mirada decidida, una de su misma escuela, se acercó a ella y ambas fueron al patio central, mezclándose con unos estudiantes de Hogwarts que estaban participando en el torneo.
Y Vitaly sólo pudo mirar, sólo pudo suspirar.
Sus pasos fueron rápidos, emitiendo pisadas cuyo sonido estallaban disimuladamente en el pasillo. Ambas manos en sus bolsillos, la mirada fija en el suelo, cuello ligeramente encorvado, Vitaly caminó afuera del patio empedrado con disimulada prisa; oía cómo las voces desaparecían, y el sonido de las voces fueron remplazadas por la brisa de la tarde, mientras el muchacho iba en dirección al lago, caminando tras unos pasillos de piedra a unas escalinatas en el exterior y finalmente llegando a la tierra lodosa del lago, caminando a en la orilla mirando el mar, el castillo de Hogwarts, el barco de su escuela imperioso en medio del lago y, no menos importante, un par de colibríes que colectaban polen desde unos helechos.
Se vio inmersa en una conversación reconfortante con Elphie. Compartieron sus inquietudes y se aconsejaron mutuamente, y Aline se sintió mejor después de hablar con su compañera. Se alegraba mucho de haberla conocido, y estaba segura de que forjarían una bonita amistad.
Un chico de cabellos negros y ojos oscuros se acercó a saludarlas.
—¡Encantada de conocerte! Yo me llamo Aline— respondió, entusiasmada—. Estamos muy a gusto en Hogwarts, es un lugar muy acogedor, a pesar del estado en el que se encuentra, pero es algo normal, después de la batalla que hubo... Lamento que hayáis tenido que pasar por esto, tuvo que ser horrible. ¿Te apellidas Flamel? Si no es mucho preguntar, ¿tienes algún tipo de parentesco con Nicolas Flamel.
Mientras estaban charlando, vio a uno de los estudiantes de Durmstrang salir, cabizbajo y con pasos acelerados, del patio. Se preguntó a dónde se dirigiría.
Soy bisnieto de Nicolas Flamel hijo y tataranieto del creador de la piedra, siempre aclaro, porque nunca sé por cual de los dos me preguntan. Jejeje.
En verdad este lugar no es lo que era, deberían haberlo visto el ante año pasado. - digo con cierta nostalgia en mi voz.
Bueno si necesitan algo para hacer su estancia más cómoda, estoy a su servicio.
—¡Qué interesante!— respondió, con una sonrisa—. Bueno, trabajaremos codo a codo para que Hogwarts vuelva a ser como antes. ¡Y gracias por tu ayuda! Aún no conocemos a nadie por aquí, así que ya quedaremos en algún momento todos.
Cuando gustes, estoy para ayudarlas. Ahora, si me disculpan, tengo algo que hacer y debo cuidar cada detalle del mismo.
Por cierto, ¿Han visto a nuestros amigos de Durmstrang? Quiero hacerles una visita. - digo con tono despreocupado mientras meto la mano en mis bolsillos con una sonrisa.
Los días pasan sin que la directora McGonagall ni ninguno de los organizadores de la competición anuncien el fin de la misma. Eso me hace pensar que la prueba todavía continúa y que hay esperanzas de que mi socia y yo nos hayamos alzado con la medalla de plata pues, de otro modo, entiendo que el desafío hubiera terminado con nuestro triunfo o incluso antes de que nosotros lográramos resolver el misterio del huevo. A menos, claro está, que no lo hayamos resuelto satisfactoriamente...
Estos pensamientos obsesionan mi mente desde que Clarisse y yo dimos por concluida la prueba del huevo púrpura y no ayuda el hecho de que tanto Aaron como Bobrinsky continúen afanándose por encontrar el paradero de sus respectivos nidos. Tal vez se deba a que la ociosidad empieza a trastornarme o a no poder comentar con mis camaradas de Durmstrang nuestros progresos pero lo cierto es que comienzo a echar de menos la compañía de mi socia.
No me atrevo a abordarla directamente en el comedor durante las cenas por temor a las habladurías pero un día la veo cruzar sola el patio empedrado y me hago el encontradizo.
—Esto... Hola —la saludo con un gesto de cabeza—. No sé tú pero yo le he estado dando mil vueltas a la cabeza con esto de la competición y... Bueno, ya sabes, voy ganando y eso pero he pensado... Esta gente de Hogwarts no juega limpio. Alguien más tenía el huevo morado y lo colocó antes que nosotros. He tratado de hacer memoria pero no recuerdo quién de ellos. No sé si fue la rubia, o Flamel o Lady Petulante. Quiero decir, ese como-se-llame que parece tener siempre una respuesta para todo.
»No es que me preocupe, soy mejor que cualquiera de ellos pero he pensado... Tú y yo hacemos buena pareja —enrojezco hasta la raíz del cabello al darme cuenta demasiado tarde de que mis palabras pueden ser fácilmente malinterpretadas y me apresuro a explicarme con inopinada torpeza—. ¡Como socios! ¡Como sois me refiero, por supuesto! Y... no sé, pensé que tal vez te apeteciera entrenar conmigo un rato en el club de duelo. McGonagall dijo que podíamos practicar para las pruebas y yo no puedo hacerlo solo. Era solo una idea. Si tú quieres, claro. Un idea estúpida, supongo.
Clarisse esa tarde se había demorado bastante, el tiempo se le había pasado volando, y cuando se había querido dar cuenta, ya había anochecido. Aunque, claro, hablando de Inglaterra... Anochecer no tiene por qué ser sinónimo de ser tarde. Desde que había llegado a Hogwarts había conocido esta diferencia a la que no acostumbraba. Allí, a eso de las 16:00h por esas fechas, ya se estaba haciendo de noche. ¡Madre mía! ¿Cómo podían acostumbrarse a esto los británicos? Pensando en esto volvía Clarisse de estar sentada cerca del lago haciendo unos apuntes del paisaje. Iba en Babia, lo reconocía, por lo que no se dio cuenta de la presencia de Nikolay. Iba a pasar de largo por la entrada del castillo cuando escuchó que alguien le saludaba. ¿En serio? ¿Alguien le saludaba a ella? Increíble. No hablaba con mucha gente dentro de aquellas paredes, no caía muy bien.
¡Oh! ¡Hola! — Sonrió ampliamente al ver a Nikolay. "Demasiado efusiva, Clarisse, demasiado efusiva..." escuchó en lo más profundo de su cabeza, porque... ¿Cómo se le ocurría saludar así al chico? Éste iba a pensar que se alegraba de verlo, o algo. Y, Dios, ¡nada más lejos! Sacudió con la cabeza como queriendo así silenciar el diálogo que sólo ella podía escuchar. Para cuando lo hizo, el chico estaba hablando y lo último que había alcanzado a escuchar fue "Tú y yo hacemos buena pareja". Los ojos de la chica se abrieron como platos a la par que sonrojaba toda ella. Su mente parecía estar intentando buscar el por qué había dicho eso. Intentaba recapitular en lo que fuera que le hubiera dicho el chico, pero no, no pudo saberlo porque no había estado prestándole atención. Maldita sea, aquella era una situación muy incómoda y el corazón le había empezado a martillear en las sienes, dejándola sorda.
Estuvo a punto de hablar, creía que tendría que decir algo, pero Nikolay pareció leer su expresión y se le adelantó. Ante sus palabras la chica se relajó, parecía que se hubiera desinflado y hubiera perdido un par de kilos, qué alivio... ¿no? Bueno, debería aliviarse. O eso creía. "Shhhh." Le dijo su misma conciencia. Volvió a la conversación, no quería que volviera a pasarle lo mismo y no escuchar nada de lo que le decía, parecería una auténtica estúpida maleducada.
— Ah, claro. ¡Por supuesto! Por mi perfecto. — Se mostró positiva ante la posibilidad de socializar un poco y por qué no, entrenar. Si hubiera sido otra persona, lo más seguro es que hubiera declinado la oferta, pero se dijo a si misma, que esta era una buena oportunidad para por lo menos, poder conversar con alguien, llevaba días hablando lo justo y parecía que fuera a volverse loca. — Me parece una buena idea, la verdad... Creo que estaría bien ir practicando... Porque, imagina que no hubiéramos tenido tanta suerte escapando de la madre de nuestro huevo... — Bueno, quizá suerte era insultar la habilidad y la rapidez de él a la hora de sacarlos de allí. — Quiero decir... Tú nos sacaste de allí... Pero... Imagina que no hubieras sabido aquel hechizo... — Se estaba sintiendo cada vez más estúpida intentando arreglar eso, creía que el chico se ofendería de igual manera y sólo de recordar ese momento, comenzaba a ruborizarse sola. Prefirió que lo mejor sería mantenerse en silencio y subir hacia la sala de duelos.
Sin soltar la mano de Clarisse, abandonamos los dos el Gran Comedor y salimos al Patio Empedrado. Allí los alumnos de los primeros cursos han estado haciendo muñecos de nieve y practicando sus conjuros menores con las estalactitas de hielo que se han ido formando a lo largo de los últimos días.
El viento gélido del patio nos da la bienvenida y me trae recuerdos de mi patria. Clarisse tiembla y, aunque no estoy seguro de si es de frío, de miedo o de excitación, la rodeo por la cintura y la acerco más a mí para compartir el calor de mi cuerpo. Estamos tan cerca que, por un instante, las preocupaciones se desvanecen e incluso el torneo parece un asunto menor a su lado.
Una voz dentro de mí me advierte de que puede que esto sea cosa de brujería pero la acallo enérgicamente y acerco mi boca a la de Clarisse.
―Feliz Navidad ―susurro a escasos milímetros antes de que nuestros labios se toquen en un ardiente beso, largo tiempo deseado.
Clarisse salió junto a Nikolay en dirección al Patio de la mano. Las miradas que los habían seguido hasta perderse por el pasillo, habían sido de los más variopintas. Sin duda, habían llamado la atención, sobretodo a los compañeros de ambas casas. ¿Una chica beauxbatons y un chico dumstrang juntos? Qué extraño todo, ¿no?
Una vez fuera la chica sufrió un escalofrío y el frío se apoderó de su cuerpo. Comenzó a temblar. Pero en cuanto a esto Nikolay estuvo bastante rápido e intentó acercarla a él para que pudiera darle algo de su calor. Sin duda, ayudó. Él estaba mucho más acostumbrado al frío e irradiaba una calidez que hizo que la chica entornara los ojos, disfrutando.
Se quedó mirando al chico a los ojos, en este momento, intentando relajarse, aunque seguía sintiendo el cosquilleo en el estómago que le hacía tener ganas de gritar. No sabía bien que podía decir en ese momento, pero no hizo falta. En cuestión de segundos, Nikolay había acercado el rostro tanto al suyo que podía sentir su aliento en la boca. Mordió su propio labio inferior nerviosa a la vez que escuchaba las palabras de Nikolay. Acto seguido, la estaba besando.
Tardó unas décimas en reaccionar. Siempre había soñado con esto desde que era una niña. Siempre sus amigas, en las fiestas pijama, hablaban de este tipo de cosas con chicos. Pero ella nunca lo había experimentado en sus carnes. Imaginaba que sería como en un cuento de princesas. Ella se consideraba una. Y siempre había soñado con que su pareja, sería todo un principe. Nikolay... No parecía tanto un principe. No al menos el principe azul de la cenicienta. Sino, más bien... Bestia cuando es humano.
Sonrió mentalmente ante aquel pensamiento. Le gustaba aquella comparación. Inconscientemente, había correspondido al beso del chico mientras eso se le pasaba por la cabeza. Pero ahora su mente había quedado paralizada. No más pensamientos. Se perdió en el beso del chico mientras llevaba la mano derecha al rostro del chico. Había visto ese gesto tan inalcanzable que no podía creerlo. El cosquilleo en su lengua y labios hacía que bajara por su garganta deshaciendo el nudo que anteriormente se había formado.
Finalmente, apartado muy ligeramente el rostro, aunque aún a centímetros del suyo sonrió tímida.
— Vaya... — Suspiró, aun con la sonrisa en sus labios. — Sin duda... Muy feliz navidad. — Se mordió el labio bajando la mirada, todavía sonriendo.
Hablarán de nosotros. La gente buscará conspiraciones donde no las hay y dirán que Clarisse y yo constituimos una alianza permanente de Durmstrang y Beauxbatons para impedir que la beata de Hogwarts que alce con el triunfo en el torneo. Ignorarán a propósito que hasta la fecha he demostrado ser el más brillante de los participantes y posiblemente divulgarán rumores infundados sobre que Clarisse trata de aprovechar mi preeminencia en el torneo para beneficiarse ella misma. Nadie reconocerá como yo lo hago que es una estudiante sobresaliente y que complementa a la perfección mis propias deficiencias.
Todas estas cosas no las pienso por vez primera. Me han estado martirizando durante semanas, enfureciendo y disuadiendo de intentar una relación personal con Clarisse. Pero ahora, con ella entre mis brazos, todas estas razones me parecen algo insignificante. El elixir de la resurrección nunca ha sido un objetivo para mí más allá del reconocimiento de ser el mejor y, en estos momentos, poder compartir el futuro con mi compañera me parece más valioso que cualquier otra consideración.
Su timidez me resulta cautivadora y mis pensamientos quedan relegados a un segundo plano cuando mis brazos rodean con fuerza su cintura y nos fundimos en un largo y apasionado beso.
―¿Y ahora qué? ―pregunto cuando consigo finalmente obligarme a soltarla, dedicándole una sonrisa sincera―. ¿Qué quieres hacer? ¿A dónde te gustaría ir?
La chica emitió una leve carcajada cuando escuchó lo que su compañero decía, tenía toda la razón del mundo. ¿Ahora qué? Ella era nueva en este tipo de relaciones... de hecho, si le apuras, era nueva en cualquier tipo de relación social que no se basara en que ella fuera la reina y sus amigas las serviles doncellas. Madre mía... Donde se había metido...
— Me gustaría ir a un lugar cómodo donde no nos importara pasar horas y horas hablando. — Volvió a morderse el labio en una media sonrisa. — Tengo mucha curiosidad por saber de ti... Además, siendo de otro país... Seguro que tienes infinidad de cosas que contar que yo ni imaginaba. — Se encogió de hombros, realmente su mirada mostraba fascinación por saber todo aquello que con palabras expresaba.
―¿Patinas? Podríamos ir a patinar al Lago Negro aprovechando que está helado o, si lo prefieres, escaparnos a Hogsmeade a compartir unos tragos. El castillo de Hogwarts me fascina, pero su gente... todos tienen ese halo de falsa beatitud que me enferma, ¿a ti no?
Sin esperar su respuesta, la estrecho entre mis brazos y beso su cuello al tiempo que miro a mi alrededor con un ligero aire de paranoia, tratando de localizar a los que nos observan. Porque seguro que los hay, seguro que todo el mundo se muere de curiosidad y de celos por ver juntos a los dos principales participantes del torneo.
Busco observadores en las ventanas y no puedo evitar reparar en el cielo oscuro sobre nuestras cabezas. Ahora mismo, aquí fuera y tan bien acompañado me siento tan libre, tan... ¿feliz?
―No te asustes ―le susurro al oído con tono confidencial―, pero creo que las estrellas tienen envidia de tus ojos. ¿Qué te parece si buscamos un lugar íntimo donde podamos escondernos de ellas? Acepto sugerencias.
La chica asintió con la cabeza sonriendo entusiasmada. — Claro que patino. Y cualquiera de todos esos planes me parece fantástico. Pero quizá preferiría ahora mismo algo más tranquilo y calentito... — Murmuró pegándose a él por el frío. Sonrió ante lo último que dijo el chico con respecto a los alumnos de Hogwarts, aunque a la hora de hablar, una mueca de asco se vio en su rostro. — Ya lo creo... — Se notaba claramente que no les tenía en muy alta estima.
Al sentir como Nikolay la abrazaba ella se dejó complacida, respondiendo al abrazo. El beso en el cuello hizo que se encogiera un poco, escondiendo el cuello por culpa de unas cosquillas inmensas que le recorrieron todo el cuerpo. Siseó entre dientes, pero no dijo nada, sino que permaneció entre sus brazos, inhalando su aroma.
El piropo que el chico susurra a su oido hace que la chica se sonroje como nunca antes. Era extraño que ella, con el ego que la cubría, pudiera sonrojarse con un piropo cuando ella ya sabía lo hermosa que era. Pero, sucedió. Emitió una leve risita tímida y acarició su pelo por la parte de la nuca. Ante la pregunta, pensó unos minutos. — Creo que las tres escobas sería un buen lugar ahora mismo... Me muero por tomar algo calentito y resguardarnos del frío por un rato. — Giró levemente la cara aprovechando la posición de la del chico y le dio un beso de lo más dulce en la mejilla. Simultáneamente buscaba su mano para agarrarse a ésta y caminar con él en dirección a Hogsmeade. — ¿Te parece bien? — No quería obligarle a ir a un sitio donde él no quería. A pesar de que estaba acostumbrada a ello. Ella mandaba, siempre.
Adoro la manera en la que busca mi aprobación y me resulta imposible dejar de complacerla en una petición tan nimia. Así pues, accedo de buen grado a acompañarla hasta Hogsmeade dando un larguísimo paseo cogidos de la mano.
Ninguno de los dos tenemos prisa y yo disfruto de este frío nocturno tan diferente de la gelidez mortal de mi patria, de modo que coloco mi gruesa capa sobre sus hombros mientras dejamos atrás el Patio Empedrado y rodeamos el castillo de Hogwarts.
Para cuando alcanzamos las verjas de la escuela, la nieve ya nos cubre de pies a cabeza pero no parece que a ninguno de los dos nos importe. Hablamos de cosas tontas, de nuestras familias, de por qué estamos aquí, de qué pensamos hacer cuando acabemos nuestros estudios. No sé prácticamente nada de Clarisse y bebo cada retazo de información con avidez, deseando conocer todo acerca de ella.
Le hablo de mis padres, que aunque todavía siguen casados no se soportan, y de mi hermano Alexei, que tuvo la suerte de estar en Hogwarts durante el famoso Torneo de los Tres Magos de 1994, acompañando a Viktor Krum y al resto de la expedición liderada por nuestro antiguo director, Igor Karkarov.
Hablo también del frío Castillo de Durmstrang, cuyas chimeneas sólo se encienden con fines mágicos. Reconozco que no es tan grande y espectacular como el de Hogwarts pero cuenta con unos jardines muy amplios y unas vistas de ensueño que cortan el aliento. Le cuento que me encantaría poder enseñárselo algún día.
Por lo que respecta a mi futuro, reconozco que aún no he decidido qué quiero hacer pero sí que debe ser algo grande, algo que me reporte fama internacional. Tal vez ganar el torneo sea el trampolín que me catapulte hacia el éxito y quizá lo de menos sea tener en mi poder el Elixir de la Resurrección o qué hacer con él.
Le confieso a Clarisse ser un apasionado de la historia pero procuro no profundizar al respecto, consciente de que mis opiniones pueden ser consideradas como... "polémicas" por la mayor parte de la sociedad mágica actual, poco instruida y muy influenciada por medios sensacionalistas como El Profeta que únicamente publican propaganda gubernamental.
Para cuando finalmente llegamos siento que el paseo ha resultado incluso corto. Busco una mesa cerca de la chimenea y le cedo el asiento más próximo a mi compañera para que pueda sentarse de espaldas al fuego. Pido en la barra dos cervezas de mantequilla, pago y regreso impaciente junto a Clarisse.
—Por ti —digo, alzando mi vaso para brindar— y por haber tenido la suerte de conocerte.
La compañía de Nikolay desde el primer momento fue agradable, pero a estas alturas, era la mejor que podría tener. Clarisse siempre ha sido una chica muy suya, bastante desconfiada y con un ego tan alto que no cualquiera querría ser amiga suya. Ha crecido acostumbrada a tener a sus dos mejores amigas íntimas de toda la vida que harían cualquier cosa por ella desde darle su bocadillo hasta poner su abrigo en el suelo para que ella no pise un charco. El trato con estas era el de una princesita, pero no una amable, sino una tirana. Su carácter es el de un mandamás, ella siempre lleva la voz cantante en todo y la razón. Quizá sus padres hicieron mal consintiéndole tanto... Pero en esta ocasión era diferente. No había tenido la necesidad de sublevarse a Nikolay, ni siquiera se le había pasado por la cabeza. Quizá, muy en el fondo, sabía por qué. Pero jamás lo admitiría.
Mientras caminaban juntos en dirección a Las Tres Escobas iban charlando sobre cosas triviales, para conocerse el uno al otro, pues estaba claro que había surgido algo entre ellos, pero había sido en muy poco tiempo y no parecía que ninguno de los dos fuera alguien abierto como para saber mucho del otro con simplemente ser compañeros de trabajo. La curiosidad por saber sobre el otro parecía ser mutua, pudo notar Clarisse, ya que él también le hacía preguntas sobre ella.
Clarisse le cuenta un poco sobre su familia a Nikolay, aunque hay momentos en los que aborda temas que los siente como demasiado pantanosos y no ahonda mucho por si acaso. Cuenta algo más superficial que viene de una familia bastante bien posicionada, aunque eso seguramente ya lo habría notado. Le cuenta como son sus padres, mostrando un claro aprecio por su padre, más que por su madre. Ambos han sido muy buenos con ella, pero claramente su padre ha sido el que se ha volcado siempre en ella. Clarisse es la niña de sus ojos. Conforme cuenta un poco sobre su familia, pasa por la figura de su tío, el hermano pequeño de su padre. Es notable el parón que da llegando aquí y como pasa de largo tras unos segundos de silencio donde la chica piensa que mejor ese tema, dejarlo también de lado. Por lo general, habla bien de su familia y de su vida, pero narra una clara soledad. La chica se ha criado prácticamente con los criados de la casa y entre los objetos materiales que sus padres le regalaban, pero el cariño físico, es más bien poco. A pesar de ser obvio para cualquiera esto, Clarisse parece verlo como algo totalmente normal, pues no conoce otra cosa.
Una vez llegan a la puerta del local, la chica enmudece. Cree que es buen momento para hacer un descanso de su charla y no cansar mucho al chico con su vida, es demasiado aburrida. Apenas ha contado realmente nada sobre ella, a decir verdad. Ha estado más ocupada con detalles tontos como la varita que le regaló su padre por navidad cuando tenía 8 años y la cual usa actualmente.
En el momento en el que Clarisse se queda sola en la mesa, observa a Nikolay a lo lejos pedir la bebida pero su mente se escapa del lugar. Comienza a pensar en cuanto de bueno será compartir tantas cosas con una persona, eso es algo nuevo para ella y el pánico empieza a aflorar en cada poro de su piel. Se muerde el labio inferior mientras baja la mirada a sus manos frías sobre la mesa. Nikolay la saca de sus pensamiento con el sonido de las jarras al chocar contra la mesa. Alza la vista sobresaltada por el golpe y sonríe excusándose ante las palabras del chico. El rubor corre por sus mejillas mientras ella brinda su jarra con la del chico.
— Bah... No creo que sea para tanto. Deberías pararte a mirarte un poco a ti también... — Murmuró tímida, pero de lo más sincera, quizá demasiado. De hecho, tanto que se sintió demasiado estúpida de decir aquello y en seguida se arrepintió. — Aunque bueno... Puedo entender que mi luz te deslumbre y no puedas. — Rió haciendo que suene a broma, aunque no, no lo era. Pero eso quitaría peso a la frase anterior y se sentiría mucho mejor.
Tras brindar bebió de su jarra dejándose un buen bigote blanco. Al verlo de reojo, aprovechó para hacer una mueca poniéndose vizca. A veces era un poco payasa...
Conversar con Clarisse resulta apasionante. Ella carece de esa mojigatería santurrona que tanto desprecio y que la mayoría de las mujeres que conozco parecen llevar por bandera. Clarisse en cambio tiene garra, tiene carácter, tiene autoconfianza y esa actitud entre desafiante y juguetona de la que resulta imposible no enamorarse.
—Es cierto que eres deslumbrante —reconozco, entrando en su juego y dedicándole una sonrisa lobuna—, pero no es menos cierto que soy plenamente consciente de lo espectacular que soy yo mismo en todos los sentidos. Si no presumo ante ti no es por complejo o falsa modestia, sino por reconocimiento a tu inteligencia y a tu capacidad de comprender y admirar convenientemente mis envidiables virtudes.
»Lo único que impide que me pase el día presumiendo de mis logros es que soy un incorregible egocéntrico y disfruto enormemente de oír a los demás alabar y ensalzar mis proezas —añado, guiñándole un ojo y entrelazando mis dedos con los suyos por encima de la mesa—. ¿Por eso estamos aquí, no? Para que todos los presentes puedan envidiar tu suerte al disfrutar de mi compañía.
No puedo evitar reírme ante su adorable mohín de fingida indignación y besar con devoción el dorso de su mano.
—O tal vez sea yo quien presume públicamente de ser el hombre más afortunado de todo Hogsmeade.
Las palabras de Nikolay en un primer momento hacen que sonría tímidamente y baje la mirada a sus manos, pero cuando sigue hablando la sonrisa de Clarisse se ensancha en una pequeña risa. Le gustaba que él fuera tan egocéntrico como ella, pues entonces no le molestaría que ella lo fuera y tampoco a ella le molestaba. Se sentía mejor sabiendo que estaba con alguien que se quiere lo suficiente como para no estar con ella porque está falto de estima.
Ante aquel alarde tan descomunal la chica tuerce el gesto con una expresión de indignación total. Él comienza a reírse y ella no puede evitar hacerlo también mientras lo observa besar su mano. Involuntariamente y sintiéndose bastante estúpida se ruborizó ante la última frase del chico. — Bueno... He de reconocer que también tiene su parte de verdad la otra opción... He visto como te miran muchas chicas, tanto de Hogwarts como de mi escuela... — Se encogió de hombros. Era obvio que el chico era atractivo y que saltaba a la vista. Y no era mentira que había visto a chicas mirarle y cuchichear entre ellas. Y ella sabe reconocer como mujer que es, que cuando se hace eso es porque se está diciendo: "¿Has visto que guapo es?" "¡Ay! ¡Sí, tía!" Sólo de pensar en este sintió el impulso de poner los ojos en blanco en un mohín. — Pero... Con quien estás ahora aquí... Es conmigo. — Murmuró sintiéndose superior y reforzó eso con el gesto de sacudirse un mechón de pelo hacia atrás. No debía sentirse celosa por esas otras que lo miraban, sino, orgullosa.
—Y no querría estar con nadie más —le aseguro con convicción—. Si por mí fuera, ya no separaría de tu lado. ¿Con quién iba a estar más seguro que contigo? ¡Si hasta fuiste capaz de derrotarme en los entrenamientos del club de duelo! Siento lástima por las chicas que me miren demasiado a partir de ahora.
Bromeo, aunque no puedo evitar sentir curiosidad por ver hasta dónde sería capaz de llegar Clarisse por defender lo que es "suyo". Lo que me lleva inevitablemente a pensar en el torneo y en sus participantes.
—Espero no tener que enfrentarme a ti en la prueba de duelo —afirmo con sinceridad, en parte porque ha demostrado ser una adversaria más que respetable y en parte porque no estoy seguro de poder dar lo mejor de mí mismo si la tengo como rival—. Al menos, no antes de la última ronda. Ahora somos ocho, lo que facilita los emparejamientos, y he oído que no somos los únicos participantes que hemos estado entrenando.
»Aaron no me preocupa pero Bobrinsky... Ese chico no está bien de la cabeza y yo cada día le veo más inestable, no quisiera que ninguno de los dos tuviéramos que enfrentarnos a él. Tú tienes tratos con la rubia, ¿no? Con Como-se-llame. ¿Qué opinas? ¿Quién crees que nos dará más problemas?
La chica esbozó una sonrisa de lo más sincera, realmente satisfecha. Oír aquellas palabras alegraban el corazón y la vida de cualquiera. Toda esta situación aún le parecía increíble, era una sensación nueva, la de estar con alguien querido de esta forma y sobretodo, lo más importante, correspondido. Los elogios sinceros no son como los que te hacen tus amigas porque saben que es lo que tienen que decir para que no te enfades. Aquello era real.
Ante aquel acto de provocar celos en Clarisse, la chica lo pilló a la legua y por eso no le siguió el juego, sino que se rió. No iba a seguir por ahí, pues ella sabía como era en cuanto a celos se refiere y no había quien le parara. Mejor, obvió ese tema. Ella era una chica posesiva, y por tanto celosa. Y sabía de oídas que en las parejas los celos nunca eran buenos, así que debería reprimir aquello. O eso suponía. Aún era tan novata en todo esto...
— Ojalá no nos toque enfrentarnos... No me apetece lo más mínimo, la verdad... — Torció el gesto en una mueca de desagrado y aprovechó para beber un sorbo de su cerveza de mantequilla. En cuanto a la "rubia como-se-llame". — Aline. — Corrigió, o mejor dicho, añadió a Nikolay. — Opino que... no hay que subestimarla, claro está. Pero... No creo que sea problema para nosotros. Somos infinitamente mejores... Por favor... — Ahí estaba la típica arrogancia de la niña de papá consentida. Cualquiera lo tomaría a broma, pero no. Clarisse decía ese tipo de cosas totalmente en serio. — En serio... Como nos toque enfrentarnos... No sé que voy a hacer... — Rió levemente intentando quitarle peso al asunto, pero realmente se le hacía un nudo en el estómago de solo pensarlo.