Ehmm... Riddikulus es un hechizo defensivo... ¿Eso significa que se ha equivocado.. o que lo usa ahora como ofensivo? :')
Perdón, error del Master. Considera la tirada del Riddikulus como tirada para el Incarcerous. ;)
Clarisse bastante nerviosa a estas alturas, aunque en cierto modo, dando ya por perdido aquel combate, intentó jugar su mejor carta. Hasta el momento, consideraba ser más diestra con el siguiente hechizo y es por eso que no se lo pensó si quiera.
— ¡Partis Temporus! — Exclamó con fuerza. Pero de nada sirvió. No era su mejor momento, los nervios estaban traicionándola.
No quiso perder tiempo en ahogarse en su error y sentirse aun peor. Prefería terminar cuanto antes aquel duelo. Estaba cansada y harta.
— ¡Confundus! — Dijo esta vez jugando todo el rato cartas difíciles y arriesgadas. Era la única forma de poder darle la vuelta a esto, y lo dudaba. Así que ya, le daba igual.
Motivo: Defensivo
Tirada: 1d10
Resultado: 6(-2)=4
Motivo: Ofensivo
Tirada: 1d10
Resultado: 4(-2)=2
—¡Expelliarmus!
Cansado pero convencido ya de su triunfo, Aaron recita su último sortilegio con un grácil movimiento de varita que arranca la de Clarisse de sus manos antes de que ésta pueda terminar de ejecutar su confundus, alcanzando de este modo la victoria sobre su rival.
Motivo: Expelliarmus
Tirada: 1d10
Resultado: 6
La chica, dando por terminado aquel horrible duelo, miró a Aaron y tendió la mando esperando de vuelta su varita. Quería cuanto antes largarse de ahí. Y esperaba que el ministro dijera algo pronto. Estaba realmente de capa caida y odiando con todas sus fuerzas a Aaron. Miraba al chico aunque intercambiaba miradas con sus propios pies.
Tan pronto Aaron se alza con la victoria, una parte del público grita de incredulidad e impotencia y otra parte estalla en silbidos y aplausos. Comienzan a darse las manos los unos con los otros como si se hubieran batido en duelo ellos mismos.
El Ministro Shacklebolt sube a la tarima y se interpone entre los dos estudiantes, aguardando a que el público se calme para poder hablar, pero no lo consigue hasta varios minutos después.
—Sonorus —dice apuntando a su garganta con la varita—. Ha sido una prueba muy reñida. No cabe duda de que sólo los alumnos más brillantes de cada escuela han podido llegar hasta aquí. Que suban todos los participantes a la tarima, por favor.
Obedientes ante las palabras del Ministro, todos subís y os colocáis en una fila mirando al público. Decenas de cámaras de fotos captan las muecas en movimiento de vuestro rechazo a los flashes. Después de un momento de cortesía, el Ministro vuelve a hablar:
—Quiero agradeceros de corazón a todos la pasión que estáis demostrando en este torneo. Es un verdadero placer encontrar jóvenes con tanto talento y con tal dedicación. Sin duda el futuro está en vuestras manos, no lo olvidéis. Pero basta ya de sentimentalismos, es hora de anunciar oficialmente a los ganadores. Con un pleno de victorias, el oro es para Aaron Damyanov. En segunda posición...
De pronto escucháis un silbido agudo y penetrante, similar al de una tetera a punto de estallar. Va creciendo en intensidad hasta que de pronto para y todo se queda en silencio durante un par de segundos.
Después, una de las cuatro paredes de la sala estalla lanzando trozos de piedra por todas partes. Alguno de los espectadores resulta herido y veis cómo un hilo de sangre oscura mana de su cabeza.
Todo el mundo grita y corre, pero el aire es una nube de polvo densa que no os deja apenas ver o respirar.
Las medallas son:
Oro: Aaron
Plata: Clarisse
Bronce: Elphie
Aaron logra imponerse en el duelo y lo hace de una forma que únicamente puede calificarse como tozuda. Sin golpes de efecto, sin hechizos espectaculares ni demasiado complejos, combinando a la perfección agresividad y evicacia. Clarisse lo intenta con valentía pero lo cierto es que Aaron no le ha concedido la menor oportunidad, muy fiel al estilo de Durmstrang.
Lo cierto es que no me alegro del desenlace del combate y mucho menos de que mi Clarie haya resultado herida durante el transcurso de la misma pero me cuesta trabajo no admirar el desempeño de dos duelistas tan formidables. El público y el propio Shacklebolt así lo reconocen también.
Cuando el Ministro de Magia nos convoca, me acerco a la tarima y recojo del suelo la varita de Clarisse para, a continuación, devolvérsela.
—Toda la prueba ha estado amañada —le confieso mi hipótesis en un susurro al oído, mientras la voz mágicamente amplificada de Kingsley ahoga los ruidos de la estancia—. Fuera de Hogwarts alguien debe estar apostando cuál de nosotros será el ganador del torneo y Aaron era hasta el momento el que menos posibilidades tenía; sólo había conseguido un bronce. Quienquiera que haya apostado a que ganaría los tres duelos ha tenido que llenarse de galeones los bolsillos. Todavía no sé cómo lo han manipulado los combates pero pienso descu...
En ese momento algo que no consigo precisar, como un pitido en mi cabeza, me hace fruncir el ceño y guardar silencio. El pitido crece en intensidad y se convierte en un silbido audible que silencia incluso el discurso del Ministro. Me llevo las manos a los oídos, imaginando que cuando las retire me las encontraré cubiertas de sangre pero no es así. En su lugar, una de las paredes de la habitación salta por los aires, como golpeada por un conjuro de bombarda maxima.
Rodeo con mis brazos a Clarisse en una reacción instintiva y estúpida, como si pudiera escudarla mejor con mi cuerpo que con mis hechizos.
—¡¿Estás bien?! —pregunto a voz en grito, con una nota de preocupación en mi voz y el molesto pitido todavía zumbando en mis oídos e impidiéndome escucharme a mí mismo con claridad.
Cuando apenas había empezado a aplaudir se oye una explosión y cuando me doy cuenta estoy en el suelo cubierta de escombros y polvo. Al cabo de unos segundos me pongo de pie, me limpio la cara con la blusa (comprobando que tengo sangre en la misma) he intento escudriñar con la poca visibilidad que hay si alguien necesita ayuda.
La sensación que le recorría el cuerpo era muy extraña, indescriptible. Sentía que había conseguido la plata ganándose y dando lo mejor de ella en los duelos. Pero en cambio, también sentía, que no había perdido el oro justamente. Debía haber sido suyo. Tenía una enorme decepción por un lado y rabia contenida por el otro, al encontrarse insatisfecha con el resultado. De hecho, todo el mundo había podido comprobar como se daba por vencida a eso de la mitad del duelo, claramente viendo que no iba a tener posibilidades de hacer nada. Estaba hecho así. Estaba hecho para que él ganara.
Miró al público con el nudo en la garganta, aguantaba las lágrimas con todas sus fuerzas, aunque no sabía hasta cuando podría seguir haciéndolo. No, no iba a llorar delante de todos. Pensarían que lloraba de pena, por no haber logrado el oro. Y nada más lejos. Lloraría de rabia, de impotencia. Lloraría por no hacer algo peor. Llegó entonces Nikolay, y el nudo en su garganta se aflojó. Pero para comenzar a llorar en cuanto lo mirara. Intentó evitar mirarlo directamente con la excusa de que debían mirar al ministro y al público. Sabía que si lo miraba a los ojos, no podría aguantar y rompería a llorar. Y no podía permitirlo.
El chico comenzó a decirle algo que le alivió en gran medida lo que sentía. Al parecer, no era la única que creía que aquello estaba amañado. Le alegraba que él estuviera con ella en esto. Eso le hacía no sentirse tan sola como hacía unos segundos. Pensaba responder justo cuando el ministro se disponía a restregarle que sólo se había alzado con la plata. Cosa que no tenía ganas de escuchar. Ya sabía su resultado. No hacía falta que se lo repitieran.
Se llevó las manos a los oídos intentando esconder la cara con su propio cuerpo. El sonido era atronador, doloroso y terrible. Buscó con la mirada a Nikolay mientras luchaba por taparse los oídos, y acallar ese sonido. Parecía que quien quisiera que fuera el que hacía eso, hubiera escuchado sus pensamientos y hubiera hecho callar al ministro a golpe de fuerza.
De repente hubo una explosión y todo se volvió polvo. No podía ver nada. Sintió como la rodeaban unos fornidos brazos y por un momento tuvo el impulso de deshacerse del abrazo. Pero eso fue antes de ver que era Kolia. Asintió con la cabeza a su voz en grito. Había demasiado ruido y alboroto como para poder hablarse sin gritarse a pesar de estar uno pegado a otro. Clarisse señaló las mesas que estaban al fondo, apartadas del medio de la sala para la prueba. Lo mejor sería ir a refugiarse allí.
— ¡Metámonos allí debajo! — Gritó haciéndose oír por encima del ruido a su novio.
Volvió a regañadientes a su asiento tras la derrota. Se encontraba ligeramente mareada por el efecto del desmaius pero, en general, se sentía bien. Mientras observaba a Clarisse expectante para enfrentarse a Aaron, se alegraba de haber perdido: no le hubiese resultado agradable batirse en duelo con su amiga. Clarisse dio inicio al mismo con un desmaius. Aline no pudo evitar sonreir, y empezó a vitorear y a animarla, sin embargo, la sonrisa se borró de su rostro cuando vio que Aaron se defendía magistralmente con un protego. Aplaudió con más fuerza y entusiasmo para apoyar a su amiga, pero de poco valió. Aaron la venció con cierta dificultad. Aline gruñó y maldijo para sí misma, mostrando su indignación. Se negaba a unirse al aluvión de aplausos dedicados al estudiante de Durmstrang. «Deberían haberlo expulsado de esta prueba después de lo que hizo. Es injusto que sea él quien haya ganado», pensaba. Mientras tanto, el ministro subió a la tarima y convocó a los participantes de la prueba, por lo que Aline se apresuró a dirigirse hacia allí, esquivando a la gente. Se pusieron en fila, y Aline se colocó a la derecha de su amiga. Parecía triste, por lo que le acarició el brazo para consolarla. Antes de nombrarla para indicar que había ganado la medalla de plata, se empezó a escuchar un sonido muy incómodo, semejante a un pitido. Aline puso las manos sobre las orejas, y miró a su alrededor para distinguir qué era ese sonido y de dónde venía, asustada, ya que el ministro no mediaba palabra. De repente, el chillido cesó, y reinó en silencio en la sala, pero por poco tiempo: un muro del salón estalló en mil pedazos, que impactaron contra algunos espectadores. Aline gritó del susto e, histérica, empezó a mirar a todos lados. Vio a Eileen, que se encontraba cerca de ella, limpiándose el rostro de sangre. Acudió junto a ella, y le preguntó si se encontraba bien, en medio del caos, de los gritos y del revuelo, confusa por lo que acababa de presenciar.
El ministro Shacklebolt y algunos de los profesores asistentes tratan de poner orden en medio del caos. Las varitas centellean lanzando conjuros que mantengan en el aire los cascotes de la habitación antes de que estos se precipiten sobre las cabezas de los presentes, que huyen despavoridos.
Varios de vosotros buscáis protección allí donde la encontráis, bajo las mesas o al amparo de vuestros propios conjuros defensivos. Los gritos y el polvo generan una sensación de irrealidad que os hacen pensar que estáis en medio de un escenario bélico y no en Hogwarts.
Para cuando la situación comienza a tranquilizarse, podéis escuchar claramente los irritados comentarios de algunos de los espectadores criticando duramente la organización y la seguridad del torneo; unas opiniones que algunos compartís también después de la accidentada jornada. Sin duda, los reporteros de El Profeta tendrán mucho que escribir hoy al respecto.
En el Colegio se declara el toque de queda y todos sois enviados de vuelta a vuestros aposentos mientras los organizadores del torneo se reunen para tratar de dilucidar qué es lo que ha ocurrido. Los prefectos toman el control de las cuatro casas de Hogwarts y a los invitados se os solicita vehementemente que no abandonéis vuestras instalaciones, dado que el señor Filch tiene instrucciones de patrullar y detener a cualquiera que sea sorprendido fuera de su dormitorio.