Konrad encabezó le viaje como el resto, en silencio, con cara de pocos amigos. Y con poca piedad. Con suerte no tendrían que detenerse hasta llegar a algún lugar seguro. Al final decidieron hacer noche en lugar de viajar en la oscuridad. Llevando un carro con mujeres y heridos tampoco era ninguna locura. Si por el fuera ya estaría cabalgando hacia Cimera para dar parte de todo lo ocurrido y hacer batidas, pero no le darían aquella postestad, y su deber era mantener a salvo a la familia en este caso.
Una vez más dejó al resto tomar decisiones mientras oteaba los alrededores. -Claro- gruñó a Yoren. Si nembargo se veia algo menos de fuego en la mirada de Konrad que tras la emboscada. Si, una aprte de el quería ensartar al "caballero" en el acto. Pero sopesando posibilidades pensó en que aquellas no eran sus tierras, y que poco más sabría aquel tipo. No podían ni debían torturarlo, al menos no de una forma cruel. Quizá unos golpes y unos sustos, para ver que soltaba. Y esta vez Konrad pondría su atención en ver si decía verdad o mentira.
A pesar de esto Konrad esperó a ver uqe decía Normand antes de hacer nada.
La única posada de aquella pequeña aldea se encontraba junto al camino, alrededor de un pequeño grupo de casas que daban la entrada a Celada, poco antes del camino que conducía al viejo torreón que coronaba todo. La posada era bastante menos grande que otras que habían visitado, tan sólo contaba con una planta baja que se dividía en un amplio salón con mesas y una habitación común con unas 20 camas individuales colocadas en dos filas. Aquella noche tan sólo había un par de viajeros más, a parte de ellos. El posadero sirvió algo de estofado para sus hambrientos estómagos y mandó al mozo de cuadra para que ayudara a transportar a Artur hacía una de las camas. Allí fue atendido por Anselminus, quien quiso encontrar algún sitio donde comprar hierbas medicinales pero no encontró ninguno. Tendría que apañarse con lo que llevaba encima.
Las damas y su tío se acomodaron en una de las mesas y cenaron frugalmente antes de ir a descansar. El día había sido largo y agotador, y el cansancio del viaje comenzaba a acumularse, especialmente tras los sucesos de aquel día. Entre tanto, el maestre colocaba una silla junto a la cama donde habían dejado a Artur y utilizaba una de las mesillas de noche para preparar todos los ungüentos con los que atender al herido.
Fuera de la posada, ser Ander recuperaba la conciencia sin saber que Yoren y Konrad aguardaban por ello para ajustar cuentas con el falso caballero. Tan sólo hicieron falta un par de puñetazos y algún diente roto para que Ander dejase de aparentar ser más duro de lo que en realidad era. Se desmoronó tras escupir una mezcolanza de trozos de diente y sangre y comenzó a llorar desconsolado como un niño pequeño suplicando piedad.
Anselminus, puedes lanzar por Curación.
Yoren se limpio distraídamente la mano en el pantalón, después del último golpe, mirando al bandido con la expresión fría y vacía de un pez. La piedad era algo en lo que trabajarían luego.
-Primero danos algunas respuestas, llorón. +espabilo al hombre, cerrando el puño y haciéndole crujir.+ Empecemos por tu nombre real, y donde conseguiste esas pintas de caballero. Y especialmente, si tienen algo que ver con unos cadáveres que encontramos hace poco, antes de llegar a la posada donde esperaba tu valiente espía…
Los ojos del caballero dejaban claro que sucedería si lo que escuchaba mentiras. Aunque el destino del bandido ya estaba sellado desde mucho, mucho antes.
Konrad imitó al caballero, limpiándose. Por suerte parecía que no iban a tener que llegar más lejos. El pobre diablo no lo sabía pero en realidad no podían hacer mucho más sin arriesgarse a problemas con los señores de Cimera.
Era el momento de no cometer el mismo error que la otra vez. Mientras Yoren lanzó las primeras preguntas Konrad examinó de arriba a abajo al reo. Lo que realmente interesaba era precisamente si tenian relación con los otros cadáveres.
-Haz el favor de contarnos lo que hicisteis durante los últimos días. Y así veremos las opciones- viendo que Yoren preferiría ejecutarlo en el sitio. Konrad prefería dejar eso en mano de quien estaba encargado de mantener la paz dle rey. Y si no hablaba tenían que jugar la carta de dejarle pedir que vistiera el negro.
- Vamos Ártur, viejo lobo, aún puedes salir de esta. - se repetía el maestre mientras atendía las gravísimas heridas del mayordomo de los Serf. Para llegar a maestre se había ganado en la ciudadela el eslabón por dominar los conocimientos de curación básicos, pero nunca antes se había lamentado tanto por no haber indagado más en ellos. Temía que sus artes no fueran suficientes, pero a pesar de su falta de confianza en lograrlo se esforzó todo lo que pudo por salvar la vida de su amigo.
Motivo: Curación
Dificultad: 0
Tirada (4): 5, 4, 2, 1
Guardados (3): 5, 4, 2
Total: 11, Éxito increible
Perdón por la tardanza, ha sido una semana de locos.
-Está bien, está bien. -Dijo entre lloriqueos. -Mi nombre real es Pil, servía como escudero al auténtico ser Ander hasta que falleció hace un par de años. Luego me puse su armadura y traté de hacerme pasar por él, fui a torneos y esas cosas... Pero me resultaba difícil integrarme, así que terminé en el Bosque Real donde conocí a Corvin y los otros...
Maldijo largamente a Corvin y a un buen número de sus familiares por haberle abandonado, y no tuvo palabras mejores para el resto de sus acompañantes. Finalmente decidió confesar los crímenes de los caballeros auténticos que habían encontrado por el camino antes de toparse con ellos. Al parecer les habían robado las vestimentas para tratar de acceder a la boda y ver que podían robar. Pero antes decidieron atracar a algunos incautos por el camino, Corvin se alojaba en la posada todas las noches para informar sobre los viajeros y al día siguiente el resto se encargaban de emboscarles.
-Muy bien… Debe sentirse bien soltar todas las verdades al final. Podrás irte en paz. +dijo, satisfecho con la confesíon.
Recogió la cuerda con la que había tenido atado al prisionero, mirándolo fijamente a los ojos mientras maniobraba con la misma. Conocía las leyes; no en vano había crecido en un castillo.
-De normal, a un ladrón solo se le corta la mano. Pero tú no solo robaste; deshonraste a tu maestro, mataste a unos pobres incautos, e intentaste hacernos lo mismo, además de amenazar con cosas peores a mis señoras. Dudo que al señor de este lugar le moleste ver a alguien de tu calaña “decorando” uno de sus arboles. Pero se lo informare cuando lo vea.
Termino y le enseño a Pil lo que había hecho; un nudo de horca. No iba a manchar su espada nuevamente con mas sangre de aquel sujeto. Iba a verlo bailar.
-¡No por la Misericordia de la Madre!. ¡Piedad, por favor, piedad! -El falso caballero suplicaba mientras las lágrimas brotaban a borbotones por sus mejillas. Ver la cuerda con el lazo listo para ahorcarle había provocado que estuviera a punto de desmayarse de nuevo. -Haré lo que sea, vestiré el negro. ¡Lo que sea!
Sus ojos suplicantes y desesperados se dirigieron a Konrad en busca de la piedad que ser Yoren no parecía guardar para él.
La confesión le pilló por sorpresa, ser Yoren era un portento como luchador pero le extrañaba que otors caballeros hubieran caido facilmente ante los bandidos, cuando no fueron rival para ellos mismos. Al menos no le había sido necesario extralimiarse a la hora de sacársela.
-Espera- respondió Konrad impasible. El muchacho no le daba lastima, por mucho que la vida le hubiera obligado a ser un criminal siempre hay opciones, matar a traición es imperdonable -Ya ha confesado, pero no nos corresponde a nosotros hacer ley, por mucho que me duela. Le daría una muerte rápida pero ya no es cosa nuestra.... -pensó un segundo y refunfuñó, con la cara de alguién que acaba de ceder de forma incómoda- Recuerda que estamos aquí por un motivo. Lord Harte decidirá el destino de este desgraciado, el decidirá si al muro, o a la horca.- simplemente era cierto, Konrad tenía que pensar en la seguridad de la familia, y era mejor actuar con respecto hacia el señor de señor de estas tierras. Seguramente ganarían un punto a favor de esa manera. Además si quería nbuscar venganza siempre podían pedirle a Lord Harte que colgara al desgraciado, por respeto a las víctimas.
La mirada de Yoren tenía tintes a hielo cuando la volvió hacia el sheriff de los Serf.
-No hay nadie en el torreón, ¿lo olvidas? ¿Acaso quieres cargar con él hasta Cimera, o dejárselo a estos campesinos y arriesgarte que escape? +dijo, resumiendo con frialdad las opciones “piadosas”. En ambas, el falso Ander se volvería un riesgo, con el agravante de que podría herir o matar a más ahora que sabía su destino. Un hombre desesperado es siempre peligroso.
Dicho esto, le paso la soga al cuello al bandido, cerrando el nudo con fuerza.
-A veces es mejor pedir perdón que permiso, Konrad. Yo hablare con lord Harte si se da el caso. Ahora, si no tienes estomago para esto, ve a dormir. Puedo ocuparme solo.
El tono del caballero dejaba claro que no estaba abierto a discutir. O estaba con él… o no lo estaba.
Con un deje de enfado el siervo respondió al caballero -No estoy hablando de estómago, soy el primero que quiere darle lo que se merece. Solo digo que yo no tengo potestad aquí para hacerlo. Si crees que el rey y los siete están deacuerdo adelante,pero yo solo tengo el amparo de mi señor, y no llega a estas tierras- aquello era un pequeño tirón de orejas con tono educado. Ser Yoren era al fin y al cabo un caballero, disponía de algunas ventajas que Konrad no. Si estaba tan seguro de que los Harte respetarían su decisión el no tenía la capacidad de interponerse.
-Hasta lo agradecerán. +replico sin sarcasmo. Lo creía sinceramente.
Con el asunto saldado, mantuvo la presa de la cuerda contra el cuello del bandido, desenfundando su espada en la mano libre. Si trataba de huir le cortaría los tendones. Pero para no ofender a los posaderos, no lo ahorcaría allí mismo, sino en la arboleda más cercana que encontrasen.
La oscuridad y los pájaros eran la única compañía que merecia ese infeliz; la misma que le había dejado a sus victimas. Deberia hasta sentirse honrado de que al menos él dejarian la ropa puesta…
Y para amenizar el momento.. XD. Seguimos?
La mañana siguiente amaneció despejada, con el sol rayando el alba y el frescor de la mañana colándose por las ventanas de la posada. Un día despejado, sin rastro de nubes en el firmamento y con la promesa de que aquella mañana iba a ser calurosa. El maestre Anselminus se había esforzado toda la noche en mantener el estado de Àrtur y en sanar sus heridas cuanto antes, la tarea había sido ardua y había pasando la noche en vela preparando ungüentos, medicinas y paños calientes para las heridas del mayordomo. Pese a una primera mejoría en la que logró reducir la fiebre del maestre, las heridas parecían correr la suerte de infectarse y convertirse en algo más perjudicial. Por el momento Ártur aguantaba.
Fuera, en un árbol cercano, los cuervos se daban un festín con el cuerpo de ser Ander. El caballero renegado que les había asaltado y había sido capturado, colgaba ahora por el cuello de una soga en una rama. Los cuervos se habían peleado por los ojos de ser Ander y ahora picoteaban los puntos más suculentos de su carne mientras que sus cuencas vacías dirigían una mirada sombría hacía el camino que llevaba a Cimera. Era una imagen terrible. Ser Yoren y Konrad se habían encargado de él, y aunque Konrad mostró sus reticencias a tomarse la justicia por su mano, el caballero no cedió cuartel y se hizo cargo de que la soga se ajustase lo más prieta posible al cuello de ser Ander. De poco sirvieron sus súplicas.
Despertó con expresión desenfadada para variar, la mirada límpida y tranquila. Tras cumplir con su deber anoche se sentía… bien. Era extraño y agradable. No necesitaba darle demasiadas vueltas al asunto, ya que se entendía solo. El simple hecho de hacer justicia era lo que le relajaba el alma. Pero la rareza de la circunstancia lo hacia celebrable.
Cuando fue a desayunar con los demás, paseo por la comitiva. El viaje estaba costándoles a todos mucho mas que solo fatigas. Pero no podía hacerse nada al respecto, hasta que llegara Cimera y finalmente pudieran darse el gusto de descansar entre las comodidades que acostumbraban. Al menos eso seria así por la mayoría. Había alguien que podía contentar con placeres más simples.
-Grisel, ¿te gustaría galopar un poco cuando nos marchemos? +sonrió a la pequeña, antes de sentarse junto a las damas a comer. Miro seguidamente a Lylian, por supuesto+ Si no tiene inconveniente. Ya que al fin tenemos un día bueno, podemos aprovechar esta última jornada para relajarnos un tanto.
Tal ves asi podria apartarla de la triste vista de Arthur y mejorarle el animo lloroso que cargaba la pequeña.
Konrad tenía el rostro un poco cenizo. Era la segunda noche consecutiva en la que tenía que ceder ante su instinto, y la ultima vez lo pagaron muy caro. Prácticamente con la vida de un amigo.
Esperaba no arrepentirse de entrar en una discusión con Ser Yoren. Pero si tomarse la justicia por su mano traia problemas Konrad tendría que endurecer la suya para asegurar la seguridad de la familia.
La alegría que mostraba el caballero le sintió como una patada en el estómago. Si bine Konrad era famoso por ser demasiado paranoico y mirar peligros muy lejanos, cada vez pensaba más que iba a tener que empezar a seguir más su propio instinto.
Apenas si abrió la boca antes de que partieran. Y con su actitud dejaba bien claro que no estaba cómodo. Ni lo estaría hasta que estubieran bajo protección de lord Harte y supiera hasta donde podía limitarse.
A la mañana siguiente el maestre apareció ojeroso y cansado, todo lo contrario al clima tan alegre y vivaz que inundaba aquél nuevo día; se preguntó a si mismo cómo podría cuidar de Ártur si gastaba todas las energías que le quedaban solo en mantenerse despierto. Para cuando comenzaron a despuntar los primeros rayos de sol había logrado tratar todas las heridas de importancia, pero pasarían días, tal vez semanas, antes de que lograsen alguna mejoría.
A pesar de sus reticencias para provocarle aún más dolor a pobre Ártur, Anselminus le aplicó leche de fuego a las heridas para prevenir una infección, momento que aprovechó también para aplicar los pocos restos del mejunje en la herida de su hombro, antes de bajar a tomar un frugal desayuno y reunirse con las damas y el resto de la compañía, ya tendría tiempo de dormir más tarde, incluso si se veía obligado a dormir en la carreta, junto al herido.
Con los graznidos de los cuervos, no pasó por alto la truculenta escena del exterior. No le provocaba ninguna pena el bandido, se merecía lo que le hubiese ocurrido, pero aún así procuró no mirar nunca directamente hasta su cuerpo colgado del arbol
- Os alegrará saber que Ártur no ha empeorado y está fuera de peligro inmediato. - comentó al reunirse con los demás con una voz ligeramente cascada y esbozando una débil sonrisa de éxito que se borró en pocos segundos - pero eso podría cambiar en cualquier momento. No se, no se si deberíamos dejarlo aquí para que no sufra los traqueteos del viaje, o llevarlo con nosotros precisamente por que ningún curandero de tres al cuarto podría proporcionarle ayuda. - suspiró mientras buscaba con la mirada al posadero en busca de algo que llevarse a la boca. - El falso caballero ¿dijo algo? -
Me gasto una dosis de leche de fuego en Artur para prevenirle infecciones, pero lo demás es simplemente narrativo.
El resto del camino fue bastante tranquilo, afortunadamente no tuvieron que lamentar incidente alguno, pues se encontraban cerca de la protección del castillo de los Harte, y ningún bandido se atrevía a rondar cerca de sus muros. Se decía que los guardias de Cimera eran implacables, y organizaban batidas de vez en cuando en busca de algún malhechor al que llevar a la horca.
Cruzaron de este modo, con una grata tranquilidad, los verdes prados y los pequeños bosques de abetos que rodeaban las tierras de los Harte, disfrutando al fin del viaje placentero que siempre habían esperado.
Cambio de escena: Reunión en Cimera