Sería un insulto que le recordara que nos atacaron solicitándole una escolta. Sería suponer que no ha tomado medidas contra los que lo hicieron.

Logro ver la expresión triunfal de la desconsolada hija, e intento que no se de cuenta. Se confirman mis sospechas, pero también soy consciente de aquí, y ahora, sería la muerte de todos incluidas mis sobrinas a las que he dedicado toda mi vida.

Me giro hacía el Maestre Anselminus. – Maestre, calcular que necesitaréis para atender adecuadamente a Arthur hasta que lleguemos a casa donde ya dispondréis de vuestras cosas.

Después les indico a los demás que ellos también indiquen que consideran que necesitáramos para el viaje de vuelta.

Tras el intercambio de ideas con Lord Harte parecían haber logrado alcanzar una propuesta aceptable, sin embargo la partida de los Manning lo hicieron inútil por el momento. Tal vez más adelante ambas casas pudieran usarlo para retomar sus discusiones e intentos de alcanzas una paz duradera, pero ya no había nada más que la casa Serf pudiera hacer en aquél momento.

Había asuntos que Anselminus hubiera querido discutir mientras preparaban lo necesario para partir de vuelta a su hogar, especialmente aquella aparente superioridad con la que la joven lady Sylvie parecía creer que se había salido con la suya, pero decidió postergarlos hasta que hubieran abandonado Cimera, a salvo de oídos indiscretos. También se preguntaba cuales serían las intenciones de Darren Manning a continuación, por un lado había perdido a su padre y hermanos y por otro se había convertido de un plumazo en señor de su casa ¿estaría furioso o en secreto se sentía satisfecho con el resultado? Sin conocer su carácter, resultaba imposible saberlo.

- Lo más importante es viajar lento para que sus heridas no se abran, pero le pediré un par de ungüentos* al maestre Hamdan para asegurarme de poder tratarlo por el camino. También podríamos averiguar si algún otro invitado decide irse hoy, para compartir parte del trayecto. - recomendó el maestre. Aún recordaba con dolorosa claridad su encuentro con los bandidos que había dejado tullido al mayordomo.

Tener que cargar con la carreta de Artur y procurarle los cuidados que necesitaba provocó que el viaje de vuelta a Piedramarga de tres jornadas, se alargara hasta llevarles una semana al completo. Pero por fortuna, pudieron completar el viaje sin que hubiese nuevos intentos de bandidaje por el camino ni ningún otro percance a resaltar. Se habían detenido en varias posadas, donde comieron y durmieron adecuadamente. Sin duda, la calidad de la comida y los colchones de las posadas no se podían comparar con las delicias de las cocinas de Cimera o el confort de sus colchones, pero la vida en esos lugares era más sencilla y simple que en las intrigas palaciegas de las que sentían haber sobrevivido por los pelos. Sintieron que aquellos días en el camino de vuelta a su hogar habían sido los mejores del viaje. 

A su llegada a Piedramarga les informaron de que dos cuervos habían llegado recientemente con noticias importantes. El primero de ellos era del mismísimo Rey Robert. En la misiva, corta y directa como sus palabras solían ser, expresaba su más profunda decepción por el fracaso de la misión de la familia. Había encargado a los Serf que se aseguraran de que el enlace entre ambas familias se producía sin incidentes, un enlace que por otra parte ya estaba apalabrado y que sólo debía llevarse a cabo, y sin embargo ahora las tropas de los Manning afilaban sus espadas en su fortaleza de Valdetierra y se preparaban para asaltar Cimera de manera inminente. Las noticias volaban con tal rapidez que era digno de admiración a pesar de todo.

El segundo cuervo venía de Cimera. Lady Sylvie Harte les informaba de que agradecía enormemente su ayuda en aquel conflicto a pesar de como habían terminado las cosas y que por ello les expresaba su más profunda gratitud. También, añadía con un tono solemne al final, les hacía conocedores de la tristísima noticia del fallecimiento de su padre por un infarto repentino. La misiva estaba firmada por Lady Silvie Harte, señora de Cimera.

En los días sucesivos, y con la creciente tensión entre los Harte y los Manning, finalmente estalló la guerra que llevaba generaciones enteras siendo postergada entre ambas familias. Darren Manning acusaba a Lady Sylvie de ser una usurpadora y una asesina, mientras que ella mantenía que era la heredera adecuada para su casa y que también tenia derechos sobre Valdetierra, lugar que ahora gobernaba Darren, pues llevaba en su vientre al hijo legítimo de Lord Kevan Manning. Varias acusaciones más se lanzaron en los días previos, Darren aseguraba que en el vientre de Lady Sylvie crecía en verdad un bastardo, pero carecía de pruebas suficientes para reafirmar su posición. Y ella respondió asegurando que Darren no estaba a la altura de su hermano, y que su hijo era legítimo, fruto de aquella noche de bodas en la que Kevan había fallecido. Incluso se llegó a insinuar que Darren había tenido que ver en aquello. Finalmente, la única solución posible fue la guerra.

Darren Manning sorprendió a todos cuando una buena mañana los alrededores de Cimera se encontraban bajo asedio. Mostrando destacar en inteligencia, el hijo pequeño del viejo Lord Manning cortó cualquier entrada de suministros a la ciudad, desvió los canales que la aprovisionaban de agua y bloqueó las salidas secretas de la fortaleza. Era cuestión de semanas que los propios habitantes de Cimera terminaran arrojando a Lady Sylvie por la torre más alta e hincaran la rodilla para garantizar su supervivencia. Pero a Darren Manning le carcomía la sed de venganza, deseaba clavar la espada en el corazón de Sylvie Harte por su propia mano. Así que tras sólo tres días de asedio ordenó tomar la fortaleza. Darren contaba con un número mayor de tropas que los Harte, y además mejor armadas. Sin embargo, Cimera era una fortaleza difícil de tomar y bien defendida. Gran cantidad de tropas de los Manning cayeron ese día, y aún así, Darren Manning logró llegar hasta el gran salón donde la dama se había recluido. Ante el menor número de sus tropas, Lady Sylvie se había visto obligada a armar a niños y ancianos para defender Cimera, y eso sirvió para liberar a ser Etan Hogg. Se dijo después que ser Etan y Darren intercambiaron aceros frente al trono de Cimera con la dama embarazada allí sentada, y que Hogg le hundió la espada en el corazón con relativa facilidad al joven Manning. Eso desalentó a los de Valdetierra que terminaron entregando las armas y poniendo fin así al conflicto.

Lady Sylvie y los habitantes de Cimera estuvieron tan agradecidos al nuevo héroe de la ciudad, que a ser Etan se le conmutó de inmediato la pena que pesaba sobre su cabeza por la muerte de Lord Artur Manning y se le devolvieron todos derechos que había perdido. Días más tarde se anunció que Lady Sylvie había quedado tan prendada de su salvador, que había aceptado casarse con él cuando éste le pidió su mano. Incluso se reconocía la gallardía del joven caballero al aceptar que la muchacha estuviera embarazada de otro y que incluso pretendía cuidar del niño como propio cuando éste naciera.

Unas semanas después, el maestre Anselminus les informaba de que un nuevo cuervo había llegado procedente de Cimera, en ella se les invitaba a la ceremonia de matrimonio entre Sylvie Harte y ser Etan Hogg, y se les recordaba la importancia de mantener a los buenos amigos cerca. La misiva estaba firmada por Lady Sylvie Harte, señora de Cimera y Valdetierra.

Fin