Santiago no podía quitarse de la cabeza la voz ronca del hombre al que acaba de confesar.
No lo sé, padre, es como si lo que soñase pasara luego de verdad en la vida real... el chico, el del parque del Ebro, el que desapareció hace un mes. Le juro que la noche anterior a cuando encontraron el cadáver yo lo soñé. ¡Lo ví en sueños! El cadáver flotando a la altura del embarque, más allá del puente de piedra, oculto entre los juncos. ¿sabe donde le digo, no? Donde hay un salto de agua. Y va y a la mañana me entero por la radio que han encontrado al chico justo ahí. ¡Imagine el susto! Y cada día que pasa tengo la sensación de que algo malo va a ocurrir...
Ya ni duermo, para no ver. Para no ver ni esos cuerpos hinchados, ni esos ríos subterráneos... ¡No sé que hacer! Ayúdeme padre. ¿Y si Dios me ha castigado? ¿Es por la bebida? ¿Por mi mujer? ¡Ya sabe que yo la quería, pero a veces se me iba la mano! Ay, señor...
Santiago se había quedado mudo. ¿Que oración podría ayudar a aquel hombre? ¿Qué palabras utilizar para dar consuelo a aquel pobre diablo?
Una vez la Iglesia se hubo vaciado, volvió a la tranquilidad de su despacho, en la sacristía. Ahí aguardaba el ordenador que le había regalado su sobrino Carlos. Abrió la tapa e inseguro pulso el botón de inicio. En el seminario no les habían enseñado a usar aquellos cacharros. Y mucho menos a navegar, como decían los jóvenes, por Internet. Hizo doble clic en el icono de Internet Explorer y la pantalla de inicio de Google se abrió ante él. Tal y como le había enseñado su sobrino, colocó el cursor sobre la barra de búsqueda y escribió: ¿ocurre algo oscuro en Logroño?
El primer resultado era un foro. Quizá allí encontrase las respuestas que buscaba.
El simple hecho de encontrar algo que hablase de esto en 'interné' me llama mucho la atención. ¿Así de fácil? Habían escrito tres personas, el primero era un hombre que preguntaba por su amigo, desaparecido en el parque del Ebr... Mi corazón me ha dado un vuelco. Me levanto de la silla, asustado. De pie, vuelvo a leer el mensaje. -Dios mío- susurro para mí -No puede ser el mismo chico, al de hace un mes ya le busca la policía. ¿Otro más?- Pensé en Pedro, el hombre al que confesé esta mañana, -¿habrá soñado algo de esto, de este otro chico?- La mente me va a cien por hora, no puedo pensar con claridad. Intento tranquilizarme y respirar, dudo incluso de la veracidad de lo que acabo de leer. -¿Y si es cierto? - estoy muy nervioso. Me decido a responderle, me gustaría hablar con él. Escribo un mensaje corto, y tardo un buen rato, le ofrezco ayuda y me intereso por el chaval, Manuel Cidacos, creo que es el hijo de Manuela y Paco Cidacos, los de la frutería - ¿Paco se apellida Cidacos?- no estoy seguro... Llevo el cursor a 'Enviar' y hago click izquierdo. Enviado, mi mensaje aparece junto a mi nombre. Sigo dándole vueltas a la cabeza, alarmado, inquieto. -Tengo que tranquilizarme.- decido. Salgo de la sacristía al interior de la iglesia, busco la capilla de la Virgen de la Antigua y me arrodillo. Comienzo a rezar con fervor, buscando algo de sosiego.
A los pocos minutos estoy más tranquilo. Pero aún no sé qué hacer. Esta mañana no creí del todo a Pedro*, y ahora no puedo dejar de pensar en sus palabras. -¿sabrá algo del chico desaparecido?
*Pedro es el vecino al que confesé esta mañana.
Esa noche duermo tranquilo. A la mañana siguiente miro el foro, y me sorprendo al ver las respuestas. Parece que algunos vecinos se están movilizando, y van a venir todos esta tarde a la parroquia. Me pongo algo nervioso, pero Dios me dirá qué hacer.
Máster, ¿cómo hacemos para narrar todos en el mismo tiempo? Quiero decir, habrá jugadores que posteen más, y para los que pasen más días que para otros. ¿Hay algo que nos indique en qué día estamos?
Pues es cierto que va a ser un poco complicado, especialmente cuando no compartáis escena físicamente. De todos modos, es algo que intentaremos adaptar entre todos. Por lo general, las escenas compartidas durarán un día (al menos que paséis la noche juntos), y marcaré el día en la descripción de la misma (como podrás ver en la nueva escena).
Santiago no podía dormir. Se revolvía en su cama, solo, en aquel diminuto apartamento situado a escasos cien metros de su querida Iglesia. Sumido en la cálida oscuridad cavilaba sobre los sucesos de aquella tarde, sobre el incidente del río, y sobre Dios.
Era aquella presencia en el parque. Aquel sentimiento sobrenatural el que cuestionaba los mismos principios de su fe. ¿Y si hubiese algo más? ¿Y si el Señor nos estaba poniendo a prueba como tantas otras veces había hecho? Pero Santiago no podía evitar pensar que aquello excedía todo lo que había vivido antes. Había algo oscuro ahí fuera... y era su deber como párroco, como cristiano, como persona, el averiguarlo.
Sin poder dormir, en mitad de la noche, salté de la cama, me vestí, y me dirigí a la iglesia. La noche era fría, y la calle solitaria. Un escalofrío me recorrió la espalda. La imagen de la zapatilla, y el sentimiento de asfixia experimentado en aquella zona pantanosa del río... demasiado. Entro en la Iglesia por la sacristía, veo el ordenador, y paso de largo. Me dirijo a la capilla donde se encuentra la figura de la Virgen del Ebro, me arrodillo, y rezo con fervor, esperando tranquilizarme y encontrar alguna respuesta.
"Madre Virgen del Ebro, tú que sabes lo que es el sufrimiento y la desesperación, experimentados por ti durante el calvario de tu hijo. Te ruego que nos ayudes en la búsqueda de esta persona para que en lo posible y cuanto antes, podamos de nuevo tenerlo con su familia. Así evitaremos mas sufrimiento y más dolor. Por tanto, abrigados por la esperanza y en unión a tu Santísimo Hijo Jesús, te rogamos te dignes a escuchar mis plegarias. Amén"
Recito esta plegaria varias veces, intercalando avemarías y padrenuestros.
La Iglesia permanecía fresca, resistiendo aquel nefasto calor que lo empapaba todo. La piedra desnuda dio un respiro a Santiago, que se encontraba en un estado de agitación. Sus plegarias, dirigidas a la Virgen del Ebro, resonaron susurrantes por toda la sacristía. Un poco más allá, en la nave principal, el eco le devuelvió el sonido de su propia voz, que sonó confusa y temerosa.
El párroco permaneció arrodillado un buen rato. Tanto, que sus piernas comenzaron a dormirse. El estado de trance era total, pero un pitidito le sacó de su ensueño. El dichoso ordenador. Creía haberlo apagado, pero todavía no se manejaba muy bien con aquel cacharro. Con un gesto de fastidio se levantó y abrió la tapa del portátil. Ahì estaba, el foro. Un nuevo mensaje. Laura preguntaba por un iglesia... San Adrián, en el moderno barrio de La Cava, situado al sur de Logroño.
¿Una Iglesia en La Cava? Santiago trató de hacer memoria. No, no había ninguna Iglesia ni parroquia que respondiese a ese nombre. Nunca la había habido. ¿Por qué haría semejante pregunta Laura, y más a estas horas? Es evidente que la periodista había encontrado algo... o pensaba haberlo encontrado. Por lo que a él respectaba, esa Iglesia no existía en la realidad. Pero quizá conociese a alguien que pudiera confirmárselo... quizá su amigo Diego Clarín pudiese ayudarle. Era licenciado en teología e historia, y había trabajado durante algunos años en el ayuntamiento de Logroño. Sí, quizá él supiese algo...
Acabada la oración, Santiago volvió a casa, cerrando a conciencia el portón que daba acceso a la Iglesia. El sueño lo alcanzó rápido, ya con la conciencia un poco más tranquila, aunque el alma todavía agitada.
El alba encontró a un Santiago madrugador preparando el desayuno para asistir a la temprana misa de las nueve. La ceremonia transcurrió con fluidez, pero cada vez eran menos los fieles que acudían a la casa del Señor, para pesar del párroco. De todas formas, había un tema que le preocupaba más. Era la oscura presencia que todavía empañaba su corazón, y cuya influencia parecía estar tan ligada al río Ebro.
Máster, ¿tengo alguna información de cuando empezaros las obras del Ebro? ¿Algo que pueda ser relevante?
De alguna manera todo parecía confluir en el Ebro. Santiago siempre había sabido guiarse por su intuición, la que atribuía a un regalo del Señor, y esta vez vio clara la señal. Fuese lo que fuese que estaba ocurriendo en Logroño, todo parecía confluir en el Ebro. Los cuerpos flotando, el incidente del día anterior, la oscura confesión de aquel hombre atormentado... Y ahora la revelación de Laura, las obras del parque del Ebro.
El cura recordaba bien aquella época. Era 1993 y él entonces no llegaba a la treintena. Estaba lleno de vida, libre de muchas preocupaciones que lo atormentaban ahora y con una fuerza increíble por dar lo mejor de si mismo: su dedicación a Dios. El parque del Ebro por aquel entonces no era más que una ribera pedregosa y totalmente cubierta de zarzas y malas hierbas, que ni siquiera los heroinómanos frecuentaban. Era un lugar salvaje, inundable, rebosante de flora y fauna. Pero esa primavera el ayuntamiento se encargó de transformarlo en la joya verde de Logroño que era ahora. Las obras abarcaron casi toda la zona norte de la ciudad, cubriendo una extensión de una quincena de hectáreas.
Era primavera. 1993. Estaba casi seguro. Y al ser un proyecto del ayuntamiento, tendría que haber algún documento con información oficial. Alguna pista de la que tirar. Esa era su intuición.
Creo que me ha quedado algo forzado, pero tenía que meter esta información en el hilo...
Quizá te preguntes el orden en el que tienes que leer las escenas. Por el momento has jugado en cuatro de ellas. Ésta es la tuya personal, y estará presente durante toda la partida. La acción ha tenido lugar en La Búsqueda de Manuel Cidacos (I y II). El Foro funciona como un foro al uso en Internet, fue el primer punto de encuentro entre los jugadores.
Perfecto,voy leyendo por el I, cuando termine hare mi primer aporte, aunque ya se me ocurren muchos jeje