Partida Rol por web

El viento sopla entre remolinos silenciosos mientras el verde paisaje de Escocia se muestra ante ti, donde el azul de aquel mar impasible en su movimiento les ofrece un sustento diario para vivir. Trabajar de la tierra resultaba ser arduo, padeciendo el cansancio de una larga jornada para dejar todo listo y poder cosechar antes de que el invierno resurja desde el frío arrasando con todo. 

Luego de una cálida despedida no sólo a la familia, sino de tu amada tierra, te dispones a cargar con el equipaje y todo lo que ello conlleve. Era la primera vez que viajabas hacia el Colegio sin la compañía de otros alumnos, por lo tanto y bajo la entera disposición del Director te ofrecieron un auto encantado para viajar, inclusive acompañado de tu abuelo. 

El destino era Hogsmeade, aquel pueblo cercano donde allí el abuelo McRuadh se despediría de ti. Dos horas es lo que durará este viaje según lo comentado por el chófer del automóvil. Te encuentras sentado en el asiento de atrás junto al abuelo y dispones de alguna que otra ligera comida por si el hambre acecha en medio de aquel trayecto hacia Howgarts.

Invisible a la mirada de los incautos, inicia tu viaje... 

El abuelo McRuadh era un hombre que había pasado toda su vida trabajando de la pesca o en el campo y lejos estaba de acostumbrarse al extraño mundo de la magia. Ya un tanto nervioso y tras haber ahorrado algunas monedas de las ventas en esta última temporada, te las entrega en una bolsa de cuerdo que el mismo había creado con esmero. 

- Aquí tienes Rori, por si necesitas comprar algo. - expresa con una sonrisa, en pare orgulloso por haber realizado aquel sacrificio. Sabía que no era demasiado, pero al menos para algunas comidas tendrías. Es que al ser un hombre de campo, arraigado a sus costumbres no conocía del todo aquel colegio a donde te dirigías y como todo abuelo cuidadoso, prefería que tuvieses aquel dinero junto a ti. No serviría en el Londres Mágico, por ser dinero muggle, aunque tu abuelo al menos se quedaría contento. 

Tras aquel momento compartido, observa la llegada del ford anka y una sonrisa se dibujó en su rostro. Era un auto antiguo, sólo que no sabía que estaba encantado. - Un buen auto, siempre quise tener uno. - comenta a través de pocas palabras y al ser invitados por el chófer del mismo a ingresar, no dudó en hacerlo después de ti. 

Ya en el viaje al principio se sorprendió cuando el auto remontó vuelo, al margen de que negado a la magia estaba, no comprendía como podían hacer aquello. Era un proeza y sospechaba de su método, pero decidió no decir nada e intentó relajarse un poco aunque fue imposible. 

- No te preocupes abuelo, allí nos darán de comer y un sitio donde dormir, no necesito más. De todos modos muchas gracias, igual me hace falta para comprar alguna libreta o tinta para la pluma o algo así.

Después, Rori se sumió en sus propios pensamientos, y en sus emociones, todas ellas negativas. O casi todas. Al menos no tendría que ir a través de Londres.

Rori se consideraba a sí mismo una persona sencilla. En Portree conocía a todo el mundo, y tenía todo lo que necesitaba en la vida. Y cuando tenía tiempo libre, aún tenía el resto de la isla para pasear. No conocía a todos los habitantes de la isla, pero de forma directa o indirecta, seguramete a bastante más de la mitad, y podía identificar al resto si le señalaban un par de parentescos. La vida era sencilla, la gente se ayudaba, y la calle era amable.

Londres le generaba miedo. Tenía edificios donde vivía más gente que en Portree, y toda la isla de Skye sería un barrio de los pequeños. Las calles eran agresivas, la gente descortés, y sin duda tenía bastantes peligros. Una vez que tuvo que pasar un día allí a la espera de continuar camino intentó ir a un museo, pero estaba tan abarrotado que no se atrevió ni a entrar. El arte tendría que esperar... mucho.

El poder evitar la capital de Inglaterra era lo mejor del plan del ministerio. Lo peor... bueno, lo peor era todo. Dejar una diminuta ciudad escocesa donde conocía a todo el mundo y podía hablar en gaélico con buena parte de la población para irse a un colegio internado británico donde no conocía a nadie y sería siempre "el pelirrojo ese altísimo" era algo que se parecía a una pesadilla, pero reabierto Hogwarts no tenía ninguna otra opción, salvo dejar la magia, y eso ya no era una opción para él. Lo mejor de la magia era poder ganar más dinero que con las redes, y dar una mejor vida a su familia. No es que se quejase, ni que ellos se quejasen, pero hacían un enorme esfuerzo por él y le gustaría devolvérselo.

Además, quizás cuando pudiese hacer magia fuera del colegio, Fionna lo creería.

Tras asentir con la cabeza intenta imaginar ese mundo mágico en el que estarás inmerso y no puede, lo desconoce por completo y dado a la clase de vida que lleva tiempo ya le quitaba esa parte del conocimiento. - Bueno Rori, solo espero que estés bien en ese lugar. Ya sabes que estudiar siempre es bueno y espero que puedas llegar más lejos que nosotros. - responde esbozando una media sonrisa mientras intentaban descubrir como era que un Ford Anka puede volar por los cielos. 

No obstante el silencio inundó el interior de aquel coche, ya a lo lejos se podía apreciar la Estación de Hogsmeade y apenas unos minutos de viaje restaban para llegar a destino, despedirte de tu abuelo y partir hacia Hogwarts en compañía de un Profesor. 

- Parece que llegamos. ¿No? - te pregunta sin conocer demasiado el lugar, hasta que finalmente el chófer le indica que está en lo cierto y tras descender el auto con la intención de estacionar, el Profesor Smith Jefe de la Casa Ravenclaw allí se encontraba ataviado con un traje negro y permanecía atento a tu llegada. 

- Abuelo, has llegado más lejos que nadie. Mi generación pierde las tradiciones, y la de papá las tiene medio olvidadas. Tú has conseguido que en esta familia ser del clan McRuadh signifique algo. Y eso es haber llegado realmente lejos. 

Dejó que el silencio se instalase en el vehículo, con ánimo sombrío. El llegar al destino no cambió eso, más bien lo contrario. En breve se despidiría de su abuelo con un abrazo, y después rumbo a lo desconocido, a lo raro, a... a ese otro mundo al que al parecer pertenecía pero del que no se sentía parte. Él pertenecía a Portree.

Cuando llegaron se acercó al hombre de negro que parecía estar esperándolo y lo saludó con un apretón de manos.

- Mi nombre es Ruairidh McRuadh -informó, cargando especialmente la pronunciación natal, escocesa, su patria.

Con una sonrisa dibujada en su rostro, una que vislumbraba pese al cansancio por lo largo que resultó haber sido el día, donde las emociones juegan malas pasadas y es difícil contener tanto sentir. Sin embargo, un tanto triste por tener que dejarte en un lugar que no conoce, se despide correspondiendo el abrazo y tras dar una pequeña palmada sobre tu espalda pocas palabras pudo decir.

 - Disfruta, nunca dejes de ser un McRuadh. - expresó mientras que a paso decidido volvía a subir al auto. Un hombre como tu abuelo, lejos estaba de propinar una despedida cargada de emociones ya que el hombre en su interior guardaba lo que en ese momento sentía y podía asimilar, dejando al partir ese caluroso abrazo como una muestra del cariño que te tiene. 

Por su parte el Profesor Smith, extiende su mano ofreciendo a través de un gesto un cortés saludo. - Buenas Noches Ruairidh, espero que el viaje hasta Hogsmeade no haya tenido contratiempo alguno. - comenta un tanto distendido, brindando esa confianza típica de alguien que ama su profesión por sobre todas las cosas. 

- Mi nombre es Troy Smith, soy el Jefe de la Casa a la cual perteneces y a su vez enseño la asignatura Encantamientos. -  se presenta mientras te indica el camino a seguir, donde un carruaje sin caballos u otro animal pueda tironear de él. - Es por aquí, puedes subir que yo me encargo del equipaje. -  te indica con una sonrisa en sus labios. 

El profesor había pronunciado "Rori", como era habitual, realmente el matiz en gaélico era difícil de apreciar para los ingleses, pero estaba acostumbrado. Estrechó la mano de su profesor que le pareció pequeña, claro que seguramente sería normal para alguien de estatura normal, en realidad lo extraño era él, que tenía manazas, acordes a un cuerpo donde todo parecía desproporcionadamente grande, empezando por el conjunto, dos metros de pelirrojo siendo tan joven...

Tras el saludo inicial, no dijo nada más, prefería contemplar el lugar al que llegaba, indudablemente mucho más grande, y mucho más majestuoso, y mucho más todo que su viejo colegio. Además, con una historia tremenda y terrible a sus espaldas. Ahí creció el otrora conocido como el-que-no-debe-ser-nombrado, y tras dos momentos distintos de terror, también ahí había terminado muerto a manos del legendario Harry Potter. 

A Ruariridh se le daba mal la asignatura de historia de la magia, pero esa historia se la habían contado 50 veces nada más llegar al mundo mágico. Era una leyenda. Era una epopeya. Era... era algo real y él estaba a punto de entrar en el lugar dondo todo había ocurrido. Ese pensamiento lo embargó en un estado de ánimo extrañamente sombrío.

Desde que lo habían reclutado había evitado pensar en ello, pero ahora, viendo el colegio, aún con alguna señal de la batallas final en sus imponentes torres, y por primera vez en muchísimo tiempo, aquel gigantesco muchacho escocés se sintió diminuto.

Y mientras te sumerges en aquellos pensamientos donde el pasado confluye con el presente, poco a poco el camino se torna más claro ante el imponente castillo cuya historia ha marcado a todos los magos del Londres Mágico. 

Una vez allí un mundo nuevo esta por despertar, plagado de misterios y grandes historias que contar...