Partida Rol por web

A salvo el estoico mozárabe en la morada del doctor, esperáis un rato antes de salir a la calle. Tras aseguraros de que Lázaro queda en buenas manos, partís a casa de Gabriel.

Toc. Toc. Ninguna respuesta. El nerviosismo empieza a apoderarse de vosotros. ¿Será posible que Gabriel...? Pero la voz de Juana os tranquiliza: "Por el callejón". Rodeáis la casa disimulando, intentando parecer sólo un grupo de viandantes más, y os metéis por el callejón junto a la casa, por el que en la noche escapara Ibrahim, y donde Ignacio le divisó corriendo. Por la ventana, entreabierta, aparece la cabeza de Gabriel, quien, sin decir palabra, os hace entrega de la caja del oro.

-Un placer, caballeros, mas espero non volver a verles nunca. Disfruten de su bien merecida recompensa, et recuerden: non conócenme de nada, ni yo a ustedes. De hecho, recomiéndoles encarecidamente que abandonen Toledo, si saben lo que conviéneles. Pronto empezarán a correr los rumores, y la lluvia de mierda que se avecina  non coviene que salpíqueles.

Sin más, el alarife cierra la ventana et corre la cortina. Efectivamente, allí estaban las relucientes doblas de oro, las treinta prometidas. Seis para cada uno de vosotros.

Y con el sueldo bien ganado en el bolsillo, sólo queda esperar a la recuperación de Lázaro para continuar vuestro viaje... ¿O no? Nunca se sabe qué aventuras o desventuras tiene preparadas el futuro, mas sólo hay una forma de averiguarlo...