Partida Rol por web

H1 declara un ataque a Isidro con sus puños y una esquiva.

(...)

Tras la última estocada, el guardia cae muerto al suelo. Recuperáis el aliento tras el duro combate y, tras comprobar que estáis todos de una pieza, intentáis espabilar a Lázaro. Malherido, el mozárabe recupera ligeramente la consciencia, entre horribles dolores, llevándose las manos al pecho. No puede caminar, y habrá de ser llevado por uno de vosotros a cuestas, o bien en volandas entre dos.

Observáis el camino que da al campo abierto, fuera de las murallas de Toledo: ya nada se interpone en vuestro camino hacia el fin de aquel infierno de noche.

- Rápido, ayudadme a llevar a Lázaro- pide Adso al ver caer a su contrincante-. Salgamos de aquí, pues pronto vendrán más guardias y no tendremos tanta suerte.

Cogiendo a su compañero por debajo de los hombros, el goliardo trató de levantar a Lázaro para salir de ahí cuanto antes.

Al ver como el enfrentamiento termina salgo del ensimismamiento de mis rezos.Al oir las palabras de Adso dirigidas a uno de mis compañeros, decido que 3 correrán más que dos, así que, aunque no era muy fuerte, intenté ayudar en lo que buenamente pudiera.

La tormenta amaina y parece cada vez más lejana. Ayudando al pobre Lázaro, salís sin problema por la puerta y os encontráis donde comenzó todo, de regreso al camino de Guadalupe.

Habréis de rodear la ciudad para volver a entrar por otra puerta, recorriendo el camino por el que os acompañó Ibrahim. Cargando con el mozárabe no podréis ir muy rápido, pero es que realmente el tiempo no juega en vuestra contra: llamaréis menos la atención si entráis a Toledo después del amanecer cargando con un hombre herido, que si lo hacéis en plena noche, con las puertas de la ciudad cerradas. Y rezad para que aún no se haya corrido la voz del incidente en el puente, pues los guardias os vieron entrar (al menos a los que iban cautivos en ese momento), y también el hombre de Tomás que se quedó esperando vuestro regreso.

Inquieto y desconfiado, Adso mirada a cualquier sombra que apareciera o algo que se moviera, incluso el más leve sonido que escuchara despertaba en él los temores por ser descubierto y apresado por la guardia de la ciudad.

De cuando en cuando, preguntaba a Lázaro por su estado. A pesar de haber cortado la hemorragia a su compañero, sabía que el mozárabe se encontraba en muy mal estado y temía por su salud.

Mientras se acercaba a la puerta de la ciudad y la luz del día iba creciendo en lo alto del horizonte, el joven intentó pensar en una excusa para poder meter a su amigo en la ciudad en el estado en el que se encontraba. Pero siempre que pensaba en algo, veía los problemas que podía tener y esto le provocaba una automática negación de su cabeza desechando la idea de inmediato.

- Cuando lleguemos se me ocurrirá algo- se dijo a sí mismo en un susurro mientras avanzaban.

Sentía mi cabeza descolgada moverse en un rítmico vaivén; estaba siendo cargado por mis compañeros. Dolíame el corazón pues la lanzada recibida por poco habíalo atravezado, empero más dolíame saber que tras haber dado muerte et fin a prácticamente a cuanto guardia cruzóse en el mio camino, había caído ante la punzada del último... tan cerca del final et el oro del maestre cantero...

...Adios a aquellos planes en los que veíame a mi mesmo rodeado de bellas mujeres, bebiendo vino et comiendo fruta fresca. Agora sentía el aliento de la muerte en mi nuca más cerca que nunca, et el olor del puente que agora ardía en llamas recordábame al infierno al que iriamos a parar...

Recobré entonces el aliento súbitamente, et lo que mis labios soltaron fue; ─Demos fin a aquesto DE UNA VEZ POR TODAS. ─menté con furia, rabia et impaciencia.

Et como mismo torné en lucidez, todo volvióse obscuridad...

Escuché las palabras de mi compañero mientras lo portaba con su brazo por mi cuello. Una gran alegría inundó mi ser. Todavía podía razonar, así que había esperanza para él.

Subconscientemente, intento ir más deprisa pese a la carga que llevo, que para mi suponía un esfuerzo titánico. Pero había que encontrar un médico para mi compañero.

Apreté los dientes cuando escuché a Lázaro decir aquellas funestas palabras. Parecía un alegoría a la muerte y eso a Adso no le gustaba ni un ápice.

Viendo que Ignacio apretaba el paso él hizo lo propio. Lo malo es que no veía la manera de entrar en la ciudad con una persona  incosciente en brazos y llena de sangre... tal ve si hacía un teatrillo en la puerta... tal vez, pensó el goliardo.

El primer rayo de sol despuntó hace ya un rato cuando al fin llegáis a la puerta. Ya hay gente entrando y saliendo, y, como era de esperar, dos alguaciles custodiando la puerta de entrada.

Gabriel parece tener una idea.

-Apartad esas capuchas e intentad parecer tan vulgares como podáis -dice a aquellos que no estáis heridos-. Faceos pasar por viajeros recién asaltados... -tras un vistazo a vuestro demacrado aspecto, añade- aunque no tendréis que fingir demasiado. Pedid ayuda et, mientras ellos vos atienden et dejáis a Lázaro a buen recaudo, yo colaréme sin ser visto et partiré a por los vuestros dineros. Venid a mi casa en cuanto podáis

Sonríe entonces el maestro alarife.

-Buen trabajo, pero sabed que habréis de abandonar Toledo en cuanto recibáis el pago.

- Así haremos- le respondió Adso a Gabriel sabiendo que le quedaban pocas opciones más para conseguir entrar en la ciudad.

Como les había dicho Gabriel, el goliardo se quitó la capucha y también la de Lázaro, mientras se acercaba a los guardias.

- Por favor, vuesas mercedes. ¡Ayúdennos!- rogo elgoliardo-. Esta mañana cuando nos acercábamos a la ciudad unos desalmados nos han atacado y han dejado malherido a mi amigo. Ayudennos, por el amor de Dios- rogó.

-¡Rápido, a casa del doctor!- No tarda en decir uno de los guardias, mientras el otro se queda vigilando la puerta. Muchos curisos se acercan, y Gabriel aprovecha el gentío para pasar tras un carro que entra en ese momento a la ciudad, tras haceros un gesto de aprobación.