Nos encontramos en el año 1046, en la región del Lacio, dominio del Papado de Roma.
Mapa con las fronteras aproximadas en la época. Arriba a la derecha se puede observar el Lacio, con Virterbo y Sutri como localizaciones más próximas al señorío de Tregina
El evento más relevante en la región es la sucesión del actual pontífice. Una serie de sucesos irregulares—entre los que se encuentran acusaciones de soborno y de modos de vida disolutos—provocaron revueltas en Roma contra Benedicto IX, quien a causa de esto se vería obligado a abandonar el pontificado y exiliarse.
Benedicto IX
Sin embargo, a pesar del nombramiento del nuevo Papa Silvestre III, las tensiones continuaron con la vuelta de Benedicto a la ciudad eterna junto a sus partidarios, que consiguieron expulsar al pontífice y poner al padrino de Benedicto en el trono de San Pedro.
Emperador Enrique III "El Negro"
La llamada al orden de algunas figuras eclesiásticas de renombre ha provocado la intervención del rey Enrique III de Alemania, que ha llamado a un Sínodo en la localidad de Sutri para que se elija al futuro pontífice; además de para que acabe con los conflictos partidistas de la nobleza romana por ver quién de sus familiares es elegido Papa.
El Sínodo de Sutri
El señorío de Tregina se encuentra al norte de la región del Lacio, propiedad de los Estados Pontificios; al sureste de Vetralla, al sur del Lago di Vico y al noroeste de Sutri. A su vez se ubica en una zona de montes bajos, a unos pocos kilómetros del monte Fogliano, que rodea el lago. El acceso a la fortaleza es empinado y solo posee un camino, mientras que el poblado se encuentra abajo, a los pies del monte sobre el que se asienta el propio castillo.
Se desconoce el origen histórico del asentamiento, pero una tradición de origen etrusca habla de la llegada de una compañía de héroes—de los que ya no se recuerda ni el nombre—que pasarían una noche allí tras el largo camino de su última aventura, justo al pie de un bajo monte. Comieron y bebieron a placer comentando sus hazañas, riendo y disfrutando de su compañía mútua. Sin embargo, la sibila Vegoia se les apareció en lo alto del monte mientras festejaban. Esta dibujó contornos con sus dedos en el cielo nocturno, que se iban definiendo con la aparición de unos relámpagos que los recorrían hasta fijarlos al firmamento. Y aunque en un principio dichas formas no tenían sentido para los héroes, se acabaron dando cuenta que lo que hacían era definir un territorio. Pronto se dispusieron a tomar posición dentro de las líneas, asumiendo para sí lo que quedaba en su interior como su reino. Pero a pesar de haber sido bendecidos, no parecían estar conformes con un gobierno equitativo, y ahí comenzaron las discordias. Las discusiones llevarían a los insultos, los insultos a las maldiciones y, por supuesto, esa noche correría la sangre. Al final, solo uno de los héroes quedó en pie: aquel que fundaría, la que sería en tiempos venideros, una ciudad de importancia en la región durante la antigüedad, que tomaría el nombre de "Vecuvia" en honor a la sibila. Más tarde sufriría un declive durante las guerras religiosas intestinas de los lombardos a lo largo del s. VII, que drenarían casi por completo a la ciudad de habitantes, reduciéndola poco menos que a un poblado campesino. Siglos después en la actualidad, la localidad no solo ha recibido un cambio de nombre al actual "Tregina", sino que ha recuperado su relevancia estratégica en la zona gracias a la construcción de la fortaleza de Santa Genoveva en el 922.
La posición política de este señorío es similar al de otros asentamientos de igual o mayor reconocimiento en el Lacio: tierras ofrendadas por el Papa o alguna otra autoridad eclesiástica a caballeros advenedizos por sus hazañas, y que más tarde terminan fundando su propia dinastía. En el caso de Tregina, fue cedida en el 914 a messer Piero Feraius, que seguiría manteniendo su vasallaje al Sumo Pontífice.
Piero Feraius, Signore di Tregina
El señorío está compuesto en su mayoría por campos de cosecha y un pequeño poblado, aparte de la propia fortaleza.
Al encontrarse a relativa distancia del lago el acceso al agua para el regadío y el aprovisionamiento es sencillo y seguro. Para todo lo demás se trata de una localidad aislada en cierta medida, porque aunque la vieja vía Cassia pase cerca de Tregina en dirección a Vetralla, el terreno escarpado que es necesario subir hasta el pueblo provoca que el mercadeo sea inconstante. Pero a su vez esta localización hace complicado montar un asedio, tanto en la labor de mover tropas como en el de conseguir un ataque sorpresa.
El pueblo es de construcción austera pero resistente, prevaleciendo la sillería vieja sobre cualquier otro material. Las casas son en su mayoría de una planta y de una única habitación, contando también con pequeños jardines para el consumo familiar. Existe todavía una ínsula romana de dos plantas en mal estado, ahora en deshuso por el miedo a los derrumbes. El pueblo no posee muchos habitantes—entre 100 y 120 desde finales del último siglo—pero esta pequeña comunidad ha demostrado ser resolutiva y resistente, algo que ha valorado Feraius desde el comienzo de su señorío.
Los puntos de interés del pueblo se pueden resumir en sus áreas productivas: campos de cosecha, corrales para el ganado, la casa del herrero y de las cesteras, o la plaza de la Santa Cruz. Otro punto de interés es donde la leyenda fundacional del pueblo situa que se apareció la ninfa Vegoia, cerca de una zona de monte bajo, en la linde del pueblo. Algunos habitantes mencionan que, en ocasiones, han podido ver una figura corcovada andando por esa zona al amparo de la noche. El padre Vivoli, sacerdote de Tregina, excusa las visiones como "Una simple superchería relacionada con las viejas historias paganas".
Fortaleza de Santa Genoveva
Por el contrario, el castillo—que se encuentra por encima del pueblo—es la viva expresión de la opulencia en comparación al resto de viviendas. Imita en lo posible la apariencia de una villa romana, mientras que a su vez trata de mostrarse imponente con sus muros. Antes de su existencia la única medida de defensa del pueblo era una muralla que rodeaba los hogares campesinos, pero que desaparecería con el paso de los siglos—entre otras razones para reparar viviendas dañadas y construir los cimientos del castillo. Con el tiempo los asaltos contra el pueblo se harían más constantes, lo que, tras la llegada de Feraius, hizo necesaria la construcción de Santa Genoveva. La fortaleza está bien preparada contra los asedios, por lo que en situaciones de peligro se abren las puertas de la fortaleza a los habitantes del pueblo, que traen consigo todo lo que pueden para evitar el saqueo. Por otra parte, el castillo posee unas reservas constantes de suministros listas para cualquier eventualidad. La capilla, dedicada a las Tre Marie (Tres Marías) fue construida antes que la fortaleza, durante el período bizantino, por lo que en un inicio se erigía como el edificio más importante en lo más alto del pueblo, como una pequeña ermita. Con la llegada de Feraius se planteó derruir la edificación para evitar mayores complicaciones, pero el padre Vivoli y un grupo de villanos lo impidieron, por lo que ahora se encuentra dentro de los muros de la fortificación, en el patio.
Capilla de las Tres Marías, previo a la construcción de Santa Genoveva
Mosaico de las Tres Marías, interior de la capilla
La fortaleza se divide en varias dependencias: el patio—donde también se encuentran las caballerizas y la capilla—la sala de audiencias/comedor, los aposentos del signore/signora en la torre del homenaje (que contienen mobiliario para la escritura aparte del lecho), la mazmorra, las cocinas, el almacén y el barracón de la guardia. El castillo también posee pequeñas aberturas que ejercen de ventanas en casi todas las estancias, excepto en los aposentos señoriales, la capilla y las mazmorras. En tanto al servicio del castillo este consta de dos cocineros, cuatro asistentes para labores generales y un capellán—rol del padre Vivoli. Mientras que en el caso de la guarnición los números no suben de los cuarenta—casi todos destinados a labores de salvaguarda del orden y el patrullaje de las fronteras del señorío.
La defensa de Tregina depende de la guarnición de la fortaleza y la leva, lo que puede elevar la cifra de combatientes activos a los noventa—aunque no se suele armar a los campesinos salvo en caso de extrema necesidad. Es digno de reseña que Tregina no ha sufrido un asedio desde la antigüedad, y que la guardia bajo el mando de Feraius tiene poca experiencia en el combate real contra un ejército.
A nivel internacional, la problemática de las elecciones papales aumenta las tensiones entre los condes de Tusculum—los nobles romanos que desde hace dos siglos han elegido al Santo Padre—la curia romana y el poder imperial. Esto pone en alerta a media península, haciendo pensar lo peor sobre los posibles movimientos del emperador germánico. ¿Se irá como vino una vez nombre a su candidato al pontificado? ¿Habrá una reacción por parte de la nobleza romana? ¿Tendrán algo que decir los ducados y señoríos italianos? ¿Y Bizancio?
A nivel regional hay que tener en cuenta que, a pesar de que disfruta del beneplácito de la Iglesia romana, Tregina sigue siendo uno de muchos señoríos en el Lacio, lo que la deja abierta a los ataques de cualquier pretendiente al cargo que tenga la suficiente fuerza como para tomarlo.
Vetralla, urbe independiente de gran importancia en la región, mantiene una política de comercio con sus vecinos incluso si pudieran contrariar de alguna manera los intereses de otros socios comerciales. Sin embargo, una de las familias nobles de influencia en la ciudad, los Columbi, han expresado su continuado interés en obtener el señorío de Tregina, por los medios que sean. La opción de que sus hijos lo hereden queda descartada, ya que Piero Feraius no ha contraído nupcias y, por tanto, no ha tenido un hijo o hija legítimos con los que concertar el casamiento. De esta manera no sería raro ver en un futuro a una tropa armada con el pendón de los Columbi a las puertas de la fortaleza.
Roma tiene poco interés en los señoríos, pero les cobra el mismo diezmo que al resto de sus vasallos. Solo las ciudades independientes tienen la capacidad de negociar, o incluso de ignorar el impuesto papal. Tregina paga religiosamente su tributo anual en especie, por un valor total aproximado de dos sólidos (moneda bizantina de mayor prevalencia en la región).
Al no existir aún una organización propia como lo serán las Sectas—y con las Tradiciones raramente respetadas—la política de los malditos no guarda casi diferencias con la de los mortales. De hecho, a menudo los intereses de los vástagos tienden a alinearse con los de ciertos humanos, por lo que pocas veces acaban desarrollando una política unilateral y "abiertamente cainita". Y es en ese caso de libre albedrío, por obra de los vástagos menos preocupados con el secreto de su especie, la razón de que las historias sobre los chupasangres sean más conocidas. Aunque en este mundo donde la Historia se confunde con la leyenda y la superstición con los hechos, no es raro escuchar historias extrañas viniendo de cualquiera. Esto también afecta en gran medida a lo sutiles que son los vástagos entre ellos, y lo rápido que un secreto acaba en los oídos de quien menos se buscaba.
Y así como existen castas entre los humanos, también lo hacen entre los vástagos. Los altos y bajos clanes dividen la sociedad cainita de una manera clara, aunque en ciertas circunstancias se ignoren estos preceptos por virtud de intereses más terrenales. Los altos clanes reciben una consideración mayor y representan los grandes valores de la caballería, la nobleza y la piedad religiosa: Brujah, Capadocios, Lasombra, Toreador, Tzimisce y Ventrue. Los bajos clanes, por otro lado, son observados dentro de la sociedad de los vástagos como indeseables, malos ejemplos morales y herejes o paganos: Assamitas, Seguidores de Set, Gangrel, Malkavian, Nosferatu y Ravnos. Existen otros clanes, como los Tremere o Salubri que, por motivos muy distintos, no entran siquiera en las categorías antes dispuestas. Igualmente existen opiniones variadas acerca de ellos, como que los brujos son prácticamente desconocidos, pero que quienes saben de su existencia suelen percibirlos como intrusos indignos de la sangre de Caín; o que los Salubri son seres poco habituales de un carácter extrañamente cercano al de un santo, y que viven para expiar su pecado mortal con acciones altruistas.
Algunos clanes tienen un papel más claro en la sociedad latina de esta época que otros, como es el caso de los Lasombra, quienes tienen al papado en sus manos desde hace generaciones. En general, casi nada escapa a su control dentro de Roma desde hace siglos, y poseen gran influencia en el resto de las regiones centrales de la península.
Por otro lado, los rivales históricos de los Lasombra, los Ventrue, figuran como amenazas extranjeras que pretenden imponerse sobre el feudo de sus irreflexibles enemigos. Vehiculan sus intereses a través de los del Sacro Imperio y ciertos principados independientes, lo que es una buena contra-estrategia contra los Lasombra. Aunque también existen viejos Ventrue que se encuadran dentro de la nobleza romana y que, a pesar de sus diferencias, prefieren dar su apoyo a los Lasombra que a unos extranjeros. Es más: la reciente situación política podría poner de manifiesto estas tiranteces a un nivel mayor. Pero aun así, nadie quiere comenzar una guerra abierta, y mucho menos una que no pueda ganarse.
El resto de clanes se han desenvuelto de una u otra manera en el contexto de este Pleno Medievo latino. Sea a través del espionaje a dos bandas de los Nosferatu, el alquiler de mercenarios Brujah o Salubri sanadores de cuerpo y alma.
Pero aunque dentro de cada clan haya cierta tendencia a una dedicación en particular, esto no quiere decir que todos los vástagos se deban a la actividad de su clan a la fuerza. Las diferencias entre cainitas por sus ambiciones y conductas son las mismas o mayores que las que hay entre mortales.