Partida Rol por web

El sol murió dando paso a una noche más donde Jessie y Marisela habían conocido un mundo totalmente nuevo para ellas. La noche se había mostrado como algo peligroso pero también como una poderosa oportunidad para alcanzar cualquier objetivo que pudieran proponerse... Pero ahora, al menos en aquellos primeros días, estaban demasiado ocupadas intentando sobrevivir y conocer lo que se estaba gestando a su alrededor.

Ya habían pasado unas horas y el destino, a veces caprichoso en sus devenires, había cruzado los caminos de dos retoños que todavía no habían encontrado su lugar en la ciudad. Una cantante y una falsa pitonisa, alguien que podía honrar a la fama que se había ganado estando viva y alguien que podía fingir que la honraba: dos caras de la misma moneda que ahora se encontraban frente al Mercado Francés de Jackson Square tras la pista de un tal Aaron Carson.

Ambas sabían que el hombre no era de Nueva Orleans ni se encontraba en la ciudad, pero sí que era un mortal muy poderoso que hacía y deshacía en el mundo de la noche a su antojo desde hace muchos años. A Jessie su Sire le había pedido que descubriera el nombre de uno de sus trabajadores y cómo encontrarle, aparentemente para poder seguir la pista del misterioso Carson. A Marisela el suyo le había explicado que éste solía mandar a sus chicos al Mercado Francés para comprar una serie de hierbas criollas que no solían estar a la venta en grandes superficies y que quería saber dónde las llevaban.

Ahora, frente al mercado, ambas vampiresas debatían cómo meterle mano a todo aquel asunto: estaba claro que necesitaban un plan antes de que el mercado cerrase.

Con la mano reposando sobre su cadera, Marisela tamborileaba los dedos sin despegar los ojos de la marea de gente que abarrotaba el lugar. Necesitaban conseguir algo, algo que no estaba disponible al público frecuentemente. Pensó que Alphonse estaba perdiendo facultades pidiéndole algo tan relativamente sencillo, como si Marisela no tuviese un ojo privilegiado para dar con gente que ansiaban con cierta desesperación. Echó un vistazo a la cabellera rubia de su compañera antes de sacar del bolso un espejo pequeño que usó para retocarse el maquillaje y, ya de paso, mirar por encima del hombro disimuladamente para asegurarse de que nadie les había seguido hasta allí. La mujer era un objetivo fácil de seguir en la distancia; le sacaba una cabeza o más a la media, y a juzgar por los tacones no parecía tener mucha intención de pasar desapercibida.

—¿Alguna idea, dulce*? —preguntó, cerrando de golpe el espejo con un gesto digno de telenovela y un suspiro—. Creo que puedo dar con facilidad con la subasta en cuestión, y podemos partir de ahí. Seguro que hay gente conocida de tu querido a la que podemos seguir.

Le hizo un guiño amistoso. Eran dos bombones; con un poco de ojo crítico y labia aquello estaba hecho.