Partida Rol por web

-¡Khhh!

Alanís estaba totalmente concentrada en que palabras elegiría para transmitir lo sucedido en el momento de llegar a la sala del trono, sobre esta...extraña sensación sobre Glaius, aunque realmente no tenía nada sólido en el momento por lo cual considero guardárselo, y pensaba seriamente sobre blanquear la situación de su muñeca. Quizá fuera un poco un mal momento, pero prefería hacer consciente al rey de esto solo por si las dudas.

Entonces, una descarga de dolor le sacó de sus pensamientos. Atinó apenas a pensar que su brazalete se había movido de lugar, pero era incluso algo peor, porque estaba generalizado hasta el hombro. Era este dolor excruciante, como si el brazo fuera atravesado por múltiples hierros. En los peores días, actualmente si le aparecían algunas heridas sangrantes, pero sanaban relativamente rápido con la ayuda de los curanderos reales y su propia sangre dracónica.

 Pero notó que la palma de alguien se posó en ella, y de alguna forma parecía ser esta la fuente de su malestar. Ni siquiera tuvo que pensarlo dos veces antes de girar y posar el guantelete de la otra mano sin mucha delicadeza sobre la garganta de...Glaius. El agarre fue fuerte, y sabía que tenía la fuerza suficiente para estrangular a alguien fuera esa su intención. Pero, tomó aire sacudiendo el dolor y la sorpresa.

-No...me sorprendas así. Estoy un poco demasiado alerta. -dijo tras un instante excusándose, retirando la mano. Por un momento solo quiso sacudirlo y exigirle sencillamente saber si era un traidor o no, pero descartó la idea, siendo poco solemne y además perturbando el ambiente real. Sin embargo, lo que dijo a continuación le dejó con una expresión desconcertada, como si fuera lo último que esperaba oír.

-...¿cómo lo...?

Aunque cualquiera pudo haber intentado soltarse del agarre de tu mano, Glaius era un caso especial, y no hizo ningún intento por hacer que le soltases el cuello; parecía seguro del todo de que no le harías daño. Una vez con su cuello liberado, se limito a mover un poco la cabeza para recuperarse del agarre. Por supuesto, tu reacción por su declaración no le tomo por sorpresa, a diferencia de a ti.

-¿Crees que no me daría cuenta? Puedo ver lo que ese brazalete oculta... -comentó mientras se acomodaba la capucha, la cual había caído hacia atrás cuando le agarraste del cuello. -. Soy más que un simple nigromante, Cromwell, deberías haberlo entendido ya... Tranquila, no voy a decirle nada a "él", se que te preocupas para que no se preocupe por ti, pero tarde o temprano tendrás que decirle la verdad: Te estás enfrentado a algo desconocido, algo que te esta atormentando... ¿Es miedo acaso? -a pesar de que sus palabras no venían con un tono desafiante ni agresivo, si que el hecho de que te llegase de la nada a hablar así te lo podías tomar un poco... Irrespetuoso u hostigador. -. He estudiado cientas de civilizaciones y lenguajes antiguas, hechizos oscuros que se han perdido en la historia, razas demoníacas que pensarías que son sacadas de un cuento de terror... Una marca no será problema para mi. ¿Te interesa?

Mientras los príncipes se miraban un tanto confundidos por tu actuación inicial, Marshall suspiró y te negó con la cabeza.

Los presentes se fueron tomando con calma tu explicación, hasta que mencionaste el sorprendente hecho de que eras poseedora del arma de Zedron luego de que está fuese enviada a tu tienda. La expresión de todos fue de absoluto asombro, más ninguno te dirigió mirada alguna de desconfianza, permitiendo así que continuases con el asunto de la reunión.

Todos se quedaron pensativos ante tus declaraciones, siendo que el príncipe Arthas fue el que rompió el silencio...

-Te confiaremos la espada de Zedron hasta que tengamos un lugar seguro en el castillo donde guardarla -declaró el Rey antes de añadir. -. También dirigirás una investigación contra Jonathan Santa y los caballeros encargados de la escolta de Zedron y sus pertenencias. Asegurate de ser lo más discreta posible.

-Si no tienes nada más que informar... -añadió Marshall, esperando que dijeses si habías concluido con la reunión o si aún tenías algo más que añadir.

-Hablas como un anciano a pesar de insinuar un rostro joven. Y...asumes demasiadas cosas como uno, también.

Dijo esto desligándose de desmentir o no cualquier cosa que no respondiera directamente, quizá no de la forma mas sutíl pero no era su fuerte el negociar en cortes.

-"Tener miedo", "estar en dolorida", "estar atormentada". No nos conocemos demasiado, pero permíteme informarte que esas cosas no aplican conmigo. No apunto a ser un caballero más, mi intención es ser la mejor de mi época, y para eso fui creada. Esto...

Cerró y abrió el puño, espantando los resquicios de dolor.

-...es solo un contratiempo. Soportar algo así me es sencillo hasta que los tiempos sean más pacíficos. Quizá algunos meses o incluso algunos años, las cosas deberían estar bien. Sin embargo...no te impediré que trates si consideras que sería sencillo para ti. Lo que mencionas suena...similar a lo de esa ocasión, quizá.

Siendo que Alanís realmente no tenía más que una corazonada de Glaius, debería aprovechar la ocasión y despejar sus dudas tomando un pequeño riesgo ella misma. En el peor caso de que tratara algo, confiaba en su resistencia para poder superar la treta y poder arrestarlo por su cuenta. Y en caso contrario, le alegraría despejar dudas. Si le preguntaran de la situación diría que sería irresponsable arriesgarse tanto como para estar a solas con alguien de quien se tiene desconfianza, pero nuevamente no quería solo arrojar acusaciones infundadas.

-Puedo visitarte en tu estudio en unas dos horas, si eso te es conveniente.

Obviamente a todos les pilló por sorpresa que la Rompe Tormentas estuviera en mi poder... Y agradecí enormemente que confiaran en mi para guardar aquella arma en mi tienda -Me siento honrada de que depositeis esa responsabilidad en mi... Nadie que no sea yo le pondrá una mano encima... Cuanto menos gente sepa que la tengo, mejor- le dije a la familia real con una reverencia más.

También dijeron que podía dirigir la investigación contra Jonathan Santa... La posibilidad de que pudiera tomar represalias contra el al fin después de tantos años, me hizo esbozar una leve sonrisa. Aunque claro, también debía de investigar a compañeros -Seré discreta y cumpliré la misión... Pero...- le dije, aunque también pensaba una cosa -Como... Usted y el rey conocen... Tengo... "rencillas personales" con ese sujeto, Santa... Y bastante rencor acumulado que podría jugar en mi contra- le reconocí a los presentes -Por eso... Me gustaría que me asignaseis ustedes, un compañero completamente imparcial y de vuestra total confianza. Con eso, y recibir la lista de los que tuvieron acceso a la espada, ya habría terminado...- les dije. Esperaba que no me tocase un hada

Sus majestades se miraron, y tras pensarlo unos instantes no dudaron en responderte con seguridad.

-Muramasa estará disponible cuando vayas a investigar a Jonathan -te informó el rey. -. También, ahora que se trata de manejar tus emociones respecto a ese hombre, lleva contigo a Fío Edrielle. Él no puedo ayudar a sanar heridos como su hermana, por lo que podrá trabajar en otra parte mientras tanto, y ya que necesitas un compañero...

-Con esos dos será más que suficiente -concluyó Marshall. -. Confiamos en que harás bien tu trabajo como siempre lo has hecho. Me encargaré de hacerte llegar una lista de los involucrados con Zedron.

Alicaida, y nunca mejor dicho, tras todo lo escuchado por parte de Glaius el cual ya se comportaba de nuevo frio como era normal en el, y tras ello con la avalancha producida por la cantidad de recuerdos que desencadenó la fase de la reina, mi cuerpo se relajó cediendo y rompiendo la guardia para que nos tuvieran en cuenta.

Tenian razón en todo ello, pero era más un tema personal, un tema que era preferible hablarlo cara a cara, a fin de cuentas no hablabamos de un hechizo cualquiera. Y lo peor, nunca pensé en verlo como una reunión familiar, hasta el momento en el que la reina lo mencionó ¿Por qué lo haría? Somos jovenes para nuestra edad, pero no tan jovenes...

-Está bien... No insistiré más. -dejé pues de mirar al suelo y finalmente miré a los reyes con una cara neutra... Sin sonrisa, pero sin una expresión clara - Si necesitais de mis servicios estaré intentando restaurar todo mi mana - dije finalmente antes de volverme y mirar a Alessandro por si quería venir conmigo, al igual que a Fio, el cual podía necesitar relajarse tanto o más que yo, para luego ir saliendo del lugar.

Vaya... joe, que mala suerte, justo quien no quería...- pensé cuando dijo que me ayudaría Fio. Muramasa me parecía buen compañero de equipo, pienso que lo hicimos bien peleando juntos contra Zedron... Fio... un hada... meeeeeeh -Piensa esto, al menos no es Faith- pensé para intentar aliviarme -De acuerdo, ese será mi equipo... los tres encontraremos al topo y averiguaremos las intenciones de Jonathan Santa sin que nadie más sepa nuestras intenciones- le dije asintiendo, con la mano en el pecho -Os dejo ahora a solas con Alanis... y me alegro de que estéis bien mi rey, que no veas el susto que nos disteis durante la batalla contra Zedron- terminé diciendo, ya algo menos seria una vez había tratado el tema pertinente, alegrándome de que estuviera bien. Entonces me marcharía... a ver si Bearic me da esa cerveza gratis.

-Que no te engañe mi apariencia. Seguramente soy la persona más vieja en todo el castillo, superando incluso a las hadas. Todo se vuelve más sencillo cuando consideras que, más que únicamente nigromancia, también estudio diversar artes oscuras.

Tus palabras dejaron en claro a Glaius que no eras alguien fácil de intimidar, mucho menos de persuadir. Podría decir que tu mente era tan fuerte como tu cuerpo, más eso era algo que aún tenía que debatirse, pues por más que fueses resistente dudaba que tuvieses un intelecto aprovechable en cosas que no fuesen combates.

-Justo ahora me dispongo a ir a descansar... Ha sido un día largo, y me gustaría dormir un poco antes de que salga el sol. A eso de las nueve de la mañana estaré disponible seguramente todo el día, no tengo mucho que hacer. Buscame cuando estés disponible -y tras decir aquello, se despidió con un leve gesto de cabeza antes de seguir su camino.

Entonces, las puertas de la sala del trono se abrieron...

El rey no pudo evitar reír muy levemente cuando mencionaste tu preocupación ante el secuestro, siendo que luego todos te despidieron formalmente permitiéndote salir de la sala del trono.

Luego de su charla con sus majestades, Cytla salió de la sala del trono, encontrando afuera a Alanís que entraría de inmediato; apenas intercambiarían despedidas antes de cada una tomar su camino.

En la sala del trono esperaban únicamente los reyes, los príncipes y Marshall, quienes te recibieron como era debido antes de dar inicio a la reunión.

-Muy bien, Alanís. ¿Que necesitas informar a sus majestades? -preguntó el mayordomo real para dar inicio al asunto.

El príncipe se veía... pensativo, más no preocupado, era como si algo estuviese pasando por su cabeza en aquellos instantes, tal vez a causa de lo hablado con Cytla, aunque era difícil de saber.

Por más que la cerveza sonaba tentadora como en cualquier momento, Baeric sentía que era momento de ir a descansar, y cuando Cytla estaba por ir a buscarlo para salir a tomar y despejar un poco la mente, la chica pensó que a lo mejor también era buen idea descansar; ya era de madrugada, después de todo, y ya tendrían tiempo para esa cerveza.

De esa forma, sin haberse reunido, cada uno fue a su habitación a descansar.

-Oh, entiendo. Hasta mañana, entonces.

La verdad es que incluso ella estaba bastante cansada y como el resto quería dormir probablemente. Es decir, realmente si le afectaban esas  cosas, no es que lo dijera como si fuera invencible...pero, ponerlas a un lado para mantener la fachada era parte de lo que daba ánimo a las personas que dependían de los caballeros, o eso creía y le habían enseñado.

Cuando tuvo permiso de ingresar a la sala de la realeza nuevamente, apoyó una rodilla en el suelo con formalidad, y esperó hasta que se le diera permiso de hablar:

-Hay...un detalle adicional cuando encontré a sus majestades. Perceval aparentemente no era el único ahí, y todos estaban extraordinariamente seguros para la situación. -levantó la cabeza con seriedad en este punto, para no dejar dudas de que no mentía- Vi al antiguo rey Aztora presente. Estaba de pie detrás de Perceval. Solo fueron unos breves momentos, hizo un gesto de silencio, quizá para que fuera discreta...o quizá, para que no me escandalizara en general. Luego desapareció.  Es como...si hubiese estado presente para protegerles.

Por su parte, la expresión de los príncipes y la propia reina fueron de autentica sorpresa ante tus declaraciones, mientras que el rey y Marshall se veían más tranquilos y pensativos al respecto.

-¿E-El Abuelo Aztora? -el príncipe Arthas parecía estar en un punto donde no sabía si creerlo o no.

-Es posible... -comentó el rey, acariciando su barba. -. Dicen que los héroes protegen a los suyos desde el más allá... Me recuerda a una historia que mi padre me leía casi todo el tiempo: trataba de un joven rey que, siempre que estaba en apuros mortales, contaba con la protección de los antiguos reyes... Aunque no pensé que fuese tan literal.

-Su Majestad Aztora tenía un poder y conocimiento más allá de lo entendible -añadió Marshal. -. No es una locura decir que ha sido capaz de viajar entre la vida y la muerte para proteger a su familia.

-En todo caso, es un alivio saber que incluso desde su tumba, Aztora sigue protegiendo el bienestar de su reino -concluyó finalmente el rey. -. Gracias por informarlo, Alanís. Estaré más tranquilo sabiendo que mi padre protege a mis hijos. Hablando de proteger... -el rey acarició un par de veces su barba antes de proseguir. -. Lo he estado pensado, y voy a colocar a caballeros Diamantes para proteger a mis hijos: en estos momentos, cinco guardias pueden ser más útiles ayudando a las personas en lugar de ir siguiendo a Arthas y Artanis. Un Caballero de alto rango debe ser suficiente para proteger a cada uno... -desde su trono, Artorias giró levemente la cabeza para ver a su hijo, quién mostró una sonrisa un tanto nerviosa antes de que su majestad volviese a colocar su atención en ti. -. Todo el castillo reconoce tus servicios y lealtad, por lo tanto, te voy a declarar el escolta personal de Arthas.

El hecho de que la reina hiciera acto de presencia calmó mucho a Fío, era el pequeño pedacito de magia faérica que existía en el castillo pues la raza de la reina era muy cercana a la de las hadas y eso les daba familiaridad. Se sonrojó pues sabía que lo que decía iba por el, el más sensible de las dos hadas a todas luces. - Sí... Está bien. Suspiró dejándose tomar de la mano por su hermana y miró al resto algo más calmado a causa de la voz de la reina.

-Siento lo de antes... no debí dejar... que me afectara así y dije una tontería. Sonrió un poco antes de hacer una reverencia dejando que el pendiente que mostraba su insignia como caballero diamante tintineara con los adornos que su hermana le había puesto. - Con permiso, sus majestades... Dicho eso se retiraría con su hermana y con Alessandro si es que este quería ir tal y como su hermana le estaba preguntando con la mirada.

Alanís no se movió de posición inicialmente, pero incluso con la cabeza gacha como formalidad del nombramiento, tenía esta inusual sonrisilla, que era el remanente que quedaba luego de que contuviera lo mejor posible una más ancha y quizá más informal sonrisa.

-Estoy muy agradecida por la confianza que se me profesa. -cruzó un brazo al pecho formalmente- Estaré preparada lo más pronto posible para comenzar con mis nuevas funciones.

Por ese momento sintió que sería buena idea comentar sobre el asunto de la marca...pero extrañamente, no dijo nada. Sentía que, de alguna forma, esto podría amenazar la increíblemente buena noticia que acababa de recibir. Se lo diría...pero no hoy. De momento, trató de pensar, con un hervidero de sensaciones agradables en su interior, los cambios que traería esto a su rutina. Probablemente debiera moverse a nuevos aposentos más cercanos a Arthas si es que no adyacentes para podes responder rápidamente en caso de emergencias nocturnas, y comenzaría a ir donde fuera...

Luego de la reunión, Alessandro vagaría hacia las afueras del castillo siendo seguido por ustedes. Su mirada decaída, su aura depresiva... No parecía el mismo caballero de siempre. Aún así, fue capaz de llegar a su casa, por suerte intacta de escombros, y tras mirarles un tanto temeroso, entró: Allí esperaba su mujer, que por como le recibió parecía no saber del estado de Alessandro desde el ataque del dragón... Ni de sus hijos...

Estuvieron allí para Alessandro mientras esté explicaba a su mujer lo sucedido. Todos en aquella casa compartieron el dolor de una perdida, y una misma habitación para intentar descansar juntos, entre lágrimas y dolores. Había sido una noche demasiado dura para todos...

Tras tu formal retirada ante los reyes, te dirigiste hacia tu habitación, con tu cabeza y corazón luchando contra sensaciones que, por más que deseases que llegasen y te estuviste preparando, nunca habías experimentado como para estar verdaderamente preparadas para ellas. Ciertamente, fue una terrible noche, llena de misterios y horrores, pero... Aquella noticia te daría un motivo para dormir bien, y es que, dejando por un breve instante la caballería y tu deber, habías cumplido uno de tus deseos personales...

Una noche fría acompañada por la luz de la luna arroparía a las personas de la ciudad, quienes sufrieron en menor o mayor medida el ataque no solo a la ciudad, si no al castillo mismo. La familia real, y todo Aztora, habían sobrevivido a otra calamidad, pero... ¿Hasta cuando podrían seguir así? Solo el tiempo lo diría...

FIN DEL CAPITULO 3: TRIPLE AMENAZA