Partida Rol por web

Alice respiro profundamente y se dio cuenta de su estado. Las quemaduras por fuego y ácido poblaban su piel. La morfina del capitan la ayudaba pero tenia que hacer algo con aquellas heridas para que no se infectaran. S epolvoreo yodo en polvo y cogio un par de vendas y envolvio las zonas mas comprometidas. Algo era algo.

Despues asio la camilla junto al capitán y se preparo pra seguir órdenes.

Por desgracia, y a pesar de los esfuerzos de Miller, Tesla no logró sobreponerse a sus heridas, mientras que Durand, viendo que en su estado solo los retrasaría, se ofreció para frenar cuanto pudiese a los bichos que viniesen tras nosotros. Estuve a punto de ir a despedirme, pero cualquier retraso haría inútil su sacrificio, por lo que tras dirigirle una última mirada llena de respeto, me dirigí hacia la salida cargando con la camilla, presto a seguir a Hikawa, quien abriría la marcha.

Con las indicaciones del sargento Stone claras, el grupo de infantes apuró sus acciones para iniciar la marcha hacia una posible vía de escape secundaria. En eso estaban cuando Durand en sus últimos respiros de vida cobró conciencia mientras la sangre brotaba de su boca y su pierna en gran cantidad debido a las profusas hemorragias que tenia. En sus palabras, Durand solicitaba pelear hasta la muerte a fin de poder darles a sus compañeros una vía de escape segura o al menos poder ganar el mayor tiempo posible con respecto a los bichos que irían tras ellos.

Hikawa que era quien iría al frente se detuvo para recargar el arma de Durand y ayudarle con la ultima granada que le quedaba. Colocado recargado en la pared con la vista fija al sur, el fusilero Durand sostenía con dificultad el arma esperando por no morir antes de que los bichos apareciesen.

Tras Hikawa avanzaban el resto; cuatro de ellos cargando las camillas en las que llevaban a los moribundos O'Connor y Becerra mientras que al final, listos para enfrentar a cualquier amenaza que surgiese, se encontraban el sargento Stone y el lleno de suerte Dragostone. El momento de pelear por sus vidas había llegado, ya nada tenia que ver con la federación, con cumplir una misión o salvar vidas distantes; todo estaba en ellos mismos, luchaban por su propia supervivencia.

El capitán Sugufu había tomado la transmisión para explicar su situación pero se llevo la sorpresa de que no hablaba con un simple teniente sino con un teniente coronel lo cual hizo que su mirada de molestia se centrase en un ocupado Bell. Por suerte un teniente coronel de la infantería móvil no representaba una molestia para los distantes y evasivos agentes de los servicios especiales.

El capitán explico acerca de una misión secreta suministrando algunas palabras claves que el teniente tuvo que ratificar con la flota para después poder emitir alguna respuesta. Para cuando el grupo estaba por partir, les fue claro que no tendrían sencillo escapar, el teniente coronel que había contacto se encontraba con una fuerza de caza que operaba al norte de la zona de desembarco A y representaban su mejor oportunidad.

Por tanto no solo tendrían que salir de los túneles sino que deberían adentrarse en la fría oscuridad de Galdonia VI para poder alcanzar a aquel grupo expedicionario de la infantería móvil; solo con ello albergarían una oportunidad de salir con vida de aquella gran batalla que se libraba ahora en todos los frentes.

No obstante la ayuda prestada por el capitán, para aquellas alturas de la misión, se hacia claro que el capitán desde ese punto pensaba mas en si mismo que en los demás; para él ellos eran simples infantes reemplazables con quien no tenia relación alguna y a su vez el consideraba que su importancia para la federación era altamente trascendental. Por ello, fue de esperarse que tras terminar de hablar le pasara de mala gana la transmisión a Bell para que este suministrara las coordenadas al tiempo que sin muchas ganas cogía uno de los extremos de la camilla en la que reposaba O'Connor.

En contra de lo que esperaba, y de la reputación de los de su clase, el capitán Sugufu había accedido a portar la camilla de O'Connor, aún era evidente que no lo hacía de buena gana. Pero en ese momento eso era lo que menos le importaba, podía enfrentarse al peor de los castigos administrativos si conseguía que todos los que aún quedaban en pie pudieran llegar a la Sirius. 

La formación iría encabezada por Hikawa, seguido de las dos camillas, y en la retaguardia él y Dragonstone irían intentando hacer que los bichos no les alcanzasen. Bien, Hikawa marca el camino, atiende a lo que pueda decirte Bell del Teniente Coronel Franklin y ve todo lo rápido que puedas,  todos seguiremos el paso ligero que marque Hikawa si no nos demoramos podremos llegar hasta el exterior. Dijo mientras se colocaba, en la formación, desde allí pudo ver como el moribundo Durand, había sacado fuerzas de donde no había, parecía que había regresado al mundo de los vivos para darles una pequeña oportunidad para salir de ese frío agujero en el que habían acabado. Antes de iniciar la marcha, le hizo un saludo marcial que desprendía todo el orgullo que le hacía sentir el haber combatido junto a ese infante, nos veremos al otro lado, tras eso tuvo que dar la vuelta y seguir la formación.

¡En marcha!

Alice miró a Druand por encima del hombro mientras luchaba por contener las lágrimas. Estaba  orgullosa de él y solo podía aspirar a acabar como él, con tanto valor y luchando por sus amigos hasta el final.

La infante levanto una de las manos que sujetaban la camilla y se la llevo a la sien en un último saludo. Después se volvió para que nadie la viera lagrimar y se dispuso a ponerse en marcha.

Por fin, estábamos todos listos para partir... o al menos, todos los que habíamos sobrevivido de momento, lo cual no quería decir nada, puesto que nuestras posibilidades de salir con vida seguían siendo escasas, incluso con el tiempo que Durand estaba dispuestos a comprarnos a cambio de su vida.

Ahora todo lo que podíamos hacer era movernos lo más rápido posible, y confiar en Hikawa para que nos guiase hasta la superficie.

El dolor era insoportable, no sabía si podría mantener la consciencia durante mucho tiempo más. Las palabras del sargento reforzaron su alma. Asintió y se recostó sobre la pared como pudo para esperar la muerte, pero la esperaría a su modo… Observó cómo se acercaba Hikawa y recargaba su arma. Tan sólo pudo esbozar una leve sonrisa, no tenía fuerzas para mucho más mientras notaba como le dejaban una de sus granadas a mano. Salid de ésta cabrones… Salid de aquí para que nuestra muerte no sea en vano… pensó mientras veía alejarse a sus compañeros por el túnel.

El silencio gobernó de nuevo en el lugar. Fueron segundos que al infante le parecieron horas. Pudo recordar su vida pasada, sus seres queridos, su primer amor… toda la vida pasó por delante de Durand mientras llegaba a sus oídos el ruido de los bichos que se acercaban. Por fin podía sentirse en paz consigo mismo, por fin podría descansar…

Se aferró por última vez a su morita notando el frio de su acero, su verdadera amiga, esa que siempre estuvo allí en los buenos y los malos momentos. Alzó la vista hacia el túnel donde, segundos después, aparecerían los bichos y comenzó a colocar su arma en posición para vaciar el cargador en cuanto viera aparecer la primera cabeza.

Aquel momento no se hizo esperar demasiado. Los primeros bichos aparecieron por el túnel al tiempo que el infante apretaba por última vez el gatillo. – AAAAAAHHHHHHHH!!!! TOMAD PLOMO CABRONEEEEESSSSSS!!! AHHHHHHH!!. – gritó con todas sus fuerzas con su último aliento.

Disparó a todo bicho viviente, destrozando a muchos de ellos, pero eran demasiados y era imposible que pudiera contenerlos a todos. La morita dejó de escupir balas, el cargador se había vaciado y no veía más que a bichos y bichos aparecer por el túnel. Ahora sí que había llegado su momento. Sonrió. Dejó caer su arma y tomó la granada en sus manos quitándole el seguro y ejerciendo presión sobre ella para que no explotara aun… - Venid aquí hijos de puta… Venid a por mí… - susurró justo antes de que la marabunta se le echara encima. Ya no había dolor, ya no había miedo, su cara reflejaba paz…

Las fauces de un firefry se clavaron en su pecho reventando sus pulmones y ocasionándole la muerte, momento en el que su mano dejó de ejercer la fuerza suficiente como para contener la explosión de la granada…

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡BOOOOOOOOOOOOOOOOMMMMMMMMMM!!!!!!

La imagen de Durand conseguía sacarle de su traumática ensoñación. Le hizo ver que aún tenían una oportunidad, incluso que su sacrificio podría darles una oportunidad, tanto como para que su orgullo se contagiara y pudiera recuperar el valor que había perdido. Dales fuerte tío, tanto como para que no puedan olvidarse de ti. Sus palabras, cargadas de emoción, bajaron su tono, incapaz de mencionar el desenlace que conseguía romper la firmeza del soldado, por la más pura humanidad. Nosotros no lo haremos colega. Tras haberle preparado para su último combate, se mantuvo a su lado hasta que la voz del sargento le ordenó el avance. ¡Roger! Sin poder añadir nada más, le dedicó una compasiva sonrisa y golpeó levemente su hombro. Con dificultad arrancó sus pasos arropado por esa moral que el honorable Durand había rescatado de su interior.

Vamos, concéntrate, no hay tiempo que perder… retomó una vez más la vanguardia del escuadrón para seguir el camino que menos riesgo enfrentara. ¡Por aquí! Cantó con mesura para dirigirlos por el camino que más correcto había decidido.

Dragonstone no se paró a mirar lo que pudiese sucederle a Duran. Todavía le costaba afrontar la pérdida de los compañeros a pesar de tantos años sirviendo, y tantos compañeros dejados atrás.

Se colocó en su posición en la columna y continuó caminando, atento a lo que pudiese suceder. En silencio, se despidió de todos los buenos hombres que quedaban ahí atrás. Y que probablemente fuesen pasto de los bichos.

Sabiendo que no resistiría demasiado que no tenia sentido que sus compañeros muriesen por intentar sacarlo de allí, el soldado Durand había tomado la heroica decisión de quedarse y morir peleando. Así con su Morita TW-203 en mano y una granada de fragmentación a su alcance, Durand se dispuso a dar el resto de lo que le quedaba de vida para que sus compañeros lograsen alejarse lo mas que pudiesen de la horda de bichos que iría tras ellos.

Para Hikawa que iba al frente, las cosas resultaban muy complicadas, no conocía los túneles en absoluto y tenia ahora que usar todos sus conocimientos de navegación para encontrar algún indicio en aquellos túneles que le indicase que camino seguir para llegar a la superficie. Y si eso fuera poco, tendría que hacerlo rápido o los bichos les caerían encima y el esfuerzo de todos sería en vano.

Con serías dificultades y tras una considerable espera, al fin Hikawa encontró el camino y se los hizo saber a sus compañeros. No obstante la atención de todos en aquellos momentos cayo en Durand quien varios metros atrás empezó a descargar ráfaga tras ráfaga de disparos, señal inequívoca de que el enemigo se acercaba. Echándose a correr tras Hikawa, los infantes del escuadrón heat dejaron partir al valeroso Durand quien haciendo explotar una granada se despidió de la federación dándoles algo de tiempo a sus compañeros para que pudiesen salir de allí.