Partida Rol por web

En cuanto el profesor pasa a mi lado, quedando tras de mi, abro fuego contra la criatura. Justo en ese mismo instante, de forma simultanea, veo volar la lampara del profesor por encima de mi hombro. El sonido de la lampara estrellándose contra el suelo es silenciado por el sonido de mi segundo disparo.

Las balas se estrellan en el cuerpo mugriento del abominable ser desgarrando pedazos de carne, provocando que su aspecto sea aún más dantesco de lo que es de por sí.

La lamparilla que ha lanzado el profesor no se rompe y, alumbrando desde el fondo de la estancia, proyecta una oscura sombra sobre el presunto cadáver de Walter Abbot.

Gruñendo una vez más, se abalanza sobre Simmons soltando un poderoso zarpazo que el expolicía consigue esquivar con gran destreza.

Tras el fallido ataque, la criatura grita de nuevo, pero esta vez con un tono que percibís como de sufrimiento, de dolor, de muerte.
El cuerpo cae al suelo entre gemidos y progresivamente se va autoconsumiendo convirtiéndose literalmente en polvo.

La luz de la lamparilla ilumina los restos de aquel ser, y observáis una extraña joya negra sujeta a una cadena reposando sobre las cenizas.

Sótano de la casa Wells, 22:34 horas

Tras el sorprendente final de la abominación, no escucháis más que el silencio, apenas roto por el sonido de la incesante llovizna del exterior. La estancia apenas queda mal iluminada por la lamparilla que descansa al fondo de la pequeña y maloliente sala. Además de la cargada humedad, un extraño olor invade el sótano, el mismo que experimentásteis al entrar por vez primera en la casa, como azufre denso y agobiante.

A malas penas, conseguís ver la tablilla de arcilla que sostiene Bloen y observáis un extraño bajorrelieve dibujado en él. No entendéis nada y más bien os parce un galimatías, aunque recordáis que el cadáver de Abbot se refirió a él como un "mapa".

Miráis alrededor y, además de la joya negra y exótica que descansa sobre las cenizas de Abbot, también tenéis la lamparilla que lanzó el profesor y algunos viejos y desgastados papeles sobre el antiguo escritorio de la esquina.

La experiencia que acabáis de pasar ha sido intensa y cargada de emociones, aunque sabéis que vuestra cordura, antes íntegra y acostumbrada a no ver más allá de lo que ponen los libros, jamás volverá a ser la misma de siempre.

 Mi respiración, aunque constante, es excesivamente agitada y el volumen de mi pecho aumenta y disminuye a velocidad de galope.

Después de esquivar el ataque me quedo quieto, contemplando la escena. Poco a poco la tensión de mis músculos decrece y bajo el arma. 

—Gracias a Dios… —digo mientras contemplo como se consume la criatura. 

Aunque lo más sensato sería correr escaleras arriba y escapar de una vez por todas del lugar permanezco clavado al suelo. 

—Bien… vamos allá… —mis piernas consiguen no fallarme y se flexionan lo justo y necesario para alcanzar la joya negra—. Será mejor que recupere su lámpara, profesor, y ya de paso agarre todos los papeles del escritorio. Habrá que llegar a una explicación…

"Menos mal que se ha muerto solo...." pienso mientras evalúo por unos segundos mi lamentable actuación en la defensa.

Asi y todo hago caso del consejo de Simmons (por suerte no he sido capaz ni de romper la maldita lámpara) y, al cogerla, miro de reojo los papeles del ecritorio pero me centro un poco más en la tablilla (¿mapa?¿Pero un mapa de qué?) y en el colgante que tenía Abott. Mas que nada trato de ver si ese colgante encaja en alguna parte del "mapa" aunque sólo estoy mirando, si encaja en algún sitio no lo voy a encajar precisamente ahora. 

La joya negra trata de una piedra preciosa y muy oscura que cuelga de una vieja y oxidada cadena. Seguramente la llevara Abbot colgada del cuello. Ahora descansa sobre el montoncito de polvo negruzco en que se ha convertido el antiguo sectario.

En cuanto a los papeles, no se han movido y son los mismos de antes. Montones de papeles esparcidos sobre la mesa, tan antiguos que parecen a punto de convertirse literalmente en polvo. Están agrietados y demás. Si echas un vistazo con la lampara apenas puedes entender lo que pone, pero jurarías distinguir algunos de esos extraños símbolos jeroglíficos que Simmons y tú visteis en la vieja y destartalada Capilla.

 El final de la abominación me coge de improvisto. Estaba absorto, mirando la tablilla. ¿Qué oscuros dibujos son esos? Mientras miro a mi alrededor intento sacudirme el abotargamiento de mi cabeza. Mis compañeros se mueven, despacio, ajenos a todo. Mi cabeza da vueltas intentando encontrar una explicación racional a todo esto, pero no la tiene. Joder, no la tiene.

Escucho las palabras de Simmons, y miro a los demás. 

-Si, vayámonos. No sé vosotros, pero necesito un trago. Y mejor que sea doble.

Simmons, te acercas al montón de polvo en el que se ha convertido el abominable Walter Abbot y te agachas para recoger cuidadosamente la piedra negra.

Esta se convierte también en polvo al más mínimo contacto con tu mano, pero una ligerísima brisa recorre tu cuerpo provocándote cierta sensación de poder.
La brisa desaparece, pero esa pequeña sensación en tu interior permanece intacta*.

Sobre el escritorio, los montones de documentos se hacen añicos casi antes de que llegues a tocarlos, siendo ahora nada más que polvo esparcido sobre la mesa.

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Algo temerosos todavía y con ganas de echar un buen trago, abandonáis la casa de los Wells con un par de valiosas posesiones en vuestras manos: el diario de Abbot y la extraña y arcaica tablilla.