Camarada, coje el coche y cubre la entrada norte. Está bien armado, ten cuidado, tan solo debes retrasarlo si aparece. Entretenlo si lo ves y haz ruido al llegar, dispara tu arma cuando estés cerca de la entrada.
dice mientras baja de su puesto en dirección a la explanada a toda prisa.
Iván sabe que Munch no es un hombre de acción, es un empresario con negocios sucios y buenos contactos, un padre de familia que hoy ha visto a su mujer y a su hija amordazadas y atadas, como tres de sus hombres morían ante él. Está nervioso y acorralado, tiene un rifle: es peligroso. Pero también está asustado.
Duncan Munch sin duda sabe que se las ve con un asesino, y de los buenos. La única salida obvia del muelle es, precisamente, demasiado obvia. En todo caso si ese fuera su destino el ruso cuenta con que el ruido que cause su cómplice le haga decidirse por otro camino, tratando de evitar un enfrentamiento.
Por otro lado tal vez esté suficientemente cabreado como para que el ruido de Lichev le atraiga en busca de venganza. Sin embargo ese es un riesgo que está dispuesto a correr, al fin y al cabo haría perder tiempo a Munch igualmente.
Ven, gatito gatito...
Sin perder un instante, Iván corre hacia el alto puente grua. Si, como espera, Duncan Much decide salir por el oeste o el este saltando la alambrada debería tener tiempo de alcanzar su elevada atalaya primero. No piensa dejar escapar sus cinco millones.
A mitad de la ascensión de la escalera metálica del gran puente-grua, oyes disparos.
No son de arma automática, son de pistola. Su camarada ha llegado a la posición convenida.
La subida termina y te encuentras en lo alto de la plataforma. El sol de la tarde quema, pero la brisa marina es fuerte, tanto que te aferras a una aparentemente frágil barandilla que te lleva a un extremo. Decenas de metros bajo tus pies se encuentra el asfalto, y desde aquí dominas toda el área.
Pero ¿dónde está tu presa?
Te armas con el rifle de francotirador que llevabas a tu espalda, ajustas la mira y recorres el perímetro del almacén.
En la puerta de salida está la furgoneta que Lichev ha llevado hasta allí. Obviamente Munch no ha salido por allí, entonces ¿dónde?
Los segundos pasan mientras tratas de encontrarlo. Pero no está. ¿Ha huido? ¿Sigue escondido? ¿Qué pasa por la cabeza de ese hombre? ¿Y si logra huir? ¿Y si todo esto no ha servido para nada? ¿Y si....? ¡espera! ¡allí!
Al oeste. Más allá de la valla. Va muy rápido. Está a punto de alcanzar un grupo de viejos barracones abandonados. Dispones de un segundo.
¡Blam!
La bala atraviesa cientos de metros de aire... hasta atravesar a Duncan Munch.
A través de la mira telescópica, ves como tu objetivo tropieza y cae entre tambaleos, hasta que queda oculto de tu vista al derrumbarse detrás de una furgoneta desguazada y cubierta de oxido.
Fin de juego.
Disparo : 10 (Con rep.) +1 (Mira) + 6 (PSG1) – 2 (Objetivo en movimiento) = +15
Con un +15 el objetivo está conseguido (a no ser que saques un 1 en la tirada).
Sacas un 1 y FALLAS.
Por suerte, tu dote te permite repetir la tirada.
En esta ocasión sacas 6 y tienes EXITO.
El estúpido Duncan Munch ha tenido que complicarlo. No debería haber sido asi...
El ruso baja con cuidado de su improvisado puesto elevado, una vez en la explanada se dirige hacia la entrada norte donde le espera su ayudante. Vuelve a dejar el rifle a la espalda y empuña la Glock, mientras camina, su cabeza no para de analizar la situación.
Al llegar a la entrada da unas órdenes a su socio.
Vuelve a la explanada y registra a los matones. Identificaciones, dinero, armas... espérame ahi, yo cogeré la furgoneta.
Entrando en el automovil en el que lo esperaba Lichev se dispone a rodear los muelles hasta su lado oeste, llegando hasta el lugar donde vio caer a Munch.
No se si dadas las circunstancias del disparo es posible pero en principio pensaba abatirlo sin matarlo. Desde luego que no escape es la prioridad.
Estás dando las instrucciones a tu camarada cuando te das cuenta que no te está mirando.
Lichev, sentado en el asiento del conductor de la furgoneta, observa el infinito...
Abres la puerta para ver el asiento y el suelo de la furgoneta, empapados de sangre.
Lichev...
Debía estar mucho peor de lo que reconocía, pero no le oiste quejarse ni una vez.
Cierras la puerta de la furgoneta. Despacio. Mientras musitas algo en tu idioma materno, algo que tu camarada ya no puede oir.
Tu socio recibió una Herida Grave. Estas heridas suponen atención médica inmediata. Aun así, prefirió continuar como si nada, pero esos excesos se pagan, que es lo que ha pasado.
En cuanto a Duncan, al tratarse de un disparo rápido y a gran distancia no has tenido oportunidad de intentar que no sea letal.
Aun así, no sabes si el disparo lo ha matado o lo ha dejado herido de gravedad.
No lo sabrás hasta que te acerques donde ha caido.
El muy idiota ha muerto como un hombre.
Desde que todo empezo a liarse algo le decía a Iván que la victoria exigiría un sacrificio. No es que su viejo camarada no le hubiera dejado morir a él a cambio de cinco millones, la cuestion es que nada de esto debió pasar así. Debía ser más sencillo.
El ruso cierra la puerta de la furgoneta con su cara vacia de expresión. El viejo Lichev ha sido vital en esta caceria y si todo hubiera salido bien debería haber pasado sus siguientes años bebiendo cerveza importada en una playa disfrutando de su parte, los 750.000$ del rescate de Munch.
Sin perder su objetivo de vista el antiguo espia emprende el camino hacia el lugar donde Duncan Munch fue abatido, dejando el cuerpo de su camarada en la furgoneta. La imagen del desconocido disparando a su socio está grabada en su mente y algo ocupa su pensamiento mientras camina... el tipo de la pistola no era uno de los matones de Munch, las cuentas no le salen: un todoterreno de cinco plazas, cuatro matones más su amo rescatado. Aunque se le dieran peor las matemáticas al ruso no se le escapó el significado en la mirada de aquel tipo, no era un simple matón, era un asesino y a Iván solo le queda por saber si era un mercenario contratado por el mafioso o si, como supone, su presencia aqui significaba otra cosa.
Lo siguiente después de terminar con Munch será comprobar si el mercenario sobrevivió a su disparo, apunta mentalmente Iván. Un asesino solo conoce una forma de llorar a un caído.
El cielo se oscurece a medida que caminas hasta donde cayó Munch, en una explanada llena de basura y malas hierbas.
Quitas el seguro de tu Glock y la alzas con ambas manos, apuntando a la furgoneta deaguazada y caida de medio lado donde viste que se ocultaba.
Moviendote en circulo alrededor ves primero un rifle AK74 en el suelo. Despues un zapato de tu víctima, y por fin... a Duncan Munch.
Está sentado a la sombra, en el suelo, con la espalda apoyada en la furgoneta. La sangre le empapa todo el traje. Puedes ver el orificio de salida del disparo en el abdomen, enorme. Calculas que debió desangrarse hasta morir en cuestión de pocos minutos.
Guardas la pistola en su funda y te acercas al cadáver. ¿Qué pasó por la cabeza de Munch en esos últimos minutos?
Te fijas entonces en que al lado del cuerpo hay un teléfono móvil.
¿Le daría tiempo a hacer una llamada?
Sostienes el movil. ¿Está apagado? No. Lo ha destrozado. Revisas más a fondo el teléfono, descubriendo que Duncan se ha deshecho de la tarjeta SIM.
Está visto que no podrás descubrir a quién hizo esa última llamada.
¿Y ahora?
Metódicamente Iván registra al muerto, guarda el dinero y la identificación en sus bolsillos antes de sacar una foto con su cámara digital. Tras eso empuña el rifle de asalto caído y descarga una ráfaga sobre la cara del difunto Munch antes de colgarlo a su espalda junto con su preciado HK.
No hay sentimiento en esta acción, tan sólo es parte de su trabajo como todo lo demás. Ningún oportunista se aprovechara del cadáver del ahora irreconocible Duncan Munch, aún suponiendo que lo intente en el corto intervalo antes de que llegue la policia, que no tardará mucho en llegar. Iván se asegurará de ello. Ellos, con sus científicos y sus pruebas sí que distinguirán al fallecido Duncan Munch y mañana estará en todos los informativos. Robert Munch se acobardará, no sin razón, y el viejo DiLuca podrá seguir con sus negocios sucios. Estúpido, estúpido Duncan Munch... Antes de dar la espalda al cadaver el asesino arranca la alianza del dedo manchado de sangre y se la guarda mientras se repite que nada debería haber ocurrido así.
El ex KGB no es un simple mercenario, sabe que en el plan de intimidación al contable traidor, Duncan Munch era la clave. Las muertes de los otros dos intermediarios mafiosos de tres al cuarto podrían haber sido casuales. No tenían sentido sino como parte de un mensaje mayor. El nombre de su hermano en las necrológicas es el golpe de efecto por el que las tres muertes debían dejar clara la idea: si testificas estás muerto.
Saber eso era el motivo por el que Duncan valía aún más vivo que muerto, al menos para Iván, al menos... de momento. DiLuca opinaría de forma distinta sin duda pero sabrían llegar a un acuerdo.
Pero el estúpido Duncan Munch tuvo que estropearlo. Ni siquiera tenía por qué morir. Bastaba con que el pez gordo de la mafia lo creyera asi, con que su hermano lo creyera, al menos hasta el viernes. Después podria irse con su estúpida familia a algun país tropical... previo pago de un rescate para redondear mis honorarios. Pero no, nadie se fía del simpático Ted después de verle disparar. Todo pintaba bien pero Munch tuvo que traerse a sus matones.
Caminando hacia el vehículo donde descansa su camarada, el ruso pasa lista mentalmente, es un asesino pulcro, metódico. Acercándose hasta los contenedores comprueba que sus instintos eran ciertos, el asesino de Lichev ha volado. Al menos por ahora. No sin cierto esfuerzo traslada el cuerpo de su socio caído hasta el coche blindado de los matones, una vez ahi con la ayuda de la gasolina de su depósito incendia el automovil por dentro. Sin pararse a contemplar la columna de humo negro que se eleva, Iván despoja a los hombres de Munch de dinero, identificaciones y armas. El cuerpo del asesino que permanecía en la parte trasera de la furgoneta se estrella contra el suelo tras ser también debidamente registrado. Ya no es de utilidad.
Cuando las llamas llegan hasta el depósito y el coche incendiado explosiona Iván ya se encuentra en el interior de la furgoneta rotulada Cerraduras Wilson, observando cómo el fuego hace su trabajo. Al menos a él no le identificarán, la poli tendrá poco que profanar. Es lo menos que el ruso puede hacer... por ahora.
Adiós camarada.
Una llamada a la Policia Local de Miami, desde el móvil de uno de los matones, avisando de un tiroteo en la zona de los muelles y el ruso arranca el motor, alejándose de la escena del crimen. No le queda más que esperar que el plazo cumpla para cobrar sus cinco millones de dolares, que junto con los tres cuartos de millón que tiene en la bolsa de deporte justo en el asiento a su lado le bastarán para desaparecer y vivir bien mucho tiempo. Aunque la inactividad no es lo suyo.
Quién sabe, tal vez la siguiente víctima de Piotr Kirílovich Kozlov, alias Iván, alias Ted Bundy... no sea por dinero.