Partida Rol por web

Embutida en su armadura la sacerdotisa no tenía un ángulo de visión lo suficientemente amplio como para percibir algo más allá de los trasgos a los que quería aproximarse. Contempló con satisfacción como Kastor se encargaba con la habitual contundencia enana de sus enemigos y se sorprendió rezándole a Yergal porque quedase algún enemigo vivo al que poder enfrentarse con su guadaña. Quería sentir el poder de la muerte en sus manos, un pensamiento que nunca había dejado de perturbarle porque no sabía encasillarlo bien: ¿era justicia contra unas criaturas malévolas o simple poder sobre la vida lo que motivaba su ansia de sangre?

El bramido de Cornudo retumbó por el valle alertando a Lis de una situación excepcional.

Lis conjuró, una vez más, y de sus patas surgieron unas llamas anaranjadas que dejaron ennegrecida la piedra en la que estaba posado. Justo en ese instante escuchó el aviso de Cornudo, por lo que subió hacia la torre donde estaban los clérigos, dispuesto a luchar, pero como forma de apreciar, también, si Cornudo estaba en peligro.

Allí, y mientras se concentraba en defenderse de todo ataque, observó lo que Cornudo avisaba: había aparecido un humano más, pero nada permitía conocer si era amigo o enemigo. Lis tampoco podía hacer mucho, sólo continuar librando la batalla por el puente. Si el humano atacaba a Cornudo, iría en su ayuda, pero mientras no hiciese un acto amenazante Lis seguiría con la lucha.

Rianna avanzó hacia los clérigos con su guadaña presta para situarse al lado de Lis y no permitir a sus oponentes la ventaja de la distancia para sus conjuros.