- Hola Gozomoz - le digo con simpatía. - Sí, tu patrón ha vuelto e intentará liberarte.
Dicho con esto, investigo la celda a ver si encuentro una cerradura o algo parecido...
No existe una forma concreta por la que abrir la jaula. Hay restos de barrotes rotos en el suelo. Por lo que se ve la jaula ha sido incrustada contra el terreno.
- Dracónidos!! - les digo en voz muy alta sin ninguna tentación de gastar una broma. - Quizás estos barrotes no sean tan fuertes. Siendo tres o cuatro, intentaremos arrancar alguno. Que vengan los más fuertes!!
Todos trabajan en equipo. Los de dentro de la jaula y los de fuera. Empujan y tiran de dos barrotes y con mucho esfuerzo entre todo conseguís deformar los barrotes lo suficiente como para que todos puedan salir.
Me pongo a bailar una danza y un canto improvisados ("la danza del amigo libre", como la llamo yo) por unos diez segundos, y después doy unos abrazos a mis amigos y digo:
- Luego os pagaré una cerveza. Pero aquí ya no queda nada por ver. Volvamos al pueblo dracónido, ¿no os parece?
Existe una gran alegría en aquella circunstancia. Los dracónidos han perdido a muchos compañeros y vosotros no sabéis si Marek y Basalthof han sobrevivido, pero los que estáis allí sois conscientes de vuestra supervivencia y de los que os rodean. Es más de lo que podía esperarse. Los exploradores cuentan tu combate contra el dragón y de como le arrancaste un dedo. Tus compañeros están impresionados.
Cambio de de escena.