Tu tienda de antigüedades es tu templo. Muchos años en el negocio te hacen apreciar a pleno ojo que es y que no es tan valioso. Hay cosas que simplemente no venderías por nada del mundo, son tus pequeños tesoros. Objetos que son valiosos no solo por la experiencia que viviste sino porque te dan cierta categoría. Tu familia nunca pensó que tu negocio fuera tan rentable, y ciertamente entre compradores y distribuidores tu vida ha sido toda una aventura. Has viajado mucho por el mundo y en especial a las tierras orientales donde tienes buenas conexiones.
Bien recuerdas hace 25 años atrás (cuando comenzabas tu negocio) encontrarte con un hombre en una feria de antigüedades. Fue curioso que de repente con un desconocido hubiera tanta conexión, y sin planearlo terminaron juntos recorriendo la feria, parando en cada uno de los cubículos, revisando los objetos. Ese hombre sabía mucho, te dio muchos trucos para reconocer originales y falsificaciones, es más te enseño algunas de las trampas que utilizaban los vendedores y te recomendó algunos libros para que te documentaras… ese hombre era Arthur J Hopkins.
Fue desde ese entonces 25 años atrás que eres amigo de él. Un docente universitario de amplia gama, sus conocimientos eran bastos y su gran don humano lo habían un hombre maravilloso. Año por año tuvieron contacto y ciertamente se formó un lazo de amistad que valoras mucho.
Hace un poco más de un año se retiró (no estaba muy conforme con eso) y lo fuiste a visitar luego de eso, viste en el anciano los ojos de la depresión. El pobre viejo que siempre tenía una sonrisa parecía sentirse desplazado e inútil. La muerte, decía él en ese momento, le estaba coqueteando. Es como esos momentos en que al retirarse se siente que lo único que queda es morir.
Luego de eso estuviste pendiente de él, pero dado que vives lejos, solo sabias lo poco que decía en sus cartas.
Pero hoy, te ha llegado una carta donde lo ves con otro carácter.
“Oh querido amigo, la vida es un pañuelo de sorpresas, luego de tanto vagar he encontrado un lugar de retiro maravilloso al lado del mar. La comunidad donde recientemente me mude son todos muy amables, gente mayor y sorprendentemente alguna gente joven. He comprado una casa como siempre la soñé, tiene un gran jardín y varias habitaciones, una buena chimenea y una vista hermosa. Lo único malo es que está muy lejos de todo, y me hacen falta los amigos. ¿vendrías a mi casa el fin de semana del 20 de Agosto?. Te ofrezco mi hospitalidad, espero que no te moleste compartir habitación con alguno de mis otros amigos. Quiero verte, saber de ti, tu familia, la tienda y si te han llegado alguna de esas joyas antiguas de las que tanto me gustan. La vida es tan corta que si llego a morir mañana si me gustaría recordar el tiempo en que estuve con mis amigos. Mi casa es tu casa. Por favor acepta mi humilde invitación.
Arthur J Hopkins”
Cuando lees las letras puedes sentir la soledad del anciano, y al revisar el sobre encuentras dos pasajes, uno de avión y otro para el trasbordador para ese día.
Si bien no planeabas viajar, decides por los viejos tiempos ir a su encuentro.
Escena de sólo lectura.
Días y días en las bibliotecas. Es claro que la literatura es la propia alma de quien ama los libros como tú. La sabiduría es un arma intelectual. La vida es tranquila en Oxford y cada día es un descubrimiento de un libro nuevo, de un estudiante interesado, de un párrafo que leíste antes pero que ahora adquiere mayor importancia.
Justo en ese momento, cuando aún iniciabas tu vida solitaria en Oxford era frecuente la visita de un anciano que compraba volúmenes de un alto nivel, y que, luego del tiempo comenzaron a conversar. El viejo, un hombre amable y de gran calidad poco a poco se volvió tu amigo. Profesor universitario, el señor Arthur J Hopkins es un sabio.
Cada semana junto a otros intelectuales hacían reuniones artísticas. Tertulias literarias y también musicales. Su sabiduría también estaba en su gran corazón, el mismo que se rompió el día en que lo jubilaron, no mucho a su gusto.
Recuerdas como si fuera ayer la cara de preocupación del hombre y sus ojos tristes cuando se despidió. Tenía que irse, y buscar que hacer con su vida. Estar cerca de la universidad le lastimaba.
Podrías mentir si dijeras que no te preocupabas por él. De manera recurrente le llenabas o escribías. La comunicación era difícil, durabas meses sin saber de él, hasta hoy que recibiste una carta suya.
“Oh querida amiga, la vida es un pañuelo de sorpresas, luego de tanto vagar he encontrado un lugar de retiro maravilloso al lado del mar. La comunidad donde recientemente me mude son todos muy amables, gente mayor y sorprendentemente alguna gente joven. He comprado una casa como siempre la soñé, tiene un gran jardín y varias habitaciones, una buena chimenea y una vista hermosa. Lo único malo es que está muy lejos de todo, y me hacen falta los amigos. ¿vendrías a mi casa el fin de semana del 20 de Agosto?. Te ofrezco mi hospitalidad, espero que no te moleste compartir la velada con alguno de mis otros amigos. Quiero verte, saber de ti, tu familia, la librería y si te han llegado más ejemplares interesantes. La vida es tan corta que si llego a morir mañana si me gustaría recordar el tiempo en que estuve con mis amigos. Mi casa es tu casa. Por favor acepta mi humilde invitación.
Arthur J Hopkins”
Cuando lees las letras puedes sentir la soledad del anciano, y al revisar el sobre encuentras dos pasajes, uno en tren y otro para el trasbordador para ese día.
Si bien no planeabas viajar, decides por los viejos tiempos ir a su encuentro.
Escena de sólo lectura
Uno nunca olvida a sus profesores, y más aquellos que te enseñaron mucho más que libro. Hace quince años en un viaje a Roma te hospedaste en un hotel local de esos de exquisita arquitectura y con un toque bohemio y cultural. Era un época bastante fría, a pesar de no ser invierno y de repente por un toque del destino cayó una tormenta en la ciudad. Las horas pasaban y seguía lloviendo, y tú que querías salir a un museo estabas atrapado en esas cuatro paredes. Y fue en ese entonces que bajaste al salón y encontraste un hombre mayor que trataba por todos los medios de calentarse los huesos. La conversación fue fácil luego del primer saludo y luego de eso, y a pesar de la lluvia pasaron una velada estupenda hablando de historia, arte y arqueología. El hombre sabía tanto que no fue raro que al otro día te acompañara a varios museos y bibliotecas. Y desde ese entonces eres su amigo.
A pesar de no verle mucho, siempre una vez al año por cuestiones de la profesión te lo encontrabas. Un sabio y erudito, sabia muchas cosas y temas que posiblemente otros no se atreverían nunca hablar.
Pero sobre todo Arthur J Hopkins era una gran persona de la cual aprendiste de muchas maneras. Fue una lástima saber cómo hace un poco más de un año se retiró de la universidad. Lo que te dijo por teléfono era que ya no era considerado útil y que le habían pensionado.
Un duro golpe para un intelectual como él, supiste luego por terceras personas que estaba pasándola muy mal, pero luego de un tiempo no supiste nada de él… hasta hoy.
En tus manos tenías una carta.
“Oh querido amigo, la vida es un pañuelo de sorpresas, luego de tanto vagar he encontrado un lugar de retiro maravilloso al lado del mar. La comunidad donde recientemente me mude son todos muy amables, gente mayor y sorprendentemente alguna gente joven. He comprado una casa como siempre la soñé, tiene un gran jardín y varias habitaciones, una buena chimenea y una vista hermosa. Lo único malo es que está muy lejos de todo, y me hacen falta los amigos. ¿Vendrías a mi casa el fin de semana del 20 de Agosto?. Te ofrezco mi hospitalidad, espero que no te moleste compartir habitación con alguno de mis otros amigos. Quiero verte, saber de ti, tu familia, las clases de historia y tus viajes. La vida es tan corta que si llego a morir mañana si me gustaría recordar el tiempo en que estuve con mis amigos. Mi casa es tu casa. Por favor acepta mi humilde invitación.
Arthur J Hopkins”
Cuando lees las letras puedes sentir la soledad del anciano, y al revisar el sobre encuentras dos pasajes, uno de avión y otro para el trasbordador para ese día.
Si bien no planeabas viajar, decides por los viejos tiempos ir a su encuentro.
Escena de sólo lectura.
La literatura es un arte maravilloso. Escribir es como mostrar el alma y sus fantasías.
Como hombre de letras siempre has amado escribir, ciertamente la fantasía y el terror han hecho de tu vida muy interesante. De carácter bohemio y cultural siempre has querido unirte a la ola del arte y de la satisfacción no solo económica sino espiritual, y es que escribir te conecta con el alma.
En tantos viajes que has hecho, y algunos en tu papel de estudiante nunca olvidarás cuando escribiste tu primer libro. Nadie parecía tomarte en serio lo cual realmente era depresivo.
Y fue en un viaje sorpresivo que hiciste a Oxford que fuiste invitado a una reunión literaria, donde pudiste conocer a un hombre mayor que estaba compartiendo sus apreciaciones. Fue una velada hermosa, y justo cuando se iba acabar te acercaste a él y le preguntaste de manera tímida si él leería el libro que habías escrito. Te sorprendió saber que le interesaba hacerlo.
Y Fue una semana después cuando en una reunión él te habló de su impresión, no solo le había gustado, sino que te invitaba a seguir escribiendo. Te hizo unas correcciones en el texto y curiosamente hizo algo más por ti, algo que nunca olvidarías, te presento a un editor que no dudo en publicar tu primer libro.
Y es por eso que aprecias tanto al profesor Arthur J Hopkins, el primer hombre que confió en ti.
Hace más de un año supiste que le habían jubilado, y que eso lo había deprimido mucho. La universidad ya no lo consideraba útil.
Fue muy triste saber que un hombre que había trabajado tanto le abriera la puerta de salida.
Con alegría y sorpresa te agradó recibir una carta de él.
“Oh querido amigo, la vida es un pañuelo de sorpresas, luego de tanto vagar he encontrado un lugar de retiro maravilloso al lado del mar. La comunidad donde recientemente me mude son todos muy amables, gente mayor y sorprendentemente alguna gente joven. He comprado una casa como siempre la soñé, tiene un gran jardín y varias habitaciones, una buena chimenea y una vista hermosa. Lo único malo es que está muy lejos de todo, y me hacen falta los amigos. ¿vendrías a mi casa el fin de semana del 20 de Agosto?. Te ofrezco mi hospitalidad, espero que no te moleste compartir habitación con alguno de mis otros amigos. Quiero verte, saber de ti, tu familia y tus últimos libros. La vida es tan corta que si llego a morir mañana si me gustaría recordar el tiempo en que estuve con mis amigos. Mi casa es tu casa. Por favor acepta mi humilde invitación.
Arthur J Hopkins”
Cuando lees las letras puedes sentir la soledad del anciano, y al revisar el sobre encuentras dos pasajes, uno en tren y otro para el trasbordador para ese día.
Si bien no planeabas viajar, decides por los viejos tiempos ir a su encuentro.
Escena de sólo lectura