Fue el primer lugar que conocimos cuando abrimos los ojos. De no ser por lo extraño de nuestra situación, habríamos pensado que estábamos en el paraíso. La playa se extendía al este hasta un promontorio de rocas que ascendía hasta convertirse en unos altos acantilados. Hacia el oeste, la playa bordeaba el camino hasta donde nos alcanzaba la vista ya que el terreno contaba con dunas de gran altura y grandes rocas que impedían ver toda la extensión del lugar y frente a nosotros, un manto de palmeras se extendía sin fin, muy pegadas unas a otras no permitiéndonos ver que había más allá.
A nuestro alrededor, había extrañas columnas derruidas con símbolos arcaicos de la Era de los peregrinos. Pero lo más extraño, era el pequeño islote que se alzaba sobre el agua no muy lejos de donde habíamos aparecido. En su centro, se alzaba un conjunto de piedras y suelo artificial de roca y sobe su centro una peana de marfil que antaño mediría 3 metros, se encontraba partida en dos, con una mitad luchando por mantenerse de pie mientras la otra se desparramaba por el lugar. Alrededor de la peana, muchos trozos de piedra negra que en aquel momento no pudimos identificar se encontraban esparcidos sin ton ni son. Y de nuevo, tanto el suelo como las piedras tenían los mismos símbolos.
En un primer lugar nos sorprendió que no se oía nada, ni el graznido de un pájaro, ni el zumbar de un mosquito, ni el reptar de un reptil ¿Dónde estábamos?
El extraño círculo de piedras y peana rota que sobresalía sobre el mar
Fue nuestro lugar de llegada a este extraño lugar y donde nuestra aventura comenzó
Tal vez fuera el destino el que guió los pasos de los aventureros a aquel lugar o quizás la suerte, pero aquel lago en .
En un primer lugar nos sorprendió que no se oía nada, ni el graznido de un pájaro, ni el zumbar de un mosquito, ni el reptar de un reptil ¿Dónde estábamos?
El extraño círculo de piedras y peana rota que sobresalía sobre el mar
Fue nuestro lugar de llegada a este extraño lugar y donde nuestra aventura comenzó