A Margarita no le gustaban los besos de Manuel, sus labios finos y agrietados eran como trozos de paja seca, en cambio su lengua húmeda, juguetona y palpitante era otra cosa, ademas era mas agradecida que el resto de su cuerpo pues no siempre se limitaba a jugar con la suya.
Las acometidas de el marcaban una pauta, un ritmo que ella gozaba y la excitaba, aun sin que el lo admitiera, ella le había enseñado el ritmo que debía seguir y cuando empezar a acelerar o parar, y ahora que el clímax era tal que ni mordiendo el labio evitaba soltar al aire su excitación, apretaba con fuerza los duros muslos de su amante hincando sus uñas, para hacerle saber que debía acelerar, como lo aria un un pura sangre, un semental.
Sin dudarlo, empecé a acelerar el ritmo de mis embestidas, excitado por todas aquellas cosas que mi amante me hacía. El sabor de sus labios y el tacto suave de su piel solo hacía que me excitase todavía más...
Esta corderita sabía lo que tenía que hacer siempre para excitarme y hacerme querer hacerle esto todo el día, pese a su aparente inocencia que mostraba ante los demás... Lo cual era precisamente parte de su atractivo: La veía de pié, tan aparentemente pura y casta, tan inocente, que solo quería montarla todo el día para quitarle esa apariencia... Pero al día siguiente volvía a estar, como si fuera un desafío... Un desafío que estaba más que dispuesto a aceptar.
Ahogo un grito mas ante el y su excitación, era el momento cumbre de aquel interminable deseo, un deseo por lo prohibido y placentero, mientras el aceleraba, ella también se movía, a su ritmo, un ritmo que iba subiendo en velocidad, sudor y gozo, un ritmo que no parecía parar nunca, siempre mas rápido, siempre mas potente. Movida por las mareas violentas del placer, se dejo llevar mientras se aferraba a la espalda de su amante y apretaba con fuerzas esos omóplatos que no dejaban de remar al igual que el resto de su cuerpo.
Sus caderas deseosas de dicha obligaron a Miranda a gritar, que pronto seria ahogado en otro beso húmedo y sucio.
La sensación era increíble, como siempre, mientras mi sexo penetraba el suyo sin piedad, disfrutando de la agradable y intenso placer que esta bestial fornicación nos estaba proporcionando.
Volví a besarla con pasión, enredando su lengua con la mía, hasta que noté una familiar y placida sensación en mi falo, instantes antes de que, con un placer imposible de describir, eyaculé dentro de ella, llenándola de mi cálida y viscosa simiente...
Perdón por el retraso, pero no andaba inspirado ;)
El golpe final fue lo mejor, los envites mas duros y placenteros, los últimos instantes para el, también los quiso hacer suyos y ambos disfrutaron de un intenso final de sudor y lujuria.
Sintió ser extasiada por el miembro de su hidalgo y como su sexo palpitante se hinchaba en un segundo para descargar su pasión, un instante tan intenso como él. Poco a poco los gemidos cesaron y con ellos el placer extremo, pero no por ello acabaron las caricias, roses y húmedos besos, parecía que la noche había acabado y ambos estaban satisfechos pero no por ende saciados.
Por un instante un corto periodo, ella lo observo con sumo cariño, para luego ocultarlo en otro lujurioso abrazo.