Perdonad, pero creo que he interpretado mal las tiradas, para pasar una tirada de cordura, hay que sacar menos que la cordura que tenéis.
Tenéis acumulado un bonus a la tirada de +104 (la verdad que excelente, yo firmaba la mitad al principio de la partida)
Vera: ha fallado la tirada por 2 (70-68)
Robert: Ha fallado la tirada por 30 (75-45)
Mathew: Éxito, no resta nada a la tirada.
En total: 104 - 32 = +72 a la tirada, algo excelente
Personalmente la cordura de Vera es algo menor, porque ha perdido ya algo, pero incluso asumiendo que sean 10 puntos, todavía tendríais un +62, que se convierte en un +52 por ser la tirada DIFÍCIL.
Fallar es casi imposible y a poco que la tirada sea de 25 o menos no voy a revisar la cordura de nadie.
Resumiendo:
Robert, haz la tirada, si sacas 25 o más, ningún problema, si sacas menos, Tadam tendrá alguna oportunidad.
No falles, la muerte en según qué lugares puede ser mejor alternativa que la vida...
Por muy poco, pero conseguís lanzar a Tadam por el portal hacia una especie de abismo sin fin. La mesa se rompe, el portar desaparece pero el fuego no.
En ese momento os dais cuenta que la casa es esencialmente de madera, telas (cortinas, manteles) y libros. Esto puede ser peligroso.
¿Dónde está la familia Blackriver? Salieron de la habitación despavoridos pero no sabéis hacia dónde. En ese momento escucháis un grito de la cocinera, y no es de alegría, sino de miedo.
Si abandonáis la sala, esta ardera y con ella puede que toda la casa. Podéis dividiros, parte investigar el grito, parte apagar el fuego.
Lo que no va a pasar es "dejar atrás el fuego" y pensar que este no vaya a crecer.
EL esfuerzo colectivo de los miembros de la Cofradía fue encomiable. No sin poco esfuerzo, fueron capaces de enviar a Tadam, o quien fuera que controlaba su ser, al interior de ese portal en esa impía mesa de espiritismo, de allá de donde no debía haber nunca salido.
Unas gotas de sudor, y una inusual elevada temperatura sacaron de su estupor al sacerdote Kominski. La mesa se partió, el portal, esa inmunda espiral que lleva sólo Dios sabe donde se cerró, esperaba, para siempre.
Miró a su alrededor, vió a sus compañeros, recuperando el aliento tras tan titánica gesta. No había rastro alguno de los Blackriver, pero esa estancia, y toda su mansión, amenazaban con ser pasto de las llamas, sino se hacía nada. Un grito, presumiblemetne proveniente de la cocina, por parte de la sr.a Segarra puso de nuevo en alerta al capellán.
Semíramis seguía ahí fuera. En muchas ocasiones, el mal que emana de los seres humanos es aun superior al que emana de los entes oscuros. Kominski, con su sombrero negro en la mano, secándose como podía el sudor, dijo aún acelarado:
-Si les parece yo mismo puedo intentar sofocar este fuego... Puedo tirar de los cortinajes y golpear repetidamente con ellos apagarlo. Creo que es arriesgado separarnos en este momento, pero no creo que sea responsable dejar el fuego campara a sus anchas, por favor, ándense con cuidado si van a la cocina. ¡ No sabemos de que es capaz esa joven mujer! En cuanto haya puesto fin a este pequeño incendio, acudiré sin más dilación a la cocina... No obstante si alguno de ustedes dos prefiere quedarse aquí, puedo desplazarme yo a la cocina... Como ustedes digan... pero debemos decidirlo rápido! Además también podríamos traer un jarro de agua de la cocina, si es pertinente.
El sudor perlaba su frente y el calor del fuego empezaba a hacerse insoportable. El portal por el que habían expulsado al demonio seguía abierto y por mucho que orasen no cedía. Observó a Kominski mientras este hablaba y asintió.
—Padre Kominski, sus palabras son sensatas, debemos acabar con el desastre de esta habitación antes de enfrentarnos a la súcubo de la cocina... No me cabe duda que Semirais se ha transformado al igual que su compinche —aseguró con temor—. Si mi intuición es certera, todavía hay más demonios que expulsar.
Robert se retiró el sombrero de copa y aplastó su interior para hacer hueco. También recogió el sombrero de Kominski. Después se acercó al umbral de la puerta.
—Saldré a buscar los escritos, puede que allí esté la manera de acabar con esta invocación. Y cuando baje, llenaré nuestros sombreros con agua, pasando por la cocina. Si se ha transformado en arpía, es posible que necesite ayuda. ¡Tengan cuidado!
Kominski oyó complacido las notables sugerencias del sagaz Bentley. Dijo,:
-Tiene usted razón. Ocuparnos de este fuego debería ser lo primero, iré sacando los cortinajes para golpear con ellos de mientras e intentar dejarlo sin oxigeno... Y que se apague.
¿Señorita Vera, está ud. En buenas condiciones para el esfuerzo físico? Estoy seguro que sí dijo el capellán mirando con orgullo a su menuda pero irreductible socia.
Tras conseguir deshacerse de Tadam de una patada entre todos, Vera se queda mirando los restos del portal algo aturdida. ¿Está muerto? ¿Se ha ido a otro sitio? Algo no le cuadraba. El portal parecía llevar a otro sitio, pero "eso es imposible". No entiendo.... - murmuraba mientras medio oía las palabras de Kominski volviendo en sí. Miraba a Kominski pedir ayuda para... - hay que apagar el fuego! - empieza a reaccionar.
- Le ayudaré padre! - Se recompone y se dispone a ayudarle a apagar el fuego - Vaya ud Bentley, yo ayudaré con el fuego! - dice cogiendo una silla para subirse y arrancar mejor las cortinas mientras se pregunta qué era ese portal.
Vera agradece que kominski le sujete la silla mientras trata de descolgar las cortinas. Si éstas le dieran problemas, no dudará en agarrarse a ellas y saltar al piso en un salto controlado y de poca altura, con el fin de arrancarlas.
Una vez con las cortinas en su poder, propone usarlas de "manta" para ahogar el fuego mejor que golpearlo. - Extendamos la cortina para ahogar el fuego, si no le entra aire se extinguirá más rápido. -
Seguís escuchando una extraña conversación mientras apagáis las llamas:
Mientras Robert grita:
—¡Mujer, santo sea nuestro Señor! ¡Suelte ese cuchillo, así no se solucionan los conflictos! ¡Hay un problema mucho mayor que debemos evitar! —gritó—. ¿Qué le hizo Evans en el pasado? ¿Quién es usted en realidad? ¿Trabajaba para el anterior médium llamado Falcon?
Escucháis de Semíramis lo siguiente:
¡YO SOY TU HIJA MALDITO BASTARDO! Engañaste a mi madre ¿Sabes cómo acabó? ¡Murió enferma y abandonada!
¡Tu la mataste!
Ignorando a Semirais, Bentley acude rápidamente a la sala de las invocaciones. Se le ve apurado y con el rostro sudoroso, mira al círculo de la invocación con espanto. Los sombreros que llevaba estaban vacíos de agua, no había acudido a la cocina para llenarlos.
—¡Padre Kominski, Haynes, corred! ¡Hay que salir inmediatamente de este lugar, no hay tiempo! ¡El círculo de invocación explotará una vez se cierre, destruyendo los cimientos de la mansión! ¡Igual que sucedió en la casa del médium! ¡Es inevitable!
La puerta más cercana al exterior estaba a un lado de la sala, por ese lugar podrían huir de la mansión.
El sacerdorte Kominski evitó mirar de nuevo fijamente al centro de ese portal, en la mesa, aún con algo más que ascuas a su alrededor, pero no puedo evitar escuchar como emanaban de él espectrales gritos de su interior. En conjunción, con Vera fueron capaces de sofocar la mayor parte de las llamas.
Sin tiempo, a tomar decisión alguna, pudo oir a viva voz, las palabras de su socio Bentley, desde la cocina, y de la joven nativo-americana ,la cuál parecía amenazan severamente la integridad física de Evans. Segundos más tarde, Semiramis, henchida de ira pareció revelar que era, en efecto, la hija no reconocida del menor de los Blackriver.
Se estremeció al ver entrar a la sala a Robert, el tenaz inglés, con los sombreros vacíos les invitó a salir rápidamente de la mansión, a salvar sus propias vidas, tal vez, condenando las de otros. EL tiempo apremiaba, y mirando a su alrededor, sin que las gotas de sudor hubiesen aún desalojada su frente, debido al esfuerzo y la tensió del momento, dijo:
-¡Salgamos de aquí! señalando en dirección a la puerta a la cuál miraba Robert.
A los pocos segundos de haber pronunciado esa frase y señalar en dirección al exterior de la mansión, la cara de Kominski parece cambiar totalmente de expresión. Baja la mirada, en dirección a su cuello, donde aún nota la cruz latina, palpitando, por el ritmo cardíaco accidentado.
Sin esperar respuesta alguna de sus socios, dice con firmeza:
-Entregué mi vida a mi monasterio, al servicio de Dios en la tierra. No puedo, me niego a dejar que sus hijos sean pasto de las llamas y de una horrible e indeseable muerte cuando la casa explote. Corran ustedes, Vera y Robert, salgan hacia fuera... Sálvense, están seguro a tiempo. No podría vivir el resto de mis días en paz conmigo ni con Dios si no hago lo posible por salvar a alguno de sus más humildes y bondadosos siervos de este infierno... No me acompañen, mi alma lleva tiempo preparada. Les veré fuera...
Y sale corriendo en dirección a la cocina sin mediar más palabras ni mirar atrás.