Hola Zancada. AD&D es un sistema a veces confuso. El número de iniciativa significa que, cuanto más bajo es, más rápido actúas. Por lo que ese resultado es el peor posible. Lo siento!
De todos modos, noble intento.
Motivo: Lynx
Tirada: 1d20
Resultado: 7 [7]
Con flaco ánimo y pisadas tambaleantes, Alard trataba de alejarse del grupo, no como si intentara escapar sino como alguien que había perdido todo sentido y esperanza de existir. Tal vez sus heridas mal atendidas le habían nublado el juicio... O quizás era consciente de que, tan pronto dejara de hablar, sus segundos estaban contados. Cuando escuchó la cuerda del arco tensarse, no hizo más que confirmar sus sospechas.
Zancada, dándose cuenta de lo mismo, no pudo evitar intervenir. Aunque Lynx tenía sus propios motivos, para él un acto así representaba enteramente todo lo que su benévola deidad combatía. No podía tolerar el asesinato de un ser ya vencido y, por tanto, indefenso. El sobrecogido halfling, con noble intención, trató de interponerse entre el sacerdote y la guardabosques, pero sus reflejos no respondieron a tiempo y, para cuando quiso reaccionar, ya era demasiado tarde.
Alard se giró, alzó las manos en desesperación, gritó con tanta rabia que el eco de su ira retumbó por todo Montes Lejanos... Hasta que la flecha de Lynx lo silenció para siempre. El fulminante proyectil quedó clavado en el cuello del sacerdote, con sus letales púas atravesándole la vena yugular. Ya no había vuelta atrás.
Desolado y condenado, cayó abatido de espaldas. La tierra quedó rociada de su mala sangre y, lenta y dolorosamente, sintió su vida extinguirse. Negándose a expirar, pasó más de un interminable minuto forcejeando consigo mismo, retorciéndose con estremecedores espasmos. Cuando el oxígeno le abandonó, finalmente rindió su vida y, de una vez por todas, murió asfixiado.
Partiendo de que solo conserva 1pg, el ataque lo sitúa en -15 y, además, es un crítico... Por lo que descarto posibilidad de curación.
Alard ya no era parte de nuestro mundo, pero su traición marcaría para siempre la vida de muchas personas. Para Lynx y Elaxidor, era prioritario regresar a la aldea cuanto antes y hacer saber a sus gentes todo lo que había ocurrido a sus espaldas... Pero, por urgente que fuera esto, Thalgrog mencionó algo que, sencillamente, no podía esperar: el alijo oculto.
Por hallarse el templo cercano a ellos y de camino a la aldea, el grupo no pudo resistir comprobar si la información proporcionada por Alard era cierta. En pocos minutos llegaron y, para su suerte, encontraron el edificio vacío. Moxie siguió las señas que indicó el difunto sacerdote: se dirigió recta y sin desvío a la capilla, allí inspeccionó el altar y, bajo un disimulado paño ceremonial, encontró una pequeña palanca. Pronto la gnoma y todos los demás comprobaron, con incontenible alegría, que el sacerdote no había faltado a la verdad.
Al accionar la palanca encubierta, una baldosa trasera se deslizaba y revelaba sutilmente el acceso a un sótano húmedo y oscuro. Los héroes prendieron una antorcha y se prepararon para lo peor... - ¡Más cavernas y laberintos! - Pensaron algunos, pero rápido vieron que aquel subterráneo solo constaba de una sala... - ¡La sala del tesoro, ni más ni menos!
Las montañas de oro se apilaban unas sobre otras, se acumulaban en toneles, se desbordaban de vasijas... Los cofres albergaban tanto que no podían ni cerrarse, ni tampoco guardar otros objetos valiosos, incluyendo armas doradas y armaduras áureas. Era imposible para ellos tasar todo lo que escondía el lugar, pero con acierto imaginaban cifras en las decenas de millares... - ¡Ser aventurero no estaba mal pagado, después de todo!
Hubo quien acogió este hallazgo con deleitosa felicidad y quien lo hizo con grave responsabilidad. Sea lo que fuere, ellos eran los descubridores y, a partir de ahora, los legítimos dueños. Sobre ellos recaían también las complejas decisiones... - ¿Cómo iban a repartirlo? ¿Qué pensaban hacer con él? ¿Cómo cambiaría sus vidas el verse ricos de la noche a la mañana? - Eran respuestas que tal vez ni ellos mismos conocían y que, solo con el tiempo, podrían descubrir.