PRÓLOGO
CONSPIRANDO EN EL PUERTO
6 de septiembre de 1999 d.C. – El Pireo. Puerto de Kantharos.
Lo más famoso de El Pireo es su puerto. Éste se define como el punto de partida para visitar las Islas Griegas y constituye una parada obligada para los cruceros que recorren el Mar Egeo. Quien domina el puerto, domina la información que pasa por el puerto. Y eso es algo que Calendre sabía bien. Y es algo que la extraña pareja constituída por el Tifonita y la Erinya habían sabido explotar. ¿Por qué Calendre había compartido esa información? No lo sabían. La verdad, estaban seguros que no eran más que peones en su juego de poder, pero ahora la vampira pelirroja estaba desaparecida.
Pasearon por el puerto, evitando las grandes luces, cuando la pareja de extraños se detuvo frente a una farola y se quedó mirando el símbolo. Ése era, sin duda alguna, el punto de reunión. Una pegatina pornográfica deteriorada, donde había un número de teléfono tan malgastado que apenas se diferenciaban.
El puerto está formado por tres bahías naturales: Kantharos, Zea y Mikrolimano.
Ubicado al noroeste, Kantharos es el puerto principal y de donde parten los grandes barcos, tanto turísticos, como de mercancía y pesca. A pesar de que el puerto supera los 10 millones de pasajeros anuales, esta zona no tiene ningún interés turístico. Pero sí de contrabando.
Desde el punto de vista cultural, en esta zona se encuentra el Museo Arqueológico de El Pireo y el Antiguo Teatro de Zea, los grandes dominios de la desaparecida arpía. En cierto modo, su misteriosa desaparición no puede dejar de preocupar a los dos vástagos que esperan, escuchando las olas del mar. Calendre Diamantidis era una Tifonita demasiado implicada en las corrupciones de la capital griega como para que su misteriosa desaparición no levantara sospechas. Había vendido a aquellos dos vástagos tanta información de la Camarilla y de sus luchas internas en el pasado, que era lo más cercano que podían considerar a una aliada. Por eso, apenas se extrañaron cuando escucharon pasos detrás suyo. Theodore Fotsis, su ghoul, un hombre maduro de facciones húngaras. O como sostendría él, Hyperbóreas.
- Sé que este era el punto de encuentro. Es la última pista que tenía... Sólo he venido por si la casualidad y el destino me hace verla otra vez...
El ghoul extrae una pipa marinera y comienza a preparársela, en silencio. Ni siquiera había tratado de establecer con ellos una conversación, sólo excusarse por aparecer allí. Al fin y al cabo, encontrándose en paradero desconocido desde hace tantos meses… El ghoul suspiró. No sabía si la pareja de vampiros le autorizaría a quedarse, así que los interrogó con la mirada. Él tampoco sabía con quién iba a ser el encuentro.
La noche era una vieja compañera para el Tifonita. El cual caminaba sin premura por las calles del puerto de mar, sigiloso como el aspid.
El ruido a mar recordaba tiempos ya muy lejanos de su memoria en el antiguo Egipto.Patria de arena, patria de sangre y serpientes tan lejana ya.
El olor a sal de mar le llego como el cantico de una sirena saboreandolo por unos segundos mientras cruzaba el lugar.
Al poco se encontro con el ghoul de Calendre. Junto a Perseus le acompañaba su fiel guardiana como tantos años atras, protegiendo su existencia con su vida.
Los ojos del cainita pasaron escrutando al ghoul.Si ni siquiera el sirviente sabia nada era que la tifonita, estaba bien desaparecida. Apoyo ligeramente el baston que portaba con el pomo de una cobra* mientras que contesto al criado.
-Espero que alguien venga, mi tiempo n es infinito.-dijo con un tono un poco molesto.Aunque despues miro bien al ghoul y decidio darle una utilidad.- . Bueno puedes esperar aqui bajo la farola, por ahora -le dijo al tipo. Mientras se acerco a su guardiana y le susurro.
-Quedar bajo una luz no es algo muy confiable menos para un francotirador o una trampa. Fijate en los alrededores pero sin irte demasiado lejos, asegura el perimetro. No me agradaria nos dispararan por poco prevenidos.-termino mientras se mantenia un poco alejado de la luz.
*Baston espada:
Jamás hacia muchas preguntas cuando acompañaba a mi señor a algún encuentro con sus clientes, pocas veces me enteraba de los temas que trataban pues mi principal atención estaba en mantenerle seguro y resguardado, nadie se acercaría a él sin antes probar mi espada.
La noche era agradable y tranquila, algo inquietante y el lugar solo me generaba desconfianza, caminaba dos pasos más atrás de él observando el entorno con detenimiento, atenta a cualquier irregularidad.
Los pasos y la respiración de un tercero interrumpían en escena reaccionando de inmediato girando por completo hasta estar de frente al ghoul y con mi señor a mi espalda, mantenía las manos juntas tras la espalda en una actitud forme mirando al húngaro.
Las palabras de este me generan más desconfianza, si mi señor se reuniría con otro cainita y esta estaba desaparecida, no era un buen presagio. No interrumpí.
Las ordenes de mi señor eran claras, pero no me agradaban, sabia como hacer mi trabajo y habría asegurado el área antes de que él se bajara del coche, pero no era mi labor cambiar sus decisiones, menos su actuaba con cierta imprudencia.
Asentí con la cabeza, me retiré pasando junto al ghoul sin dirigirle la mirada, en una actitud fría e intimidante, proseguí con mis órdenes, revisando y asegurando el perímetro.
Uso ofuscación para desaparecer a penas las condiciones se den y reviso el área para verificar si hay alguien mas.
La noche fue avanzando, y tardó casi media hora en aparecer una señal de vida humana. A lo lejos, un carguero sin ninguna luz encendida comienza a atracar en el puerto. Lo hace en silencio, como los traficantes de armas y drogas. Lo más jodido de todo esto era que ninguno de los tres sabía con quién iban a reunirse aquella noche, aunque tenían una corazonada importante de que no era un asunto del todo limpio.