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PRÓLOGO

LA METAMORFOSIS DE PROSERPINA

6 de septiembre de 1999 d.C. – Atenas. Algún lugar del barrio de Tavros

Vasta, sobre unos miembros de Gigantes echada fue una isla,
 la Trinácride, y, sometido a sus grandes moles, empuja
 a quien osó las etéreas sedes esperar, a Tifeo.
 Se afana él ciertamente, y pugna por volver a levantarse muchas veces,
 pero su diestra mano está sujeta al ausonio Peloro,
 la izquierda, Paquino, a ti, y del Lilibeo sus piernas son presa,
 su cabeza hunde el Etna, bajo el cual, de espaldas, arenas
 escupe, y llama, feroz, vomita de su boca Tifeo.
 Muchas veces por rechazar lucha los pesos de la tierra
 y las ciudades y los grandes montes rodar de su cuerpo:
 entonces tiembla la tierra y el rey teme mismo de los silentes
 que se abra el suelo y que por una ancha hendidura se destape,
 y que entrometido el día, a las temblorosas sombras aterre.

Si hubiera una voz en off, diría esas palabras y en latín. Reproduciría los párrafos de Ovidio, en el libro V de su Metamorfosis, los versos del 346 al 358. Para Timócrates, la Titanomaquia. El verdadero fin. ¿Las imágenes? Raras, desagradables, un poco espeluznantes. Tifeo, o Tifón rompiendo sus cadenas y rompiendo la tierra para salir. Y junto a él estallando en llamas el volcán Etna, y miles de serpientes en las calles, como una plaga de los dioses castigando a los mortales.

Y en lo alto de todo Proserpina, con los labios goteantes de un líquido rojo, sangre de granada, sonriendo mientras toca la cítara. Y es esa misma imagen cuando el Malkavian se fija en ella que Proserpina está enamorada y por eso descendió al Hades, y por eso ayuda a Eurídice, a quien acaba de morder una serpiente. Y entonces ella se alza contra las serpientes y las serpientes intentan acabar con ella, pero es auxiliada por tres gorgonas, con los cabellos cortados y las serpientes muertas.

Al menos ese es el sueño que lleva repitiéndose bastantes días.

Primero fueron las Pesadillas y ahora la Estrella Roja en el cielo. Ya quedan menos signos de la Titanomaquia y nadie parece hacer mucho caso al mendigo loco. Excepto quizá Ájax 'el Dragón'.

- ¡Eh, eh compadre! Despertándose, ¿vale? La poli se llevó al crío, al orfantado ese. ¿Todo bien, compadre?

Ájax estaba consiguiendo grandes resultados económicos explotando a un crío de ocho años en la mendicidad. Vaya problemas los del mendigo capitalista, patrón de menores. A la caída del ocaso, 'borracho bastante estaba' como solía decir. El muy estúpido no sabía apenas hablar.

Timócrates se levantó del suelo el zulo donde vivían. Echó un vistazo al periódico. En uno de ellos había visto a Proserpina. Al parecer era una feminista de cuidado, pero la mirada de la foto del periódico no era mirada de enamorada. De momento no hay nada que temer. Ni tan siquiera sabía su nombre, sólo una imagen.

La intuición le decía que pronto se enamoraría y entonces toda la Estirpe sufriría la ira de Tifón.

Iron Maiden . The Clairvoyant

Timócrates se desperezó de su letargo. Apolo se había desvanecido del cielo, por lo que podía salir de su escondrijo. ¡Qué ironía que debiera ocultarse del iracundo rostro del patrón de los oráculos!

Sin embargo, sabía que tarde o temprano acabaría contemplando su radiante figura y su carro. Así había previsto su final definitivo, bajo los abrasadores rayos de las mas amada divinidad. Un final terrible que muchas veces le arrancaba gritos en su necrario sueño nocturno.

Pero no esta vez. Esta vez, era otra terrible visión la que le había afectado, una que venía repitiéndose durante los últimos días. Los Hados se la habían mostrado una vez más en el reflejo de los aguas de estigia en las que se embarcaba cada día desde que Apollo se alzaba hasta que se ocultaba. Ni en una orilla ni en la otra estás, Timócrates, sólo flotas sobre las oscuras aguas, y estas te devuelven su reflejo de tinieblas... ¡Ah, crueles y divinos! ¡Destino, destino, eh aquí el fatal destino..!

-¿¡Qué ocurre!? ¿Tan perentoria es tu ansia de oro, que no ves venir lo que se avecina?- Miró fijamente con su único ojo a su "compañero" mendigo. -¡Oh, despiadado Ajax, el dragón, que cual Cíclope reúne a sus infantiles ovejas para que le den fruto! ¡Olvida a tu ovino! ¡El Odiseo se la ha llevado ya, y nada puedes hacer, salvo esperar que volverá a las calles, como siempre hacen!-

-¡Ahora, en cambio, deja atrás tus pueriles preocupaciones y permite en cambio que te ilumine con la verdad, poderoso pero simple mortal!- Ajax había odio decenas de veces la misma cantinela los últimos días. Otra vez no.

Teócrates puso frente al rostro del mendigo la foto de la joven del periódico: -¿La ves? ¿La ves? He aquí el rostro de la perdición! ¡La desgracia hecha carne!-

Levantó los brazos al cielo -¡He sido iluminado por la oscuridad de las sombras. ¡Tifón despertará y inundará las calles con sangre y fuego que vacías quedarán. La muerte se extenderá cual abrazo y Plutón llenará su Hades con las almas de los angustiados mortales. Los chiquillos de sangre divina tendrán peor suerte aún, sus cuerpos serán ceniza y sus almas devoradas por sus padres, los dioses! ¡Y estos a su vez por los suyos, los titanes! ¡!Despierta Tifón!!-

- ¡PERO MIRA, MIRA LA SEÑAL! ¡MIRA LA ESTRELLA ROJA!- El Malkavian cogió la cabeza de Ajax entre sus manos, y giró su rostro hacia el cielo, hacia un punto en el que el humano, evidentemente, no vio nada salvo oscuridad, más aún en una urbe tan contaminada como la de Atenas, cuya polución no dejaba ver las estrellas, menos aún una estrella roja invisible; invisible salvo para los locos (o para aquellos con el don de verla, quién lo sabe) como Timócrates.

-Pero aún no. Aún hay tiempo. Algunos quizás puedan salvarse.-

Miró a los lados, paranoico. Creyó ver una sombra alargarse sobre la pared del callejón. En su mente, esta tomó la forma de un ser humanoide gigante con cornamenta y rabo. Sintió un escalofrío. ¡Hijos de Poseidón!

-Oigo la llamada del Minotauro, que me reta a adentrarme en su laberinto. Este ya ofusca mi mente. Pero me moveré entre los callejones y cruces de esta Minos renacida. ¡No pasar! ¡Dirección prohibida! ¡Ceda el paso! ¡Paso elevado! Sus tretas no servirán, pues pronto he de llegar al Elíseo a anunciar la llegada de Perséfone a los otros Hijos de los dioses, mis hermanos bastardos. - Alzó la imágen del periódico. -Mírala. Su rostro es un trampa mortal. Su amor llevará a la destrucción. La pasión atraerá al vacío. ¡Estamos todos perdidos!-

Quedó callado un momento. Con gesto serio, dijo: -He de irme. El Elíseo me espera. Allí no hay más que malditas Arpías y locos, pero quizás encuentre a alguien con un mínimo de cordura. Para escucharme. Espero que el Guardián del Elíseo me deje entrar, no como la última vez. - Recordó la imágen de ser echado a patadas por el Guardían del Elíseo, según él, por armar demasiado barullo y molestar a los invitados del Senescal.

Y salió corriendo calle abajo cual alma que lleva el diablo, sin más.

A medio camino de la calle recorrida, se giró volvió hacia atrás corriendo hasta Ajax de nuevo. Tardó un rato.

Le enseñó de nuevo al foto de la joven: -¿Si la ves, me dirás algo? Prometo buscar a tu muchacho a cambio, aunque me temo la guardia de la ciudad lo tendrá a recaudo durante un tiempo.-

Tras asegurarse de que Aja había visto bien al foto, dijo: -Ahora si. Me voy- Y salió corriendo de nuevo calle abajo.

Se dirigiría al Elíseo. Sus hermanos bastardos eran bastante memos, en general, pero esperaba iluminar a algunos de ellos con la verdad. Debían prepararse para lo que se avecinaba, y era su deber como Oráculo anunciar la llegada de Tifón y advertirles, por necios que fuesen en su mayoría. Tan llenos de defectos como los dioses de cuya sangre descendían. A mayor poder, mayor orgullo

- Adiós, coño. No te sigo cuando te pones así de fisolófico. Que no fui a la escuela a aprender las letras, Tim.

Ájax se quedó pensativo al ver la imagen. Pero le dio una par de contactos a ver si ellos la conocían.

- Está buena ¿eh jefe? Seguro que está casada.

Cuando Timócrates salió corriendo, todavía se queó un rato pensativo... el caso es que le sonaba.

El Malkavian llegó hasta el Elíseo, pero todavía no entró. Si su intuición no le engañaba, no tenía que dirigirse al Elíseo. Tenía que pensar claramente. Visitó a un par de contactos, sin éxito. Al tercero le sonaba de algo del SEK (un partido griego de izquierdas) y el cuarto creía que salía por la tele.

Fue en este último encuentro cuando el mensaje llegó a Timócrates. Cuando el mendigo abrió su plátano, encontraron el mensaje:

2:00 am, Biblioteca Nacional de Atenas.

Al muy cabrón de Pisístrato le gustaban esa mierda de juegos. Mientras al mendigo le daba un esguince mental, que solucionó olvidándose de esa clase de cosas y comiéndose el plátano, Timócrates vio por la ventana arriba a la figura del Príncipe. Mirando por la ventana y sonriendo sombríamente.

Parece ser que sus amigos de la calle le informaban de que la chica participaba en asuntos del SEK e incluso salía en ese horrible invento moderno llamado televisión. Los dioses estaban todos locos.

Aunque tenías sentido si ella era una de esas feministas activistas... o algo de eso.

Bueno. Lo que fuera. Parecía que el príncipe esperaba que Timócrates se presentara a eso de las dos de la madrugada en la Biblioteca Nacional. -Todos los mensajes debieran estar envueltos en plátano, ¿verdad?- Sonrió al otro mendigo mostrando una dentadura repleta de dientes negros y podridos.

El Malkavian se encogió de hombros y lanzó un saludo con la mano de agradecimiento a su príncipe antes de dirigirse hacia allá.

-Biblioteca Nacional de Atenas. Sabor a plátano. Eso está bien. la sangre se llena de potasio, y el potasio es bueno para la salud, además le da un sabor. Algo dulce. Pero prefiero el vino, aunque no en exceso. ¿Quién tomaba vino? El bueno de Parkos el cojo. Tengo que buscarle un día y pegarle un buen mordisco. Hace tiempo que no pruebo. Y mejor aún sabor espárrago, pero es difícil de encontrar, porque ya nadie tira latas caducadas de espárragos a la basura.  - Iba hablando para si mismo y divagando en voz alta a medida que caminaba.

PRÓLOGO

LA METAMORFOSIS DE PROSERPINA

6 de septiembre de 1999 d.C. – Atenas. Biblioteca Nacional de Grecia

El príncipe quería hablar. Parecía estar molesto por algo de los Malkavian. Al parecer, se avecinaba algo. Uno de los Dionisíacos, un tal Timócrates, estaba obsesionándose con nosequé fin del mundo y titanomaquia.

Pisístrato, pese a ser de su clan, no tenía con él mucho trato y decidió que sería buena idea escuchar sus idas de olla con sus aliados más acérrimos, los Tremere. Dado que al fin y al cabo, el malkavian en cuestión es nada más y nada menos que el chiquillo del mítico oráculo de Cnossos.

De pronto el príncipe sonrió enigmáticamente.

- Le he mandado uno de mis mensajes especiales. Nuestro invitado enseguida llegará.

Asiento a las palabras del príncipe, mientras me mantengo en un discreto segundo plano, no soy muy dado a tomar iniciativas mientras estoy en presencia de mis superiores en el clan, puede a que la jerarquía de la pirámide es secreta, siempre mantengo el respeto. Cuando el tal Timócrates entra y se presenta, espero mi turno mientras se llevan a cabo las presentaciones oportunas. -Haluk. Digo en tono neutro con mi ligero acento cuando me toca. Dicho esto, espero acontecimientos.

Haluk es uno de los Tremere que hay en la ciudad. Parecía reunido con Pisístrato previamente a la entrada de Timócrates, el Oráculo.

El príncipe obvia más presentaciones.

- Causas cierto revuelo por ahí últimamente, según parece. Hasta a mí me han llegado rumores de esa 'Titanomaquia' tuya. Por favor, sé coherente. Cuéntanos, y deja que tus palabras queden en evidencia o me hagan sospechar. Al fin y al cabo, con los Giovanni fuera de Atenas, la kyklos de Orfeo desaparecida y tus alucinaciones, mi duda parece disiparse un poco. ¿Qué hay de verdad en todo esto?