Cierto. Pero ojo que están muy armados, supongo. Una banda callejera no es para tomársela a broma, y nos pueden hacer daño. Mejor ir con tiento y armados como se pueda ;)
- Informemos a la policía de nuestras intenciones de ir a la calle Mott, de esta forma tendremos una salvaguarda para evitar que nos hagan daño y podamos dialogar. Aunque después de lo ocurrido en nuestra anterior aventura, no descartaría llevar un arma, claro.
En la comisaría de policía encontráis al comisario Ballentine cogiendo su gabardina y colocándose el sombrero del perchero.
- Me encuentran por los pelos. Estaba a punto de irme a casa.
Allí, el comisario escucha con atención lo que tenéis que contarle acerca de la Banda de la Calle Mott y vuestras intenciones de acercaros a merodear por la zona.
- ¿Están locos? ¿Piensan meterse en territorio de una organización criminal sólo porque un jodido irlandés dice que se entromete en sus negocios? Escuchen... - Dice volviendo a dejar el sombrero en el perchero y levantando las dos palmas de las manos en señal de calma. - No son agentes y no pueden husmear así como así. Esos tipos son muy raros, créanme. Son asiáticos y ya saben que los asiáticos "son muy suyos". Hay chinos, coreanos, vietnamitas, birmanos, mongoles... Normalmente no trabajan juntos, pero si lo hacen, es que algo se llevan entre manos. No quiero tener que recoger sus - refiriéndose a los vuestros - cadáveres de un sucio callejón... - En ese momento mira a Irina y Flora, y agacha un poco la cabeza. - Lo siento, señoritas, pero... es así.
Lawrence Ballentine resopla y saca del bolsillo una petaca forrada en cuero y le da un rápido trago, emitiendo un leve gemido para aclararse la garganta.
- Ya sé que la familia ha solicitado que investiguen, pero no hagan de suicidas. Limítense a preguntar un poco por ahí, revisen la casa del Señor Bright, hablen con sus socios... Esas cosas. Seguro que su mayordomo tiene algo que ver. ¿Han leído ése libro? - Dice, sin especificar cuál, como si pudierais leerle la mente. - ¡El asesino es el mayordomo! ¿Se lo pueden creer?
He hecho un pequeño salto porque no es necesario narrar cada desplazamiento por la ciudad.
Respecto a los nombres de los países que cito, creo que hay ciertos matices dado que estamos en los años 30 y quizá no se refirieran a ellos de la misma manera que lo hacemos hoy, pero pasaré ese detalle por alto.
El actor de la imagen es Donald Crisp.
La hermana Flora, no demasiado contenta con el modo en que se ha dirigido en especial a las dos mujeres, responde al comisario.
- Nos encantaría hablar con su mayordomo. Estaban ustedes los agentes, localizándolo, ¿verdad? ¿Cuándo podremos hablar con él? ¿Está aquí, en comisaría? ¿O quizá debamos esperar a que los agentes acaben cin la banda criminal y detengan a algún sospechoso que podamos interrogar?
La hermana lanza las preguntas con una sonrisa, aunque rudiculizando en el fondo a la policía, a sabiendas de que no habían avanzado nada y que todo iba a depender de ellos cuatro.
- Ehm... No, no sabemos su paradero. Esperamos saber de él pronto. El detective de homicidios Kroeger me comentó al mediodía su intención de pasarse, quizá mañana, por la vivienda del fallecido Sr. Bright. Espera encontrar algún recibo, carta o... algo que indique dónde encontrar a ese Sr. Han que... - Aquí duda un segundo antes de seguir hablando, evidenciando que le incomoda comentar las palabras del detective que dudan de la efectividad de los investigadores. - ...se les pueda haber pasado por alto a ustedes.
El retintín velado del comisario de policía no se me escapa. La verdad es que, aunque me duele en el orgullo más profundo que tengo, tiene razón: vamos más perdidos que una rata en un laberinto de madera. Igual deberíamos buscar al mayordomo, al fin y al cabo, en las novelas de misterio, ¿no es siempre el culpable? Y el señor Han es chino, claramente. Y hay una banda de asiáticos implicada (o no) en la Calle Mott. Los amarillos son muy suyos, si tuviera que esconderse sería entre los suyos…
-Tiene razón. Ha sido una locura por nuestra parte, quienes somos nosotros para contrariarle, señor Comisario- contesto, de repente, sonriendo educadamente. Revisar el resto de la casa no es mala idea y la Calle Mott seguirá en el mismo sitio mañana. Esperemos que el señor Han también. Si no está muerto ya, claro. Aunque la idea de que haya sido una traición desde dentro cobra cada vez más vida en mi cabeza. ¿Quien si no podría manipular el artilugio ese sin ser descubierto? El asesino viene de dentro, no de fuera.
Me quedo a la espera que decidáis vuestro siguiente paso, investigadores.
-También quizás podríamos acompañar al agente de homicidios Kroeger en su visita. A lo mejor sacamos alguna otra nueva conclusión -les digo a mis amigos por lo bajo, sin que el comisario me escuche- ¿Qué os parece?
Tenñian varios frentes abiertos, y una desición que tomar.
- Estamos bastante perdidos... ¿Y si recapitulamos? Empiezo a preguntarme qué ha ocurrido con el criado del Sr. Bright, el Sr. Han. ¿A nadie le extraña que haya desaparecido sin más?
Nos extrañó desde el principio. Ya preguntamos al señor Jennings y nos dijo que había desaparecido horas antes del incidente, no respondía a llamadas ni se le había visto por la casa. Ya entonces nos resultó altamente sospechoso, pero nos dijeron que lo estaban investigando y que nos lo harían saber si encontraban algo. Creo que por eso decidimos centrarnos en investigar otra cosa en lugar de buscar al mayordomo. Pero ya se sabe que Dios ayuda a los que se ayudan a sí mismos. No podemos depnder del trabajo de los demás. Volvamos a la casa del señor Bright y busquemos algo que nos indique dónde está el señor Han. ¿Qué les parece?
No os desaniméis, investigadores. Estáis en medio de un caso con muchas incógnitas y estar desorientados es normal. Recapitular, como habéis dicho, es una buena idea. Espero a que decidáis el siguiente paso y... ¡a ver qué ocurre!
- Sí, yo opto por seguir esa pista. Me huele demasiado mal esa desaparición.
¡Vamos!
El paradero del Sr. Han se torna el epicentro de vuestras pesquisas. Estáis casi convencidos que encontrándolo resolveréis el caso. Es fácil. Un tipo adinerado muere y su mayordomo asiático desparece. Está claro lo ocurrido.
Sin más dilación, paráis un taxi en la ya nocturna noche neoyorquina.
Disculpad si el detalle de especificar que el mayordomo sea asiático suena como si apoyara la teoría de que el mayordomo es culpable. Dada la década en que está ambientada la aventura, había un evidente racismo bastante arraigado y he decidido usar un poco (no todos) para reflejar ciertos clichés de la época.
Continuamos en la Escena 3.