Partida Rol por web

Malik estaba atónito, los acontecimientos se habían sucedido con tanta rapidez que apenas habían tenido tiempo para reaccionar. Ahora estaban rodeados por hombres armados y que decían representar a la ley del lugar.

- ¿Podemos saber al menos de qué se nos acusa, effendi?- preguntó educadamente el árabe, sin alterarse ni mover un músculo.

¿Qué de qué se os acusa? levanta la voz Sabéis perfectamente de qué. Sois un hatajo de ladrones. Peor aún sois unos herejes y unos profanadores de tumbas!

El hombre hace otro gesto a sus hombres que se acercan y os ponen varias espadas a cada uno muy cerca del cuello.

Habías calculado mal, deben ser al menos quince.

Ahora entregad vuestras armas a mis hombres. Ahora!

Tragando saliva entrecortadamente por efecto del frío acero contra su cuello, Juan se desabrocha la funda de la espada y, sin desenfundarla, la tira al suelo.

- No tenemos intención de crear problemas. Le insisto, mi buen señor, nosotros no hemos profanado ninguna tumba ni robado nada. Seguro que encontrará testimonios en el pueblo de gente que nos ha visto llegar esta misma tarde. Sólo nos hemos conocido un poco antes, en el camino hacia Lorca. Ayudamos a una familia a desatascar un carro con una rueda rota... Eduardo López era el nombre del padre, y se dirigía a Murcia a la boda de su hermano. En caso de necesidad, podría confirmar nuestro testimonio. También puede revisar mis escasas pertenencias, no encontrará nada de lo robado, sea lo que sea.

Voy tirar también mi estilete por si acaso, y me levantaré con las manos en alto.

-Tranquilo buen hombre, está haciendo bien su trabajo pero con las personas equivocadas, se lo puedo jurar. Ha sido un malentendido.

Cuando te vas a levantar uno de los guardias posa sus manos en tus hombros y hace fuerza hacia abajo para que no puedas levantarte.

Malik suspiró. Estaba acostumbrado a que le llamaran hereje cuando traspasaba las fronteras de su reino, aunque no a que quisieran arrestarlo sin pruebas. Se llevó la mano al cinto y dejó la única daga que portaba sobre la mesa.

- Está bien, os acompañaremos para aclarar este asunto, después ya habrá tiempo de aceptar vuestras disculpas.- dijo al hombre misterioso, mirándolo con fijeza. Sus amigos se extrañaron del tono frío y cortante que había empleado Malik.

Sois desarmados y sacados fuera. Escoltados por más de una docena de hombres a través de las callezuelas de la villa.

Oís como dos de los hombres comentan:

Ya estamos hartos de hacer lo mismo una y otra vez.

Los guardias os conducen hasta un edificio en mal estado, que se parece vagamente a algún tipo de edificio eclesiástico.