Partida Rol por web

Kaireen terminó de reunir la energía, y se acercó unos metros hacia Nimrod, sintiendo otra punzada de dolor cuando el aura de aquella espada le arrebató una pizca de vitalidad. A la distancia en que está Tandras tiene que ser terrible, pensó, mientras se paraba y sacaba un poco de sebo de uno de sus bolsillos ocultos. Lo frotó, calentándolo, mientas pronunciaba una corta letanía.

Asintió cuando el trozo de sebo, que había alcanzado una temperatura casi a punto de derretirse, se desvaneció entre sus manos, y una capa de resbaladiza grasa se formaba sobre la espada de Nimrod. No tenía demasiadas esperanzas, pero esperaba que le demorara al menos un poco…

Ah... Vaya cagada. Sorry. Estoy en el curro. Tiro la iniciativa ahora y narró en cuanto saque un rato.

Akiva consiguió llegar hasta Tandras, resoplando e hipando y conteniendo las lagrimas. A trompicones, impusó sus manos contra el musculoso torso del gladiador, deslizandolas y arrastrandolas sobre él. Sin embargo, la fuerza vital de Akiva, transmitada gracias al agua y a su propia fé, apenas restañó las heridas de su compañero.

El mal imperante en el area, los bruscos movimientos de los luchadores y la concentración necesaria para sobreponerse al aura de malignidad que Nimrod exudaba, disiparon el poder curativo de Akiva hasta que apenas sirvió de algo.

La joven sacerdotisa soltó un reniego tan vil y sucio, que se ruborizó apenas las palabras llegaron a sus oidos.

Rehaciendose, se hizo a un lado y se concentró en tejer el siguiente hechizo con el que trataria de erradicar a Nimrod de una vez y para siempre... Un arma, creada con pura energia espiritual, capaz, en teoria de luchar por si solo y de afectar y herir a criaturas como Nimrod.

No era el conjuro favorito de Akiva, ni tampoco su talento marcial era el más adecuado para combatir pero, por desgracia, parecia que no tenian más opciones...

Ukos ayudo al semielfo a ponerse en pie y lo empujó, literalmente, hasta donde la ceniza del suelo no estaba tan oscura, pero el pequeño mediano no había dejado de asediar la mente del engendro consiguiendo ontener un segundo vector de ataque, tan solo uno más y derribaría todas sus defensa.

Por su parte Asha seguía sajando como una loca el costado de Nimrod que ya comenzaba a parecer un pozo.

Tandras seguía herido, pero se negaba a retirarse. No si eso podía provocar la muerte de alguno de sus compañeros. Él era el guerrero, el atlético y fuerte, el "tipo duro". Al menos, parecía que Nimrod comenzaba a notar los efectos del combate, con algunos tajos, agujeros y deterioros en su cuerpo. Por otra parte, sintió como parte de su energía vital se le escapaba y era absorbida por la impía magia, aunque se alivió brevemente tras la sanación de Akiva. 

-Inmundo ser, ¡muérete de una vez por todas! ¡Definitivamente! -gritó mientras seguía lanzando tajos con aquella rapidez inhumana que le fue otorgada.

Grim agradeció con un gesto al mediano que lo hubiese sacado de allí, pero no perdió mucho tiempo en ello y pronto estuvo conjurando de nuevo una luz azulada que pareció rodear a Nimrod sin efecto alguno.

Nimrod comenzó a moverse de repente como si estuviese sumergido en melaza espesa. Al parecer el conjuro de Grim había hecho efecto y la criatura solo pudo girarse en dirección a Asha Y lanzar un golkpe que la otra pudo esquivar dando un simple paso atras mientras miraba anodada el efecto de aquellos poderes antinaturales.

Arkleris se movió en angulo y consiguió acertar con otra flecha.

Akiva completó su conjuro y alzó las manos las manos al cielo nocturno. Entrelazados los dedos, conformando un cuenco lleno de agua del que brotó la forma liquida de un martillo de guerra, tal como la muchacha lo recordaba.

La silueta del martillo reilaba vibraba, goteando levemente, flotando levemente a un palmo de las manos de Akiva.

Con un grito de furia, cimbreó con fuerza hacia delante, como un junco o un latigo, descargando el martillo sobre el cuerpo de Nimrod sin siquiera tocarlo.

Akiva renegó de nuevo, frustrada, y bailoteó a su alrededor, rezando por esquivar la malevola hoja del no-muerto y por sobrevivir al malestar que le producia pisotear la tierra yerma y quemada por la burda profanación del temible ser.

Grim lanzo una serie de proyectiles luminosos contra Nimrod que en ese momento, con su lentitud mágica, dejaba caer la espada que se clavaba a sus pies. Aunque parecía que mientras aquella monstruosidad estuviese fuera de su vaina seguía provocando aquel efecto profanador.

Kaireen sonrió al ver que la espada se escapaba de entre las manos de aquella aberración. ¡Al menos su conjuro había hecho algo! Miró a Tandras, y decidió que quizá había hecho más que algo. Mientras la espada estuviera tan resbaladiza era improbable que Nimrod pudiera blandirla con normalidad; seguramente por el momento olvidaría su espada a favor de otras estrategias, lo cual daba un respiro al pobre gladiador. A saber cuanta vitalidad más habría podido soportar que le robase aquella espada maldita. La espada del primer profanador, deberíamos destruirla para siempre, pensó Kaireen, deseando con todas sus fuerzas que Nimrod no tuviera ningún método para librarse de la mágica grasa.

Frunció los labios cuando volvió a perder una diminuta parte de su vitalidad, pero se apresuró a retirarse fuera del terreno profanado, y comenzó a conjurar de nuevo. Embutió un dardo en un estómago de culebra, y selló todo ello con una espina de cactus, antes de realizar el movimiento final, que transmutó el dardo en una flecha de puro ácido. La hechicera la vio volar hacia Nimrod, y cruzó los dedos, esperando a ver si tenía efecto. No era plan de que, a falta de su espada, aquel monstruo se pusiera a conjurar…

Asha estaba agotada y herida, en más sentido que el puramente físico, quizás por eso había perdido el ritmo de las estocadas y no había conseguido golpear a aquel monstruo.

Los ojos de Akiva siguieron la trayectoria de la espada de Nimrod y se estremeció cuando el sonido de la misma al deslizar contra el suelo del callejón se clavó en su columna.

La joven sacerdotisa apretó los labios y entornó los ojos, consciente de lo que podia hacer... De lo único que podia hacer.

Akiva se irguió a toda su estatura, ignorando las lagrimas que se derramaban por sus mejillas, los calambres de su cuerpo maltrecho y el panico que amenazaba con adueñarse de ella. Alzó su brazo y asió el martillo epiritual que flotaba sobre su cabeza. El tacto de la energia pura del mango cosquilleó la punta de los dedos de la joven, arrancandole chispas azuladas de energia.

De repente, la confiada sonrisa de Akiva se torno en un rictus de dolor, Con los ojos como platos, bajo la vista al suelo y dejó escapar un grito de miedo al percibir como el yermo suelo profanado por Nimrod se revolvia contra ella, robando su esencia vital. Dirigió su mirada hacia el arma del malvado ser, que descansaba inocentemente sobre el polvoriento suelo.

Ante los asombrados ojos de la muchcacha, le pareció ver como la arena grisacea saltabay se fundia con la hoja...

Con un alarido de furia y temor, Akiva trastabilló hacia la espada lista para descargar toda su furia en un golpe de martillo, destinado a destruir la maldita herramienta de profanación como si de un hueso de Erdlu se tratara...

Tyr en el 189º era del rey en el año del Desierto Adormecido, 40 días después del sol bajo.

Las cosas parecían ir bien, quizás demasiado bien. Nimrod parecía haberse contentado en cargar hacía vosotros como braxat rabioso y lo único realmente peligroso que había hecho era desenfundar esa abominación de espada. Ni siquiera había invocado más fuego como el que había usado para arrasar el huerto y destrozar la cabaña. Allí había algo que olía mal.

El primer signo de lo que se os venía encima lo dio Ukos. El mediano había estado combatiendo contra la mente de Nimrod, restándole recursos y conquistando los asideros necesarios para abrirla, y parecía que iba teniendo éxito. Hasta ahora. El mediano aullaba intensamente arañándose el cuero cabelludo como si quisiese arrancarse algo temible.

El segundo signo hubiese parecido ridículo en comparación del primero, al menos para todo aquel que no lo hubiese vivido. La furia, el terror, la maldad, la perdida y el dolor junto con cualquier rastro de emoción desaparecieron de Nimrod. En su lugar una media sonrisa arrogante y una mirada que casi hizo inclinar las rodillas a los que un momento antes sajaban su carne hizo acto de presencia. Un aura de autoridad, de poder, tan contundente como turbador emanaban ahora de él que parecía algo totalmente distinto a lo que había sido hace tan solo unos segundos.

Todo pareció detenerse, ensordecerse, apagarse, como si todo, desde las llamas a vosotros os dieseis cuenta de que algo había cambiado. Y para poner la guinda a aquella situación “Nimrod” descargó un estallido telequinético que lanzó a todos los que la rodeaban a varios metros. Y entonces se quedó mirando a Grim como si fuese la pieza díscola de un puzzle para la que al fin hubiese encontrado un sitio.

- Amor.- Dijo por la boca de Nimrod y con la voz de Nimrod, pero aquella entonación era fría, altiva, refinada y arcaica hasta tal punto que casi parecía un reptil hablando otro idioma.- Pretendía dejarse matar, otra prueba de que los humanos no sois aptos ni para servir.

Y ese parecía que iba a ser todo su discurso pues con unos gestos acompañados de arcanas palabras un cono de llamas negras oleaginosas cubrió a Grim dejando en su lugar un cascarón quemado que para mayor horror vuestro aun se movía agónicamente. Lo último que llegasteis a ver fue una onda de aire, corrompido por la misma negrura oleaginosa que el cono de fuego, que destrozó con la fuerza de un huracán los restos marchitos del huerto y vuestros cuerpos.