Tyr en el 189º era del rey en el año del Desierto Adormecido, 85 días después del sol bajo.
Ya hacía cincuenta y cinco días desde la confrontación en el huerto. Habíais necesitado cinco días para despertaros y otros tantos para poder poneros en pié. Y Kern no os permitió salir de donde se estaba ocupando de regenerar vuestras... heridas, durante otros diez. Y aun así teníais que reconocer que no estabais muy en forma en aquel momento, ni en este, aunque por otros motivos bien distintos.
En los veinticuatro días que hacía que habíais salido de Tyr (la primera vez para algunos de vosotros), detenido brevemente en el enclave enano de Kled, cruzado los yermos de sal y atravesado las Montañas Corona Humeante. Pero de eso último hacía ya siete días. Estabais bastante más allá de ninguna ruta comercial, poblado perdido e incluso de donde la mayoría de razas carroñeras se movían. Sedientos, sucios y cansados llegabais por fin donde el misterioso experto de Kern residía. Donde hallaríais respuestas que ni los lideres del grupo podían daros.
Pero no todos habíais conseguido llegar hasta allí. Arkleris murió aquel aciago día, Grim había perdido gran parte de su cuerpo y a duras penas le mantenían vivo en lo que debía ser un infierno cuando os marchasteis. Pero incluso entre vosotros algunos habían dejado partes de si mismos. Ukos no podía recordar nada desde que bajasteis a la mina, aunque por algún motivo parecía acordarse de vosotros. Akiva había sufrido quemaduras terribles por estar tan cerca y ni la magia de Kern había podido recuperar del todo sus bellos rasgos. Tandras seguramente habría acabado igual o peor de no ser por Asha, que le cubrió con su propio cuerpo. La desquiciada muchacha había acabado recuperándose mucho antes que ninguno revelando su impronta psiónica, era una regeneradora, no había herida que no acabase por curar, al menos las físicas. Tan solo Kaireen, la más alejada de todos, parecía haber sobrevivido incólume física y psíquicamente, aunque no moralmente. Juntos constituíais una triste compañía, heridos, rotos y vencidos, pero de algún perverso modo también victoriosos, triunfantes.
¡¡¡AAAAAAIIIIIIEEEEEE!!!
Akiva se levantó girtando hasta que se quedó sin aliento. Giró la cabeza a uno y otro lado, lanzando miradas enloquecidas a su alrededor. Trató de invocar sus poderes pero, al ser consciente de las vendas que recubrian sus brazos y su torso, la muchacha dejó que fluyese de vuelta.
El lugar parecia emanar un aura de tranquilidad y seguridad que extrañaba a Akiva. Sin embargo, el ligero aroma de hierbas curativas que colgaban flaccidamente del techo y sobre su cabeza le permitió llegar a la conclusión de que estaban cuidando de sus heridas.
Repentinamente, Akiva saltó de la cama, acuclillandose junto al jergón.
El dolor y el temor refrescaron la memoria de la sacerdotisa, abrumandola con los recuerdos de la noche anterior. Mientras trataba de serenarse, Akiva farfullaba entre dientes, hilvanando los esquivos recuerdos de aquella noche.
- Nimrod... Nos atacó... Conocía a Grim, pero le llamaba por otro nombre... Un profanador, de una ciudad profanada... Nos atacó... Pretendió destruirnos... Atacó a Tretor... A Tretor... Al traidor... Quemaba... Arrasó el huerto de la casa segura... Fuego... Sangre... Sudor... Agua negra...
Akiva se llevó la mano al pecho, ahogada repentinamente, al borde del colapso... Hasta que se desmayó.
Akiva volvió a recuperar la consciencia. Esta vez, su despertar reultó mucho más suave, aunque apenas recuperó el uso de sus sentidos, se dió cuenta de que ya no estaba en el mismo lugar. Seguia estando vendada y seguia notandose abotargada por el uso de plantas medicinales y otras sustancias curativas.
Cuando giró la cabeza, pudo ver al anciano Kern, el extraño ex-esclavo que habia conocido hacia una eternidad. Intercambió una pocas palabras con el viejo, que le respondió con palabras tranquilizadoras. A las preguntas que Akiva le hacia sobre sus compañeros, el anciano respondió acariciandole la mano y ayudandola a incorporarse, para reunirse con ellos.
El miedo y el dolor se transformarón en pena y Akiva lloró, ignorando el escozor que le producian las lagrimas al tocar sus heridas, todavia recientes.
"Y, ahora... ¿que?"
La vida de Ukos se sumía en la confusión. Recordaba bajar con unas personas a unas minas por orden de Grim, pero por algun motivo al mirarlos sabía que esas personas, de las que no albergaba recuerdo alguno, eran importantes para él. Debería conocerlas mucho mas de lo que recordaba y se sentía comodo estando con ellas, lo cual no era normal en el mediano. Muchas veces se soprendía mirando a la nada con la mente en blanco. Se despertaba por las noches arrancandose mechones de pelo, para luego despertarse realmente empapado de sudor y los ojos inundados de agrias lagrimas. La perdida pesaba en su interior, pero no podía recordar el porque. Cuando miraba a sus compañeros los sentimientos bullian en su interior, como a la joven que decia llamarse Akiva, se llenaba de una oscura tristeza y un pesado sentimiento de culpa. La que era la lider de la expedición a las minas, Kaireen, el mediano sentia el fracaso sobre sus hombros. Al mirar al demacrado mul, que era del que menos recordaba, el halfling veía su propia debilidad y, por algun motivo, sentía agradecimiento por alguna clase de sacrificio que el mul había hecho.
Los largos días pasaban y la inconexa mente de Ukos iba y venía. En los momentos de lucidez, el taciturno mediano recordaba una peligrosa tecnica que le habia enseñado su madre, Lual, para sanar la mente... pero no estaba seguro de si debía recordar, sabía que algo malvado había rozado su mente y reabrir esa parte de sus memorias podría volverlo loco.
Master podría intentar autohacerme cirugía mental para recuperar parte de los recuerdos?
Por poder puedes, pero recuerda que es un riesgo (y la autocirugia es más complicada). Tu diras si quieres intentarlo ^^
Kaireen sentía que todo había cambiado desde que había despertado. De alguna forma, su visión del mundo había cambiado. En su momento había pensado que comprendía lo que Kern había dicho sobre el auténtico mal. Ahora se daba cuenta que no había entendido, realmente no. Pensaba en ello mientras velaba a Grim, sentada al lado de su cama. Porque era mejor que pensar en las terribles heridas de su mentor, en la muerte de Arkleris, en la amnesia de Ukos, en las quemaduras que deformaban la núbil belleza de Akiva. Al menos el gladiador y Asha parecían estar superando sus lesiones.
Suspiró. Aunque quería ir con sus compañeros, sabía que su sitio estaba allí, al menos por el momento, hasta que Kern les diera el visto bueno y les dejara marchar. Acarició la mano de Grim, procurando no tocar ninguna quemadura, sintiendo a la vez compasión por él y rabia hacia toda la situación. Se dijo que hubiera deseado conocerle mejor, pero el único vínculo que habían compartido habían sido las horas que él había dedicado a enseñarle conceptos sobre cómo tejer conjuros avanzados. Kaireen agradecía sus enseñanzas, y aun más, la amabilidad que siempre le había dispensado. Pero nunca había habido un contacto más personal, más humano, y ella lo lamentaba ahora, dado que intuía que probablemente no sería posible en un futuro.
-Señor Grim… maestro… -le llamó quedamente, a ver si era capaz de oírla. Y luego, porque en el fondo no importaba si la oía o no-: Gracias. -Muy corto, demasiado corto, pero Kaireen no era una persona de muchas palabras. Siempre le costaba encontrar las correctas para expresar lo que realmente sentía.
Kaireen sólo dejó el lecho de Grim cuando Kern les dijo que ya estaban recuperados lo suficiente para ir a buscar respuestas. Abrazó a Akiva. -No te preocupes. Seguro que encuentras la forma de curarte esas quemaduras. Eres fuerte, y tu verdadera belleza no ha residido nunca en tu rostro. Realmente no.
Posó una mano confortante en el hombro del mediano, y saludó con la cabeza a Tandras y a Asha, pero se volvió directamente hacia Kern. -Anciano, ¿qué fue lo que pasó? -le interpeló, con respeto-. He pensado mucho en estos días, pero… no acabo de entenderlo. ¿Fue… la amada de Grim la que habló por boca de Nimrod? ¿Cómo pudo hacer eso? Yo había llegado a creer que esa mujer de la que Nimrod habló era la momia… si es que era una momia… que Arkleris vio en el zigurat.
Pero, porque aquellas respuestas eran importantes, pero no tanto como aquella otra, Kaireen se apresuró a añadir: -¿Hay alguna forma en que se pueda ayudar a Grim? ¿Algo que le ayude a recuperar la salud… al menos para poder vivir con un poco de dignidad? -porque Kaireen no creía que vivir en el dolor y la agonía que su maestro estaba sufriendo fuera una vida, de cualquier clase.
Cuando partieron, caminó al lado de Ukos, que estaba muy silencioso. -Siento haber estado tan poco con vosotros estos últimos días. Pero sabía que tendríamos mucho tiempo después. -Kaireen guardó silencio un rato antes de añadir-: No te preocupes, seguramente recuperes la memoria. Lo he visto antes, en mineros de la casa que sufrieron golpes en la cabeza o fueron atrapados en explosiones de gas. Normalmente, los recuerdos vuelven con el tiempo.
Continuó caminando en silencio, hasta que confesó: -Es la primera vez que salgo de Tyr. Marchar… da miedo. Es como dejar atrás parte de lo que soy, de lo que he sido. Una tontería, ¿verdad? Siempre quise ver mundo, aprender todo lo que la vida pudiera enseñarme. Y ahora… me da aprensión simplemente dejar mi ciudad natal.
Pero a Kaireen no le gustaba mostrar sus debilidades, y no volvió a decir nada parecido en los siguientes días. Unión, ese era el secreto. El grupo tenía que mantenerse unido, a pesar de todas las heridas (no necesariamente físicas) que les habían inflingido aquella otra noche. Y por el grupo debía ser fuerte, olvidarse de sus aprensiones, intentar no encerrarse en sí misma como había sido su costumbre durante toda su vida.
No era una resolución fácil para alguien de carácter taciturno como ella. A Akiva siempre se le había dado mejor lo de ser el aglutinador del grupo; y el mediano solía ser muy perspicaz, y Tandras tenía pinta de ser más abierto que ella. Kaireen aun pensaba que cualquier otro lo hubiera hecho mejor cuando llegaron a su destino, casi un mes después de haber dejado a Kern.
Pero, al menos, ahora tendrían respuestas… o eso esperaba ella. Kaireen comenzaba a entender que había respuestas que nunca podrían compensar el precio que se pagaba por conseguirlas.
Tandras despertó confuso y cansado. Extremadamente cansado. Su mente era un revoltijo de pensamientos, desordenados. Se sobresaltó al verse herido, y como queriendo abalanzarse al primero que viese, para proteger su vida. Por suerte no corría peligro y se tranquilizó, volviéndose a recostar una vez le indicaron que debía mantenerse en reposo.
Pese a todo, en cuanto notó una mínima movilidad y autonomía, se levantó y preguntó por cada uno de los componentes.
Sintió un gran pesar al conocer la noticia de que Arkleris, falleció en el duro combate con Nimrod. Los demás tenían secuelas, aunque por suerte, Tandras no había salido mal parado después de todo. Recordó a Asha, parando una descarga de fuego, que posiblemente hubiera dejado la piel del combatiente totalmente calcinada, y en un estado difícil de recuperar.
Por ello mismo, aunque se preocupó de todos sus compañeros (desde el momento en el que se situó cara a cara frente a Nimrod, exponiéndose por completo a lo que él pudiera hacerle), se acercó a Asha, que parecía bastante herida, aunque estable, y su sorpresa fue mayúscula cuando al cabo de unos días, ella se encontraba mejor incluso que el resto de los heridos. Asha era una caja de sorpresas.
Grim, sí que se encontraba en pésimas condiciones, por lo que lo dejó en los cuidados de la gente indicada, y no lo molestó apenas con su presencia, salvo para ver cómo había acabado.
Por otra parte, el mediano no era capaz de recordar gran cosa, y la sacerdotisa se encontraba desfigurada.
-Akiva, nuestro mundo está lleno de crueldades, pero mientras hagamos fuerza en contra de estas, lo mismo inclinamos la balanza a nuestro favor. Todos sabemos lo arriesgado que es esto, y es muy importante que sigamos vivos. No solo nosotros hemos sobrevivido, sino posiblemente las víctimas inocentes que se podría haber cobrado Nimrod en caso de andar suelto. Las pérdidas son dolorosas pero si no luchamos, estaremos perdidos.
Tandras pretendía que la sacerdotisa no se rindiese, y animar para que el resto viese aquella situación como algo necesario para progresar en su cometido. Si se rendían mentalmente, sí que no serían capaces de afrontar el futuro.
Luego, se dedicó a contar todo lo sucedido al mediano, que parecía recordarlos a ellos pero no los detalles de todo lo vivido. Y más tarde, agradeció a Asha su comportamiento “suicida”, una vez se hubo recuperado.
-Me dijeron que teníamos que cuidar de ti, y resulta que casi has acabado cuidándonos a nosotros. En especial, me protegiste –Tandras le dedicó una sonrisa amable-. Te debo una, pero más vale que la situación no se repita a menudo. No me gusta tener deudas –la sonrisa de Tandras se tornó mucho más informal tras sus últimas palabras.
Luego de unos días de descanso, se les presentó la oportunidad de un viaje para obtener respuestas. Resultaba una oportunidad idónea para conocer algo mejor lo que había sucedido, y por lo que habían arriesgado la vida.
-¿Crees que serán respuestas completas lo que encontremos? –preguntó a Kaireen, que parecía ser el tipo de personas aficionadas a la búsqueda e investigación de misterios-. Odiaría sentir que hemos estado a punto de morir por un motivo que no podremos averiguar. Si en nuestras manos está poder conocer algo más…
Era una manera de afirmar que iría en el viaje, posiblemente al frente, y deseoso de obtener respuestas. ¿De quién era la voz que se había manifestado en Nimrod? ¿Qué relación tenía con Grim? ¿Qué pretendía el no muerto? Nimrod se encontraba destruido, pero Tandras, sentía que aquello no era suficiente. Quería entender, y sentir que él mismo tomaba las riendas de su propia vida.
Tyr en el 189º era del rey en el año del Desierto Adormecido, 85 días después del sol bajo.
Localizasteis la entrada al valle que buscabais gracias a las instrucciones que Kern os había hecho memorizar (tras prometer que no las compartiríais con nadie ni nada por ninguna razón), y sin las cuales no solo no habríais encontrado el camino si no que no habríais ni llegado a sospechar que ahí había nada más que piedras resecas. Pero vaya si lo había.
Llegasteis a la entrada de vuestro objetivo a media tarde, tras casi todo un día de trepar, escalar y arrastraros por aquel yermo reseco. Lo primero que encontrasteis es una pequeña concavidad con lo que sería medio litro de agua salobre a la sombra de un abrigo, como Kern os había dicho. Ahí echasteis un pequeño disco, del tamaño de una moneda, de obsidiana, de nuevo como el anciano os había advertido. Y entonces os adentrasteis por una grieta en una enorme roca hasta el espectáculo más sorprendente de vuestra vida.
Tras cruzar la grieta, y conseguir apartar al que iba delante que invariablemente quedaba aturdido por la visión, visteis una concavidad entre picos altos (de no más de unos pocos kilómetros cuadrados) que seguramente no sería fácil de encontrar ni desde el aire. Pero la totalidad de aquel valle era verde. Arboles, y no frutales si no enormes moles que parecían torres, crecían de cualquier forma a cientos, y el suelo, incluso las piedras, estaban manchadas con más vegetación de un tipo de la que ni habíais oído hablar. El mismo aire olía a humedad, como si estuvieseis a escasos metros de la fuente de un cuidado jardín noble. Se escuchaba aquí y allá el canto de pajarillos libres y que parecían medrar.
Pero lo más sorprendente fue cuando algo comenzó a azotaros caído del cielo. Tras el susto inicial quedasteis de nuevo anonadados ¡Agua! Estaba cayendo agua del mismo cielo en pequeñas salpicaduras. Un agua que pronto comprobasteis no solo era potable si no que estaba tan limpia como la que se serviría en una mesa noble y con un frescor como no habíais conocido nunca. Aquel portento pareció en parte reconfortaros y al mismo tiempo romper el dolor que más de uno llevaba dentro, como si os hubieseis desahogado.
Os costó más de una hora llegar a la base del valle, durante la cual descubristeis que el suelo se había convertido en algo similar a la arcilla, “barro” había leído Kaireen que se llamaba, y contemplasteis aquella “lluvia”, que era como la fe de Akiva conocía al agua caída del cielo, hasta que terminó tan rápido como había empezado. Y al adentraros en la frondosidad de aquel bosque sentisteis casi frio, la humedad y la sombra habían cambiado completamente el ardiente calor de los yermos de Athas convirtiéndolo en algo que parecía insuflar vitalidad al cuerpo.
Fue entonces cuando un destello de movimiento os hizo poner en guardia y una criatura como no habíais oído hablar ni en leyendas se detuvo frente a vosotros. Iba a cuatro patas y aun así su espalda debía de estar a más de metro y medio del suelo. Estaba cubierto por un pellejo de un color marrón terroso que a buen seguro supondría un buen camuflaje en las tierras áridas del exterior, aunque era difícil pasar por alto su par de cuernos retorcidos del color del marfil viejo. La criatura estaba totalmente quieta, mirándoos sin parpadear con dos ojos negros.
- El ciervo es un animal hervíboro, simplemente esta asustado.- Dijo Una voz profunda a vuestra izquierda.
La voz pertenecía a un hombre que vestía una simple túnica de trabajo que dejaba entrever un físico casi tan impresionante como el de Tandras, aunque este debía de medir más de dos metros. Su rostro era joven, pero de rasgos nobles y serios, y en sus ojos (que tenían un ligero brillo plateado, el mismo color que sus cabellos) se adivinaba una sabiduría impropia para alguien que apenas aparentaba la veintena.
- Yo soy el Nómada. Podéis relajaros, estáis a salvo. Aquí estáis a salvo.- Dijo el hombre de una manera que sentisteis en vuestro interior y os disteis cuenta de que por primera vez desde el combate del huerto habíais dejado de tener miedo.
-No creo que existan las respuestas completas. El mundo no funciona así, y nadie lo sabe todo -contestó Kaireen a Tandras-. Pero espero al menos que nos den algo de comprensión en todo este asunto.
Finalmente llegaron al valle, y Kaireen, que nunca había sido una persona muy habladora, se quedó definitivamente sin palabras. Caminó en silencio, viendo todo aquello sin intentar disimular su admiración ni su asombro, e intentando tocarlo todo, como una niña pequeña que tiene que probar todas las cosas a través del tacto. Y es que la sensación del rocío sobre unas hojas turgentes era a la vez maravilloso y tan extraño que le resultaba incómodo, como era incómodo ver cómo aquello manchaba sus manos con restos de agua terrosa. Y sobre todo ello, la sensación de vida, de energía pulsante y arrolladora que parecía emanar de toda aquella vegetación. Kaireen se dijo que casi podía entender cómo en la antigüedad los primeros hechiceros se habían sentido ebrios de lujuria mágica… aunque ella nunca recaería en esos excesos, se prometió a sí misma. Qué crimen arruinar todo aquel exceso de vida.
Se había quedado mirando aquel extraño animal de ojos asustados cuando la voz habló. La hechicera giró sobre sus talones para mirar al dueño de aquellas palabras. No reaccionó ante el extraño nombre; estaba acostumbrada a la gente que eludía su verdadera identidad, aunque éste no parecía ser el caso.
-Gracias -contestó a sus palabras, y Kaireen pensó que sería agradable dejar de sentir miedo y tensión, aunque sólo fuera temporalmente-. Este lugar es asombroso. Yo soy Kaireen. ¿Te han informado de nuestra llegada? Nos dijeron que aquí encontraríamos respuestas…
Y añadió, sin poderlo evitar, con una pequeña sonrisa avergonzada: -Y tenemos muchas dudas…
Akiva habia hecho todo el viaje sumida en el silencio. Un silencio en parte auto-impuesto y en parte necesario. Desde los oscuros dias posteriores a su combate en el huerto -que Akiva todavia recordaba entre sueños agitados y ocasionales pesadillas que la forzaban a despertar bruscamente en mitad de la noche- habia hablado muy poco con sus compañeros. Su natural jovialidad y espiritu animoso se habia perdido en la inmensidad de aquel desierto que ahora atravesaban.
La muerte de Arkrelis supuso un momento de inflexión en el estado de animo de la joven sacerdotisa. Lavó el cuerpo del guerrero con sus propias manos, ungiendole con agua pura y fresca, preparandole para el transito hacia la otra vida y plantando sobre su tumba las semillas de una nueva vida.
A medida que se alejaban de Tyr, el animo de la muchacha mejoró. Lejos de la sombra del maldito Ziggurat de Kalak, del recuerdo aciago de Nimrod y de los gritos de dolor de sus compañeros, el rostro de Akiva recuperó algo de color, mientras su calida sonrisa aleteaba de vez en cuando.
Incluso en aquel yermo caluroso, la muchacha encontraba tiempo para reflexionar y meditar en paz, aunque siguió mostrandose distante con sus compañeros de viaje, incapaz de recuperar la anterior intimidad que tenia con ellos. Ni siquiera las amables palabras de Tandras, tan ajenas a la imagen que transmitia, pudieron romper el negro humor de Akiva, ni la melancolia que arrastraban Ukos y Kaireen.
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Por fin llegaron al apartado lugar que era su objetivo. Kern, el anciano ex-esclavo que les servia como mentor y enlace, habia transmitido las instrucciones en forma de parabolas, metaforas y comparaciones, salpicandolas con severas advertencias de secretismo y discrección.
Y, una vez al pie de aquella pequeña poza de agua salobre, tuvieron que seguir con los extraños gestos y rituales para continuar.
Aun a su pesar, Akiva estaba intrigada. Algo en su interior se agitaba y la muchacha no conseguia identificarlo, causandole una mezcla de temor e impaciencia. Tan pronto cruzaron la estrecha garganta de roca y contemplarón el valle escondido, Akiva comprendió que pasaba...
- Vida... Vida...- Verdor y belleza, alla donde sus ojos posasen la vista. Akiva no podia creer que ese lugar existiese y,de no haber sido por su ferrea voluntad y consciencia de si misma, hubiese podido asumir que estaba viendo un espejismo del desierto. "No... No es eso... Esto es real..."
Una alegria inenarrable embargó el pecho de la joven al sentir sobre su cuerpo las gotas de lluvia. Un espectaculo como hacia siglos que no se tenia constancia en Athas y solo para su grupo. Incluso la arena se transformaba en ese fantastico valle, convirtiendose en barro.
Estando sumida en ese estado de emocionada alegria, Akiva se dió de bruces con un extraño animal, que la miraba con ojos negros y el pelaje de color avellana. Inconscientemente, la muchacha alzó la mano lentamente, tratando de acariciar a aquella asustadiza criatura y tranquilizarle.
Sin embargo, una voz cortó en seco el movimiento, paralizando a Akiva, que se giró repentinamente hacia aquel que habia hablado... "¿Ciervo?" Akiva se giró lentamente, para observar al animal... "¿Ciervo? Esta criatura se llama... ciervo..."
Y, en ese momento, el desconocid habló de nuevo, presentandose como el Nomada... "¿El Nomada?...?
Akiva guardó silencio antes de presentarse, mientras trataba de recordar si habia oido antes aquel nombre sonoro y que recordaba de aquel extraordinario lugar...
Ukos desistió de la idea escarbar profundo en su mente, el proceso podía convertirlo en un lastre para su Manada y lo que podía encontrar podía hacer de él un ser perturbado y peligroso. Había cosas que era mejor no recordar.
Por suerte para el mediano, Tandras acudió en su ayuda y le relató toda la aventura que el no recordaba. Aun quedaría lagunas por supuesto, pero aquel guerrero había luchado y sangrado por ellos. Se había ganado su lugar en la Manada.
-Ukos agradecer Brazos-Con-Fuerza.-Dijo el mediano seria y sinceramente al mul- Tu sangrar por Manada, tu parte de Manada.- y luego miró al resto de miembros por si alguno objetaba algo.- Manada deber llorar por perdido y festejar por ganado.
El viaje continuó y llegaron hasta el valle. Al ver todo aquello alguna parte de su mente halfling despertó. Se revolcó por la tierra y se restregó en la hierba, cuando comenzó a llover, corrió bailó y cantó en todos los idiomas que conocia bajo el agua que caía del cielo. Medio desnudo chapoteó por el barro y lanzó puñados de barro a sus hermanos, a modo de juego. Pero de repente apareció una criatura astada y la tensión llenó el pequeño cuerpo de Ukos. Entonces aquel "nomada" apareció y les indicó que la criatura comía hierba... así que era una posible presa. Hacía mucho tiempo que Ukos no cazaba y no comía carne de una presa recien abatida. Así que se agazapó a cuatro patas e inició la caza de aquella criatura con sus javalinas. La Manada no había tenido ocasión de festejar su union como era debido...
voy a intentar cazar al ciervo XD si se pone muy farruco le atacare con psionica... que es una tecnica de caza muy habitual en Athas.
El camino era largo, y aún más largo se hacía en un ambiente tan hostil como las tierras de Athas. Pero cuando pasaron por la grieta que les indicaron, se encontraron con un paisaje del todo desconocido: un oasis para lo que era Athas, un oasis de vida, lleno de especies animales y vegetales desconocidas para Tandras. Incluso parecía que la vida en el lugar conseguía regular un poco la temperatura, dando un respiro a la piel tostada por el sol.
-Esto… no me lo hubiera imaginado. ¿Y así se supone que era el mundo antes?
Tandras no tenía palabras para describirlo, al igual que el resto del grupo. Salió de su asombro cuando el halfling comenzó a tirarle pegotes de barro, y a bailar, y a actuar impulsivamente. Pero lejos de molestarse, el fornido luchador analizó la diferencia entre la arena, y la tierra de aquel lugar. Todo era demasiado diferente, demasiado vivo y demasiado exuberante.
-¿Es cosa tuya? –preguntó Tandras a la sacerdotisa cuando le cayó agua por encima, aunque luego se lo explicó y comprendió que era un fenómeno que sucedería solo si la tierra se conservase en aquel estado.
Luego, un extraño animal con unos cuernos muy raros, y una voz que les indicó que no debían temer nada de un herbívoro. Aquel hombre se hacía llamar “el nómada”.
-¿Nómada? Es un apodo extraño, y lo has pronunciado como si nosotros tuviésemos que saberlo. No un nómada, sino el nómada. ¿Nos estabas esperando?
Tomó una pausa, girándose y volviendo a contemplar aquel mundo colorido y desconocido. Cuando salió de su asombro, volvió a preguntarle.
-¿Esta tierra a quién pertenece? ¿Cómo es que puede existir un lugar como este? Nos han enviado aquí, para que encontremos respuestas, pero en este lugar, solo han aumentado mis preguntas. Hemos arriesgado la vida, y aquí nos han indicado que debíamos venir. ¿Qué obtendremos en este lugar?
El gladiador fue directo; tenía múltiples dudas, y las más inmediatas, las referentes al lugar, y a las posibilidades que dejaba abiertas. Y por supuesto, sin olvidar todo lo que habían sufrido, que era otro buen puñado de preguntas.
- Preferiría que dejases en paz al ciervo halfling. Este es mi hogar y no hay sitio en él para muerte.- Advirtió el Nómada en el chasqueante y desesperante idioma de los halflings como si fuese su lengua materna.
- Acompañadme, estaréis cansado y os centrareis mejor en vuestras preguntas una vez os hayáis dado un baño, refrescado y comido algo.- Añadió a continuación el hombretón con una sonrisa afable sonriendo a Kaireen antes de haceros un gesto para que le siguieseis.
- Nómada es mi nombre, o lo ha sido durante suficiente tiempo para que me resulte cómodo. Y no, no tenéis por que reconocerlo, Kern es bastante maniático en lo que respecta al secreto sobre mi, y hace mucho que deje de escribir nada para el mundo.- Respondió el hombre que caminaba a buen paso mientras respondía a Tandras.
- En cuanto a la tierra, no es de nadie, o es su propia dueña, según prefieras. A pesar de lo que los gobernantes gustan de pensar. Este lugar no tiene nada de especial, más allá de ser muy difícil de encontrar, claro. Simplemente es como debería ser si se le muestra respeto y se le devuelve parte de lo que se le quitó.- Siguió explicando el Nómada al que pareció divertirle la última pregunta de Tandras.- Por lo que se habéis realizado un buen trabajo en Tyr. Dime Tandras-Sul de Urik ¿Sabes cual es la recompensa por un buen trabajo?
Llegasteis al cabo de unos minutos, atravesando pequeños hilos de agua que corrían por el suelo (riachuelos les llamó el hombre) y aquella espesura hasta llegar a una colina que dominaba una vista que os volvió a cortar el aliento. Ríos de agua pura cayendo sin ningún control a un pequeño lago. Más agua de la que jamas habíais visto junta, y posiblemente también a lo largo de ella. El hombre os señaló unos bancos de madera basta junto al estanque sobre los que habían ropas de lino completamente blanco, frutas y verduras exóticas para las cuales apenas teníais nombre y jarras con agua.
- Podéis asearos, comer, refrescaros o lo que gustéis. Imagino que preferiréis que comience ya con la explicación ¿O preferís que me aleje mientras acabáis?- La respuesta, como era de esperar fue tan unánime como contundente, aunque para sorpresa de todos fue mas vehemente Tandras que Kaireen.
El hombre se sentó en uno de los bancos y comenzó a explicar una vez vosotros le hubisteis relatado lo que había en el ziggurat de Kalak.
- El mundo se muere. Eso es algo innegable, pero los reyes hechiceros en vez de contener sus depredaciones parecen haber decidido que hay que apresurarse en consumir la vida antes de que lo hagan los demás.
El hombre os explicó que el “dragón de Tyr” la legendaria bestia, no era más que otro de los campeones de Rajaat, solo que este había culminado la transformación del “Ciclo del Dragón”. Un potente encantamiento psiónico profanador (una mezcla de la psiónica más potente con la magia más fuerte) que permitía acceder a nuevas cotas de poder. Pero la transformación era un proceso lento y caro. Diez etapas durante las cuales se habían de realizar sacrificios de vida masivos y que en algunos momentos terminaba con el rey hechicero incapacitado, lo cual aprovecharían sus iguales para destruirle. Y en caso de que no... bueno, Dregoth, el rey hechicero de Giustenal estuvo a punto de completar el ciclo, eso hizo que todos los demás se aliaran para destruirle. Pero fracasaron, por lo que el Nómada puede deducir Dregoth murió, pero de alguna forma ha vuelto como no muerto. Una fusión entre la no muerte y un dragón casi completo, una pesadilla que hubiese creído imposible.
- Pero parece que vuestro rey hechicero, Kalak, ha decidido saltarse también las “reglas”.- Dijo el Nómada que parecía preocupado pero aun así sentíais aun emanar de él aquella aura de tranquilidad y sosiego.- No puedo asegurarlo, pero diría que el ziggurat es simplemente la forma de Kalak de condensar los diez pasos del “Ciclo del Dragón” en un enorme y apocalíptico momento. Sinceramente dudo que funcione, al menos correctamente, aunque si Kalak ha apostado tanto es que tiene más posibilidades de las que parecen. En cualquier caso, funcione o no, extinguirá toda vida en millas alrededor de él.
- Parece que los tiempos se vuelven aun más oscuros para la fatigada Athas y para sus habitantes.- Comentó aquel extraño hombre que ahora que lo veíais más de cerca os dabais cuenta de que su pelo no era blanco brillante, si no realmente plateado, así como la patina que cubría sus ojos y un ligero, casi imperceptible, brillo en la piel.- El tiempo se acaba, para todos. Y esa es la razón de que esteis aquí.
- También llega mi momento, y necesito gente capaz que sea mis manos en el mundo exterior y que me custodie cuando llegue el momento.- Dijo el Nómada mirando a Kaireen que en ese momento lo comprendió y os lo explicó.
Así como los reyes hechiceros absorvian vida para fortalecerse el Nómada estaba realizando la transformación contraria, la de la preservación y lo que esta requería era vida, vida en todo su esplendor. Vida de nuevo para Athas, y os quería a vosotros para ayudarle.
Os dais todos cuenta de que recuperais la salud y la forma física y que las heridas que os dejo Dregoth comienzan a curar (físicas y mentales). Este es el último turno, si quereis añadir una pregunta más podeis decirmelo para que la añada yo o preguntar para que os de la respuesta. Un último esfuerzo y acabamos, gracias a todos por aguantar.
-¿Escribir para el mundo? Lástima de no conocer tu obra. Tal vez podrías facilitarme el acceso a alguno de tus escritos -no pudo menos que decir Kaireen, aunque el nómada parecía hablar para Tandras.
La joven suspiró y miró con anhelo la laguna cuando el Nómada les ofreció asearse; aquello era incluso más tentador que la oferta de comida y agua. A pesar de su curiosidad, ahora que sabía que iba a recibir las tan anheladas respuestas, hubiera podido postergarlas un poco en beneficio de un baño. Y es que… no sólo agua para lavarse, sino, ¡agua en esa cantidad, suficiente incluso para sumergirse en ella!
-No te alejes, no -Kaireen corroboró la enfática petición de Tandras-. Todos queremos entender lo que ha pasado. Pero espero que no te importe, que no importe a ninguno, porque no puedo resistir la tentación.
Sin más Kaireen dejó la bolsa con sus escasas posesiones en el suelo, se arrojó a la laguna y chapoteó unos minutos en ella, disfrutando de la sensación, completamente nueva, y del gusto de poder librarse del sudor y la suciedad del viaje, y al mismo tiempo temiendo perder pie y ahogarse. Qué extraño, tener miedo del agua, tan codiciada y venerada normalmente por ser el sostén de toda vida.
Pero casi enseguida salió de la laguna y se sentó en un banco cerca del Nómada, con sus ropas y cabello chorreando de agua, pero por qué no, disfrutar un poco de aquel inesperado lujo. Colaboró en narrar lo que habían hecho, y escuchó con su silenciosa atención habitual lo que aquel hombre tenía que explicarles.
-Eso explica mucho -dijo Kaireen. Al menos, lo importante. El señor Grim merecía conservar su intimidad, pensó la joven-. Es una lástima que los reyes hechiceros sean tan poderosos. Acabarán por destruirlo todo y nadie puede hacer nada por impedirlo -se lamentó.
Pero esperó a que el Nómada terminara, y empezó a entender lo que él quería.
-Para mí, personalmente, sería un honor ayudarte -le dijo Kaireen-. Siempre he querido hacer algo útil, y durante mucho tiempo temí que nunca sería capaz de ser algo más que una esclava que hace las repetitivas y nimias tareas de cualquier esclavo. Agradezco al señor Grim y al señor Kern que me hayan dado la oportunidad de hacer algo más que eso… y alguien tiene que hacer algo por este planeta nuestro. Si crees que mi ayuda te sería de utilidad, cuenta con ella.
Le miró, interrogante. -¿Pero crees que es posible? ¿Parar la depredación de los reyes hechiceros? ¿Qué algún día el mundo vuelva a ser, sino lo que era antes, al menos no lo que es ahora? -Kaireen sabía que en el fondo era una pregunta infantil. Lo más que podía hacer el Nómada era intentarlo, porque incluso los intentos fútiles daban alguna medida de esperanza, porque sin ningún intento no cabía ni siquiera ese tenue atisbo de cambio. Pero, por otro lado, tampoco era la pregunta de una niña que ansía que sus mayores le digan que todo saldría bien, porque no era eso lo que quería escuchar. Quería saber si había más seres como el Nómada, si en lo que se iba a convertir el humano había suficiente fuerza para dar una oportunidad realista de cambio. Difícil, sin duda. Arduo, sin duda. No factible a corto plazo, casi con toda seguridad. Pero, ¿era posible?
-Aunque en cualquier caso yo te ayudaré, si así lo quieres -aseguró Kaireen con tranquila convicción-. Porque es algo que ha de intentarse, sencillamente. Y si lo único que podemos hacer es frenar a los reyes hechiceros, no detenerlos, pues que así sea. Cada día que compremos es vida para otros… o al menos así lo veo yo. Y espero poder disfrutar de la compañía y la ayuda de mis amigos. -Miró a los otros, pensando cómo se habían convertido en tan importantes para ella, en tan poco tiempo.
-Podemos luchar, ya es algo. Y mientras no me muestre, mientras no vean un peligro, ellos serán sus propios enemigos. Se odian más de lo que jamás les han odiado sus súbditos -contestó el Nómada gravemente.
Kaireen ponderó aquella respuesta y asintió con la cabeza, en silencio, pues en el fondo no había esperado -aunque sí había deseado-, una contestación más positiva. -Sin embargo, si nuestros esfuerzos han de dar fruto, tarde o temprano verán un peligro… -objetó la joven.
-La cuestión es hacerlo sabiamente. Ellos tienen la fuerza de su lado, así que tendré que ser más astuto -replicó el hombre, y la joven volvió a asentir silenciosamente.
Pero esbozó una de sus raras sonrisas, para añadir, medio en broma, medio en serio: -Así sea, Nómada. Cuenta conmigo. Además, no podría dejar pasar la oportunidad de ver el resultado de tu transformación. Mi curiosidad no me dejaría descansar el resto de mi vida si dejara pasar por alto esta oportunidad...
Akiva se volvió al sentir la presencia del llamado El Nómada. Un breve recuerdo aleteo en la mente de la joven, mientras el recién llegado parecía conversar con el pequeño Ukos en su misma lengua. Aún sin entender correctamente el chasqueante idioma en que se expresaban, le pareció detectar un cierto tono de reproche.
Mansamente siguió al hombre que parecia, de alguna forma, ser uno con el paisaje. Cuando les explicó que la principal característica del lugar era la dificultad para encontrarlo, no pudo evitar poner los ojos en blanco...
Sin embargo, el lugar la fascinaba. Desde el primer momento había notado toda la fuerza creadora del lugar
El abundante rocío de la cueva, cayendo del techo como si fuese un regalo del cielo. El exuberante verdor del valle. La abundancia de agua que, tal era su cantidad que corría libremente entre las piedras.
Akiva dudaba de que no hubiese magia implicada y sabía que cualquier otro sospecharía que se trataba de un espejismo del desierto, ella tenía claro que lo que estaba viendo era real.
Sin embargo ella, de normal gentil y despreocupada, se resistió a lavarse. El agua parecía abundante, inacabable, eterna, pero ella era una sacerdotisa elemental y sabía que había que emplearla con sabiduría... Además, no quería que el desconocido viese sus cicatrices. Se aseo rápidamente, usando la menor cantidad de agua posible y notando, a su pesar, un alivio y unas sensaciones que no podía conseguir limpiándose con arena.
Por fin llegó el momento de las explicaciones y Akiva escuchó atentamente. Asintió gravemente cuando el extraño Nómada trataba temas conocidos, se apenaba y horrorizaba ante la magnitud de los desmanes de los Reyes Hechiceros y no podía dejar de jugar con la fresca hierba, tratando de comulgar con aquel rinconcito de esperanza y vida.
Así que, mientras terminaba de explicarles quien era y que pretendía hacer, la joven sacerdotisa sintió crecer la esperanza y el valor, maltrechos ambos después del combate contra la cosa-Nimrod.
- Os ayudaré como buenamente pueda, Nómada. Quiero que mis hijos y mis nietos hereden una tierra como esta, con la sabiduría necesaria para convivir en paz con ella y entre sí.
Escribo desde el móvil. Disculpad mis errores e incoherencias, por favor.
Gracias.
Ukos cesó la caza en cuanto se lo ordenaron. "Cuando a Tyr fueres, haz lo que vieres" le había dicho su madre el dia que se despidió.
-Disculpeme señor, lamento mucho mis modales. Pensaba que en este lugar podría comportarme conforme a mi naturaleza halfling, pero percibo que estas tierras tienen normas y no quiero incumplirlas. Aceptaré gustoso sus viandas, mas temo que si son de origen vegetal, no podré ingerirlas, pues me indisponen.- dijo en su chasqueante idioma natal el cual dominaba con elegancia mientras se llevaba un puño lleno de barro al pecho en señal de respeto hacia aquel hombre
Ukos siguió regocijandose con el lugar alegre y feliz. Ni por un momento se le ocurrió lavarse todo aquel maravilloso barro, estaba muy contento y muy fresquito con el encima como para limpiarselo.
Tranquilamente el halfling atendió a la explicación, maravillado por la osadía de aquel hombre que intentaba enfrentarse a seres cuyo poder superaba ampliamente los pequeños conocimientos del mediano. Ya habían visto algunas de las cosas de las que eran capaces aquellas criaturas dentro del zigurat. Esperó a que su Manada hablara antes de pronunciarse
-Grande tarea hacer noble a Nomada- halagó a su anfitrión- Vida de Ukos ser de Manada, si Manada ayudar Ukos ayudar y Ukos ayudar feliz, por brava y buena tarea- el mediano dio un golpe con la parte trasera de una de sus jabalinas en el suelo para dar enfasis a sus palabras.- ¡Mente y cuerpo de Ukos siempre listos y fuertes para tarea!
Así que la recompensa que les ofrecían por finalizar un trabajo, era más trabajo… Diablos, cualquiera hubiera dicho que eso era cualquier cosa menos una recompensa. Aunque por otra parte, entendía al nómada.
Tandras fue escuchando todo lo que el nómada les iba diciendo, mientras comía y bebía. Aquellos recursos debían ser aprovechados, antes de que cualquier otra amenaza les pudiese privar de una buena comida. Además, aquello parecía ser una promesa para el mundo si conseguían poco a poco doblegar a los reyes hechiceros.
-Es titánico el esfuerzo que se necesita, pero si nadie comienza con la iniciativa, no habrá posibilidad de que otros nos ayuden. Suena suicida y loco –dijo con una sonrisa, como si aquello estuviese bien-. Aunque igual sonaba lo de entrar en la pirámide. Y como yo pensaba, pese a la matanza posterior a la rebelión montada en la ciudad, igualmente el rey hechicero pretende arrebatar muchas más vidas. Es por eso que por mucho que duelan sucesos como ese, solo hay dos opciones: luchar, o morir.
El gladiador estaba más que acostumbrado a enfrentarse a muerte contra enemigos, aunque no era excesivamente temerario.
Tras hablar un rato, decidió quitarse el polvo del camino y la arena, dándose otro baño como lo hiciera momentos atrás la maga. Se quitó la ropa de golpe, dejando su cuerpo desnudo y mostrando con orgullo sus músculos y cicatrices, y se zambulló de un salto en el estanque.
“Qué cantidad de agua tan…“ casi no paraba de apreciar que en un lugar así se acumulase tanta; si el mundo regresaba a aquel estado…
-Creo que lo he decidido… dijo una vez salió del estanque, completamente desnudo y dirigiéndose al resto-. Si el mundo puede ser como este lugar, merece la pena luchar. Igualmente moriremos si no nos oponemos, ¿y qué mejor que ofrecer resistencia? Seguramente nuestros hijos o nietos no vean grandes cambios, pero quizá en otras generaciones…
Tandras comprendía que aquello solo era posible a través de la constancia, y de los siglos. Athas estaba malherido, y difícilmente podía sanar rápido. Pero si su espada servía para acabar con los malnacidos que chupaban la energía al planeta, bien cómodo se sentiría apartando sus cabezas del cuerpo, de un tajo. O de dos, o de mil, si hacía falta.
-Parece ser que la respuesta es unánime, nómada. O somos demasiado bondadosos, o estamos locos; en todo caso, pondré hasta mi último aliento, para cambiar el futuro- Tandras se encontraba tan cómodo que se olvidó de vestirse, en aquel lugar de temperatura templada, vegetación y buen suministro de agua-. Cuenta con nosotros.
Al fin subí mensaje, que entre viajes, quedar con amigos y otras cosas me he demorado para ser el último turno.