Ardo sonrió a través del casco a la chica que le había ayudado a convertir su mente en lo que había terminado siendo.
Era increíble, porque en aquel momento, lo único que sentía era una enorme paz...
Un día dorado, tal y como era su pelo aquella mañana...
Sus recuerdos seguían mezclándose, pero en aquel momento se dio cuenta de que le daba igual.
En aquel momento se dio cuenta de que lo iban a conseguir. Iban a ayudar a esos colonos a escapar.
Poco en ese Universo tenía más valor que una sola vida, y aquel día habían ayudado a salvar muchas. Puede que no supiese quien era, que su interior perteneciese a varias personas distintas entre sí con personalidades y pasados diferentes. Sin embargo, el valor de la existencia humana era común en todo su ser.
Y lo más importante es que había podido tener esa idea por sí mismo. Su primer pensamiento consciente.
Una buena razón para morir.
Cuando cargó su arma, y cogió munición suficiente para sobrevivir fuera del búnker un buen rato, notó realmente que era una máquina de matar, y dejó de pensar.
Todo razonamiento lógico en su cerebro dejó paso al guerrero que tenía que proteger al ingeniero. Que tenía que convertirse en un héroe sin nombre.
Motivo: Disparo 1
Dificultad: 0
Habilidad: 7+10
Tirada: 2 9 9
Total: 9 +7 +10 = 26 Éxito
Motivo: Disparo 2
Dificultad: 0
Habilidad: 7+10
Tirada: 3 4 9
Total: 4 +7 +10 = 21 Éxito
El rifle Gauss respondió al instante en su mano entrenada. La Confederación le había instruido bien. Sus manos se movían rápidamente para cambiar de objetivo y lograban mantener a raya a los Hidraliscos, así como para quitárselos de encima al VCE. Allí, de pie en aquel patio infernal, se sentía como si sus sentidos hubieran sido potenciados. A su alrededor, el mundo estaba más claro de lo que hacía en muchos años, puede que más claro que nunca. Lo experimentó en su totalidad; el horror que le rodeaba y que estaba logrando contener, el humo sobre el complejo que se había convertido en una colección de volutas dispersas a la luz del crepúsculo. Los sonidos. Los olores. Todo estaba vivo para él.
Los Zerg se abalanzaron sobre él, el tiempo parecía ir más despacio. Vio unos dientes afilados, tremendamente afilados, que saltaban sobre él. Y entonces una llamarada de fuego cruzó por delante de su cara y un grito poderoso.
- ¡YAAAAAAAAAAAAAAAA! ¡Morid malditos bichos! - M´Butu, cansado y casi sin gas vespeno había conseguido librarse de sus enemigos y ahora estaba a su lado. Los Zerg cada vez les cercaban más, pero ellos no cesaban de disparar, por mucho que todo estuviera ya perdido. Sabían que había algo que jamás les podrían arrebatar: una victoria más gloriosa y satisfactoria que cualquiera vivida en un campo de batalla.
Mientras el rifle de Ardo disparaba la última bala, los dos marines, espalda con espalda, levantaron la vista. Los transportes, con su precioso cargamento de humanos, se estaban elevando hacia la puesta de sol de aquel día glorioso. Un centenar - puede que un millar - de chorros de gases en combustión los impulsaban hacia los cielos. Nunca sabrían que alguien había luchado de tal forma por sus vidas. Nunca oirían sus nombres ni compondrían canciones de alabanza en su honor.
Mientras la oscuridad se abatía sobre ellos, un último pensamiento hizo sonreir a Ardo. Las estelas de las naves que escapaban del planeta... eran todas doradas.
FIN