- Sí. Harías bien suponiéndolo. Ese es ahora mi poder. A la vez que mi peor maldición...
Tras un corto silencio, anuncio:
- Si me disculpáis... me espera "la cena".
Me despido con una ligera inclinación de la cabeza y me dirijo al taller, a mi cita con la cabeza de Von Die.
En el taller, abro el refrigerador y saco la cabeza de Von Die. La dejo sobre la mesa.
- Von Die... eras uno de los hombres más importantes de Agartha, y así has terminado. Aunque estoy segura de que tu destino no ha sido peor de lo que será el mío.
Agarro la cabeza por los pelos y la levanto hasta que queda a mi altura. Le miro a los ojos.
- Pobre, pobre Von Die. Y pensar que no sabrás cómo termina esta historia. Pero tranquilo. Tu legado perdurará. Al fin y al cabo, todo estaba en tu cabeza, ¿no? Ahora todo lo estará en la mía. Shhh... antes de que salga el sol, todo habrá terminado.
Y tras varios minutos de meditación en voz alta, me dispongo a darme un atracón.
- Vaya prisas... - Comenta Vyktor, sin dirigirse a nadie en concreto cuando Charlotte ya se ha ido.
Entonces se levanta y repara en la presencia de Victoria de nuevo.
- Pero no tiene buen criterio para juzgar su poder, ¿No crees? A mi me parece algo hermoso. - Vyktor sonríe, mientras camina en dirección al pasillo que da al sótano. - Ser capaz de saber que es lo que tu obra pensó antes de morir, debe de ser una experiencia única. Charlotte será una aliada interesante. - Vyktor se gira hacía Victoria. - Buenas noches, Victoria.
Dicho esto desaparece por el pasillo, dirección al sótano.
Todos han abandonado el comedor, y aunque soy consciente de que han seguido hablando, no he prestado mucha atención después de la pregunta de Aedalus. ¿Qué hago ahora? Podría abandonar la ciudad o quedarme, y en caso de quedarme y no tener nada mejor que hacer podría hechores una mano y así seguir poniendo a prueba mis poderes… Y en caso de verme en peligro abandonarlos, total, no les debo nada.
Permanezco en el comedor. (hasta que se retome el juego ^^)
esto son sólo los pensamientos de Victoria vaya que les echaré una mano y eso (total…)
Tras el banquete, quedo un rato pensativa.
Desde que llegué a la mansión, me sentí una extraña. Eran como una familia, y aunque Aedalus lo hiciera parecer, yo no era parte de ella.
Hoy se me encomendó mi primera misión, la cual era únicamente estar en la mansión. Solo eso. Y ni eso pude cumplir. Ahora hay seres extraños que me persiguen, y más que lo harán. Pero ni sé por qué. No sé ni quién soy. Sé más de Amber y Von Die que de mi misma, pues no conozco ni mi nombre. No es una sensación grata. Quiero saber de donde vengo y a donde voy. Von Die tampoco tenía esa respuesta, y aunque probablemente nadie vaya a tenerla, tendré más posibilidades ahí fuera, que aquí, en el cobijo de una mansión.
Aunque ello implique comportarme como el monstruo que soy.
Decidida, voy a la biblioteca y con una pluma y un trozo de papel, decido dejar una despedida para Aedalus y el resto:
El muerto jubiloso
En una tierra grasa, de babosas repleta,
cavar yo mismo quiero una fosa profunda,
donde a gusto mis viejos huesos pueda instalar,
y dormir olvidado como escualo en las olas.
Odio los testamentos como las tumba odio;
antes que mendigar una lágrima al mundo,
mejor quisiera yo invitar a los cuervos
a mondar hasta el fin mis despreciables huesos.
¡Ciegos, sordos gusanos, oscuros compañeros!
Un muerto alegre y libre hacia vosotros marcha;
filósofos procaces, hijos de la carroña,
id sin remordimiento a través de mi ruina,
y decidme si existe una tortura aún
para un cuerpo vacío y muerto entre los muertos.
Firmado: Charlotte Baudelaire
Tras escribir esas líneas, me marcho con lo que llevo puesto y un abrecartas que había en la biblioteca, procurando no hacer ningún ruido, en busca de mí misma.
Ya me dirás lo que averiguo sobre Von Die.