—Claro que tengo excusa, porque tengo mis motivos —Con agilidad, Niella se puso de pie en la barandilla y dio un par de pasos hacia el diabal antes de saltar a la cubierta. Parecía que había conseguido su objetivo con él. Con desparpajo pasó por su lado con una expresión de "sé lo que hago" y chasqueó los dedos—. Y si no tuviese motivos, seguiría teniendo excusas. A montones.
La joven miró a Shanny, consciente de que sería difícil que la guerrera se relajase. Al menos durante un tiempo. Y sin embargo, eso no evitó que lo intentase. Acercándose a ella le pasó la mano por la espalda y apretó la cabeza contra su hombro.
—Todo irá bien... ya lo verás...
Estaba sumida en pensamientos, pero eran pensamientos sin un sentido práctico, como si su mente tocara un pozo fangoso y costara salir de él. Simplemente sentía su alma hundida, sus ánimos por el suelo y apenas oía de fondo la conversación de sus compañeros, única ancla a la realidad. Le era difícil relajarse, no ya por lo vivido, lo que iban a vivir, sino por una rara sensación que no lograba identificar. Entonces sintió el gesto cariñoso de Niella.
Rodeó sus hombros con su brazo, acercando su pequeña figura a la suya. Le alegraba que estuviera viva, siendo tan joven, morir en esa torre olvidada habría sido muy cruel. Vio morir a muchas compañeras como ella, igual de jóvenes y siempre resultaba doloroso.
-En el desierto tenemos un dicho: Aunque tengas suficiente agua, esta suele evaporarse- le miró con una sonrisa, acomodándole su cabello de forma maternal-. Lo hiciste bien… hasta que moriste. Aprovecha esta nueva oportunidad- no importaba que fuera una muerte falsa, podría haber muerto de verdad. Pocos tenían una segunda oportunidad cuando eran reclamados-. Tengo una hermana. ¿Sabes? No se parece nada a ti… quizás en el cabello y en lo bonita- ni siquiera pudo verla cuando fueron a su tierra, demasiadas cosas que hacer. Todo había sido tan rápido… incluso ahora-. Debes cuidar a Ratko, ya ves lo fácil que se lastima
Le guiñó el ojo, para luego soltar su agarre y recorrer la cubierta, aun sumida en sus propios pensamientos.