Partida Rol por web

El sargento aprovechó el momento para recostarse sobre una roca, dejando su equipo a un lado y a Silon con los demás.

Sus heridas empezaban a ser graves, y sin duda sería el primer hombre en caer. Ojalá eso los inspirara a luchar de forma mas fervorosa. Si eso fuera así, no habría muerto en vano. 

De todos modos, no era momento para lamentarse. Aunque sus heridas le dolieran, se encargaría de llevarse a muchos herejes y perros por delante antes de morir en el nombre del Emperador, para algo llevaba granadas... ¿no?

La noche envolvía al Padre Karras como un manto, que seguía avanzando en silencio por la oscuridad, un silencio roto únicamente por su continuo susurrar de plegarias y el sonido del equipo repiqueteando. Avanza con los ojos apenas lo bastante abiertos como para ver lo que tenía delante, confiando en que el Emperador les estuviese guiando por el buen camino.

No lo vieron venir hasta que ya lo tuvieron encima. Estaban siguiendo la carretera 13, Casilla, que les llevaría hasta Ishmael. Habían decidido entrar algunos metros en el bosuqe, lo suficiente para gozar de algo de cobertura, pero ello mismo les impidó escuchar el motor. La tierra blanda bajo sus pies, una tierra por la que muchos campesinos de las colonias agrarias matarían, también les impidió notar el temblor del movimiento de las orugas. Si hubieran estados obre suelo firme...

Pero ya era tarde. Un vehículo blindado se dirigía hacia ellos, estaba a menos de treinta metros, siguiendo la carretera. Si tenían un observador o peor aún, visión nocturna o térmica, les habrían visto. Unas granadas y un lanzallamas no bastarían para penetrar ese blindaje; y huir les delataría.

-Hoy parece ser el día del fin -dije mientras veía ese ente mecánico que antiguamente había sido una belleza; pero que había sido corrompida por esos rebeldes.

-Creo que hagamos lo que hagamos tendremos que huir de él... ¿que opináis, Padre? -pregunté al Sacerdote, al fin y al cabo, él era el que tenía más experiencia en batallas.

Una vez dejamos de correr metí una mano entre las protecciones y mi pierna y la extraje manchada de sangre por completo. Era una herida bastante fea en la pierna, y dolía como un demonio. No sabía muy bien si curarla o dejarlo estar y desangrarme lentamente. Un poco de frio y se acabó. Era desmoralizante, nos estaban cazando como a conejos. ¿Quien había provocado esta situación? ¿Como podía nuestro oficial al mando ser tan inútil? ¿Por qué no habría muerto y el sargento tomado el mando? Todas las preguntas corrían por mi mente mientras miraba en la oscuridad mi mano manchada de sangre y notaba como la que me corría por la pierna se enfriaba a cada segundo que pasaba.

El Sacerdote se encogió ligeramente al ver a la bestia mecánica, un gesto instintivo del que se recriminó en su fuero interno.- El tanque no puede maniobrar dentro de los árboles - susurró.- y no contamos con armas para reventarlo. Espere un momento a cubierto; a menos que tengan lecturas térmicas, no deberían vernos en la oscuridad del bosque.

En la relativa seguridad de aquella caverna el capitán Septus recuperó el color y se descolgó su grav-chute. Era la hora de las órdenes.

Deshaceos del equipo que sea un lastre, sólo armas, municiones y algunas raciones. Conservad algunas lámparas pero no todas. Averiguad qué cojones pasa con las armas y que alguien intente contactar por radio. Sin hacer ruido. ¡Ahora!

Dejó caer el grav chute, el set de aseo, el manual... las herramientas básicas y ya se quedó lista, lo que llevaba era lo indispensable, manta, comida, munición y las arma auxiliares. Miró al torpe capitán deseando que le estallara un proyectil de mortero en su cabezota de inútil

El chimera no podía maniobrar en los árboles con facilidad, en efecto, pero si se lo proponía podía avanzar a traves de ellos derribándolos, además al ser un terreno en pendiente iban a ofrecer un blanco fácil para aquel cañón de tiro rápido que artillaba la torreta. Fuera como fuere el blindado se les echaba encima, apenas estaba a doce metros de ellos. Había un vigía en la torreta, expuesta la cabeza mientras observaba la zona con algún tipo de magnoculares, en su hombro relucía la insignia del 43º regimiento de Lacos.

     Aquello iba a ser un gran problema para Grish. Sabía que estaba horriblemente sobrecargado pero no podía hacer gran cosa para evitarlo. Desechó el grav-chute y algunas herramientas y equipo superfluo, pero el resto eran todo armas y su armadura antifrag, de las que no podía deshacerse sin mas. El rifle de fusión no ayudaba para nada en aquel tema y por mas cosas de las que se deshiciese seguiría cargado como una mula. Si no podía depender de la ayuda de Mark u otros compañeros solo conseguiría retrasar al grupo. - Sargento, tengo un problema... dijo al fin buscando la ayuda de su superior.

Un tanque... era un tanque.

Busqué un sitio en el que ocultarme entre los árboles, no tenía ni idea de donde podría hacerlo. Asique opté por esconderme de espaldas al tronco más grande que viera por mi zona. Solo podía rezar al Ommnisshia porque no tuvieran detectores térmicos.

De espaldas al árbol esperé...

A pesar de sus palabras, el fervor encolerizado de Karras le mantenía de manera subconsciente más a la vista de lo que sería prudente. Intentó tirarse cuerpo a tierra, pero una agitación fervorosa lo mantenía activo. Empuñaba el lanzallamas como si fuese a meterlo por los portillos en cuanto tuviese la oportunidad.

Si eran tropas amigas, ¿por qué esconderse? Porque el prudente vive hasta la vejez. Ya habían sido traicionados en una ocasión, ¿por qué esta no iba a ser distinta? El enemigo bien podría haberse vestido con uniformes de tropas amigas, y con aquellas ropas y cascos era imposible ver las mutaciones que recorrían los cuerpos de los herejes. Además, sólo el enemigo recorrería esa carretera con las luces del chimera encendidas. Como buscando...a ellos.

Se ocultaron como mejor pudieron de aquellas luces, usando la vegetación y los desniveles del terreno. Tumbados en el suelo pudieron sentir el temblor cuando las orugas del transporte pasaron junto a ellos. Iba más rápido de lo que creían, los blindados daban una falsa sensación de lentitud debido a su movimiento sobre orugas.

El vehículo les sobrepasó, sin descubrirles, y siguió su camino, hacia la presa del Ku-Wai, hacia Ishmael.

Nos cargan como a mulas -se quejó Mark mientras libraba a Grish del peso de llevar la bombona de fusión.

Él también iba sobrecargado, todo lo que un guardia imperial necesitaba en combate, más algo de peso extra. Habían saltado con el equipo completo y debían acarrearlo hasta Ishmael, donde podrían librarse de él mientras esperaban a los refuerzos y combatían al enemigo desde una posición defendible; pero nadie les dijo (o les quiso decir) que tendrían que cargar ese peso mientras les disparaban y los pies se les hundían en el barro. Barro que se había secado y ahora algunos de los supervivientes del 101 se limpiaban como podían. La mayoría lamentaban la pérdida de camaradas de instrucción.

Vi alejarse los Chimeras sin poder evitar sentir una punzada de tristeza ante la posibilidad de que el caos hubiera mancillado a esas bellas máquinas y sus espíritus.

Pero no podía estar pendiente de eso ahora, esos tanques iban en dirección a Ishmael y no sabíamos si eran amigos o enemigos.

Al rato de que pasaran los tanques tuve la confianza suficiente para poder hablar

-Podríamos seguir su rastro a cierta distancia de ellos. Así puede que consiguiéramos enterarnos un poco de lo que está pasando. No podemos seguir tanteando a ciegas, necesitamos un plan, y para tener un plan necesitamos información.

Estaba harto de vagar sin sentido alguno, sin saber que había pasado con la compañía, si quedaba alguno de los miembros de nuestro regimiento con vida y siendo leal... nosotros solos no conseguiríamos nada más que morir.

¿Mulas? ¿Acaso prefieres volver a las minas de Eolo? -la sola mención hizo que los soldados se estremecieran- Aún sois reclutas y os han dado un equipo que aún no os habéis ganado. Muchos regimientos con décadas de servicio luchan con un cuchillo y un revólver para cada cuatro hombres, así que no lloréis.

El capitán mordisqueó una tableta de avena y bebió agua de la cantimplora, para después guardarlo todo. Se giró hacia uno de los muchachos, Silon, que comprobaban las armas, éste le susurró unas palabras, nervioso.

¡Por el Trono y todos los santos! Nos han jodido pero bien. No es un problema con las armas. Comprobad vuestras baterías láser.

Todas estaban igual. Su nivel de ácido era más alto de lo normal, lo cual había interferido en la carga láser. Eran baterías defectuosas, todas ellas. Pese a que estaban a su nivel de carga completa no suministraban energía como era debido a las armas.

El padre Karras vio al enemigo alardear en su rostro, intentando confundirles con sus sórdidos subterfugios. Los nudillos se le pusieron blancos de la fuerza que ejercía al sujetar el arma lanzallamas.- Sigámosles. Después de todo, van en nuestra dirección. - Dejó que el tecnosacerdote marcase la distancia en la que se encontrase más cómodo. Los mecanos tenían maneras raras de responder al uso impropio de tecnología Imperial.

Estaba apoyado contra una de las paredes, y con un movimiento dolorido solté los arneses de la mochila agotada y la dejé caer al suelo, inútil y pesada. Uff... Ahora sin ella la espalda estaba más aliviada, pues sin energía era terriblemente pesada. Luego el capitán dijo aquello sobre las armas, y no pude evitar poner los ojos en blanco. Estaba ahí, despatarrado sentado contra una pared. Cogí el rifle laser y dándole la vuelta en mis manos extraje la célula de carga, el cargador, la puta batería... estaba jodida. Comprobé una a una las baterías que tenía encima y estaban todas igual. Oh... genial... Estupendo. Todo aquello empezaba a mosquearme en extremo. Muchas coincidencias y fallos por un día. ¿No creéis? Pregunté en voz alta a todos mientras me levantaba y me colgaba del hombro el equipo médico. Bueno. ¿Quién necesita un remiendo? Cojeaba por aquel lugar, con la pierna hecha un ocho.

Al sargento le han herido en la pierna.

E-Estoy bien. - Gruñó el sargento mientras sentía un tremendo escozor que corría por una de sus múltiples heridas haciéndole esbozar una mueca de dolor y dándole poca credibilidad a sus palabras. 

Haciendo como si nada, sacó su carabina láser y empezó a revisar las baterías como habían hecho los demás. Mas de lo mismo. Con poco cuidado, la arrojó al suelo unos metros sin pensar en que el golpe podría traer mas consecuencias.

Supongo que esto es lo que hay...

Aquello iba a ser mas difícil de lo que creían. Y, aunque no quería pensar en ello, era probable que fuera su primera y última misión como sargento.