Partida Rol por web

Cuando el orco se siente más ligero de la presión, viéndose en situación tan poco prtopicia y sintiendo su lucha con su hermano de sangre perdida, decide dejar que Rasheed le desarme y hablar más claramente. -Un.. gasp .. legado llegará pronto a esta zona. Contra él no podéis nada, vendrá bien protegido. ¡Liberadme y os diré cómo alejarle de aquí!-

—No te hagas de rogar tanto. Escúpelo de una vez —al decir esto, vuelvo a apretar un poco más, aunque no lo suficiente para hacerle, sólo a modo de recordatorio, para que sepa que no está en situación de poner condiciones.

Lyrah se había quedado aparte. Casi se había dejado caer en la nieve, en un hueco que parecía hecho para ella, y respiraba con agitación mientras les miraba a lo lejos, sin acercarse, casi sin moverse. Toda la piel que la cubría vibraba rítmicamente con los movimientos de su respiración, y su piel pálida se volvía transparente de a momentos, intermitentes. Parecía aliviada de que Abrek hubiese podido coger al enemigo, de esa forma, y que le estuvieran sacando información... pero sus ojos miel se mantenían fijos, muy abiertos, en los del ogro.

- Sí... habla... - les llegó su vocecita, agitada casi como la del cautivo - Será lo... mejor para... todos...

Con un terrible esfuerzo, y a costa de un gran riesgo personal, Abrek había conseguido reducir al poderoso enemigo. Al menos de momento. Y había ganado también algo de tiempo, justo lo suficiente como para que los demás pudieran reagruparse. Tal vez consiguieran salir de allí en una pieza, después de todo.

Sin embargo, Rasheed ya había perdido de vista a Lyrah y a Pride, devorados por la fría oscuridad de la tundra, y no tenía demasiadas expectativas sobre su regreso al combate. Tampoco podía esperar nada de Erbasto ni del misterioso prisionero, así que la amenaza seguía tan latente como antes. El enorco era la única barrera que separaba al grupo del destino más terrible, y no podría resistir por siempre. Todos sabían bien lo que ocurriría si su compañero bajaba la guardia siquiera un instante. Solo el sarcosano se mantenía en pie. Tenía que hacer algo, y pronto.

Así, dolorosamente conciente de lo fútiles que habían resultado hasta ahora sus intentos por dañar al orco, Rasheed se había decantado finalmente por una estrategia menos directa. Preso de la desesperación y la impotencia más absoluta, el sarcosano había soltado su arma y se había arrojado demencialmente sobre el par de guerreros que aún forcejeaban sobre la nieve.

Con una tenacidad nacida del más puro odio, de un odio que superaba con creces su propio instinto de supervivencia, se había aferrado con todas sus fuerzas al arma del orco y había comenzado a tirar de ella para liberarla.

- Rín… mpfff… dete… de una… brgñññ… maldita… - gritaba el sarcosano entre jadeos y resoplidos, agarrado al mango del hacha de su enemigo con la misma desesperación con que un náufrago se aferra a su última tabla de salvación. Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, ni siquiera la asfixiante presa de Abrek conseguía que el orco soltara su arma.

Finalmente, el tal Grigg pareció cambiar de estrategia, y decidió demostrar unilateralmente su buena voluntad. Sin dar tiempo a nada, soltó rápidamente la descomunal hacha de guerra, liberando el arma de repente. La consecuencia directa de tan intempestiva reacción fue que el sarcosano, sorprendido por la falta de resistencia a sus esfuerzos y presa ya de su propio impulso, terminó por aterrizar de bruces contra el barro semi-congelado que rodeaba la fogata.

- VEZ !!! – fue lo único que atinó a graznar Rasheed mientras volaba sin control por el frío aire nocturno.

Solo unos momentos después, había vuelto ya sobre sus pasos. Completamente mojado, embarrado y aterido hasta los huesos, escrutaba atentamente las facciones de su enemigo.

- Ni piense que vamos a liberarlo, oficial. – murmuró con un tono seco y bastante desagradable, pero no desprovisto de educada condescendencia - Aunque aún puede que lo dejemos con vida. Si coopera, claro.

Pride voltea levemente un momento para ver que su enemigo a sido apresado pasa su brazo por sobre el mediano, tomándolo del cuello de su ropa dejándolo depositado en el suelo. Y de forma cordial

-Bien amigo, cuéntame todo lo que sabes, en estos momentos no nos conviene tener todos los huevos en una misma canasta

-No tengo ninguna garantía de que me dejéis con vida. Mi única protección es la información que tengo.- dice gruñendo el orco, obstinado en no revelar mucho. -Sólo os diré que tengo forma de comunicarme con el legado desde aquí, hacerle llegar un mensaje sin que sepa que es falso y desviarle así de la ruta.-

Este tipo no te paree de fiar. Sin duda miente para salvar su vida y nada más.

El tipo t parece sincero en cierta manera. Está claro que no os desea bien alguno y que si le liberáis no os va a tratar bien si os vuelve a encontrar. Más bien al contrario. Pero su propuesta te parece sincera ahora mismo. La cuestión es si mantendría cierta honestidad hasta varios días.. o varios minutos tras cumplir su parte.

Espera, ¿qué? Eso que lleva ahí.. sí, desde donde estás, en el límite de la luz de la hoguera, puedes ver apenas un colgante que el orco lleva al cuello. Parec un simple adorno, pero tu vista entrenada para estas cosas te dice que no. Se trata de un artilugio mágico, sí, estás segura. Dotado de algún poder o energía que no puedes averiguar desde aquí, pero su estructura, su diseño y materiales no son meramente estéticos.

—¿Y quién nos asegura que harás lo que dices cuando te soltemos? —Pregunto al orco. Desde luego, no es muy fiable la palabra de un orco que hace unos instantes quería hacernos pedacitos.

Los ojos ámbar de Lyrah se abren un poco más, a la distancia que mantiene entre ella, ellos y el orco. Nadie la ve, pequeña figura perdida a lo lejos, aún jadeante, nadie... hasta que de pronto aparece tan cerca como para que un suspiro la pegase a Abrek y al orco sostenido con esa presa. Su mirada está clavada a la altura de su pecho, o de su estómago, o quizás es su rostro, no se sabe muy bien por el flequillo pegado de sudor a su frente, sus pestañas, y el borde de la capucha. Pero sea lo que sea, gira hacia Pride y le susurra algo en voz muy baja.

- El colgante que lleva... Por favor, quítaselo con tu... destreza, necesito... examinarlo.

-Nadie- responde. - Pero vuestra única opción es esa o matarme. Y matándome tendréis a un legado tras de vuestros talones. Si me permitís vivir, puede que os ocurra lo mismo. O que no. Os explicaré casi todo lo necesasrio para engañarle. Os daré la última clave cuando esté en una posición en la que pueda ponerme a salvo.-

El elfiano se voltea extrañado ante los susurros de Lyrah, se queda un momento tratando de descifrar si lo que entendió era lo que escucho.
Mira a Grigg y pone sus ojos en el objetivo, se acerca a este y toma con una movimiento de mano rápido el colgante del orco.
Deja que el hilo se deslice por su dedo indice dejando el collar colgando de el antes de estirar su brazo hacia Lyrah para dárselo.

-Ahora cuenta lo que sabes hechicera

Los ojos de la pequeña mujer brillaron con fuerza, incluso bajo las sombras de la capucha que amenazaba con sepultarlos. Antes de coger el colgante que ahora oscilaba pendiendo de un dedo de Pride, subió sus manos delicadas y se la quitó, dejando a la vista su rostro, su cabello, y el desastre de sudor y fatiga que había bajo las pieles. Permaneció mirando un instante, a esa distancia tan escasa, como si estuviese evaluando la situación, y luego alargó la mano para cogerlo, no desde el dije, sino desde la misma cadena.

- Esto es mágico. Es probable... que sea lo que... dice que le permite... bien... déjenme revisarlo... a la distancia no podía...

Se alejó un par de pasos hacia atrás, poniendo distancia entre el orco y ella, que ahora tenía ese colgante. Levantó el brazo para que quedase a la altura de sus ojos, para examinarlo más de cerca, y finalmente, enrolló con delicadeza la cadena y lo depositó en su palma.