Partida Rol por web

Erbasto sintiendo el frío metal en el interior de sus entrañas, ve como su compañera le auxilia en una hábil escaramuza. Clavó la espada en la dura nieve lo suficientemente profunda para que no perdiera la verticalidad. La sangre le brota del vientre emponzoñando las raidas pieles que le visten, mezclándose con la fina nieve y el vaho de las respiraciones. Deja caer su mano derecha hacia la bota, mientras la izquierda mantiene la presión sobre su vientre para evitar una mayor hemorragia que le llevaría a una muerte segura en aquellas yermas tierras.

Asió la empuñadura de su cuchillo de huelo y lo lanzó con gran rabia hacia los ojos de su enorme oponente, buscando un, tal vez, punto débil en el que asestarle alguna herida que les diera alguna ventaja, la cual habían perdido.

Mirar apenas el resultado de su ataque, recogió su espada del suelo y se preparó para una nueva embestida a carne y acero.

El grito del único orco en pie pareció helar la sangre de Lyrah, que bajó la mano inmediatamente y, con ella, se esfumaron las luces que continuaban danzando sobre el rostro del enemigo que ahora era un cadáver. La pequeña joven retrocedió, apartándose como pudo del lugar de la batalla, aunque ya estaba suficientemente lejos para no interrumpirla ni intervenir por accidente. Y le costó, luchando contra la nieve, pero retrocedió. Sólo podía hacer eso. Sólo podía estar atenta. No meterse en problemas. Dejarles eso a ellos, los que podían hacer algo. Ella... ella sólo lo volvería a hacer si se necesitaba porque... porque sino, el agotamiento la voltearía.

Vaya inutilidad, pero quizás... quizás eso le pudiera salvar la vida a alguien.

Ninguno de vuestros ataques logra hacer mella en el veterano orco. Izrador los cría fuertes y hábiles y se han ganado con creces el apelativo de peor de vuestros enemigos. Viéndose acorralado pero indemne aún, decide cambiar de objetivo y procurar acabar con el ya herido Erbasto.

¡El golpe es descomunal! La espada golpea en la banda de hierro que cubre la cabeza del norteño y la parte en dos, junto con algún hueso de la cabeza. Erbasto siente cómo todo se vuelve negro y cae al suelo a plomo. Vivo o muerto, es imposible saberlo.

Pride ve como uno de sus compañeros cae como peso muerto al frió suelo, pero no hay momentos para el drama, aprovecha la confusión y trata de zafarse del combate, yendo a por el contacto, toma al hombrecillo de su cinturón y lo coloca sobre su hombro.

-Yo recomiendo una honrosa retirada caballeros!

Dice mientras fuerza su cuerpo de una manera brutal al intentar correr agotado y llevando como mínimo 50kg extra encima en dirección por donde vinieron.

—Pagarás por lo que has hecho... —Digo al ver caer el cuerpo inerte de Erbasto. Rugiendo como un león, me lanzo a por el orco, intentado caer sobre él e inmovilizarle, para que no pueda causar más daños.

Antes de que pueda darse cuenta de lo que ocurre, caigo encima de él, haciendo que los dos nos topemos con el suelo. Con rapidez, y mientras estamos tendidos, le agarro de un brazo, y se le retuerzo por la espalda, hasta que se oye un sonoro *clack*

Desde la lejanía, Lyrah observa a Erbasto caer. Y hace exactamente lo único que puede hacer, lo único que le sale, lo único.

Un grito agudo despega oídos, mentes, dudas, se superpone a los sonidos de los movimientos, de los metales, e incluso a los gruñidos y las voces más graves. Un grito desgarrador, que trasmite la desesperación, la impotencia, y un dolor reflejo a la muerte que ve delante suyo. Inmediatamente, el brillo de la fogata parece levantarse como si el fuego hubiese sido azuzado por el soplo de una larga corriente de viento. Enorme, que dispersa las chispas y las divide en decenas de pequeñas motas que destellan, levantándose en el aire, haciéndose cientas, haciéndose enormes.

Esta vez no intentan desplegarse. Se juntan todas, pegadas, como si tuvieran frío, y tratan de cercar la mirada del orco.

La presa de Abrek logra sujetar con fuerza al orco, quien se ve obligado a defenderse con movimientos cortos y poco efectivos del ataque de Rasheed. Por suerte para él, su enemigo no logra penetrar la armadura. Pero el abrazo de oso de Abrek sí que ha logrado hacerle daño y no poco a juzgar por el dolor en su rostro. Luego las luces danzantes de Lyrah, a pesar del dolor que a esta provoca el esfuerzo de repetir el hechizo, empeoran su situación. ¿Cuánto? Prueba a intentar liberarse y.., no, no lo logra. Imagináis qué cosas le pasarán por su mente al saberse unos segundos más casi a vuestra merced.

Sigo apretando al malvado con fuerza el brazo. Demasiado incluso, ya que esta vez el sonido por retorcer la articulación suena demasiado a articulación rota. Tanto como a hueso chascando.

—¡Vamos, aprovechad ahora! — Grito al grupo para que aprocechen esta oportunidad que posiblemente no se vuelva a repetir

El sacrosano seguía enfrascado en el combate, aunque se presencia no parecía suponer más que una aburrida molestia para el resto de los contendientes. Su enemigo lo ignoraba abiertamente, decantándose por los componentes más peligrosos de su improvisada partida de guerra, y esta estratagema parecía estar dándole buenos resultados al duro sirviente de Izrador.

Rasheed lanzaba estocadas a diestra y siniestra, que en su mayoría surcaban indolentemente el frío aire nocturno. De tanto en tanto, alguna conseguía impactar a su enemigo, aunque terminaba invariablemente rebotando contra la impenetrable armadura del orco.

Aquel enemigo parecía imbatible, y el sarcosano se preguntó por un instante si no sería mejor emprender la retirada. Sin embargo, el poderoso Abrek le dio la respuesta a sus palabras, abalanzándose sobre el orco y atenazándolo en el suelo con una aplastante presa. Ya habían llegado demasiado lejos como para dar un paso atrás. Para bien o para mal, aquello termianaría allí... y terminaría ahora.

- Pride !!! Lyrah !!! Ahora o nunca !!! – gritó desaforado el rebelde, completamente ignorante sobre los destinos de sus camaradas. – Caigamos sobre él !!!
 

El elfiano ignora los gritos de sus compañeros, probablemente ya estén perdidos piensa mientras sigue trotando en dirección donde vinieron con el ¿mediano? como peso muerto sobre su hombro.

El agarrón de Abrek está empezando a asfixiar al orco, quien sufre cada vez más dolor tel agarrón en su poderoso cuello, que parece amenazar con romperse. Cada vez más débil, sigue intentando liberarse sin lograrlo. De hecho, viendo su situación, parece querer comunicarse.

-Leggggsh.. aah ..onto. Lieeeadme .. os diie om.. eanre!- murmura como puede con la garganta bloqueada y ya sin intentar golpearos.

Parece que el orco quiere liberarse. Desde luego, no me fío ni un poco de él, y si por mi fuese, le partiría el cuello aquí mismo, y acabaríamos con esto aquí y ahora.

Pero no soy así. Si algo sé porque lo haya experimentado en carnes propias, es que todo el mundo merece una segunda oportunidad. Aunque ese ser haya intentado matarnos y no sea nada de fiar.

Antes de soltarle un poco, le digo— Muy bien, aflojaré un poco, y dirás lo que tengas que decir. Pero si intentas algo raro, te partiré el cuello aquí y ahora.

Tras decir esto, aflojo un poco, aunque sin llegar a soltar la presa. Veamos que es lo que tiene que decir.