Partida Rol por web

El golpe de Pride derriba también al orco al que atacó por la espalda, dejándole en mal estado y boca abajo. En ese momento, el más grande de los orcos, una fiera tremenda armada con un hacha de mano que recoge del suelo, reacciona dando un salto sobre el fuego. La imagen del monstruo saltando sobre Abrek y asestando un golpe atemorizaría a cualquiera... pwero su resultado no es muy halagüeño para el atacante. Aunque logra golpear a Abrek, lo hace sobre una pieza de armadura, sin lograr hacerle daño.

Por su parte, el orco herido por Erbasto procura defenderse devolviendo el golpe con una espada corta. Sin duda verse rodeado y herido le hace sacar fuerzas de falqueza, pues su espada se hunde profundamente en el vientre de vuestro compañero. Es una herida grave: no queda incapacitado, Erbasto aún puede luchar, pero si vuelven a herirle así...

Pride desencaja su espada de la carne del orco, mientras sus ojos se posicionan en el siguiente objetivo mas cercano, el orco con signos de grado militar (rojo), que esta enzarzado en combate con Abrek, pero se pone ansioso y se mueve antes de tener toda la espada fuera del orco, haciendo que el tirón de esta lo desbalance y tenga que pararse a sacarla de un tirón, perdiendo preciados segundos

Lyrah trataba de decidir cuándo, cómo, y sobre qué orco ceñirse. Eran muchos, y su indecisión aumentaba, presionada por la sangre que se había empezado a derramar en el combate. Los movimientos y la carga de sus compañeros casi eran demasiado para ella, o cualquiera lo hubiese creído de verle el rostro de ojos muy abiertos, las pupilas agitadas recorriendo a uno y otro lado, tratando, tratando. El resto de su gesto, la tensión de su cuerpo, podían simplemente remitirse al miedo, a la cobardía. Finalmente, remitieron al esfuerzo.

Porque al ver cómo Erbasto trastabillaba, la espada hundida en su vientre, la mano izquierda de Lyrah se alzó en dirección al orco que la empuñaba. Palma arriba, sus dedos extendidos comenzaron a flexionarse, uno por uno, en escalera, hasta que de la mano extendida sólo quedó un puño apretado. Puño que se elevó rápidamente, que flexionó el brazo para acercarse a su rostro, y que acabó por bajar de nuevo, bruscamente, a su posición original. Y no pasó nada. No pasó absolutamente na...

La fogata crepitó, repentinamente, como si hubiesen lanzado con furia un nuevo madero a su interior. Las chispas se elevaron, furiosas, en el aire, pero no acabaron por disolverse. No, quedaron suspendidas, enormes, por un instante flotando en la nada, simple y extraña belleza visual. Un sólo instante. Luego, como si hubiesen sido atraídas por una fuerza inexplicable, se echaron sobre el orco que había herido a Erbasto.

Eran decenas, y parecieron centenas de luces atravesando la distancia y echándose sobre la criatura.

Comenzaron por atacar sus ojos.

Decido que lo mejor será medirme con un oponente más grande, vista la dureza de los otros orcos. Sin vacilar, lanzo un potente derechazo a la mandíbula del orco que tengo enfrente.

No obstante, parece que el grandullón está curtido en más de una pelea, y esquiva mi puñetazo por los pelos.

El ataque de Rasheed, aunque tímido y no muy potente, sí logra abrir un tajo en la pierna del orco más pequeño, el cual queda cojo, desequilibrado y en una mala posición para defenderse. Como va a descubrir, en el peor momento posible. Las luces danzarinas de la elfa le aciertan en el rostro, dejándole del todo ciego cuando un nuevo peligro se le acerca.

A Erbasto, a pesar de su sobriedad de entendederas para otras cosas, la visión táctica no le falta y es consciente de que a menos enemigos, mejor. Así que descarga su arma sobre el orco más pequeño, aquel al que todos acribillan y confunden con luces mágicas, para ver si derribándolo, el restante queda del todo rodeado.

Y en efecto, su golpe en el costado resuna sobre las costillas del orco a través de su boca abierta, sorprendido al ver llegar el fin de sus días o al ver lo que hay más allá de las puertas del Abismo. Cae, en cualquier caso, inerte.

El descomunal orco restante está solo ahora pero es grande, está furioso y no deja de darse cuenta de que os intimida lo que puede hacer. Aun así, decide ser precavido y abrirse un hueco a su derecha, atacando a Pride al retroceder un paso con la idea de evitar ser flanqueado y dejar la hoguera entre él y los demás contendientes.

-¡Lamentaréis el día que escuchásteis el nombre del capitán Grigg!-

Mal movimiento, amigo. Pride es escurridizo como el aceite y se mueve para evitar el golpe, que sólo corta el aire. Grigg se prepara para lo peor...

Rasheed no estaba demasiado acostumbrado a participar de aquel tipo de escaramuzas. Por lo general, solo intervenía en los combates cuando estaba razonablemente seguro de que la balanza se había decantado en su favor. Y siempre con un objetivo claro. Nada de arrojarse ciegamente al peligro. Después de todo, los recursos de la resistencia eran demasiado escasos como para arriesgarlos despreocupadamente.

Por lo demás, planificaba cuidadosamente cada escenario de batalla, casi hasta el hartazgo. Algo que más de una vez le había traído problema con sus propios hombres, que muchas veces ansiaban lanzarse al combate para vengar tantos años de sufrimientos.

Su táctica más habitual era la emboscada. Acorralar a un pequeño grupo de enemigos en alguna posición incómoda y acosarlos desde la distancia con arcos y otras armas arrojadizas. Solo cuando las flechas hubieran diezmado a sus oponentes, se daba el lujo de ordenar el avance para entrar en el cuerpo a cuerpo. La mayoría de las veces, este momento no llegaba nunca.

Por supuesto, cargar contra una patrulla de orcos, en medio de una helada noche en la tundra, no era precisamente su idea de “un buen plan”. Y menos luego de una larga jornada de marcha. Cuando el sarcosano finalmente alcanzó a su presa, la carrera por el congelado y lodoso terreno lo había dejado sin aliento. Su espada golpeó sin fuerza al pequeño orco, y casi se le suelta de la mano por el impacto. A punto estuvo de caer de bruces en el fango por tanto esfuerzo.

Afortunadamente, sus compañeros pronto dieron cuenta del centinela, y eso le permitió tomar aire durante algunos instantes. Su pecho se agitó con las vigorosas bocanadas, y pronto sintió que recuperaba el resuello.

Sus piernas aún le temblaban, y apoyaba su mano libre sobre las rodillas para mantener la vertical. Sin embargo, un rápido vistazo en derredor le confirmó sus sospechas. El plan había salido bastante bien. Demasiado bien, quizás. Pero el precio había sido muy alto. Uno de sus mejores hombres había sido herido de gravedad, y no podían permitirse el riesgo de ubicarlo en la primera línea de combate. Alguien debía ocupar su lugar.

- A por él !!! – gritó el sarcosano mientras se lanzaba a por la terrible bestia que aún quedaba en pie.

El elfiano tuerce su tronco de forma medida y controlada mientras el filo de la espada de Grigg roza su cuello, Pride no muestra precaución en su rostro pero si en sus ojos por lo cerca que estuvo de un corte mortal. En un movimiento de muñeca y de dedos rapidos, cambia la posición de su espada para que mire hacia abajo y con la otra mano libre toma la parte baja de la empuñadura para obtener mas fuerza a la hora de encajar el filo en la carne de Grigg.
Pero todo es para nada, la piel y armadura de el orco era demasiado gruesa para los músculos del pícaro.

Aprovechando el hueco que el hueco que el orco dispone en sus defensa, lanzo un puñetazo a su cabeza, a modo de mazazo en el cráneo.

No obstante, aunque le logro dar de lleno en la cabezota del orco, es bastante más dura de lo que había pensado, y no parece que le haya hecho nada visible. Tendré que buscar otra parte más blanda, donde le pueda hacer más daño...