Gonzalo se había sorprendido al ver el rostro de la modosa ama de casa, pero había puesto todas sus fuerzas en impedir que ni una pizca de esa sorpresa y esa conmoción se transmitiera a la expresión de su rostro. No le daría esa alegría a la entidad diabólica que había poseído a la mujer y que parecía estar, al final, detrás de todo. Ni una, Gonzalito.
—No trate de hacerme pensar que usted es la señorita Marcial —masculló el sacerdote entre dientes. No dio ni la más mínima muestra de ir a aceptar nada, menos un café, de su interlocutor, sino que mantuvo sus manos en su atizador y su maletín, ahora apoyados en su regazo—. Hable... Habla: ¿quién o qué eres? Y quiero que dejes en paz a la señorita Marcial de inmediato: te lo ordeno en nombre de Dios.
Si fuera de noche, Dinh Kah...
Ejem...
Te asomas con cuidado hasta tomar asiento en un sillón en frente del de la extraña mujer.
Libre albedrío a los PJs, por favor... : (
Al escuchar tu oración, aquel ser suelta una minúscula risa.
Veo que no es ningún tonto. Esta mujer está bien, no se preocupe. Ella está dormida y no sufrirá daño alguno. Necesito su cuerpo para moverme yhablar con usted después de todo.
La extraña entidad toma un buen sorbo de café y continúa hablando.
Soy una bruja, una muy poderosa. Usted no tiene nada que hacer aquí, tampoco tiene porqué morir. Antes habría acabado con su vida pero...digamos que le tengo cariño. Su tío era un muy buen amigo mío, compartimos muchas tardes conversando sobre sus viajes y sus curiosas posesiones. Ahora que no está, es mi deber hacerme cargo de sus pertenencias. Usted no entendería el poder que tiene ese sirviente con el que ha estado conversando estos días, tampoco sería capaz de usar algún otro artefacto sin poner en peligro su vida.
Lo siento, pero tómalo como una fuerza misteriosa que te obliga a sentarte.
Tira por COR.
Gonzalo no se fiaba de las palabras de quienquiera que fuera el o la que estaba ocupando el cuerpo de Graciela: había acabado con la vida de Palieri y podía hacer lo mismo con el ama de llaves. O conmigo.
—Aunque las posesiones de mi tío no fueran mías por derecho, ¿por qué debería permitirle a usted quedarse con ellas? —preguntó el párroco tratando de mantener la sangre fría—. Es más: puedo aceptar que mi tío se entendiera con una bruja, e incluso que se dedicara al ocultismo... No soy un hombre crédulo, pero no me cierro a lo evidente. —Trató de relajarse en el sillón, para dar imagen de más seguridad—. ¡Pero usted mató a Palieri! —dijo elevando la voz, con indignación no contenida—. Mi tío nunca habría hecho nada así.
Señor, si estás ahí, tal vez sea hora de un poco de ayuda...
—Le conmino a que se marche y nos deje en paz —concluyó con voz trémula, incapaz de ocultar su miedo, agarrando con fuerza el atizador—: este libro no será suyo.
Motivo: COR
Tirada: 1d100
Dificultad: 49+
Resultado: 85 (Exito)
Éxito! Consigo controlarme.
No te preocupes por lo otro, no fue nada grave ; D Y perdona la tardanza.
La atmósfera a tu alrededor se vuelve tensa, el aire se siente pesado. Graciela, o quien quiera que fuese en aquel momento, borra su sonrisa y te mira fijamente.
Usted no entiende, no le estoy dando elección. Estos objetos me pertenecen y no tiene el poder para contrariarme. Su amigo el abogado era un ladronzuelo. Por las noches intentaba hurgar la casa en busca de objetos valiosos para llevárselos y hacer un buen dinero vendiéndolos en algún otro lugar. No podía permitir algo así, ¡y no soporto a los ladrones! - Sus ojos brillaros de un amarillo intenso, estaba claro que la conversación no marchaba muy bien. Pero lo diré una vez más: deje el libro y abandone la casa. No regrese ni le diga a nadie lo que vio aquí y podrá continuar con su vida sin problema alguno ¿Qué me dice?
¡No hay problema, estuve tan ocupado renegando con mi computadora que ni lo noté!
¡Maldita bruja! Da igual lo que hiciera el pobre Palieri... ¡Nadie merece morir, y menos de esa forma! Gonzalo estuvo a punto de estallar en insultos y maldiciones, pero se obligó a controlarse: si no quería morir de la misma forma horrible que el abogado, la elección era obvia. Huye ahora para volver a pelear luego. Pero Gonzalo quería llevarse consigo algunas respuestas. Y a Graciela.
—Si que me está dando elección: largarme y vivir o perseverar y morir. —Gonzalo temió haber ido demasiado lejos: se estaba jugando el pellejo.— Olvídelo: hablemos, entonces, deje que me beneficie de su... —La palabra se le atragantó.— ...cariño. —Durante un par de segundos, trató de ordenar sus pensamientos, pero luego continuó.— Imaginemos ahora que el libro no me pertenece, que, digamos, le pertenece a usted, moralmente, al menos. —Tragó saliva.— Pero lo que me está pidiendo no es sólo que le devuelva el libro: me está pidiendo también que abandone esta casa a su merced, esta casa de la que soy responsable y de la que depende mucha gente, empezando por la mujer cuyo cuerpo está usando en este mismo instante... —Una nueva pausa, esta vez algo más larga. Tengo que arrancarle todo lo que pueda.— ¿Por qué? ¿No se puede ir con el libro a otra parte? ¿No puede dejar a esta gente en paz e ir a practicar su arte a otra parte...? Comprenda que me lo pondría mucho más fácil.
Por supuesto, no planeo quedarme en este caserón. Tiene demasiados...recuerdos. - Aquel extraño ser desvió su mirada hacia la nada, su mirada se perdió un segundo en algún pensamiento lejano. Y a esta mujer no le sucederá nada, ella sólo se ocupa de cuidar la casa, nada más; ni siquiera recordará esta conversación, su visita o el desafortunado destino del hombre en el piso de arriba. La mano de Graciela se extiende hacia ti en un gesto paciente. - Ahora, si eso lo tranquiliza, me gustaría recuperar mi libro.
Uhm... Eso facilita mucho las cosas... ¿Pero puedo fiarme de ella? Sin Dinh Kah, Gonzalo sabía que no tenía muchas más opciones. Sin embargo... Necesito más respuestas antes de cerrar el trato.
—Está bien —concluyó al cabo de un rato—. Le daré el libro, usted dejará libre a Graciela... —...que da igual lo poco que recuerde, en cuanto vea el cadáver...— ...y se irá de la casa. —No se movió en absoluto.— Ese es nuestro trato. Pero respóndame antes: ¿qué le pasó a mi tío? ¿Y por qué he estado teniendo visiones de él?
Una expresión de melancolía se hizo presente en el rostro de la mujer. Su mirada, vidriosa, perdida aunque todavía amarillenta, pareció recordar más hechos del pasado.
Hay cosas en esta casa que no sólo pueden guardar oscuros textos y verdades, señor Guzmán, sino también recuerdos, hechos y anécdotas que nadie sería capaz de recordar; incluso la esencia de un ser y la mente de un mortal puede ser absorbida en ese libro que usted tanto resguarda. - La mujer bebió un último sobro de café y dejó la taza, vacía, sobre la mesita ratonera de costoso lustre. Su tío tuvo un desafortunado final. Su mente, de más curiosa, se vio absorbida por los misterios de los artefactos que coleccionaba sin razón. Poco a poco fue cayendo en un abismo de locura y, al final, cedió a la demencia y a la enfermedad. Por ese entonces nos habíamos distanciado y, aunque hubiese tenido la intención de ayudarlo, no hubiese podido hacerlo. Ya era muy tarde para él.
Afuera, la tormenta se transformó en un abundante aguacero que azotó las ventanas a ritmo pausado. No se podía oír ni ver nada en el jardín que rodeaba el caserón, la oscuridad era absoluta. El fuego en la chimenea crepitaba, vivaz; tanta oscuridad resaltaba el calor de las llamas que parecían ser la única esperanza de luz allí.
¿Mi respuesta lo satisface, entonces?
¿Me estará diciendo la verdad? ¿Me estará mintiendo?, se preguntaba Gonzalo. Las palabras de la mujer parecían sinceras, pero, ¿cómo confiar en una bruja? ¿Tienes otra opción? ¿Vas a dejar que esa bruja incinere a Graciela? Por otro lado, si lo que decía esa mujer era cierto... Pobre tío mío... ¿Qué es lo que hiciste? Dios te perdone. No quiso responder directamente a la pregunta de su interlocutora.
—Habrá ajetreo: vendrá el doctor, luego la policía, seguramente un juez para ordenar el levantamiento del cadáver de Palieri*... —Cambió la posición de las piernas, inexplicablemente más relajado-. Tendré que responder preguntas, coger mis cosas, atender a la señorita Marcial...
Esto no tiene sentido: acaba de una vez.
—Bueno... ¿Qué debo hacer?
Gonzalo quería acabar ya con esa conversación: quería irse de allí, quería llevarse a Graciela a un lugar seguro, quería avisar a sus superiores... ¿Le creerían?
Quizás en Argentina no sea así... Qué más da, ¿no? XD
Entrégueme el libro, márchese y no regrese. Nada más. - Ésas fueron las únicas palabras de la bruja, quien extendió la mano gentilmente para recibir el volumen.
Disculpa mi ausencia en la otra partida. Tuve unos problemas personales en casa y estoy intentando solucionarlos.
Gonzalo tensó la mandíbula: no quería irse tan bruscamente. Trató de convencer a la mujer.
—Escuche: le doy mi palabra de que el libro es suyo, pero no puedo marcharme así como así... —Antes de que la bruja dijera nada, levantó una mano, pidiendo paciencia.— Tiene que comprenderlo: la vida de la mujer cuyo cuerpo está poseyendo está muy vinculada a esta casa y no puedo dejarla a su suerte. —No se permitió tragar saliva: no quería dar muestras de debilidad.— Sé que no estoy en situación de negociar, pero permítame que sugiera una solución para ambos: suelte a la señorita Marcial y deje que me encargue de ella. Aunque no recuerde lo de Palieri, no podrá vivir engañada indefinidamente, sobre todo con el cuerpo carbonizado en la casa. Le explicaré que el abogado simplemente combustionó, no entiendo cómo, y que ella se desmayó al verlo. —Hablaba con claridad y precisión, casi sin respirar.— El médico y las autoridades llegarán, no hallarán explicación y cerrarán el caso. Le dejaré el libro en algún escondrijo, me llevaré a Graciela, lo venderé todo y no volveremos nunca.
El párroco finalizó su discurso y esperó unos segundos. Por favor, Señor, que diga que sí...
—¿Le... le parece aceptable?
No te preocupes, máster! Como ya te dije en la otra partida, ánimo! ; D Me tienes aquí para lo que necesites, más allá de la partida.
¡Suficiente! ¡Esto es más de lo que puedo soportar! - El rostro de la mujer se desfigura hasta quedar irreconocible. En su boca se dibuja una mueca de crueldad que corta los labios y sus ojos parecen estallar en furiosas llamaradas. ¡¿Quién se cree que es?! ¡¡No lo diré de nuevo, márchese ahora o no volverá a ver la luz del día!
Disculpa la tardanza, ya regresé.
Sobresaltado, Gonzalo se puso de pie de un salto. El libro maldito se le cayó de las manos, pero no hizo ni un solo gesto de ir a cogerlo. Qué más da ya... Su instinto le decía "vete YA", pero su corazón cristiano no le permitía irse así como así.
—Está b-bien, me iré —tartamudeó—, se lo he jurado... ¡Pero con Graciela! —gritó—. ¡Déjela libre, por el amor de Dios!
Con todo, a estas alturas Gonzalo estaba tan acojonado que no estaba seguro de ser capaz de resistir mucho más.
¡Gonzalo no se perdonaría nunca dejar a la mujer tirada! Pero si la bruja se niega una vez más, se irá.
Se lo advertí pero mi paciencia tiene un límite. - La bruja se puso de pie y elevó sus brazos a ambos lados. La chimenea comenzó a chispear y las llamas parecían iluminar cada vez menos la estancia. Su silueta fue desapareciendo hasta ser engullida en la oscuridad. Lo único que eras capaz de ver era tus pies pero la chimenea no tardaría mucho en extinguirse.
¡Maldición! Todo el vello corporal de Gonzalo se puso de punta... ¡Todo! ¡NO! ¡No me harás lo mismo que a Palieri! Gonzalo se puso de pie y señaló con un dedo acusador a la mujer.
—¡Volveré a por ella, bruja! —dijo con la voz quebrada de rabia y terror.
Acto seguido, el párroco corrió hacia la puerta, agarrando con fuerza sus cosas pero abandonando el códice maldito y aquella casa endiablada a su suerte, aún a sabiendas de que la decisión lo torturaría el resto de su vida (si es había "resto de su vida"). ¡Lo siento, Graciela!, pensó ya sintiendo el peso de la culpa mientras corría como alma que lleva el Diablo. Quizás, literalmente.
¡CORRECORRECORRE!
Saliste de la casa huyendo de la oscuridad mientras la débil luz de la fogata que casi se apagaba en la chimenea te indicaba el camino. A cada paso que dabas, la salida te parecía más distante e inalcanzable. Era casi como un sueño, una pesadilla endiablada de la que no podrías escapar. La risa de aquella extraña criatura de las penumbras acompañó tu carrera hasta que abriste de par en par la puerta de entrada.
Afuera, la brisa campestre te trajo calma y silencio. Apenas podías comprender dónde estabas o cuánto tiempo habías estado dentro de la casa. Era de noche, eso estaba claro, pues la luna alumbraba tu camino y las estrellas refulgían, numerosas, en el firmamento nocturno. Tu corazón, que latía a mil por hora, fue bajando el ritmo lentamente y, una vez dentro del automóvil, las cosas tuvieron más sentido para ti. Encendiste el motor, diste marcha atrás para salir al camino pero antes le dedicaste una última mirada a aquel extraño caserón. ¿Sería la última vez que visitabas la casa de tu tío?
En una de las ventanas de los cuartos superiores te pareció ver a alguien. No era Graciela, tampoco alguien que habitase la casa. No, era la mujer con la que tu tío había pasado un tiempo, aquel extraño fantasma que te había advertido al comienzo. Su mirada reflejaba una inmensa tristeza pero no te miraba a ti. No, miraba hacia otra dirección, quizás otro tiempo. Unos segundos más tarde, su silueta desapareció al fundirse con la oscuridad del interior. Pisaste el acelerador y te marchaste por donde viniste.
El camino se te antojó solitario pero, por algún motivo, no te sentías solo. Al mirar sobre el asiento del acompañaste descubriste que allí estaba la caja que contenía al sirviente. Cómo había ido a para allí, no lo sabías. No importaba. En cuestión de horas, ya estarías muy lejos de todo aquel horror.
+2 a los Mitos
Pierdes 3 de Cordura, y además haz una tirada. La pérdida adicional es 1d6+2
Pasa a la escena "Epílogo".
Motivo: Cordura
Tirada: 1d100
Dificultad: 46+
Resultado: 59 (Exito)
+2 Mitos: anotado.
-3 PC: anotado.
Tirada de COR: realizada, éxito, no hay pérdida de PC.
¡Paso al Epílogo, herr Master!