Día del 2 de diciembre
Bosque de Plata. Cercanías de la aldea
-Ewan no te fallará, estoy seguro- Reafirmó la confianza de Maeve en su amigo. Ewan podía tener carencias y fallos, pero la lealtad que desprendía era innegable, Taliesin no podía imaginarse una situación en la que él fallase a su palabra. No sabía cómo era el Celo aún, pero creía firmemente en que no podría destruir los principios de una persona.
Ladeó la cabeza al escuchar sobre la discusión entre las doncellas, sobre todo entre Meira y Maeve. Estaba empezando a conocer a Maeve y le gustaba su carácter sensible y sincero y no le gustaba la idea de que esta se llevase mal con Meira, pues por ella… había otros sentimientos.
Agachó un poco el rostro, un poco abatido ante las palabras de la pelirroja. Pese a ello y aunque pareciese contradictorio, sonreía.
-Comprendo lo que siente. Eso creo al menos. No puedo culparla, pues yo mismo tengo dudas, aunque gracias a ti he solventado algunas.
Taliesin se sonrojó ligeramente al escuchar lo de que Meira pudiese quererle, pero reaccionó en defensa de la arquera ante la última pregunta.
-Maeve… no creo que Meira sienta odio. Ella es… diferente, es salvaje, libre. ¿Cómo se sentiría un águila si lo encierran en una jaula, impidiéndole volar? ¿Cómo se sentiría si después de estar enjaulado comienza a coger cariño a uno de sus captores?- Suspiró. Compartía los mismos miedos que Meira, aunque los estaba superando poco a poco y nada le gustaría más que poder ser sincero con ella y entrecharla entre sus manos, volver a notar su aroma y su calidez. Pero debía respetar su decisión- Le dejaré el espacio que necesite. En eso, al menos, sí puede escoger.
Taliesin agitó la cabeza, como recordando algo que había pasado por alto y que no debería omitir.
-Espera ¿Rebelión has dicho? ¿Están planeando algo las doncellas? No intentarán huir de la aldea ¿Verdad? Maeve, si sabes algo, cuéntamelo, por favor. Si planean algo así puede ser muy peligroso.
El joven recortó un poco la distancia con Maeve y clavó sus azules ojos en ella, instándola a confesarse. Había auténtica preocupación en aquellos dos pozos azules.
Día del 2 de diciembre
Bosque de Plata. Cercanías de la aldea
No dije nada con respecto a Ewan, los hechos me darían la respuesta y de momento, creía en él. Los miedos seguirán estando, al fin de cuentas recién nos conocíamos. Ya cuando se puso a hablar de Meira, bajé la mirada sonriendo. Que un hombre hable así, la defienda, justifique todo, es porque está enamorado. No necesitaba tener la edad de las doncellas para darme cuenta de ello y con un suspiro, solo deseé que la morena no le rompa el corazón. Que le dé una oportunidad valiosa, para conocerse, para cambiar la historia y hacerle ver que no todo era malo.
— Si te rompe el corazón... Se las verá conmigo.
No iba a entrar en un debate, no cuando sé lo que pasé y lo que escuché de ella. Posiblemente Taliesin tenía razón, pero ninguno de los dos, la conocía lo suficiente como para descifrar sus arrebatos. De momento es lo que creía, pero estaba más que segura de que el amor de este lobo, podría con ello y más.
Finalmente ante la segunda pregunta, volví a mirar sus ojos.
—No creo que quieran escapar, si desean hacerlo te lo diré— dije sincera—. No quieren saber nada con ustedes pero estoy segura, de que eso cambiará. Hay resistencia, se enojan con la marca, gritan, y las comprendo... Tampoco voy a permitir que hagan una locura, incluso cuando creen que nos las entiendo o los prefiero a ustedes.
Por diosssss, que enamorado él!!!!!!
Día del 2 de diciembre
Bosque de Plata. Cercanías de la aldea
La respuesta de Maeve fue dulce y le hizo sonreír cautivado por su bondad. Reconocía auténtica empatía en aquellas palabras, breves pero llenas de sentimiento. Él no había hablado de amor, de estar enamorado de Meira ni mucho menos. No había mencionado aquellas palabras, pero el resto de las que sí había pronunciado lo evidenciaban. No estaba ciego y Maeve tampoco, así que respondió con sinceridad, abriéndose y aceptando que podía ser ese el sentimiento que le guiaba.
-Ese es el riesgo de atreverse a amar a alguien… O eso dicen- Sonrió, cogió con delicadeza la mano de la joven, fría, suave- Gracias por preocuparte por mí- Llevó los nudillos de ella hasta la frente de él hasta tocarla, a la vez que cerraba los ojos. Una señal de agradecimiento.
Tras eso y también gracias a la explicación sobre la posible rebelión de las doncellas, se relajó notablemente.
-Hay demasiados peligros en el bosque y aunque los superen… La marca se cobrará su deuda- Se estremeció ante aquella idea.
-La decisión de acercarse o no a mis hermanos y a mí, es plenamente suya. No les forzaremos a actuar- Por desgracia, ellas mismas sentirán el impulso- Si.. Cambiará- Respondió un poco enigmático a las palabras de Maeve- Si intentan cualquier cosa que implique huir del pueblo al bosque, avísame, por favor. Aquí están seguras, aunque no nos toleren, pero en el bosque no podemos protegerlas.
Taliesin alzó la cabeza hacia la lejanía del bosque. La sombra de los árboles se había extendido notablemente. ¿Cuánto llevaba ahí? Debían volver antes de que notasen la ausencia de Maeve y las demás doncellas empezasen a preocuparse.
-¿Tienes que hacer algo más en el bosque?- Preguntó observando su cesta- Te ayudaré si lo deseas- No quería dejarla sola en aquel lugar, pero tampoco la presionaría para volver, no después de decir que tenían libertad.
jajajaj Taliesin es un sentimental
Día del 2 de diciembre
Bosque de Plata. Cercanías de la aldea
Sólo asentí a modo de respuesta, a veces podría considerarse un defecto mi preocupación por los demás. Pero fiel a mis principios, seguiría siendo así. Amar a alguien, sin dudas era un acto precioso y a su vez, un riesgo en todos los sentidos. Siempre creí que osados eran aquellos que se atrevían a querer.
— Lo sé, aunque espero sea por voluntad propia... Es muy difícil deshacer los pasos dados en el camino tras la lluvia— dije.
Era mejor actuar con el poder de elegir, pero para ello era necesario ser consciente de todo y por ahora, la información se escurría de nuestras manos. Había que dar con ella. Después estuve de acuerdo con la peligrosidad de los alrededores, solo basta hacer un poco de memoria para saber que es real. Durante la primera noche tuvimos el ataque de aquellas criaturas.
—Por cierto, ¿qué nos atacó la otra noche?— recordé y aproveché para preguntar, después respondí a lo otro—. Nada más, regresemos al pueblo si te parece bien.
Tenía todo lo necesario, ahora tocaba hacer mi arte con las hierbas.
Día del 2 de diciembre
Bosque de Plata. Cercanías de la aldea
-Entonces, permíteme que te acompañe hasta la aldea- Comentó tras saber que no interrumpía los quehaceres de Maeve ni le imponía regresar. Se colgó el arpa al hombro y comenzó a caminar.
-Eran del clan vampírico- Le explicó un tanto apesadumbrado- Somos enemigos naturales. Vuestra llegada coincidió con un ritual de iniciación para los suyos. Siento la mala suerte que habéis tenido y que hayáis tenido que ver aquella masacre. No se repetirá- O al menos no lo veréis de primera mano.
Los dos se encaminaron juntos hacia el pueblo acompañados del sonido del bosque y de conversaciones más banales. Sin embargo Taliesin se separaría nada más avistar la empalizada, pues no quería penetrar en la aldea con el arpa encima, prefería dejarlo en la carpintería sin ser visto.
El encuentro con Maeve no solo le había recompensado con conocer a una persona afín a su forma de ser, si no también una confirmación de que, pese a estar envueltos en aquel pacto y bajo el influjo de aquella marca, aún había cierto espacio para el libre albedrío.
Aunque aún debería pasar tiempo para que acabase del todo con sus dudas, pues eran sentimientos muy fuertes en poco tiempo y aunque quizás fuesen genuinos, bien podían estar potenciados artificialmente.
-Si ahora es así, temo cuando despierte el Celo- Quizás aquel influjo fuese tan fuerte que no se hubiese podido contener ni si quiera con Maeve al estar tan cerca. Pero era algo que no quería pensar en ese momento. Quería confiar en su fuerza de voluntad... y en la de Meira, pues ella también debía resistirse a los otros licántropos, sus hermanos.
3 de diciembre. Mediodía
Bosque de plata. Cerca del arroyo
La escena frente a él cambió de forma instantánea. Un sentimiento urgente lo invadió, tan inmediato como el golpeteo de su corazón.
Dio un paso hacia adelante sin pensar.
Se abalanzó hacia ella, el penetrante olor a sangre colisionando con sus sentidos. Temiendo lo peor, sus latidos se dispararon, su mandíbula se tensó y algunos mechones de su cabello se erguieron... pero luego ella negó y echó a correr. En ese instante, supo que no había ninguna amenaza. Al menos, no directa. Se forzó a calmarse, haciendo que su pulso se ralentizara, mientras sus huesos y pelaje se suavizaban en un esfuerzo por ser el más apacible para ella.
Con movimientos ágiles y ligeros, saltó entre las rocas, llegando a su lado casi sin mojarse.
Padre había dicho... ¿Qué hacía un humano tan adentro del bosque? Y esas marcas de garras... ¿Había sido un batidor que lo percibió como una amenaza? Si fuera así, era un estúpido, pero peor aún... ¿Se habría cruzado con vampiros u otras criaturas? Un escalofrío recorrió su espalda.
Se arrodilló junto a ella, observando con atención cómo el hombre respiraba, aunque débilmente.
- No... no soy sanador -murmuró, con tono grave-. No sé si sería mejor moverlo, llevarlo rápidamente... o buscar a un sanador y traerlo. Pero si está vivo, hay esperanza.
No tomó ninguna decisión ni se movió. No lo tocó. Aquello era algo personal para Meira, y respetaba su espacio. Sin embargo, un pensamiento se cruzó en su mente: algunas criaturas dejan a los moribundos como cebo. No bajó la guardia, su mirada recorriendo el entorno con cuidado, buscando cualquier señal de amenaza. El aire se mantenía denso en sus pulmones, y una tensa quietud le envolvía, ocultando bajo su fachada de empatía una alerta latente.
3 de diciembre. Mediodía
Bosque de plata. Cerca del arroyo
El lecho del arroyo se teñía de rojo con la sangre extendiéndose en la corriente, perdiéndose entre las piedras. Demasiada sangre.
Ewan apareció a mi lado y lo miré con la desesperación pintada en el rostro.
Mi padre estaba vivo. Pero ¿por cuánto tiempo? Su pecho subía y bajaba con dificultad, su piel estaba demasiado pálida y la herida por la que se estaba desangrando no tenía buen aspecto.
—Tenemos que detener la hemorragia —dije, al tiempo que colocaba las manos sobre su abdomen para ejercer presión.
Su cuerpo se estremeció bajo mi toque.
—Aguanta, padre. Por favor, aguanta.
Su respiración era errática, un jadeo quebrado, y su rostro reflejaba un dolor que hacía que mi estómago se anudara. Pero estaba consciente. Y me miraba. Su mano temblorosa se alzó y se aferró a mi muñeca.
—Mei…
El sonido de mi nombre escapó de sus labios como un susurro frágil, pero en su tono había algo más que agonía. Urgencia.
—No hables. —supliqué, con el pulso disparado— Vamos a salvarte, ¿me oyes?
Pero él negó con suavidad, apenas una sombra de movimiento.
—No… no hay tiempo. —Mis dedos se crisparon contra su abdomen ensangrentado. —Escúchame... La bruja...lo sabía. Ella sabía que serías elegida... — su mano se aferró con más fuerza a mi brazo — Desde el principio.
El frío se deslizó por mi espalda, como si el aire mismo se hubiera vuelto más denso.
—¿Qué? —mi voz era un susurro, pero no podía apartar la mirada de él.
Su aliento era entrecortado. Cada palabra parecía arrancarle un pedazo más de vida.
—Tu madre… — Mi piel se erizó. — Ella la maldijo... No estaba enferma... — Sus ojos, velados por la muerte inminente, se clavaron en los míos con un pesar insoportable. Las palabras cayeron sobre mí como una losa y comencé a temblar, de frío, de impotencia, de rabia. — Lo siento... yo... lo... intent...
Su cuerpo se sacudió con un espasmo.
—¡Padre!
Pero ya no me miraba. Ya no respiraba. Sus brazo cayó inerte sobre la grava y yo aparté las manos, cubiertas con su sangre, incapaz de procesar lo que acababa de pasar.
El mundo pareció cerrarse sobre mí.
Me levanté de golpe, trastabillando sobre el lecho pedregoso, tambaleante, sin saber a dónde ir. Mis piernas protestaron, la herida en mi pie latió con un dolor punzante, pero no me importó. Necesitaba respirar. Necesitaba alejarme de allí.
— Ewan... — Mi voz apenas fue un murmullo, débil, entrecortado. No supe si fue la fatiga, la pérdida de calor o el peso insoportable del dolor, pero mis piernas cedieron y mi cuerpo se desplomó contra él.