Partida Rol por web

Los Celos de la Luna +18

Morwyn (Pueblo de Doncellas)

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09/02/2025, 20:04
Director

30 de Noviembre

Morwyn / Gran salón


Aquel día comenzó siendo el día más frío del año, la gente despertaba y se encontraba con un amanecer teñido de blanco. Un manto de espesa nieve había cubierto toda la zona. Un hermoso paisaje para cualquiera que pudiera disfrutar de él, posiblemente para algunas personas podrían sentir paz, tranquilidad o incluso emoción pues aquello solo significaba el comienzo de una nueva estación pero, para la gente de Morwyn era una señal. Aquella misma noche en que la nieve se posó sobre sus tierras y la luna brillaba en todo su esplendor, seis mujeres despertaban con una marca de media luna en sus cuerpos, cambiando el significado de aquel amanecer por temor u orgullo.

Los ciudadanos de Morwyn aquel día dejaron de lado sus habituales tareas para preparar todo el pueblo para el festival de las doncellas y su entrega al pueblo Quileute. La gente orgullosa de aquella tradición o forzados a seguirla, comenzaban a decorar la calle con banderines de colores, ramilletes de flores y a preparar un festín para todo el pueblo para aquella misma noche. La mezcla de sonidos que se escuchaba en el pueblo, era de varios trovadores afinando sus instrumentos o ensayando sus canciones pero había un lugar en específico en el que reinaba el mismo silencio que en un cementerio y era en el gran salón. Aquel hermoso y majestuoso edificio donde se realizaban las reuniones del consejo y los banquetes de cualquiera de las festividades de aquel pueblo. El techo abovedado de madera y decorado con varios candelabros colgantes daban luz a la estancia, principalmente en el centro de la sala y en la enorme tribuna del fondo hecha de piedra y con varios asientos de madera maciza. También habían pequeñas salas contiguas que se utilizaban para preparaciones principalmente pero, en la sala central donde siempre hubo la concentración de la música, las risas y las voces de la gente y donde aquella misma noche se celebraría el banquete del festival pero que aquel preciso instante donde todas las jóvenes estaban reunidas, reinaba el silencio y se podía sentir una tensión que se podía cortar con un cuchillo.

Todas las jóvenes solteras y en edad de casarse eran obligadas a presentarse ante el consejo de ancianos aquella misma mañana para identificar quienes serían entregadas aquella noche. Algunas mujeres se presentaban voluntariamente en cambio hubieron otras que eran traídas a la fuerza ya que ninguna de las jóvenes del pueblo podían saltarse esa reunión. La sala no tenían ningún cambio aparente pues aún no habían comenzado con las decoraciones en aquella sala. Una vez se habían reunidas todas en aquella sala junto su madre o padre o familiar más allegado cerraron las puertas y custodiados por dos guardias, casi como si aquello fuera una encerrona y tal vez para algunas se sentían de aquella manera.

El consejo formaba un semi circulo al fondo de la sala y el portavoz se levantó de su asiento y adelantó unos pasos para dirigirse a las familias allí reunidas.- ¡Bienvenidas, nuestras queridas jóvenes! Como todos los años aquí nos encontramos para dar paso a la ceremonia de selección, sé que para las seleccionadas por la diosa de luna seguramente os sentiréis ansiosas y nerviosas pero para poder llevar la ceremonia de la mejor manera posible, pedimos vuestra colaboración...- pues no era el primer año ni sería el último en que alguna de las mujeres intentara escapar antes de que descubrieran que tenía la marca en su cuerpo pero siempre se adelantaban a ello y guardias custodiaban, o de otra forma forzaban, a las jóvenes asistir y obedecer.- Por favor pedimos que las jóvenes únicamente sin sus familiares pasen a la sala contigua para la revisión por parte de las ancianas.

Todos los años era exactamente igual pasando a las jóvenes a la sala contigua y allí pedirían que voluntariamente dieran un paso adelante quienes habían detectado la marca de la luna en su cuerpo. Quienes daban un paso adelante voluntariamente necesitaban mostrar únicamente a las ancianas la marca de media luna grabada en su cuerpo aunque eso significara tener que desnudarse completamente ante las ancianas. Para quienes no participaban voluntariamente, eran sometidas por varias sirvientas delante de las ancianas hasta enseñar el último rastro de su piel asegurándose de que no tenían la marca en su cuerpo. Una vez las 6 elegidas estuvieran seleccionadas, el resto de jóvenes fueron abandonando la sala dejando a las doncellas de la luna, únicamente con las ancianas.

A partir de aquel momento, las jóvenes no tuvieron ningún contacto con sus familiares y las ancianas comenzaron a preparar a las seis jóvenes para el encuentro de aquella noche. Se encargaban de su aseo personal bañándolas en grandes barricas con agua de flores silvestres y leche de cordero suavizando su piel dejando un ligero aroma floral en sus cuerpos, mientras se encargaban de preparar un hermoso traje para cada una con el color representativo de las doncellas, un precioso rojo intenso que les cubría de pies a la cabeza, cada una con sus propios detalles o con diferentes tonos de rojo y recogieron sus cabellos con pequeñas margaritas blancas y trenzando sus cabellos formando diferentes peinados que aunque aún siendo forzadas a seguir todas aquellas normas, las ancianas como sus sirvientas obedecían sus peticiones en aquellos últimos detalles. Algunas probablemente nerviosas sin capaz de decir ni una palabra u otras oponiéndose a ello, sea como fuera, el resultado sería el mismo. Para cuando ya les permitieran salir, se encontrarían con un pueblo en mitad de las celebraciones con el atardecer de fondo.

La noche no tardó en llegar que dio paso al banquete y el gran salón había cambiado por completo, adaptando un lugar al lado del consejo donde las jóvenes doncellas tenían un lugar designado y donde las diferentes familias pasaban a despedirse y otras a felicitarlas por aquel honor que brindaba protección a todo el pueblo. La ceremonia pasó en un instante y para cuando todos habían felicitado a las jóvenes doncellas, se les habría un camino en mitad de la sala guiándolas hacia fuera del banquete. En la puerta un par de guardias custodiaban a cada doncella y colocaban sobre cada una de ellas, una hermosa capa de piel que las protegía del frío de la noche. Los guardias bajaron los peldaños de piedra junta a ellas a cada lado y haciéndolas subir un hermoso carromato decorado con diferentes flores, partiendo con los guardias y algunos representantes del consejo se adentraron al bosque de plata.

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10/02/2025, 04:35
Agathe Luain

Su cama había dejado de sentirse cálida. Temblaba mientras su consciencia se despertaba con lentitud y fue cuando pensó en algo que podría causar su frío:

Tal vez dejé alguna de las ventanas abiertas.

Se despertó con pesadez y vio la nieve. Si bien lo primero que pensó era que tendrían que posponer la salida a vender los frutos de los cultivos para más tarde y que la producción bajaría, además de rescatar aquellos vegetales que aún no hubieran sucumbido por el frío, también se sintió algo inquieta, igual que todos los años. Un nuevo festival. Su única esperanza se centraba en pensar que se salvaría este año. Cada vez se acercaba más a la edad en la cual ya no podría ser elegida y Agathe se aferraba a ello cada año, mas esta vez no correría con suerte.

Recogió agua para asearse un poco y fue cuando, en el reflejo del agua, vio la marca de media luna justo debajo de su esternón. Eso hizo que la ojigris gritara con todo lo que tenía. En medio de su desesperación, se alegró de que su habitación quedara en el segundo piso de la casa, mientras que la de su padre y su hermano quedaban en el primero. Se había dispuesto así a modo de "protección" para ella, en caso de ser elegida. Su padre se había preparado, incluso tenían un equipaje listo y dinero ahorrado en caso de querer escapar, pero ¿a dónde? Salir de ese lugar era imposible sin ser devorado por las bestias, mas eso le daba algo de paz a su anciano padre, así que Agathe solo se lo permitió.

Cayó de rodillas en el suelo y lloró cuanto pudo al ver la marca, mas no pidió ayuda. No. Ella era quien protegía a su familia y por eso decidió no huir. Si se enteraban de que había huido, no sabía qué le harían a su padre. El fanatismo de algunos hombres en esa aldea era increíble. Claro, no era como si ellos fueran a quienes sacrificaran cada año, después de todo.

Cuando se hubo calmado y aseado, se cambió de ropa por la que solía usar para el frío, las cuales eran las mismas que usaba casi todo el tiempo, pero con telas más gruesas, y se dispuso a preparar el desayuno para su padre y su hermano. Procuró comer con ellos con calma y, como Eurin ya había cumplido los quince años, sabía que tendría que ayudar con la preparación del festival. Se fue con una sonrisa encantadora como siempre y luego Agathe se quedó a ayudar a su padre a rescatar lo que se pudiera de los cultivos ya cubiertos por la nieve. No fue mucho y sus manos se pusieron coloradas por el frío, mas no se quejó. Esa sería la última vez que veía a su padre. A pesar de que este notó los ojos hinchados de su hija, no le dijo nada. Aunque sí que sospechaba lo sucedido, se trató de aferrar a la esperanza de que ella podría huir de allí, como lo habían hablado tantas veces en el pasado.

Su padre se preparó para acompañarla a donde reunirían a todas las doncellas y Agathe se fue con las mismas ropas gastadas que llevaba hasta ahora. Si bien ella dio un paso al frente cuando las mujeres llamaron a las que tuvieran la marca, su padre no soltó su mano. El viejo granjero estaba a punto de reventar en llanto, mas se mantuvo fuerte por su hija, como ella lo había hecho mil veces en el pasado. En la inspección corporal, la chica se negó. Suplicó que le creyeran sin tener que examinar su cuerpo y su padre intentó evitarlo. Apenas las sirvientas de las ancianas se le acercaron, la pelinegra mostró su fiereza, que cualquiera nacido en alta cuna podría considerar barbaridad, luchando y forcejeando... hasta que un guardia derribó a su padre, el cual también intentó impedirlo. La chica gritó desconsolada y lloró, mas no hubo caso. La ropa fue retirada, desvelando la marca debajo de su esternón y su desnudez también, mostrando un cuerpo delgado y, de cierta manera, malnutrido. A pesar de eso, era posible ver algo de musculatura en este, debido al trabajo en los cultivos que realizaba día a día con su padre.

Derrotada y sintiéndose humillada, Agathe dejó de luchar y permitió que todo aquello siguiera. No lloró ni dijo una palabra en el baño de leche y flores, cosa que ella nunca podría haberse permitido, tampoco cuando le dieron opción de cómo quería verse. Ella solo eligió un vestido que fuera funcional para el frío, sin decoraciones ni nada vistoso, y que cubriera sus delgados brazos. Ella nunca se había considerado una joven hermosa. Dijo que no quería trenzas ni nada elaborado, solo algunas flores en su cabello suelto. Después de eso, todo el resto de la "festividad" la pasó en silencio. Solo se permitió mostrarse como humana de nuevo cuando su padre y su hermano aparecieron para despedirse. Le pidió a Eurin que cuidara de su padre y a su padre que viviera por muchos años más.

Esas familias que la felicitaban y hablaban del "gran honor" que eso implicaba solo se llevó una muy mala mirada de la doncella, la cual, en medio de su dolor, solo podía pensar en la suerte que correría su familia sin ella. Su hermano era muy joven, quería que él viviera diferente, que pudiera surgir... mas todo eso se veía ya distante. No habría momento en que no añorara volver a su lado.

Había llegado el momento de partir y, como si todo eso no fuera con ella, Agathe se marchó obedientemente. Se dejó guiar por los guardias y se subió a ese carromato mostrándose desinteresada por completo. Solo acomodó la piel que se le había entregado y se subió, mirando hacia el pueblo para buscar ver a su padre y a su hermano por última vez.

Notas de juego

Quería estar a la altura del post de la master, así que tuve que agregar un ost XD.

Si debo cambiar algo, dire, solo dime n.n.

Edit Master: Alaaa exagerada mi post no estuvo tan bien como deberías jeje ^^''

Solo dejaré aquí una nota para dejarlo claro ya que a lo mejor puede ser confuso. Cuando las doncellas son llevadas a la habitación contigua para comprobar la marca, lo hacen solas y solo se encuentran mujeres en esa sala, las doncellas, las sirvientas y las ancianas. 

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10/02/2025, 15:43
Maeve Ó Riain

El día que apareció la marca, sentí que mi mundo se consumía al completo. Fui muy ilusa al creer que jamás pasaría, era muy feliz con mi vida y en compañía de mis hermanos, pese al dolor que conlleva la ausencia de mis padres. Tan sólo veinticuatro horas de ello, y en un parpadeo ya tenía la noticia de que estaba obligada a participar. Apenas descubrí el símbolo de mi condena en la piel le informé a Aidan, mi hermano mayor, y de inmediato se dispuso a organizar todo. Lloré ante la idea desconsoladamente, incluso intenté escapar por el bosque y rápido me devolvieron a casa, ellos me conocían y cada movimiento mío era interceptado por Ronan y Aemon vigilando mis pasos. Tener cinco hermanos era en verdad un problema y luchar contra ello, era un imposible. 

Resignada en cuerpo y alma, ellos tenían sus planes bien organizados. Usaría el vestido rojo que era de mi madre y fue mi mentora quién se encargó de ponerlo en condiciones, pese a que tenía sus años. Ella se convirtió en una aliada de mis muchachos, todo para que sea menos tedioso para estos cinco hombres que debían lidiar con los preparativos. Abrumada por la situación, fue Aidan quien se encargó de mi y juntos nos dirigimos al punto central donde sucedería la ceremonia. Me despedí de mis hermanos ya sin llorar, en mi rostro no existió expresión, solo una resignación que lo superaba todo. ¿Podía odiarlos? No, ellos no tenían la culpa de ser mujer y peor aún, de tener esta marca. Tocaba cumplir, debían hacerlo. 

Al llegar, estuve pegada a su brazo con fuerza. Pero ante la orden de ir con las ancianas, acepté sin rechistar. La revisión fue bastante rápida, estaba entregada y obedecería. Mi hermano me lo recordó antes de despedirnos, que haga todo fácil para que evitar el tedio de un rechazo que no tendría sentido. El destino era así de malo e injusto. 

El atuendo fue entregado en su bolsa de tela junto con el calzado, los aros que creó mi mentora y los accesorios para el peinado. Como si fuera una muñeca, me dejé hacer y no sentí orgullo al llevar puesto el vestido de mi madre. Era totalmente rojo, quizás algo apagado por su edad, con detalles bordados en un tono más suave, siempre en el mismo color. Tenía mangas abultadas en volados que se abren ampliando en una abertura coqueta. El escote era cuadrado formado por un corset bien ceñido a su cintura, que resalta un poco mis pechos, para terminar en una falda no tan amplia, entre pliegues lisos y bordados. 

Los accesorios, eran unos aros tejidos en hilo con forma de flor, representando mi esencia de curandera y mi unión con la naturaleza. El peinado, solo tenía el cabello suelto, con unos detalles de flores pequeñas y trenzas que se unieron entre si. Hacía frío, más quisiera yo un abrigo, pero no tenía nada rojo y debía apechugar, enraizando más el asunto de que estaba siendo una tortura. 

Mis labios estaban rojos carmín, no tenía maquillaje más que un ligero aire natural. Cuando llegó el momento de la despedida, vio que su amiga se subía al carromato, aún sentía el aroma intenso de aquel agradable baño—fue lo único destacable de la situación—así que decidí seguir sus pasos. Muy nerviosa me sentía, pero todo estaba organizado de esa manera. Era la más pequeña de las doncellas, lo cual lidiaba con mis propias batallas, la inexperiencia. 

Al subir, tomé asiento frente a ella y bajé la mirada. 

Hola...

Verla allí me dio alivio, es compartir un destino parecido. 

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11/02/2025, 02:51
Meira Dara

Enhorabuena muchacha.

Un latido acelerado retumbó en mi pecho cuando sentí cómo el pelo, que hacía apenas unos segundos me habían apartado para dejar al descubierto mi espalda, volvía a su lugar. Me giré, sorprendida, con la incertidumbre anidada en los ojos.

Una de las ancianas me observaba con cierto orgullo mientras señalaba el camino que debían seguir las doncellas elegidas, invitándome a hacer lo mismo.

- ¿La tengo en la espalda? - pregunté, aunque ya conocía la respuesta.

La mujer asintió, y el mundo se sacudió bajo mis pies. Mirando en derredor, me tomé unos segundos para asimilar lo que estaba a punto de ocurrir. Uno. Dos. Tres. Conté, centrándome en mantener la calma. Ocho, nueve, diez. 

De repente, me sentí una extraña dentro de mi propio cuerpo. Nada me parecía real. Me dejé hacer, contemplando la escena como si solo fuera una espectadora en aquella mascarada. Para cuando comencé a reaccionar, ya tenía un pie sobre el carromato. Mi padre me había dado algo durante el banquete que aún sostenía en la mano, con el puño cerrado.

Era el medallón de mi madre.

Los ojos se me nublaron y levanté la cabeza para otear el horizonte. Sentía aquel magnetismo familiar por todo el cuerpo, ese que tanto detestaba. Sin poder evitarlo, fruncí los labios en una mueca de desagrado mientras el eco de aquella risa maliciosa resonaba en mi cabeza. Una lágrima se deslizó por mi mejilla, tan fugaz que ni siquiera tuve tiempo de secarla. 

Piensa, Meira. Piensa. Aún puedes evitarlo.

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11/02/2025, 19:34
Cleissy Freig

Jamás me había interesado aquella ceremonia. No la odiaba, pero sentía que era algo innecesario, arcaico y obsoleto. Algo a lo que los ancianos se sujetaban como al mástil de un naufragio. Recordaba que la primera vez que había asistido a una me habían tenido que coger los los pies para sacarme de abajo de la cama. No tenía sentido huir o esconderse, porque de una u otra manera terminaría allí. No obstante con los años el nerviosismo por ser elegida pasó a ser remplazado por el sentimiento de agobio y aburrimiento por no poder estar afuera disfrutando de la música y en lugar de eso tenía que estar en aquella sala un año más. 

Mi madre me había acompañado como de costumbre, era una mujer alta y de cabello rojizo como el mío. Pero a diferencia mía, ella si parecía nerviosa. Todos los años era igual. Ya sabía que cuando todo acabase y no me eligieran volvería a ser ella misma. Pero de momento miraba alrededor como si alguno de los guardias fuese a tirarse encima mío para maniatarme y echarme a alguna hoguera. Tuve que contener una risita y me entretuve viendo las caras nuevas. No todas lo eran, ya que algunas chicas, al igual que yo, habían pasado por aquello varias veces, pero lo divertido era mirar a las novatillas. Ese año había algunas singularmente graciosas. Aferradas a sus madres como niños de pecho. 

Al fin llegó el monótono discurso de los ancianos, y nos invitaron a pasar a la otra sala dónde nos revisarían. Yo lo hice con cierta pesadez, pero contenta de saber que luego de aquello simplemente podría irme. Ni siquiera me había tomado la molestia de buscar la marca aquel año, así que cuando me sometí a la revisión me sorprendió a mi misma ver aquella cosa grabada en mi piel. ¿Era alguna clase de broma? Mi primera reacción fue frotarla para ver si se quitaba, pero no. Esa cosa seguía allí, como una vieja cicatriz. 

Quedé absorta por un momento, porque de pronto todas mis expectativas se habían echado por tierra. Miré a las demás, por si se trataba de algún error y había otras seis elegidas. Pero eso no ocurrió. Era una sensación incómoda y pesada. Un vacío que me impedía pensar libremente. ¿Qué haría? Tenía tantos planes para aquel año, tantos pendientes, tantas ideas. Pero eso ya no importaba. 

Recuerdo que nos bañaron, perfumaron y vistieron con lujosos atuendos de tono carmesí. No hice nada para impedirlo, pero tampoco colaboré demasiado. Simplemente estaba confusa. Ahora todo se resumía a seguir las indicaciones, sentarme en aquel sitio privilegiado que años anteriores había sido ocupado por otras seis doncellas. La vista desde allí era distinta, no veía el rostro de seis chicas confundidas y asustadas, sino el de todo el pueblo, festejando y algunos llorando. Recuerdo haberme despedido de mis padres, pero poco más. Apenas si probé bocado a pesar de que todo ese festín era en nuestro honor. 

Al final del día subimos todas a ese carromato que nos llevaría a nuestra nueva vida. Hubiese seguido ensimismada en mis pensamientos de no ser porque la voz de otra de las muchachas captó mi atención. Era la jovencita que había estado viendo al principio y de la cual me había burlado para mis adentros. Ahora ambas estábamos allí compartiendo el mismo destino. 

- Todo estará bien, o eso creo - Dije riendo viendo a Maeve. Y aunque no era una risa totalmente genuina, esperaba que sirviese para tranquilizar a la chiquilla. 

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12/02/2025, 19:37
Meira Dara

-Nada de esto está bien - dije con mi habitual calma y sin elevar mucho el tono, al menos hasta que fui consciente de que había pensado en voz alta. Hacía mucho tiempo que eso no me ocurría, tanto que ni me acordaba. Parpadeé, algo sorprendida de mi misma y miré a Cleissy. Estaba intentando tranquilizar a otra chica que apenas conocía de vista y me sentí un poco culpable por ser tan cruda. - Esto debería de ser una opción voluntaria, no una imposición. 

Notas de juego

Posteo algo corto por mover un poco la interacción

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12/02/2025, 21:57
Aranissë Bail

La noche antes del festival subió al tejado de la casa familiar, observar el cielo en silencio era algo que calmaba los demonios que merodeaban en su mente. Se acurrucó bajo la manta, escondió las piernas contra el cuerpo y sólo las puntas de sus dedos de los pies quedaron al descubierto. Aquella conexión que sentía con la naturaleza, con la luna y sus estrellas tal vez sólo avisaban de lo que el destino tenía preparado para ella. Hasta ahora siempre había visto partir a las jóvenes cada año, sólo podía mirar en silencio como se las llevaban al igual lo hacen con el ganado. Una mano en su espalda la hizo sobresaltarse, al girarse su hermana le dedicó una sonrisa desde el pequeño ventanal, era hora de acostarse pues la jornada comenzaba demasiado temprano para toda la familia. Ayudada por la mayor, Aranissë descendió con cuidado del tejado hacia el interior de la habitación, Éire cerró la ventana y con un suave soplido apagó la vela iluminaba la habitación.

Acurrucadas la una a la otra, las dos hermanas dormían en aquella cama ya desgastada por el paso del tiempo, pero que las protegía del frío y dureza del suelo. Y aquello era mejor a cualquier otra cosa, la primera en despertarse fue Aranissë. Ese día era distinto, ese día había un ritual antes de ponerse sus ropas. Se desnudó por completo, y empezó mirando todas aquellas zonas que eran accesibles para ella, por cada milímetro de piel que no estaba marcada ella respiraba con menos pesadez. Sólo un poco más. Un par de años más... Sentada en el suelo de madera sequía buscando la marca, la puerta en ese instante se abrió con delicadeza, aquella melena canosa se deslizó a la par que aparecía el rostro de su abuela. Ella lo comprendió, y cómo había hecho con Éire en los años que habían pasado por aquel proceso, entró en la habitación para ayudar a la más joven. Con cuidado se arrodilló detrás de ella, el silencio sólo era roto por el suave respirar de Éire que aún dormía al fondo de la habitación escondida bajo las mantas. Las manos de la mujer apretaron los hombros de la morena, y el suave temblor en ellas alertaron a Aranissë de que aquello por lo que habían rezado tantas veces en silencio porque no sucediese... Había pasado. Su mandíbula se tensó y sus ojos se humedecieron al punto de que las lágrimas por si solas descendieron por los laterales de sus ojos sin que ella lo pudiese evitar.- A esto no se puede escapar...-Odiaba esa tradición, odiaba que fueran a tratarla cómo a una oveja vendida, odiaba... ¿Acaso ella no había soñado con salir de ese poblado? Sí, pero no de aquella manera. La abuela de Aranissë limpió sus lágrimas mientras la ayudaba a levantarse y arreglarse, los ojos azules de la anciana estaban manchados por la tristeza y pese a todo se mantenía como un roble. Habían tenido aquella conversación tantas veces desde que eran niñas, que ambas sabían a lo que se enfrentaban. Si bien nadie del entorno a ellas aceptaba aquello, tampoco tenían la fuerza para enfrentarse a ellos. Eran parias dentro de los suyos, brujas...

Tras vestirse como de costumbre, su abuela le trenzó el cabello con fuerza. Mientras le hacía aquello le explicó el por qué, aquel cabello trenzado atraparía el dolor y la tristeza, se aseguraría de que nada de aquel sentimiento caminase hacia el resto de su cuerpo y que sólo dejase de trenzarse el cabello cuando sintiese que podía soltar aquella tristeza para que el viento se la llevase. Con un nudo en la garganta y el corazón encogido, la joven salió de aquella casa familiar tras desayunar sólo un currusco de pan. Cómo último día quería asegurarse de ver a las mujeres que estaban por recibir a sus hijos en las próximas semanas o meses. No las dejaba solas, Éire se encargaría de ellas, pero... Quería verlas por última vez, quería sentir la calidez en el pecho. Quería despedirse de ellas en la calidez de sus casas y sin las miradas curiosas. Ni una pudo evitar llorar, pero a eso Aranissë les correspondía con una sonrisa, aquella sonrisa que había mostrado año tras año. No permitiría que la recordasen de otra manera, no era así. Con la última, volvió a casa, era la hora de reunirse en el gran salón y su familia ya la esperaba en las puertas del hogar. Su hermana tenía los ojos hinchados y su abuelo pese a lo implacable que se veía también arrastraba aquella mirada entristecida. 

Cruzaron el pueblo, los festejos, los colores y los olores... En ese instante no eran más que un fuego que avivaban el temor que había en el cuerpo de Aranissë. Su abuelo sostenía a una Éire totalmente descompuesta que apenas podía dar dos pasos sin derrumbarse, y su abuela le daba la firmeza para que ella siguiese caminando con aquella calma. El lugar un año más estaba lleno de jóvenes, entre ellas algunas caras conocidas que habría preferido no ver ese día, pero que allí estaban al igual que ella. Apretó la mano de su abuela, y ella sólo la acarició con aquella delicadeza maternal. Las palabras tronaron en el salón, pero sus oídos sólo podían perderse entre el murmullo de los susurros y los pasos, todo cuanto conseguía oír era su corazón golpeando su pecho con fuerza y el retumbar dentro de su cabeza. Su abuela la llamó con dulzura, y ella supo que debía dar un paso al frente. Soltó su mano, la miró unos segundos y sonrió. Le estaba agradecida por tantas cosas... Y ahora comprendía que no tenía tiempo ya de agradecerle con palabras. Pasó saliva, y caminó de manera automática hacia el interior de la sala donde la revisarían, y... La prepararían.

Mostró la marca que se escondía en su nuca, y tras aquello simplemente se dejó hacer. Era la primera vez que recibía un baño tan caliente y perfumado, la primera vez que no pasaba frío mientras el agua le acariciaba la piel. Las doncellas frotaron con fuerza las rodillas de la joven e incluso las manos de esta, tanto que llegó un punto donde Aranissë les dio un bufido de advertencia al sentir dolor. Les dejaba libertad, pero no aceptaría parecer algo que no era... Y si sus manos debían verse maltratadas que así fuese. Algunas se miraron entre ellas, pero finalmente aceptaron aquello en silencio. Los vestidos le dieron igual, tanto que simplemente les pidió a las mujeres que fuese algo cómodo y útil. Ella no era una princesa, no quería aparentarlo. Aranissë deseaba ser ella misma incluso ese día, y fue algo que les pidió e incluso suplicó a todas. Por eso entre las elecciones que tenían escogieron un vestido sencillo, pero de una tela hermosa y que se veía perfecta. Era el primer vestido que tenía, el primero de toda su vida y no era heredado. Completamente rojo, pero no era el típico rojo sangre, era más bien granate, cómo el vino. Este se ceñía ligeramente a su torso, pero sin marcarlo en exceso, ella misma se aseguró de aflojar los cordones que serpenteaban por su pecho hasta su vientre. Las mangas eran largas y ceñidas. La falda por el contrario caía suelta desde su cintura, no dejando que su cuerpo se dejase notar. El cabello lo llevaba con un medio recogido, en la parte alta llevaba unas hermosas trenzas que rodeaban su cabeza hacia atrás, todas ellas decoradas con flores blancas. Y entre toda aquella melena castaña suelta, escondida entre el cabello interior había una tercera trenza. El resto del cabello iba libre, viéndose hermoso tras los cuidados de las doncellas.

Si bien en el banquete intentó comer, su estómago estaba cerrado. Su rostro se veía sereno, su mirada trasmitía tranquilidad y en sus labios había una sonrisa artificial para quien realmente la conociese, pero cálida para quien no. Agradeció las despedidas y bendiciones de quienes eran amigos de la familia, aquellos que jamás les habían dado la espalda. Pero cuando llegaron aquellos que alguna vez la habían golpeado o insultado, cuando estos estuvieron ante ella con esas sonrisas estúpidas... La joven les escupió en los pies con desprecio a la par que los encaraba con fiereza. Le parecían patéticos, le parecían bufones. Ojalá todo mal cayese sobre ellos con toda la fuerza del universo. Aquella mirada salvaje se suavizó al ver a su familia. Apariencias, apariencias. Un poco más, aguanta un poco más... Abrazó a sus abuelos y hermana, los aferró todo cuanto pudo, se despidió de ellos y mantuvo aquella sonrisa que sólo era para ellos. Les suplicó que siguieran cuidando de la familia de Agathé, que no los dejasen y menos ahora. También pidió por los de Maeve... Ella, su mejor amiga. Y allí estaba también. Maldita su suerte. Los abrazó una última vez mientras su abuela le entregaba un cuaderno y su adorada bandolera. La apretó con fuerza, la apretó hasta sentir dolor. Debía... Aguanta.

No supo como, no supo cuando. Al darse cuenta ya no estaba en el salón, ahora simplemente estaba sentada en un carromato con las demás. Sentada al fondo en silencio, mirando todo y no mirando nada. Llevando una marca que para muchos era un diamante en la piel y para ella una maldición. Miró a Agathe, se inclinó hacia ella y sin abrir los labios empezó a trenzarle un trozo de cabello, cómo el que ella misma llevaba. Al mirarla se dio cuenta de que incluso ella misma había empezado a llorar ahora que nadie la veía, pero pese a todo sonreía ¿Por qué sonreía? Era estúpida. La voz tímida de Maeve la llamó, la miró unos segundos y con rapidez se limpió las lágrimas. Tomó su mano, entrelazó los dedos y la apretó suavemente.- Hola...-Miró a Cleissy y asintió a sus palabras ¿De donde sacaba la fortaleza....? Miró entonces a las otras dos, no reconocía sus rostros, no demasiado al menos. Pero escuchar a Meira le hizo sonreír con tristeza, una tristeza que intentó esconder al agachar la mirada.- Para algunas resistirnos sólo traería problemas a nuestras familias... Te aseguro de que no eres la única que desea atravesar el pecho de más de uno. -Susurró con la voz quebrada.

 

 

Notas de juego

Pido perdón por la largura del post. Se me fue de las manos, lo sé.

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12/02/2025, 23:55
Elina Helm

Como todas las mañanas una doncella vino a despertar a Elina por la mañana pero esta vez en lugar de encontrársela aún dormida en la cama ya estaba levantada preparando una pequeña bolsa. La doncella extrañada la saludó y se acercó a ella preguntando si se encontraba bien y Elina con una sonrisa le respondió.- Sí, solo es un día de mucho trabajo por delante al parecer...- aquella doncella había estado con Elina desde hacía años y le tenía un especial cariño por lo que no quiso contarle que un poco antes de que ella apareciera había visto la marca en su muslo. Una marca que según su familia aportaba honor pero ella no significaba nada o más bien le dejaba un regusto amargo pues aquella no era su elección.

Conocía perfectamente lo que venía a continuación y después de dejarle la bolsa a cargo de su doncella. Bajó a ayudar a sus padres con todos los preparativos de aquel día aunque ninguno de los dos si quiera le preguntó a Elina como estaba o si había despertado con la marca, seguían siendo igual de indiferentes como siempre. Después de varias horas en el que prácticamente estuvo organizando todo en el gran salón. Su padre se sentó en su asiento en el consejo mientras su madre le acompañaba al lado.

Elina pasó con las ancianas con paso firme y el porte alto, tan tranquila como de costumbre aún a pesar de que su alrededor solo existían rostros de miedo y tristeza. ¿Quiénes serían las otras elegidas...? Fue examinando desde su lado a las doncellas elegidas y para cuando ya habían escogido a las cinco, suspiré cansada de los gritos y los forcejeos que daban algunas de las mujeres de la sala. Elina caminó hacia delante y dirigiéndose a las ancianas, las saludó con un gesto de la cabeza y lanzó una mirada hacia las doncellas que iban a su encuentro para indicarles que no se movieran de su sitio. Elina se levantó la falda y sabiendo que aquello iba a ocurrir no se colocó los pololos de costumbre si no unas medias que lana que llegaban hasta su medio muslo y justo encima de ellas la marca de la luna que la marcaba como una de las doncellas del día. ''Una pena no haber visto la cara de mi madre cuando se diera cuenta de que no le dije nada, seguramente estaría furiosa'' pensó para ella y una pequeña sonrisa resignada se dibujó en su rostro.

La prepararon junto con el resto de doncellas y al menos para Elina aquello no era muy diferente del día a día. Su madre la obligaba a tomar aquellos baños todos los días esperando que así se fueran las marcas de su cuerpo. Probablemente cuando se desnudó y vieron algunas pequeñas marcas en el cuerpo de Elina, una mujer noble que no la podían tocar con el pétalo de una rosa, tenía diferentes cortes escondidos debajo aquella tela y sobre todo una cicatriz en la parte baja de su espalda que era la más notoria y posiblemente la más dolorosa que Elina recordara. La vistieron con un fino vestido rojo con un entrincado bordado a la altura de su pecho haciendo lucir las curvas que formaban su cuerpo. Aquel fue un vestido elegido por Elina y al que probablemente su madre no estaría de acuerdo pues no reflejaba la nobleza de su familia.

Elina no tardó en averiguarlo por que cuando salieron al salón y los familiares ya esperaban a sus hijas, Elina se encontró con la mirada enfurecida de su madre. La sonrió, contenta por el resultado y allí en medio de la bulla del salón, su madre se acercó y levantó la mano, marcando la mejilla de Elina con un tono rojizo. El sonido de la cachetada no fue muy alto pero los que estaban cerca pudieron apreciarlo de primera mano y antes de que los cuchicheos llenaran el salón, su padre se acercó pidiendo a su madre que saliera y consolando a su hija. ''Todo una treta'' pensó Elina mientras su padre calmaba los ánimos del resto de los miembros del salón por la actuación de su esposa.

Al menos por una vez cuando Elina tomó su asiento en la mesa con la mejilla colorada por el golpe, se le dibujó una sonrisa mientras bebía de su copa un sorbo del vino tinto que ofrecían allí. Sus padres no volvieron a acercarse a Elina por lo que pasó el resto de la velada saludando a quien se acercara a ella hasta que les indicaron que era la hora de irse. Elina les siguió hasta el carruaje que les llevaría a su nuevo hogar y allí en cuanto se subió pudo apreciar una figura que conocía muy bien. La doncella que le había servido durante años, entregándole el bolso que le había dado aquella mañana.- Cuídate mucho, te he dejado un pequeño recuerdo en tu habitación antes de irme, espero te guste.- le dijo con una enorme sonrisa agradeciéndole por haber estado a su lado.

En cuanto el carromato salió del poblado las jóvenes que la acompañaban no parecían estar muy dispuestas a hablar, parecían todas especialmente nerviosas, ¿y como no estarlo? Rebuscó en su bolsa hasta que encontró lo que buscaba y sacó una pequeña cantimplora de cuero y bebió un trago. El fuerte licor pasó por su garganta quemándola aliviando en parte el frío que las consumía y miró a sus compañeras de viaje.- ¿Queréis...? Apaciguará los nervios...- dijo mientras alzaba la cantimplora para quien quisiera cogerla. El licor tenía un regusto dulce como a miel y flores pero que luego quemaba por alcohol el alcohol.- No os emborrachará y tal vez ayude.- ofreció de nuevo intentando convencerlas para que al menos aquella situación fuera algo más apacible.

A Elina le sorprendió escuchar la voz de Meira en aquello.- Tenéis razón... ambas...- dijo mirando también Aranisse.- Aunque ahora mismo poco sabemos de lo que nos va a pasar, así que por que no... ¿unimos fuerzas? - se explicó antes de que aquello sonara que quería realizar un motín.- Nos dirigimos hacia un pueblo que no conocemos, con criaturas que no conocemos excepto por las leyendas que cuentan en nuestro pueblo y nos veremos forzadas a convivir con unos hombres lobo que desconocemos quienes son y que quieren...- hasta allí no parecía precisamente que fuera un intento de subir los ánimos así que Elina soltó una pequeña carcajada a modo de disculpa.- Por ahora lo mejor será ver que nos depara este absurdo destino, y apoyarnos en lo único que conocemos hasta ahora, en nosotras ¿no creéis? - sonrió esperando que relajara a sus acompañantes.
 

Notas de juego

No se si existe el licor en esta época si no pensad que es vino jajaja ;)

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13/02/2025, 00:28
Maeve Ó Riain

Con una sonrisa un poco apagada, ya que era una bola de nervios, agradecí las palabras de Cleissy. En estos momentos por mi mente existía una resignación demasiado grande como para decir mucho más. Aunque en el destello de mis ojos celestes, si que se reflejó una buena intención y ese sentimiento de gratitud. Es que en las peores circunstancias, es donde mejor se conoce a las personas.

Justo cuando estaba por acomodar mi vestido, apareció Aranisse y al sentir como su mano se entrelazó con la mía, aproveché a apoyarme sobre su hombro, buscando protección. Era mi mejor amiga, ella podía entender como estaba todo en mi mente. Lo bueno es que también apareció Elina, alguien que quería mucho y su presencia me reconfortó. Contar con ella en otras ocasiones, fue un bastión para mí.

Con suavidad, le regalé una caricia a Aranisse.

Aquí estamos... — quise decir, como si fuéramos mercadería de primera calidad pero no lo dije—. Cómo siempre, puedes contar conmigo, Elina. Tienes razón, juntas podremos con esto. Además... Es parte de nuestro destino, ya no es posible negarse a ello. 

Mis hermanos, su reputación, todo estaba en juego. Estábamos solos, no teníamos a nadie y era muy difícil lidiar con algo semejante. Por eso estoy aquí, para aliviar esa carga, aunque eso implique el sacrificio de mi parte.

Miré a Aranisse, me sentía pequeña y a su vez, debía ser la mujer que aquellas criaturas esperaban.

—¿Alguna sabe que debemos hacer? ¿Que nos espera o como funciona esto?

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13/02/2025, 03:28
Meira Dara

Cuando Elina ofreció la cantimplora alargué la mano para aceptarla y tomé un trago largo. El dulzor de la miel me cosquilleó en el paladar mientras sentía un agradable calor recorriéndome las entrañas. Apenas había comido bocado durante el banquete y ahora comenzaba a notar la ausencia de alimento en el estómago.

Asentí en silencio. No sabíamos bien qué esperar un vez fuéramos entregadas, pero sí podíamos hacernos una idea. 

Somos carnaza de crianza, un intercambio de conveniencia. 

Las tripas se me encogieron. La mujer siempre había sido valorada  como moneda de cambio por su capacidad de engendrar. Niños. Bebés. Eso es lo que querían. Fruncí los labios y miré entre los árboles como si fuera a encontrar un milagro entre sus ramas. Luego busqué el rostro de Elina​. ​​​

No conocía en profundidad a ninguna de aquella mujeres, ni siquiera a ella y lo que sugería no terminaba de resonar conmigo. No acostumbraba a apoyarme en nadie y no tenía intención de comenzar ahora. 

Confiemos en el destino, sí - respondí, devolviendo la cantimplora.

Seguro que aún se está riendo de nosotras. 

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13/02/2025, 04:42
Agathe Luain

Agathe seguía distraída buscando entre la multitud el rostro de su padre y su hermano, mas no los consiguió. Empezaba a darse por vencida y a hundirse en su desesperación cuando se hizo consciente del lugar donde estaba de nuevo y que ya había alguien con ella allí. La voz de Maeve llegó como un suave susurro del bosque, haciendo que la pelinegra levantara sus iris hacia ella y la mirara aún con esa expresión vacía, aunque con sus ojos hinchados - Hola - y, aunque le habría gustado ser más amable con ella o tratar de apoyarla, su corazón estaba destrozado por tener que dejar a su padre y a su hermano atrás. A pesar de eso, se sentía ligeramente mejor de saber que una cara conocida la acompañaría a ese viaje hacia lo desconocido. Sonrió de medio lado con una expresión profundamente amarga.

Soy de lo peor, ¿verdad?

Mientras se hundía en su miseria, más personas llegaron y sintió que alguien tocaba su cabello. En un principio, la pelinegra se alarmó y estuvo dispuesta a luchar, pero notó que se trataba de Aranissë, cuyo vestido era sencillo, mas eso no quitaba que no resaltara su belleza. Se dejó trenzar obediente mientras se entregaba a la cálida sensación. De cierta manera, Aranissë era como una hermana mayor para ella, así que se dejaría hacer por ella. Incluso si decidía llenar su cabello de trenzas, no se negaría. Sabía, sin necesidad de palabras, que esa era su forma de darle algo de consuelo. Vio las lágrimas que caían en sus mejillas y las limpió con delicadeza, buscando reconfortarla de vuelta, mas sabía que esta dejaba también su corazón atrás.

Inicialmente, Agathe no tomó bien el comentario de Meira, pues consideraba innecesario recordarles lo miserable que era su destino, mas luego la respuesta de la nodriza calmó su ira y le dio a entender que esta pensaba parecido. Asintió en silencio a sus últimas palabras y miró a Elina con timidez mientras hablaba. La figura de la granjera permanecía encogida, silenciosa... con un hábito de querer ser invisible. Por eso no hablaba ni opinaba porque... ¿acaso alguna vez habían tenido derecho a opinar en esa cochina aldea? Los odiaba. A todos. Todos no eran más que cerdos y títeres. Quería salir de allí, aunque sabía que ya no podría.

La pelinegra no respondió nada cuando aquella hija noble habló, pues no conocía sino a Aranissë y a Maeve, mas sí que aceptó la cantimplora y le dio un generoso sorbo. Era posible que no hubiera probado ni una gota de algún licor en toda su vida, así que el rubor en sus mejillas fue casi instantáneo. No estaba ebria, pero sí le había dado algo de calor. A pesar de lo abrigado de su vestido y la piel que le habían puesto encima, había estado tiritando de frío.

Tras una mueca por la sensación del licor quemando su garganta, Agathe miró a Elina con desesperanza y en un tono casi inaudible - ¿Qué podemos hacer en una villa de bestias hambrientas? - y aunque eso dejó ver algo de ese fuerte carácter que la chica buscaba esconder, como si hubiera salido de una ensoñación, esta se recogió de nuevo en sí misma y bajó la mirada. Ella de verdad no creía que hubiera nada que pudiera hacer, mas tampoco que aliarse les beneficiara en algo. A ella no se le daba nada bien relacionarse con gente nueva y por eso era que prácticamente no hablaba, aunque eso no quería decir que no quisiera luchar, huir. Como bien dijo la castaña, ella no huía para salvar a su padre y a su hermano de las fauces de esos monstruos hambrientos disfrazados de aldeanos devotos.

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13/02/2025, 14:03
Cleissy Freig

- Ah claro - Dije al oír a Maeve preguntar por como funcionaba todo. - Pues verás, esto se conoce como carruaje, y funciona con cuatro ruedas que girarán hasta llevarnos a algún sitio dónde probablemente tendremos que descender.  

Dibujé una sonrisa enseñando los dientes, mirando a la más pequeña guiñándole un ojo para que no se lo tomara a mal. Suponía que el nerviosismo me movía a hacer aquella clase de bromas totalmente fuera de lugar, pero no se me ocurría otra forma de mantener el semblante. Llorar desconsoladamente sobre la leche derramada jamás había sido mi estilo.

Entonces escuché la replica de Meira y apreté los labios contrariada por como se habían tomado mis palabras iniciales. Solo era una granjera que no siempre habla de forma adecuada.

- Bueno, no me refería a eso exactamente, Meira. - Dije pensando como explicarme mejor - No digo que esté de acuerdo con esto, que parece una tontería anticuada. Pero como han dicho, resistirse traería más problemas que soluciones. No sería el primer año que alguna lo intenta. ¡Pero eh!  No seré yo la que se chive si alguna quiere intentarlo. Pero estaré por aquí para que nos ayudemos entre todas las que quieran quedarse. 

Escuché lo que cada una tenía para decir y sonreí a Aranissë de forma confidente mientras que algunas bebían aproveché la ocasión para comentar algo que tenía en la cabeza desde que había escuchado algunas de sus preocupaciones.

- No creo que haya razones para temer por terminar como la cena de unos lobos. ¿6 mujeres por año? ¿Y con lo delgadita que están algunas? Un pueblo de bestias no tendría ni por dónde empezar, morirían de hambre antes de que pasara un mes. 

Me hubiese gustado tener una ventana cerca para ver hacia dónde nos dirigíamos, pero tampoco conocía que tan lejos estaba el poblado de modo que solo restaba esperar.

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14/02/2025, 18:11
Maeve Ó Riain

Ante el ácido comentario de la pelirroja, solo me encogí de hombros. Estaba claro que me refería a otra cosa y quizás, ella no tenía las respuestas en sus manos. Ante ello asentí y no dije mucho más, Si bien era la más joven del grupo de doncellas, teníamos una importante función. No seríamos alimento, no. Seríamos vientres andantes para sacar las perversiones de ellos.

Medito sobre ello, observo a Elina y Ara que estaban silenciosas. Ellas seguramente tendrían las palabras adecuadas para hablar sobre el asunto y tal vez, con un poco de suerte, escuchar las respuestas que buscaba. Sin más, dejándome llevar por el traqueteo de aquel carruaje, desvíe la mirada hacia la ventanilla si es que había, para despejar mis pensamientos.

Al fin de cuentas y pese a todo, prefería llegar y no estar con la expectativa.

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14/02/2025, 21:11
Aranissë Bail

Aranissë tras terminar de trenzar aquel mechón separó las manos con sumo cuidado, miró a Agathe mientras le susurraba.- Suéltala cuando sientas que podrás dejar ir lo que oscurece tu corazón ahora.-Era su manera de decirle que estaba allí, de que podía contar con ella. Sentir aquellas manos maltratadas por el trabajo la hicieron morderse el labio con más fuerza para no romper a llorar. No podía, ellas la necesitaban entera. Se tragó las lágrimas, sintiendo como estas se atoraban en su garganta y le hacían sentir dolor, miró entonces a Maeve, escuchando sus dudas, sus miedos. Bajó la mirada hacia la mano que las unía, ojalá tuviese las respuestas que ella necesitaba... Negó con la cabeza suavemente, escondiendo una vez la propia en uno de los laterales mientras miraba a la nada.- No lo sé, Mae... Nadie sabe nada. Cuando las jóvenes dejan el poblado los festejos continúan y no se vuelve hablar de quienes partieron como "ofrenda". Cuanto se sabe... Nace de las leyendas con las que crecemos.-La miró unos instantes y después miró a Elina ante el ofrecimiento de aquel licor, quiso alargar la mano... Pero rápido la retrajo. Había visto como "lobos" vestidos de "ovejas" le ofrecían agua o comida... Y se lo acaban lanzando cómo a un animal. Su instinto se activaba solo, y pese a saber que tal vez esa no era una de esas veces, no fue capaz de aceptarlo. Ella no podía. Y también sentía que si metía algo en el estómago acabaría vomitando lo poco que había comido ese día.

- No gracias...-Le susurró antes de volver a acomodarse en aquel pequeño hueco que le correspondía. Con la mano libre juntó la piel que la protegía del frío, ahora que podía pararse a observarla. Era la primera capa de calidad que tenía, la primera que no tenía algún roto o que estaba llena de cosidos. Soltó aquella mano y la escondió con cuidado entre las telas mientras se esquinaba aún más ¿Hacer un motín? ¿Aliarse? Eran cosas que parecían sacadas de cuentos de hadas ¿Qué podían hacer ellas contra esas bestias? Si sólo eran la mitad de lo que las leyendas decían.... El miedo caló en cada hueso de su cuerpo, el corazón volvió a acelerarse y tuvo que hacer de su mayor esfuerzo para no querer esconderse como cordero recién nacido. Cerró los ojos, contó... Contó hasta que los números le resultaron desconocidos para ella. Estaba pálida y le sudaban las manos. Con cuidado soltó la de Maeve y la escondió bajo aquel abrigo. Quería que todo terminase ya...- Ser devorada suena mejor que... Ser el vientre que ellos llenarán de vida. Olvidadlo..

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14/02/2025, 22:30
Elina Helm

Elina dejó que la calidez que la bebida que había traído la embriagara por dentro y aferrándose a ese calor intentó mantener sus pensamientos en orden. Su vida se había dedicado a mantener el honor de su familia y a cuidar de los demás, se dedicó a estudiar y fortalecerse para enfrentar cualquier cosa que le deparara la vida pero ¿y ahora? No tenía idea de lo que les deparaban y su consuelo tampoco ayudaba a sus compañeras. Por primera vez en mucho tiempo, no sabía que hacer y aquello la carcomía más que el miedo de no saber cual sería su destino. La verdad es que dándose cuenta en ese punto y en ese lugar, dirigiéndose como cordero hacia el matadero, o como así creían algunas, cayó en la cuenta de que ni su ida no afectaría a nadie realmente, como mucho a su doncella pero encontraría consuelo en su familia y poco a poco esa pena desaparecería, convirtiéndose en un lejano recuerdo.

Aunque aquel cúmulo de sentimientos, de dudas y de temores, formaban un tornado incontrolable en su interior. Elina decidió aplacarlo con su fuerza de voluntad, no era la primera vez y ya más tarde encontraría el modo de desatarlo pero levantó la vista hacia sus compañeras decidiendo que aquel no era el mejor momento para ello.- Podemos hablar de leyendas o rumores, pues es lo único que podemos saber con certeza pero lo único que logrará es que tanto esos temores como esperanzas sean simplemente arraigadas sin ningún tipo de convicción.- sus palabras claras y firmes como siempre había hablado podían no ser precisamente de aliento y ni ella estaba segura de que eran las palabras correctas para alentar así que como siempre había hecho, decidió centrarse en su experiencia.- ¿Sirve de algo consumirnos en la desesperación? Tenéis derecho a estar tristes y enfadadas, aprovechad este momento para soltar lo que tengáis dentro pues no sabemos que papel nos tocará tomar una vez lleguemos al pueblo licántropo.- puede que aquellas palabras no sirvieran para levantar el ánimo de nadie pero Elina siempre prefería la sinceridad por muy cruel que fuera y que sus compañeras intentaran darse cuenta de la situación en la que se encontraban buscando fuerzas allí donde residieran sus corazones.

Miró un momento a Maeve que parecía intentar buscar una respuesta que ni ella misma tenía pero le devolvió la sonrisa intentando que aquello le animara aunque sea un poco. Fue Agathe quien logró que soltara un suspiro fusionado con una pequeña carcajada cuando escuchó la posibilidad de que se alimentaran de ellas.- Si sabemos algo seguro, es que dudo que les sirvamos de alimento. Según las historias, esta marca en nuestros cuerpos nos da la posibilidad de engendrar su próxima generación pero no hay detalles sobre sus costumbres o sus actos...- ¿maritales?¿o eran como los lobos que tenía una especie de apareamiento? Decidió ahorrarse ese detalle y carraspeó haciendo una pausa.- No importa, perdonad, en ocasiones divago en voz alta. Estaremos bien pase lo que pase...- dijo Elina con convicción y haciéndose una promesa a si misma de que cuidaría de la gente de su pueblo incluso aún en un lugar desconocido.