-Si no me crees dame otra explicación, claro que no estoy loca. Todo lo que llevo lo traigo de donde vengo, hasta las bragas- digo con cierta indignación. -¿Quieres cachearme para ver qué más tengo encima?- empiezo a buscarme en los bolsillos, con suerte tenía algo del hotel o a saber que pudiera mostrarle. Me enfadaba que me hablara así, olvidándome en qué tiempo estoy en ese momento.
Él te sigue mirando un poco loco. devolviéndote en parte la indignación, que luego pasa a extrañeza cuando nombras "bragas". Entre tus bolsillos encuentras la tarjeta magnética que hace de llave de tu habitación de hotel y un folleto de hace un par de semanas de propaganda de inauguración de un restaurante nuevo en Londres. Es a todo color e incluye fecha y foto del sitio. Está algo arrugado de estar olvidado en tu bolsillo, pero se puede ver.
- ¿Otra explicación? Que me toma el pelo...¿Cómo pretende que crea algo así? Es...es...!es de locos! - niega - Empiezo a pensar que Miss Betsy tiene razón...- te increpa, mientras tu registras bolsillos.- ¿Cachearla? No, no....- dice rápidamente, con escándalo. Se aleja otro par de pasos.
Saco el folleto y la tarjeta del hotel. Al menos estaba escrito direcciones y había fotos, algo raro para él, pero que apoyaría mi versión. Aunque con las monedas debería haber sido diferente.
-Mira, esto es de Londres... Ahora es así, bueno, no ahora ahora- le tiendo el folleto. -Y esta es la llave del hotel aquí, pero en mi tiempo. Mira que pone el mismo nombre del hotel. ¡No estoy loca!- le gruño enfadada. -No sé cómo he venido aquí, pero es la verdad.
Le dices que la tarjeta era una llave, pero eso no hace que se vayan de sus ojos los aires de sospecha, aun leyendo el nombre del hotel. No fue hasta finales de siglo cuando en EEUU un señor comenzó a experimentar con el plástico, así que quizá aquel material quedara lejos dela comprensión de aquel chico. En cambio, se le va la vista al folleto del restaurante e incluso te lo arrebata de las manos.
Palpa el papel, desorbitando los ojos con todos aquellos colores y las fotos. Por aquella época la cosa se limitaba a retratos en blanco y negro de calidad cuestionable. Pasea los dedos sobre letras y tintas, esperando a saber qué. Finalmente deposita su atención en la fecha y la calle.
- ¿Que es esto...?
-Es la publicidad de un restaurante que abrirá en Londres, mira la fecha. Es lo que es, eso no lo puedo falsificar y las fotos son en color, vosotros no habéis llegado a eso...- le miro, porque las fotos era algo que no podía inventarme o falsear, eran lo que eran. -Es un restaurante de comida italiana.
Aferra con las manos aquel folleto que empieza a arrugarse bajo su presión. Ves que le tiembla el pulso y sigue manteniendo una distancia de "seguridad" respecto a ti. Fija la vista en las fotos y su boca balbucea intentando articular algo que, quizá, ni siquiera él sabe que es.
Pasan algunos minutos hasta que consigue hablar.
- Esto no puede ser....Es...Es imposible...- se comenzaba a alterar aquel chico. Que quizá esté pasando ahora por el mismo shock que tu tuviste ayer. Ya sea por incredulidad, o porque aquello ya no le cuadraba de ninguna forma posible.
-Es lo que ves- puede que tuviera poco tacto, pero sus reacciones desmedidas y esas ofensas a mi persona eran demasiado. Que me tomara por loca, cuando ni yo sabía qué estaba pasando, era demasiado. -Si no me crees explica qué tiene entre las manos. Vengo del futuro y no sé por qué, no tengo explicación.
Tú estás alterada, él está alterado....Y en esa vorágine escucháis golpecitos en la puerta. Un "tock tock" leve, que se puede escuchar y hace levantar a Marius la mirada del panfleto publicitario. La posa en la puerta, después en ti y finalmente en la puerta. Su mirada es de extrañeza y encamina sus pasos hacía el origen de los ruidos.
- No salga...- te dice por lo bajo, mientras. Quizá temía que fuera el señor, Miss Betsy o a saber. Abre el portón, motivo por el cual entra frío y una vocecita.
Los ojos de Marius se transforman en sorpresa ante lo que ve. Quizás puedes entenderlo de alguna forma, cuando la rendija de la puerta abierta te deja ver que quien hay al otro lado es el niño que viste entre las fotos de las victimas de los hechos fatídicos de Saint Luis. El hijo de Sartorius. Sin embargo, ahora lucía muy vivo y porta un trineo en las manos.
- Hola, Marius ¿qué haces? ¿Juegas conmigo al trineo? - vuelve a sonar la vocecita, plagada de inocencia.
No sabía cómo hacer comprender a aquel joven todo lo relativo a mis orígenes. Estaba claro que para él sería más complicado hacerse a la idea, yo había leído libros y visto series y ese tipo de cosas relacionadas con esta época. O al menos eso creo. Él no debe conocer nada de lo que está por pasar.
Llaman a la puerta y asiento ante lo que me pide. Abro mucho los ojos al ver a aquel niño ahí. ¿Estaría por pasar lo que había pasado? ¿Lo podría evitar? Seguro que me tomaban por loca si comenzaba a decir que el hijo de Sartorious moriría... Y que yo soy la culpable si lo vaticino y luego ocurre. Esto era algo complicado y raro.
Marius mantiene la puerta prudencialmente entornada, protegiéndote de la vista del niño. Un niño pequeño no se callaba y difícilmente sabía esconder un secreto. Si él te descubría, quizá no tardara en hacerlo el padre.
- Vuelva a casa, Jacob... Hace demasiado frío. Rápido. - le advierte el chico, tratándolo siempre de usted y con respeto, pese a ser un niño - Su padre se enfadará si entra en fiebres...Me reuniré con usted en unos minutos, debo acabar de recoger algo en la casa del vigía.
Ves poner a Jacob carita de pena y se aleja con su trineo, que casi es más grande que él. Se aleja dejando pasitos en la nieve. Es el mismo niño, vivo, que te cogió de la mano en aquel sueño. Aquel fantasma grotesco que te señalaba al gitano de la horca.
Espero que el niño se vaya, para alzar un poco la voz.
-Me dijiste que tuviste un sueño... Pues yo tuve otro y salía él- señalo la puerta por la que se fue el niño. Era él, el de mi sueño, el mismo. Cosa que me causa un escalofrío, sin saber bien cómo explicarle aquello. -Soñaba que moría... O más bien que estaba muerto, pero me cogía la mano y me hablaba de algo extraño. No me acuerdo bien, pero estoy segura que era él, el hijo de Sartorius.
Marius se vuelve hacia ti para escucharte decir aquellas cosas que, no tardas en darte cuenta, le espantan mucho más que cualquier relato tuyo de tus orígenes. Se santígua rápidamente, claramente escandalizado como antes, pero de una forma mas pavorosa.
- !Por Díos! ¿Se está escuchando? ¿!Que dice del niño Sartórius!? - te mira serio ahora- Yo solo tuve delirios... Nada más...- dice, como sin asimilar lo que soñó, pese a que te recogió - Usted...usted se está pasando de la raya...Usted me está volviendo loco...- balbucea un poco, manteniendo la distancia. Creo que es mejor que me vaya...Que me vaya y usted haga lo que quiera...
-No, no, no- digo de urgencia cuando dice de irse. -Entiendo que todo esto te asuste, imagina cómo me quedé yo cuando me enteré. Para ti tiene que ser mucho más difícil... A ver, yo sé cosas que van a pasar, ¿vale? Es complicado de decirte, porque pensarás que estoy loca, yo lo pienso. Pero necesito ayuda... ¿Entiendes? No te puedes ir, sino acabaré en un manicomio y tengo pruebas de que no soy de este cuando.
Marius no despega de ti una mirada profunda de horror. Su paciencia se hacía añicos, o quizá ya había explotado. Quizá todo aquello era más de lo que podía soportar....Sea como fuere, lo ves dar media vuelta sobre sus pasos y encaminarse a la puerta para huir. Porque en este contexto la palabra huir podría ser correcta. Vuelve a abrir la puerta y el aire gélido del exterior perturba de nuevo el interior de aquella choza polvorienta, donde ahora se masticaba el drama.
Suspiro cuando lo veo darse la vuelta y me siento por ahí. No tenía forma de convencerle y no me iba a creer nunca. Era obvio, era solo una loca. Pero sabía lo que iba a pasar, si es que pasaba lo mismo. Desearía pensar que todo esto no era sino un sueño. Ni en uno de mis libros o de mis locos guiones de película se me habría ocurrido semejante locura. Porque esto no podía ser otra cosa que una locura.
Quedas sola en la cabaña. Marius ni se molesta en cerrar la puerta del lugar y sale literamente por patas de allí. Escuchas sus pisadas apresuradas sobre la nieve, que cruje de aquella forma tan característica. Como si estuviera mullidita. El vaho helado de la calle comienza a conquistar el interior del pequeño habitáculo y tu sientes frío.
No sabías cuanto tiempo te quedaba bajo la protección de ese techo venido a menos. Quizá el chico hubiera ido directo a llamar a los alguaciles para que te devolvieran del manicomio del que saliste. Quizá fue a hablar con su jefe o Miss Betsy... No sabes a donde iba tan aprisa. Pero al cabo de los minutos, que para ti son eternos, lo escuchas gritar a los lejos el nombre el hijo de Sartoriús.
- !Jacob! - su voz lejana suena preocupada. - !Señor Jacob! - repite.
Estoy a la espera y sin saber qué va a pasar, la verdad es que un manicomio de la época debía ser una pesadilla que no quería experimentar. Me siento, sin tener donde ir y menos todo nevado, cuando oigo la voz del chico. Está llamando al niño y si se perdió y ya empezó todo, seguramente la culpa caiga en mí por haber hablado de más. Aún recuerdo los rasgos de aquel niño en mi pesadilla, tomándome con su manita helada, y me dan escalofríos solo con su memoria.