Partida Rol por web

Cuando cruzas el umbral, sientes una fuerte sensación de inquietud y frío, que aparece tan súbitamente como desaparece, en cuestión de milisegundos, dejandote una sensación de confusión e inseguridad, como una opresión en el pecho.

Álzas la vista y estás en tu dormitorio. El reloj marca las 5.00 a.m. Falta poco para el amanecer...

Cuando cruzas el umbral, sientes una fuerte sensación de inquietud y frío, que aparece tan súbitamente como desaparece, en cuestión de milisegundos, dejandote una sensación de confusión e inseguridad, como una opresión en el pecho.

Álzas la vista y estás en tu dormitorio. El reloj marca las 5.00 a.m. Falta poco para el amanecer...

Cuando cruzas el umbral, sientes una fuerte sensación de inquietud y frío, que aparece tan súbitamente como desaparece, en cuestión de milisegundos, dejandote una sensación de confusión e inseguridad, como una opresión en el pecho.

Álzas la vista y estás en tu dormitorio. El reloj marca las 5.00 a.m. Falta poco para el amanecer...

Kaela observa algo inquieta la habitación, sin saber muy bien dónde esta. Al reconocerla, recuerda que se acostó a dormir en la casa de la ventrue y respira profundamente.

Algo inquieta, busca el medallón en su bolsillo y respira profundo al encontrarlo. Cuando logra ver la hora, mira que no ha descansado nada, realmente sólo habían sido algunas horas de sueño. Sólo esperaba que esta vez su descanso fuera real. Aunque no podía evitar preguntarse por Alexandra. Ella había muerto en el incendio. ¿Será que murió en esta realidad también?

Con varios pensamientos rondando su cabeza, vuelve a dormir.

Resulta tremendamente confuso, pero no sorprendente, atravesar ese portal desembocando en mi propio refugio sin ninguno de mis acompañantes. Ni siquiera me extrañaría que en realidad haya estado aquí toda la noche pero como definitivamente se me escapa todo lo que tenga que ver con magia y derivados no le doy muchas vueltas a un asunto que, aunque preocupante, no obtendrá respuestas simplemente con intentarlo.

Me siento en mi destartalado camastro con resignación. Ya no hay margen de tiempo para hacer nada y el sueño llega a mí de manera inevitable así que sencillamente me dejo llevar por él con intención de tomármelo con calma por una vez.

Es una pena- dijo, con cierto fastidio, apretando los labios en una fina linea- Espero que recuerde algo en el futuro, señor Azael... - se obligó a suspirar- ¿Esa puerta nos llevará al consciente? ¿O seguiremos metidos en este sueño colectivo tratando de buscar otra salida?-preguntó, de nuevo con curiosidad y cierta preocupación- Si esta puerta no nos lleva al consciente, ¿cómo podríamos volver?

Azael enfoca su cara hacia Lillian. La carne lista que ocupa la cuenca de sus ojos vibra y se arruga levemente. En pocos segundos, la carne muta, fromándose unos párpados sin pestañas. Al abrirse, muestran unos ojos completamente negros, sin córnea ni iris ni pupila diferenciados. Sus cejas se enarcan, en una muestra de extrañeza.

Pequeña, - dice, mirandola - esto no es un sueño. Sólo os he llevado a otro sitio. Y esa puerta simplemente os llevará a vuestro refugio. No debéis apurar mucho más el tiempo. El amanecer está próximo.

Miro hacia el Antiguo y lo que hace con sus ojos me arranca una mueca de auténtico asco y miedo.

- Dios... - Musito, sin poder controlarme. - Bueno... creo que he visto suficiente. Tengo que procesar todo esto... Espero que nuestras siguientes reuniones tengan algo más de orden, señor Azael.

Una vez satisfecha mi curiosidad, entre al portal esperando despertando donde me había recostado y no al descubierto con el día al caer.

Ofuscado y confuso te tumbas en tu camastro, esperando que llegue el día y con el, el sueño. Pasa el tiempo y no puedes evitar preguntarte qué ha ocurrido realmente. El suceso de hoy no tiene la misma estructura que el anterior. Han pasado las horas, pero no has despertado al comienzo de la noche, como ocurrió con aquel sueño, sino que has despertado cuando casi ha acabado. ¿Por qué sería? ¿Qué habría cambiado? Con esta y otras preguntas, terminas por quedarte dormido.

Me dirijo hacia el portal contoneándome pero con cierto aire aburrido.

- Au revoir.

Cuando cruzas el umbral, sientes una fuerte sensación de inquietud y frío, que aparece tan súbitamente como desaparece, en cuestión de milisegundos, dejandote una sensación de confusión e inseguridad, como una opresión en el pecho.

Álzas la vista y estás en en medio del parque que sueles usar para dormir. Todavía es de noche, pero la bóveda nocturna comienza a clarear por el horizonte, aunque muy levemente. Probablemente quede alrededor de una hora para el amanecer.

Cuando cruzas el umbral, sientes una fuerte sensación de inquietud y frío, que aparece tan súbitamente como desaparece, en cuestión de milisegundos, dejandote una sensación de confusión e inseguridad, como una opresión en el pecho.

Álzas la vista y estás en tu dormitorio. El reloj marca las 5.00 a.m. No falta mucho para el amanecer...

Me quedo sentada en la cama con esa sensación de frío y vacío, y un súbito terror me recorre enteramente de arriba a abajo. El terror del vacío, el recuerdo de estar muerta. Y lo peor... la certeza de que, sin darme cuenta, me he metido en algo que se me escapa. Borro de mis facciones el maquillaje con las manos, dejándome hecha un adefesio, probablemente. Pero da igual: aquí nadie me ve. Me llevo la mano a la frente y hundo mis dedos en mi pelo, que acabo peinando nerviosamente hacia atrás con esa mano, con lo que me lo desordeno. 

Es tarde. Va a amanecer. No es momento de pensar... Es momento de desconectar y esperar que esta mañana no traiga consigo más extrañezas. Al menos esta.

Te tumbas en tu lecho, con el medallón aún entre los dedos, esperando la llegada del día. Sin poder evitarlo, con los minutos muertos que van pasando, comienzas a pensar. Estás casi segura que cuando te acostaste en casa de Alexandra el reloj marcaba más allá de las 5.00. ¿Realmente había pasado todo en tan poco tiempo? ¿O quizás estaba terminando la noche siguiente a la que pasaste en casa de la Ventrue? ¿Realmente lo acontecido hoy seguía el mismo esquema que en la noche anterior? Con esta y otras preguntas, terminas por quedarte dormida.

Confusa, cansada y harta de que sigan ocurriendo cosas que escapan a tu control, te tumbas en tu cama, esperando que llegue el día y con el, el sueño. Mientras te acomodas entre las sábanas y pasa el tiempo, no puedes evitar preguntarte qué ha ocurrido realmente. El suceso de hoy no tiene la misma estructura que el anterior. Han pasado las horas, pero no has despertado al comienzo de la noche, como ocurrió con aquel sueño, sino que has despertado cuando casi ha acabado. ¿Por qué sería? ¿Qué habría cambiado? ¿Sería esto otro sueño? Con esta y otras preguntas, terminas por quedarte dormida.

- Espero que podamos discutir los pormenores de este asunto en otra ocasión más tranquila, señor Azael- dijo, al ver que sus compañeros se marchaban- Buenas noches. - y con aquellas palabras, abandonó la sala y atravesó el portal, temerosa pero firme en sus pasos.

Cuando cruzas el umbral, sientes una fuerte sensación de inquietud y frío, que aparece tan súbitamente como desaparece, en cuestión de milisegundos, dejandote una sensación de confusión e inseguridad, como una opresión en el pecho.

Alzas la vista y estás en tu dormitorio. El reloj marca las 5.00 a.m. No falta mucho para el amanecer...

Te encojes de hombros, dudando, meditando sobre lo que ha ocurrido hoy. No te quedan muchas opciones que se te ocurran, así que decides que lo mejor es irte a dormir pronto. Pero es extraño. Despertar a última hora de la noche... ¿La última vez no había ocurrido el sueño durante el día? La duda te carcome, pero sabes que no puedes hacer mucho más, así que te vas a un lugar apartado y te ocultas en la tierra, como todas las noches.

Paseas por tu dormitorio, confusa, dubitativa. ¿Así se sentían los otros cuando salieron de aquel sueño? ¿Había sido esto realmente un sueño? ¿Quién era ese Azael? Seguro que todo esto tenía un significado, segurísimo. Sólo faltaba descubrirlo. Ver los engranajes. Los motivos. La verdad.

Te tumbas en tu lecho, con la duda y la incertidumbre, añadido a esa opresión que da el saber que hay algo que se te escapa, hasta que llega el día, con él, tu sueño.