Partida Rol por web

Con una sonrisa sádica en la boca, la Bestia se prepara para lanzar el puñetazo, y muestra un leve resquicio de satisfacción para cuando este te impacta en el abdomen. Pero su expresión cambia rápidamente, cuando ve activada tu celeridad y recibe los dos golpes, uno en el tórax y otro en el mentón.

Escupe un resto de sangre al suelo. Si respirara, lo haría quejumbrosamente, y ves como un sonrisa, otrora sádica, se torna en una mueca de odio e ira, al tiempo que se prepara para un nuevo ataque.

La cosa está igualada pero aún así a base de golpes hay que admitir que esto puede volverse realmente largo y yo nunca he tenido demasiada paciencia así que aguardo. Me mantengo a la defensiva para avistar su siguiente golpe y procuro esquivarlo para conseguir una buena posición que me permita golpearle en la cabeza con todas mis fuerzas. Con algo de suerte incluso consigo aturdirle un poco...

La Bestia lanza su ataque, un puñetazo directo a tu abdomen, que esquivas ajustadamente. Su ira la está haciendo vulnerable, previsible, tosca. Esa podría ser tu ventaja.

Intentas golpearle en la cabeza, con la esperanza de inflingir más daño, pero partes de una postura complicada tras esquivar el puñetazo, y tu golpe va errado.

La Bestia se aparta de un salto, sorprendida por la aparente dirección que llevaba ese puñetazo.

-Esto puede volverse un espectáculo muuuy largo...- digo para mí mismo pero supongo que eso mismo es parte de la prueba en la que me he visto envuelto y ninguno de los dos se va a cansar así que me limito a acumular mi propia vitae para poder moverme más rápido luego, intentando golpearle de nuevo en la cabeza para procurar despistarle.

Pues ríndete - dice la Bestia, delante tuyo, los colmillos extendidos, al tiempo que evade fácilmente tu golpe errado hacia su cabeza - Es lo que quieres. Ser libre. No tomar decisiones, no seguir leyes, no tener moral ninguna.

Descarga un puñetazo que impacta fuertemente en tu abdomen. Notas la presión de su fuerza, de su ira y su furia, intentando controlar tu cuerpo. - Sería más fácil si me dejaras gobernar a mí. - al tiempo que intenta descargar otro de sus puñetazos sobre tí.

-Me conoces de sobra y por tanto sabes que tendrás que matarme del todo si quieres que me rinda- del mismo modo sé que él tampoco se dará por vencido pero el combate sigue estando igualado. Eso no me desanima, ni mucho menos, así lo considero todo un reto difícil de alcanzar, justamente lo que me gusta y lo necesario si quiero deshacerme de una carga tan significativa como mi propia bestia.

La bestia recibe el puñetazo en la cabeza y ves como esta se deshace en sangre. El cuerpo convulsiona lentamente, con espasmos que sacuden todas las extremidades, hasta que termina por caer deshacerse al igual que el resto. Tu puño y gran parte de tu brazo están manchados. Sabes que es la sangre de inocentes, la sangre de niños. Ya no eres el que eras.

Aún sigo aquí. No lo olvides. Si te despistas volveré a salir. - suena en tu cabeza, una amenaza, la ultima advertencia de tu Bestia, por ahora.

Azael te mira desde arriba, ya practicamente te habías olvidado de tu presencia allí.

Bebete esa sangre. Tendrás que asimilarla, ser parte de ella. Al fin y al cabo, es tu autentica naturaleza.

Tras la victoria se podría decir que me siento en paz así que escucho esa amenaza con atención a sabiendas de que no podré bajar la guardia pero por el momento el control es mío así que observo el puño manchado de sangre y decido probarla dando un lento lengüetazo que se interrumpe en cuanto alguien habla.

Entrecierro un poco los ojos pero neutralizo la expresión al levantar la mirada hasta Azael, algo así como mi improvisado maestro. Aún así debo admitir que no me gusta recibir tantas órdenes e instrucciones por parte de nadie pero por el momento sigo perimiténdoselo, porque realmente soy como un novicio y soy consciente de ello, así que me pongo en cuclillas y comienzo a beber esa sangre obligándome a hacerlo con avidez y sin pensar, aprovechando el momento para saciarme limitándome a ser práctico. Una bestia con hambre, sin más.

Cuando entra dentro de tu cuerpo, esa vitae te sabe increiblemente cálida, sabrosa y, sobre todo, salvaje. Notas cada gota avanzar a través de tus venas. Casi podrías decir que tu corazón ha dado un latido. Un gemido, desde lo más profundo de tu pecho, te intenta desgarrar por dentro, pero fácilmente lo controlas, lo dominas, lo asimilas como propio.

Parpadeas un par de veces, y ahí esta Azael, sonriente.

Poco ortodoxo, pero eficiente. Bienvenido a la Via Pecatis, pequeño aprendiz. Tu vida no volverá a ser la misma, nunca más. Vamos, tenemos toda un mundo que cambiar y conquistar.

Te dispones a seguir a Azael, pero empiezas a notar que la vista se te nubla. Te sientes cansado. Te pesan los párpados.

¿Cómo es posible? Es imposible que el amanecer esté cerca

Azael se te queda mirando, con una expresión de duda en su cara.

¿Se puede saber que diablos haces?

Y, poco a poco, la vista se te nubla completamente.