Partida Rol por web

Bien, ya habían entrado y no podían dejar que el ritual se completase, si alguien quería echarse atrás, ya era tarde, por supuesto no sería ella la que se echase atrás, pretendía dejar los Giovanni muy altos. Se unió a los demás, parecía que todo acababa de empezar, no podían tardar mucho en actuar, la prioridad era el crío, sin duda ya sabían los del ritual, lo que era capaz de hacer el crío y desde la última vez.... esta vez estarían preparados.

Bajais las escaleras lentamente, Jack en cabeza. Al avanzar y abrir la puerta del final que ya se encontraba entreabierta tras el paso de Miriam, veis una sala bastante familiar.

La misma sala del sueño se extende ante vosotros, con la misma estructura circular y todos los cuerpos colocados alrededor. Varios de los cuerpos tumbados os resultan familiares: Brooke, Leah, William,... todos los que habíais estado invitados a esa casa. Algunos incluso muestran las heridas que inflingisteis durante la masacre.

Detrás de cada cuerpo, una figura encapuchada, con una daga ceremonial en la mano, apuntando al pecho del cuerpo que le corresponde y entonando el cántico. En sitio más alejado, veis al pequeño Jeremy, con sus risos dorados, sentado, al contrario que el resto de sus acompañantes, que aparecen tumbados. Tras el cuerpo de Jeremy, Azael porta la misma túnica que los otros ritualistas, aunque su cara está destapado. Su rostro vuelve a tener ojos, de un negro profundo, sin esclera blanca ni iris, solo la negrura más profunda.

Y detrás de ellos, una puerta enorme en la pared, que brilla a latidos, como si estuviera viva.

Myriam se acerca al altar, a paso rápido, sin correr.

Azael, detente. No podrás controlarlo. Es demasiado poderoso. Nos destruirá a todos.

Azael muestra una mirada y una sonrisa triunfal a Myriam.

Eso da igual, Myriam. No quiero poder, no quiero controlarlo. Quiero destruir este mundo.

Kaela siguió el camino que ya habían comenzado y parecía desconcertada. Trató de distinguir algo antes de entrar y entonces, vio a Myriam mirando fijamente algo.

Iba detrás de Jack y no pensaba dejar que eso cambiara, así que continuó su camino. Entró a ese lugar y al ver a esos que ellos habían cazado y dejado a su suerte en el incendio le removió algo, aunque miraba al niño algo intrigada. Sabía que debía temerle por su capacidad de incendiarse, pero vaya, era interesante.

La conversación entre ellos era igualmente inquietante. Entonces Azael dijo que quería destruir el mundo y Kaela no pudo evitar una leve risa.

- ¿De verdad? La antigüedad es algo extraña - miró a sus compañeros tratando de expresar un "¿Ahora qué?" alzando sus cejas y señalando con sus ojos los cuerpos que estaban allí tendidos.

La escena no me sorprende demasiado, ni siquiera la presencia de Azael. La única diferencia considerable respecto a aquella extraña visión que tuvimos es la compañía de la tal Myriam así que espero que sea una variable lo suficientemente contundente como para cambiar lo que podría ser un fatídico final. No es que me importe o interese especialmente salvar al mundo pero sí a mí mismo. Aunque es verdad es que sería un desperdicio echarlo todo por la borda cuando este mundo ofrece tantas posibilidades,a pesar de que de vez en cuando los seres como nosotros nos sintamos hastiados. Probablemente eso es lo que le ha pasado a Azael, tantos siglos han acabado por derretirle el cerebro y el orden de sus ideas.

Es precisamente su antigüedad la que me hace ser consciente de que es poco probable que podamos detenerle por mucho que lo intentemos todos a la vez. Tiene recursos de sobra pero aquí lo importante es detener el ritual y dado que el niño es una de sus piedras angulares decido ir a por él en ese breve lapso en el que Myriam intercambia una opinión con Azael. Sé que arriesgo demasiado simplemente por intentar alcanzarlo y apartarlo de su posición pero si consigo distraer a los supuestos invocadores me daré por satisfecho.

Lillian quedó impresionada, inmóvil durante un instante, al contemplar el ritual. Había vivido aquello antes, en un sueño demasiado real, y no pudo evitar emitir un jadeo ahogado, al toparse con una escena tan parecida. Fue la voz de Myriam lo que la sacó de su ensimismamiento, seguida de la de aquel individuo, Azael, que parecía disfrutar ante la posibilidad de aniquilación. 

La mujer notó un escalofrío recorrerle la espalda, y miró alrededor, viendo como Jack se acercaba al elemento principal del conjunto. El niño. Y resuelta, se dijo que tenía que ayudarlo, pues quizá aquellos que proferían cánticos trataban de detenerlo, y ella tendría que llevarse al infante.  Agarrando las faldas de su vestido, marchó tras él, dispuesta a arriesgarlo todo. Era eso, o la nada.

Hay un momento de caos en la sala. Cada uno piensa su plan de acción, cada uno se mueve por su lado. Lidya y Kaela son las más dudosas, que se esperan a ver qué hacen sus compañeros para tomar la iniciativa.

Lillian se echa a correr, sin mediar palabra, agarrando el bajo de su falda para no tropezar, en una curiosa imagen, directo hacia el niño sin pensar en lo que pudiera ocurrirle o dejarle de ocurrir, ignorando lo que la rodea. Jack, por su parte, sigue la misma dirección que Lillian, más resuelto y decidido, más preparado y más experimentado. Myriam, que ya les lleva ventaja, acelera el paso al ver las intenciones de Azael, aunque las distancias siguen sin ser cortas.

Arhen, que había permanecido en silencio, se mueve lateralmente, buscando las paredes y las sombras, mirando la sala, inspeccionándola, analizando el terreno. 

Azael, al ver el movimiento desesperado y apresurado de todos, sonríe. - Bienvenidos al nuevo mundo. - Con un gesto certero, degolla al pequeño niño y sus compañeros apuñalan los cuerpos que tienen delante.

La sala tiembla, lo que os hace perder el equilibrio y deteneros. La sangre corre de los cuerpos, incluso de los ya fallecidos, como si buscara su destino. Corre por el suelo, mezclandose, y dirigiéndose hacia la puerta del fondo, la cual brilla a latidos, uno tras otro.

Ya está hecho. - dice Azael, apartándose del cuerpo de Jeremy y encarando a Myriam. - Se acabó Myiriam, he ganado.

El resto de los ritualistas se gira y se encara a ustedes, esperando detenerlos.

Si ya de por si su piel era especialmente pálida, se acentuó más al ver como el pequeño es degollado, ante la impotencia de todos, pero había algo que no entendía, el pequeño ya demostró tener un don muy particular ¿porque no se defendió con él? quizá no lo controlase.

Miro a todos los demás en especial a Myriam ¿que debían hacer ahora? Se le ocurrió detener la sangre, pero lo descarto ¿como iban a detener la sangre? podían enfrentarse a lo que saldría de esa puerta... pero no tenía muchas esperanzas.

Gruño con frustración al comprobar que no llego a tiempo para alcanzar al niño pero teniendo en cuenta que Myriam tampoco ha podido supongo que era algo imposible.

En ese momento el ritual sigue su curso, tal y como habíamos visto anteriormente en ese sueño casi profético, pero no voy a poder detener la sangre por mucho que me lo proponga -¿Alguien es capaz de controlarla? -sé que hay algunos vástagos con esas capacidades y como no tengo ni idea de cuáles son exactamente las de mis compañeros dejo la idea en el aire pero dudo bastante que tengamos esa suerte.

Teniendo en cuenta eso vuelvo a ponerme en movimiento ya que lo mío es la acción. Sé que el objetivo de la sangre es la puerta y ésta se podría decir que la está esperando, incluso invocándola. ¿Conclusión? Sin puerta no hay hechizo que valga.

No dudo que estará bien protegida pero no se me ocurre nada más por ahora que esté en mis manos así que corro con todas mis fuerzas* para ignorar al resto de ritualistas y llegar hasta los grabados de la puerta con intención de golpearlos. Deformar su forma debería bastar, este tipo de hechizos son muy concretos y precisos.

Llegada la hora final, Lillian no supo bien qué hacer. La mujer miró alrededor, atemorizada, aunque aún sin dejarse amilanar del todo. No sabía cómo interrumpir aquello, cómo evitar el final.

No sabía luchar. No se atrevía a matar. Desesperada, apretó los dientes, y quiso saber. Quiso ver más allá. ¿Tenían algo que aportar los espíritus? ¿Podían ayudar en aquella circunstancia?- ¿No podéis evitar que se abra?- preguntó, en apariencia, a nadie en específico, mientras su mente divagaba, errática, tratando de encontrar una respuesta. 

Ante tu mirada, los patrones del suelo y la puerta del fondo cobran vida. Se mueven, se mezclan y se entrecruzan. Forman dibujos, colores, batallas, emociones.

De fondo se escucha la risa histérica de Azael, los gritos de las víctimas. Hueles la sangre, el azufre y el humo.

Y unos ojos, negros como el vacío, te miran desde la rendija de la puerta. Notas su maldad, sus ansias de sangre, sus ganas de matar. Quiere destruirlo todo, y tienes miedo de ello. Es grande y poderoso, posiblemente incontrolable.

En tu pecho notas un vacío, una opresión. ¿Será el miedo o la más pura desesperación?

Mientras la mayoría del equipo se queda quieta, dubitativa, preguntándose que hacer, Myiriam cierra sus puños con fuerza. Las lágrimas rojas caen de sus ojos y cruzan su cara.

- !No, no, no! - grita, mezclando la desesperación con el odio, al tiempo que se lanza contra Azael, mezclándose en una encarnizada batalla. 

El resto de invocadores se lanza contra vosotros, al tiempo que Jack simplemente corre. Con su velocidad, le es bastante fácil esquivar a los invocadores y alcanzar la pared. Con la misma inercia, golpea fuertemente la pared, atravesando la piedra con su mano. Satisfecho, mira la estructura, pero su gesto se tuerce. Las runas, aunque más débilmente, siguen brillando; la sangre, aunque más lenta, sigue avanzando. Parece que no es suficiente.

Dos invocadores se colocan a su espalda, armados sendos con dagas ritualistas, para no permitirle seguir destruyendo. No median palabra, simplemente se lanzan al ataque.

Arhen y Maxine, que habían estado en silencio durante bastante tiempo, parecen despertar tras haber analizado la situación. Maxine se queda un poco a la retaguardia, pero ya podéis ver los colmillos salir de entre sus labios y los músculos de muslos y brazos tensos, preparados para atacar.

Arhen, por su lado, se agazapa como un animal buscando a su presa. Sus colmillos salen salvajemente de entre sus labios y su boca muestra cierto regocijo en el gesto. Parece que tiene sed de sangre. Sin dudarlo demasiado tiempo, se lanza contra el ritualista más cercano, dispuesto a destrozarlo lo más rápido posible.

La puerta no parece ceder de inmediato. El ritual sigue su curso pero por como reaccionan algunos de los invocadores no es demasiado difícil intuir que si consigo hacer más mellas en la puerta hay posibilidades de estropearlo todo. Quizá sea difícil pero por ahora es lo único que se me ocurre, si el resto pusieran más de su parte en el combate las posibilidades aumentarían.

Mientras los atacantes llegan reúno toda mi fuerza para golpear nuevamente en la maldita puerta, después me giro con velocidad aumentada para golpear o empujar al primero que se me acerque. Mi prioridad ahora mismo no es matarles, me basta con apartarles como si fueran moscas para centrarme en lo que realmente quiero hacer.

Kaela sintió cómo el combate llegaba y al ver que el Brujah les había dado un poco de tiempo extra, se lanzó contra uno de los hombres, aquel que estuviera más cerca, mientras permitía que la influencia de su clan se hiciera notoria y mientras su lengua se partía en dos, lista para atacar. 

- El infierno... ¡El mismísimo infierno!- dijo, de repente, aterrorizada, tras haber quedado obnubilada- Ni siquiera ellos podrán controlarlo. Es pura maldad. ¡Y nos mira, desde el otro lado! -añadió, casi sollozante, mientras corría para situarse junto a Kaela y Jack, ayudando también a intentar romper aquel elemento del ritual, a sabiendas de que era casi seguro que no pudieran hacer nada, pero queriendo al menos intentar cualquier cosa antes de la devastación final.