Se encuentra claramente fuera de ambiente, y lo sabe perfectamente, de modo que opta por imitar los movimientos y acciones del resto, evitando hablar, por no quedar como lo que es, alguien sin refinamiento alguno, además de que su forma de hablar podría considerarse,... ya no solo molesta, sino incluso ofensiva
De modo que, simplemente, asiente con un gesto de cabeza a la presentación que de ella hace Fulbert, e imita a los demás a la hora de sentarse. Se mantiene atenta, y, al ser de naturaleza desconfiada... hace votos de no probar alimento más allá de aquel que pueda ser el más simple, por considerar... quizá en su ingenuidad, que será el más difícil de... digamos, manipular.
No obstante, sí que centra gran parte de su atención en aquel que maneja, o juega con, una daga; no es que, necesariamente, la preocupe en ese momento, pero prefiere estar alerta, pues... a saber, todavía, cuales son los motivos del noble convocante.
Motivo: alerta
Tirada: 1d100
Dificultad: 28-
Resultado: 24 (Exito) [24]
Imito al resto en sus acciones.
Tiro Alerta, para estar atenta a lo que suceda, por sutil que pueda resultar.
Al escuchar vuestras intenciones de cazar al Gato Negro, el noble levanta su copa satisfecho - Que los dioses os escuchen Monsieur de Artumy - y se la acaba de un trago. - El hombre del fondo es mi guardaespaldas, Roger Dos Dagas lo llaman. No debéis de preocuparos siempre y cuando os comportéis como es debido. Roger. Ya habéis escuchado ese nombre anteriormente. Elisabeth lo menciono como parte del grupo del Gato Negro. Es el hombre que encontró la primera pista sobre ese magnifico tesoro.
Una sirvienta con aspecto de campesina atemorizada os trae las escudillas torpemente. Tiene que hacer un segundo viaje para traeros las copas y el vino. - Es una compañia peculiar, no lo negaré. Pero ustedes también componen un grupo un tanto extraño, ¿no es así? De hecho, además del bueno de Oorjit, mis agentes me han informado sobre un par de elfos que andan por la región. Vuelve a llenarse la copa mientras da cuenta del estofado que han traido.
- ¿Quienes son esos adoradores de demonios? ¿Que hacen aqui?
Sybille, no hay peligro, al menos no inmediato. De todas formas, ese tal Roger parece estar posicionado en un lugar estrategico y dispuesto a saltar sobre su presa, como si de un animal salvaje se tratase. El resto de los guardias no parecen tan atentos.
Fulbert, intuyo que tomas el peso de la conversación. Hazme una tirada de Costumbres (Recuerda que tienes el talento de Cortés que te da la posibilidad de dar la vuelta al resultado).
Si alguien quiere tomar parte en la conversación deberá hacer la misma tirada y al ser una prueba grupal sumaré todos los grados de éxito y fracaso para hacerme a la idea de la imagen que tiene Carlad de vosotros.
- Ah... si, los elfos... - comentó el último de los Artumy mientras se servía una generosa jarra de vino con absoluta naturalidad. - Coincidimos con ellos en la posada. Es lo que tiene ser un extranjero en tierras desconocidas. Uno termina conversando con los más extraordinarios personajes.
Su tono era más bien distraído, como quien habla a la pasada de algo que carece de importancia. En verdad, la atención del noble parecía estar más enfocada en degustar su bebida y en elegir las presas más apetitosas.
- El anciano es una especie de erudito. O lo más parecido que su cultura tan rudimentaria puede ofrecer. Un historiador, según creo. Y la muchacha es su discípula. Están investigando unas ruinas que hay en la región. Creen que pudieron pertenecer a los suyos, mucho tiempo atrás.
Mientras hablaba, Fulbert ya había comenzado a masticar pequeños trozos de estofado, coordinando ambas funciones con evidente destreza. Estaba claro que aquel era el ambiente natural del noble, y donde se desenvolvía con mayor naturalidad. Por otra parte, aquello tenía también un sentido. Pues el joven sabía bien que el poder de una Casa no solo se medía por sus territorios y sus guarniciones militares. Sino que también las cocinas y las bodegas decían mucho sobre los señores que las ostentaban.
- También me parece que mencionaron un libro. Aunque no recuerdo si dijeron que lo habían perdido. O que alguien se los había robado. Como sea... no me parece que merezca la pena seguir frecuentándolos.
- No por la chica. Entiéndame bien. Es educada y cordial. Y muy capaz de llevar una conversación interesante. Pero el anciano... Hay algo oscuro en su mirada.
- Si me permitís, noble anfitrión...creo que es un viejo peligroso.
Motivo: Costumbres
Tirada: 1d100
Dificultad: 74-
Resultado: 9 (Exito) [9]
Curiosa, examina con la mirada al tal Roger... Si te apodan con el nombre de un arma... debes ser muy bueno con ella. Toma buena nota de evitar estar en el radio de acción de tales armas, si llega el caso, y especialmente, de cuidarse las espaldas, pues la daga funciona mejor desde tal ángulo... Más sabiendo que ese tipo... ¿no jugará a dos bandas?¿a tres?
... Pero no se queda mucho tiempo en se asunto; la conversación, llevada ahora por los nobles, va de un lado para otro... y... hasta cierto punto se preocupa al tocar el tema de los elfos, y se da cuenta perfectamente de que Fulbert obvia algún pequeño detalle,... como las habilidades en combate que aquellos mostraron ese mismo día.
Sí... es bueno siempre guardarse algo. Es un juego que no se la da bien, y prefiere comer, a su ritmo, pero manteniéndose atenta a lo que pueda pasar...
Motivo: Costumbres
Tirada: 1d100
Dificultad: 74-
Resultado: 44 (Exito) [44]
Lanzo costumbres, si bien no es por participar de la conversación; dado que sabe que no es su terreno, de momento, se mantiene atenta a lo que se dice.
La tirada de éxito, en todo caso, la interpreto como que come con ciertos modales, y no orza cual jabalí ante cesto de manzanas.
Asintió a las palabras de Fulbert mientras iba comiendo alguna que otra de las viandas que había cerca suyo. Con moderación pero sin querer parecer descortés
- No son más que paganos, mi señor, que no conocen el verdadero poder de la fe de Argos. Aún así, nos pareció descortés no compartir algunas palabras con ellos. Según las escrituras, aún los descreídos, aún los paganos son criaturas de dios y por tanto merecen que compartamos el pan y la sal con ellos
No le di mayor importancia, igual que tampoco se la había dado Fulbert Y vos señor? conserváis la fe? como si realmente esa fuera la pregunta más importante de todas, como si únicamente importara eso para saber si alguien era una persona decente o no Es complicado en estos días poder difundir la palabra de Argos y estoy sumamente agradecida a mi grupo que me escolten en tierras peligrosas para poder lograrlo. Es cierto que es un grupo peculiar pero acaso ponéis en duda los designios de dios? Sirvo y obedezco, como siempre he hecho durante toda mi vida
Motivo: Fe en argos
Tirada: 1d100
Dificultad: 90-
Resultado: 69 (Exito) [69]
Contempló la mesa y la comida. Las escudillas tenían una pinta estupenda. Desde luego, no volverían a cenar así en mucho tiempo. De eso estaba seguro asi que Gambar cogió el tenedor y el cuchillo y se volcó sobre la mesa dispuesto dar buena cuenta de aquella invitación. Sin embargo, por el rabillo del ojo, vio a Fulbert y sus exquisitos modales. Gambar se recompuso poniendose recto y luego cogió los cubiertos con dos dedos: el pulgar y el corazón, asegurándose eso sí, de que el meñique de ambas manos estuviera bien estirado. No era tan fino como monsieur Artumy pero también sabia apañárselas con las reglas de etiqueta en la mesa.
Decidió no participar en la conversación pero si que lanzaba furtivas miradas llenas de curiosidad a Roger. ¿Dos dagas? Curioso nombre para un guardaespaldas. No era experto, pero Gambar pensó que esa profesión (la de guardaespaldas) suele desarrollarse por tipos fornidos y mas dados a la espada o al garrote que a la sutileza de la daga. Aquel nombre “dagil” le pareció mucho más adecuado para un asesino. Un tipo que usa las sombras para apuñalarte por la espalda al menor descuido. Aquel razonamiento tan tonto como improvisado, le hizo pensar inmediatamente en un utensilio de trabajo propio del gremio de los homicidas sombriles: el veneno.
¡Mierda! ¿Estaría la cena envenenada?
No participo en la conversación y me ahorro hacer una tirada para no hacer media con las tiradas que ya hay.
Me centro en ver si el noble come de la cena o no y también en si noto algún saborcillo raro en la carne
Nadie presta atención a los extraños gestos del mediano mientras cena. Regurgita la comida, la huele y la manosea disimuladamente a pesar del pánico interno que sufre ahora mismo. ¿Pero como iba a saber si estaban siendo envenenados o no? La comida no huele raro ni sabe de ninguna forma peculiar y Gamar, aunque ducho en muchos campos muy heterogeneos no tiene ni puñetera idea de venenos. Con el cuerpo sudoroso y la cara lívida, el hechicero queda absorto mirando como se enfría el estofado.
Mientras tanto, la piedad de Arria y el buen hacer del noble parecían haber creado un ambiente distendido en la mesa (siempre y cuando nos olvidasemos de Roger dos Dagas claro). Los comentarios peyorativos sobre aquellos diabolistas elfos habían hecho sonrerir a Carlad y parecían haberle reafirmado sobre lo que sea que estuviera pensando. Satisfecho, parece por fin dispuesto a explicar por que demonios os había traído hasta aqui.
- Jamás se me ocurriría dudar de los dioses señora. - dice teatralmente mientras levanta las manos en señal de rendición. - Y estoy de acuerdo con usted Monsieur Artumy. Cuanto menos frecuentemos ese tipo de compañias mejor. Ahora bien, ustedes han tenido la generosidad de acudir hasta aqui y creo que va siendo hora de que sepan porque les he convocado. - rebaña su escudilla y se limpia el morro con la manga de su túnica.
- Vuestro colega Oorjit me explicó vuestra misión en estas tierras y agradezco que hayan sido sinceros ahora aqui conmigo. Benditos sean los dioses por haber hecho coincidir nuestros objetivos. Mi señor Bouillon, legítimo dueño de Fourquet y sus tierras está intentando dar caza a vuestro mismo rufián. Al fin y al cabo es su deber, como señor de Fourquet, erradicar el bandidaje y traer la justicia a los pobres campesinos del lugar.
- Hasta ahora mis guardias no han tenido mucho éxito la verdad. - mira con desagrado a los dos guardias que os han acompañado hasta la habitación. - Y nos vendría bien su ayuda. Creemos que el Gato Negro se esconde entre las gentes de Fourquet y que ha guardado el botín de sus hurtos y asesinatos en algun lugar del bosque. Estarían dispuestos a ayudarnos y a servir lealmente a la casa de Bouillon?
Estaba el hechicero todavía con la mosca detrás de la oreja por la suspicacia de que la comida pudiera estar envenenada cuando escuchó al de Carlad hablar. Cuando el discurso del noble llegó a la parte de “han tenido la generosidad de acudir”, Gamar dio un respingo.
—Ejem— gruñó con sarcástico desdén ¿Generosidad? Pensó en la encerrona de Oorjit para convencerles para acudir hasta el castillo ¡Menudo granuja!
—¿Y Oorjit?— Preguntó y después cogió una servilleta y con una deliberada parsimonia, se limpió la boca, la mano derecha y después la otra mano.
—¿No le ha ayudado con ese asunto de encontrar al Gato Negro?—
Fulbert aprovechó la intervención del mediano para llevarse un trozo de estofado a la boca. Mientras masticaba, pensaba en su siguiente respuesta, plenamente consciente de las consecuencias que sus palabras podían acarrearles.
Si desestimaba sin más la oferta de su anfitrión, quizás no salieran con vida de aquella sala. Y si se mostraba demasiado solícito, podía quedar enredado en las turbias maquinaciones de aquel sujeto. Y el destino de todos podía ser aún más terrible que una simple puñalada en la espalda.
Luego de masticar algunos instantes, volvió a servir su copa para aclararse la garganta.
- Creo que mi compañero ha dado en el clavo. - dijo con calma, mientras interrumpía de tanto en tanto sus palabras para tomar aquí y allá alguna porción especialmente apetitosa de la cena – Oorjit era el más curtido de todos nosotros. El resto apenas si tenemos estómago para tales menesteres.
- De hecho, no hemos conseguido nada desde que estamos por nuestra cuenta. Y no veo como ello vaya a cambiar. La gente del pueblo lo protege. Ni siquiera osan mencionar su nombre en presencia de extraños. Y además, hemos oído que cuenta con toda una compañía a sus órdenes.
El noble continuaba comiendo y bebiendo como si discutieran sobre el clima, o cualquier otro asunto completamente intrascendente.
- Claro que quizás tengáis algo particular en mente. Información que desconocemos. O alguna pista por investigar.
- Por cierto... ahora que lo pienso... ya alguien nos habló de un tal “Roger”. Creo que fue esa chica, Juliette. ¿O era Elizabeth?- el noble dirigió la mirada a sus compañeros con aire confundido, como buscando confirmación – Nos dijeron que era la mano derecha de ese Gato Negro...
Asentí a los comentarios dichos tanto por Gamar como por Fulbert - Oorjit es o era nuestro explorador, Las palabras de Arria dejaban claro, que eso, era algo que no estaba en sus manos decidir quién se encargaba de estos temas. Al estar a vuestro servicio creo que él puede ser mucho más efectivo que nosotros, estoy segura que podrá encontrar pistas que nosotros ni hemos olido
Demasiadas pistas, sin saber de que hilos tirar, también se ha dicho que está muerto en alguna parte del bosque, devorado por alguna bestia salida de sus miedos Siguió comiendo, usando cubiertos y haciéndolo con toda la parsimonia del mundo - Me suenan esos nombres Fulbert, aunque ahora no caigo exactamente como estaban relacionados con el gato negro, ¿o era Vuissance quizás? Arria negó con la cabeza y se encogió de hombros Estos platos están realmente deliciosos, gracias por compartir estas viandas con nosotros, mi señor
En silencio, come con cierta ansia... a saber cuando podrán disponer de otra comida caliente; eso sí, evitando hacer ruidos o gestos que llamen la atención, y es que el combate en el área de la dialéctica, se le escapaba por completo.
Sí que, no obstante, se percata de las reticencias a ser meros subordinados del noble, cosa que suscribe totalmente, y sí que se mantiene alerta por si alguna pista saliese de su boca. El que reconozca que El Gato se esconde entre las gentes, es sintomático... No tiene la fuerza suficiente para batir el pueblo y sacarlo a la fuerza; eso deja bien en claro la posición de debilidad del noble.
Y claro... hay otro asunto
- Y dígame, señor... -se atreve a hablar, llevada por un impulso- ¿Han tomado medidas para, al menos, controlar los bosques de alrededor? Hemos vagado por ellos, y bien pudiera esconderse un ejército, que aparentemente no se sabría. ¿Cómo puede estar al corriente de lo que sucede en aquella parte de "sus dominios"?
Su sospecha está clara: el noble sólo controla hasta la puerta de su reducto; de ahí hacia fuera... no controla el pueblo, no controla el bosque... al menos por los medios, digamos, normales.
Y justo cuando la conversación parecía tomar un cariz más coloquial la frente del noble se ensombrece. La mención de Elisabeth y Roger parecían haber tocado algún punto sensible del señor Carlad. Sin embargo, retoma la palabra con la pregunta lanzada por el mediano. – Oorjit…bueno Oorjit tiene otras cualidades que no se compaginan con el chismorreo o la empatía en general. El jentil nos ayudará a dar caza al bribón, pero antes necesitamos saber donde se esconde.
Dicho lo cual el noble se gira directamente hacia Roger y con un gesto lo manda fuera de la habitación. El tal Roger Dos Dagas no parece contento. Esta muy lejos de estar contento y se lo hace saber a Fulbert con su gélida mirada. Acto seguido el noble hace lo mismo con los guardias. En cuestión de segundos la habitación se vacia y os quedáis solos con el noble. Toda sensación de calidez o charla informal desaparece.
-Bien, ahora podréis hablar más claramente. Habéis mencionado a Elizabeth de Vuissance, compañera de correrias del Gato Negro. Y parece que también conocéis a Roger. Quizas lo conozcais mejor que yo. ¿Que habéis escuchado de él? – La comida a pasado a un segundo plano para Carlad. – Y ya que estamos hablando con claridad. - En este caso se dirige a ti, Sybille. - ¿Por que preguntas directamente por el bosque, cazadora? ¿No habrás visto algo que te haya asustado, verdad?
Tiene que evitar soltar una carcajada...
-¿Asustado?... -muda el semblante a algo más serio- No, lo siguiente; he visto cosas que hacen que la carnicería perpetrada por una manada de lobos hambrientos, parezca una merienda de niños malcriados. Hemos visto gente destripada, y no poca. Un campamento rodeado de empalizada asaltado por un solo ser que no dejó vida alguna a su paso. Hemos visto la corrupción hecha ser vivo. ¿Conocéis a Elisabeth Vignon, la heredera de tal familia?... bueno, pues fue presa de esa maldición y se convirtió en una comedora de carne... humana, como algunos más cercanos a ella.
Mira, interrogativa, al resto del grupo, y decide poner más cartas sobre la mesa; quizá con ello Carlad también muestre alguna de las suyas.
-Esa Elisabeth, por lo que parece, era amiga del Gato Negro, como parece que lo es Roger. Y ambos parece que conocen algunos secretos que guarda el bosque en lo más profundo... Bosque de donde parece provenir la corrupción que he dicho antes -Pone cara de asco, al hablar de la Corrupción.
Omite, conscientemente, que Roger encontró el libro, un libro buscado por el elfo Orlais, y que podría tener pistas sobre... algo, un supuesto tesoro en unas ruinas olvidadas en el bosque; bosque que no parecía controlado, ni de lejos, por Carlad y su hueste. Y quien dice Carlad..., dice también el Gato Negro.
Omite también que éstos quieren usar el libro para encontrar un supuesto tesoro en lo profundo del bosque, con el que, teóricamente, comprar los derechos del Fourquet y librarse, por derecho, de Carlad y su gente.
Parecía que la muy delicada senda que Fulbert había intentado transitar, a medio camino entre la prudencia y la sinceridad, empezaba a dar sus frutos. Su anfitrión había dejado de lado la simple amenaza velada como único incentivo para lograr su cooperación. Y parecía mucho más predispuesto a intercambiar información. Quizás incluso a explorar algún tipo de colaboración, bajo un cierto marco de consentimiento. Una alianza basada en intereses comunes, más que en la mera necesidad de supervivencia. Un comportamiento muy propio de su calidad de noble, por otra parte.
Por supuesto, la situación del grupo continuaba siendo extremadamente precaria. Pero resultaba evidente que el tal Carlad tampoco tenía muchas cartas en la mano. Y el hecho de que no pudiera confiar en su propio guarda-espaldas era una clara muestra de ello.
- Mi compañera ha dado en el clavo. Por no mencionar los cadáveres que encontramos colgando de un roble. Mercenarios de la Compañía de los Doce, según parecía. Decenas de ellos. Quizás contáis con alguna explicación razonable para tanta masacre, noble anfitrión. Pero yo no podría pegar un ojo por las noches, sabiendo que la muerte campa a sus anchas por la zona.
- Y eso no es lo peor. Podéis enviar a alguien a investigar la casa de los Vignon, si no confiáis en nuestra palabra. De seguro los cuerpos amorfos y blasfemos de esas inmundas criaturas todavía siguen ahí. Ninguna bestia se atrevería a acercarse.
- No soy un experto. Quizás mi compañero Gamar Bod pueda ilustrarnos sobre las implicancias de que haya signos de corrupción tan evidentes en las cercanías. Pero aventuro que no debe ser nada bueno.
Fulbert se tomaba su tiempo para enumerar todas aquellas atrocidades, que su anfitrión de seguro ya conocía. Pues su intención era que este las analizara en perspectiva. Y quizás terminara razonando que, en definitiva, en aquella mesa se sentaban ahora las únicas personas medianamente confiables de toda la región.
- A decir verdad... - divagó con aire pensativo el noble, mientras se detenía cada tanto para dar pequeños sorbos de su bebida, como si necesitara aquello para aclararse las ideas - ...no puedo entender tantos esfuerzos por quedarse con este pozo de oscuridad.
- Por favor, no me malinterpretéis. No quisiera sonar irrespetuoso. Es evidente que vuestro señor conoce algo que nosotros no. Pero debo decir, que ciertamente no envido vuestro encargo.
- Tal vez vuestro guarda-espaldas también sepa algo. Algo tan importante como para traicionar a su viejo compinche, el Gato Negro... o a cualquiera.
Cuando Fulbert le mencionó, Gamar arqueó el ojo en dirección a su compañero y luego miró a Jacques de Carlad. Tenía una estudilla en la mano a medio comer. La sospecha del veneno había quedado atrás. Ahora le daba vueltas a otra teoría. Estaba dispuesto a resolver de una vez que era lo que se cocía en aquel maldito lugar.
El de Garlad llevaba instalado en aquellas ruinas mucho tiempo. Era difícil que no hubiera escuchado rumores de lo que sucedía en el bosque. Era imposible que sus hombres no se hubieran topado con los cadáveres en el bosque. ¿Para qué preguntaba entonces? Gamar lo tenía claro: para comprobar que habían descubierto.
Puede que cuando Jacques de Carlad llegó a Fourquet se centrara en los asuntos de su señor, pero pronto descubrió la existencia de un objeto valioso en algún lugar del bosque. Sí, eso que buscaban también los elfos. Gamar creía que entonces sus intereses cambiaron. Puede que quisiera ese objeto para su señor o para él mismo. ¿Quién sabe? Por eso ha contratado a Oorjit, Por eso su mano derecha es Roger, miembro identificado de la banda del Gato y acusado por Orlais de robar el libro del monasterio tras matar a los monjes.
—Creo que usted sabe perfectamente lo que pasa en el bosque, señor. Así que déjese de jugar al gato y al ratón con nosotros. Si nos ha hecho llegar hasta aquí es porque podemos ser una pieza más en su intrincado plan.—
—Así que díganos ¿Qué quiere exactamente de nosotros?—
—Quizás podamos llegar a algún tipo de acuerdo.—
Arria asintió a los comentarios de Sybille y de Fulbert y escondió algo de sorpresa cuando habló Gamar, pero no corrigió ninguno de los tres. Había pedido lealtad hacía él, pero ella no era tan ingenua de prometer cosas que sabía que seguramente no cumpliría. En el pueblo, el equilibrio de poderes era demasiado frágil, y seguramente ellos podrían inclinar la balanza fácilmente hacía un lado u otro
Observé el rostro del noble, buscando alguna pista que pudiera revelar si realmente estaba siendo sincero con ellos o solo estaba cumpliendo un papel en toda esta obra