- Bueno - dijo tímida la muchacha
Nunca había estado en un templo que no fuera el de Hestia y entrar en otro lugar... le daba miedo por la blasfemia. Pero si al sacerdote no le importaba.
En su cabeza rezaba las plegarias de la Diosa Virgen y caminaba con precaución y solemnidad.
- Si a Orión no le importa... - repitió cohibida
- Claro que a Orión no le importa - dijo su nueva amiga dirigiéndose al templo. Cuando Casiopea se dio la vuelta, Zenobia vio que tropezaba y caía al suelo. Podría haber sido debido a su entusiasmo, pero la vestal pudo ver como un muchacho apartaba la pierna con la que había hecho caer a la joven a propósito. La calle estaba concurrida, lo que provocó las risas de casi todo el mundo el ver a la chica en el suelo, y el muchacho que le había puesto la zancadilla sonreía burlón a su grupo de amigos. Echaron una mirada lujuriosa a Zenobia, y se marcharon de allí entre risas.
Casíopea se incorporó, se había llenado de tierra del camino. Se limpió el labio de sangre y miró a Zenobia con una sonrisa. No había perdido su expresión de inocencia a pesar del mal trago por el que acababa de pasar. Se levantó, se sacudió las piernas y miró a Zenobia.
- Que torpe estoy... mira que caerme... - dijo. En el fondo, muy en el fondo, Zenobia descubrió que su amiga tenía los ojos empañados. Pero su expresión seguía siendo la misma. Sonreía.
Mientras Sísifo preguntaba, Adrienne señaló a la calle.
- Mira, esa es Casíopea, la seguidora de Poseidón... - comentó. Sísifo miró por la ventana del local y vio a dos mujeres jóvenes. Reconoció rápidamente a la seguidora del dios del mar, llevaba el pelo lleno de conchas, collares de caracolas y apenas cubría su cuerpo con dos telas. Iba acompañada de una muchacha muy reservada, que parecía tener miedo de todo lo que la rodeaba.
Sísifo pudo verlo antes de que ocurriera. Un grupo de jovenes señaló a la pareja, uno de ellos se separó y caminó disimuladamente hacia ellas. Cuando Casiopea se giró, el chico le puso la zancadilla y esta acabó en el suelo. Nadie lo increpó, al contrario, los que vieron las escena le rieron la gracia. La chica se levantó, se limpió la sangre del labio y mantuvo la sonrisa en el rostro. Como si no hubiera pasado nada. Las risas se apagaron y todo el mundo volvió a su rutina.
Adrienne suspiró.
- Odio que hagan eso... - murmuró. - ¿Querías saber sobre Afrodita?
- Siento no ser de más ayuda, joven extranjero - le dijo Cloris a Etheokles. - Pero insisto en que todas esas respuestas las encontrará junto a Herodías, yo solo sirvo a Afrodita y ella no habla a través de mi.
Un joven musculoso entró en el jardín, portaba una túnica blanca y un cinturón rojo, miró a los dos extranjeros y los saludó.
- Señora, necesito hablar en privado de algo importante...
- Si me disculpan... - Cloris se despidió de ambos. - No tenemos textos en el templo, los únicos que conocen tales artes curativas son el maestro Herodías y sus aprendices. Si queréis encontrarle, debéis esperar hasta el atardecer, cuando vuelva del bosque. Aunque podéis visitar a algunos de sus aprendices en su cabaña, cerca de la entrada del bosque.
Urania subió al altar junto a Laertes, al que miró con intensidad a los ojos. Lentamente, su mano se posó sobre el pecho del hombre. Su tacto ardía. Sonrió un momento antes de inclinarse sobre el extranjero y depositar, por fin, un beso sobre sus labios. Estaban húmedos y mucho más ardientes de lo que él esperaba. Despacio, la sacerdotisa deslizó sus finos dedos por el torso desnudo de Laertes, acariciando la línea de sus músculos.
- Soy toda vuestra... - susurró en sus labios, besándolo de forma apasionada. Fundió su cuerpo al de él y lo abrazó, presionando sus pechos firmes contra su costado.
El calor en la habitación se volvía cada vez más sofocante y pronto la cercanía hizo que las pieles comenzasen a brillar de sudor.
-habeis sido muy amable cediéndonos parte de vuestro tiempo suma sacerdotisa Cloris, seguire vuestro consejo y visitare al sabio Heródias al atardecer, pero ahora si no es molestia visitare este templo, estoy seguro que será una visita tan fructifera como hasta ahora-
Me despido con una reverencia de Cloris y luego, con una reverencia algo menos pronunciada, de Etheokles. Y me voy paseando a recorrer el templo
Recibi aquellos labios con pasion, e introduje mi lengua en tu boca para encontrarme con la tuya y bailar en una seductora danza de lenguas.
El tacto de tus manos por mi torso me pusieron los vellos de punta de placer y te rodee con mis brazos acariciando tu columna vertebral con seduccion.
No pude evitar el jadeo, pues tu boca me parecia el mejor manjar que habia probado nunca.
Tu olor, tu sabor, tu tacto me embriagaba en una capa de libinosidad y note como mi miembro se endurecio por las sensaciones placenteras.
Mientras te besaba te desnude de la tunica, queria sentir tu piel tocando la mia.
Tus senos aplastados contra mi y tu cuerpo levemente posado sobre el mio, me embriagaba.
Sabes mejor de lo que pense....y creo que ya no podre parar de beber de tu labios- Lami tus labios y mordisquee, mientras mi mano derecha se paseaba por tu espalda con la yema de mis dedos...
Me giré a mirar pero no esperaba lo que sucedió a continuación, me levanté de la silla ya que me enfureció aquello, de no ser porque estaba acompañado hubiese ido a darle un puñetazo al que le puso la zancadilla ¡Pero como se podía ser tan grosero!
De todos modos tenía que hacer algo – Un momento… - salí corriendo y le di un pañuelo a la joven con la herida en el labio – ten - pero no me entretuve ya que no quería ser descortés con la chica que me acompañaba y volví corriendo de nuevo – discúlpame, me enfurece ver tratar así a una señorita…
Respiré un par de veces recuperándome de la pequeña carrera y proseguí la conversación – Si, sobre los seguidores de Afrodita… que hacen… me refiero algo así como rezarle o algún ritual… - una vez un poco más calmado seguí comiendo y di un buen trago a ese vino tan bueno
El templo era una construcción de base cuadrada sostenida por decenas de columnas. En el centro había una estatua enorme representando a Afrodita, en la base de la misma los braseros echaban humo y el druida pudo darse cuenta de que entre las brasas se quemaban hierbas aromáticas y afrodisíacas. Las volutas de humo blanco rodeaban las largas y esbeltas piernas de la diosa, cargándo el ambiente con un aire místico e irreal. Entre la columnas se distinguían murales y relieves con diversas escenas. En la mayoría de ellos aparecía representada Afrodita, pero también los demás dioses. El suelo estaba tan pulido que el druida podía verse reflejado.
Muchos citerenses entraban a sus anchas en el templo y realizaban alguna oración frente a la diosa. Las sacerdotisas de Afrodita se paseaban de aquí para allá, charlando o llevando en brazos algo para la celebración que se estaba preparando fuera. Algunas personas iban directamente a hablar con ellas y luego desaparecían junto a ellas por los accesos laterales. Seguramente, realizaban ofrendas en honor a Afrodita.
Pero no solamente había mujeres por allí, también había sacedotes. Uno de ellos no encajaba en aquel ambiente, iba ataviado con una gruesa capa con capucha y caminaba encorvado, ayudado por un bastón. Se detuvo frente a Afrodita, pero no realizó ninguna reverencia a ella.
Adrienne miró sorprendida a Sísifo y luego miró a un lado y a otro. Todos en la posada los miraban. Ella bajó la cabeza esperando a que se les pasara la curiosidad. Cuando se desentendieron de los dos, la muchacha miró a Sísifo.
- Has sido muy amable, se nota que eres extranjero... nadie ayuda a Casíopea... - hizo una pausa. - Los seguidores de Afrodita celebran rituales todos los años, dentro de un par de días las novicias entrarán en el bosque a recibir la llamada de Afrodita. Por decirlo de alguna manera, le entregan su virginidad a la diosa... y entonces están listas para cumplir su voluntad - se sonrojó. - En el templo hay hombres y mujeres que yacen con los fieles en nombre de la diosa a cambio de una pequeña ofrenda. Así, Afrodita te bendice por un año entero y puedes disfrutar del placer carnal de forma muy... intensa - carraspeó un poco al decir esto último.
Urania subió entonces sobre Laertes, la poca luz que arrojaban las brasas dibujaban una silueta perfecta y unos pechos erizados de placer. El sudor hacía brillar su delicada piel. Sus dedos subieron por el cuello del hombre hasta sus labios y cubrió la boca de Laertes con la mano.
- Afrodita no necesita halagos, Afrodita solo desea que te entregues al placer carnal...
Laertes sintió los ardientes muslos de la sacerdotisa apretándose a sus caderas y el calor que desprendía su entrepierna estaba cada vez más cerca de su sexo. Ansiaba sentir ese calor y esa humedad, pero ella se levantó sobre él y alzó las manos hacia el techo del habitáculo.
El humo del brasero y el aroma de las hierbas embriagó a la sacerdotisa y nubló sus sentidos, sumiéndola en un placentero trance. Con una sonrisa en los labios, Urania fundió su cuerpo al torso del hombre y lo besó.
- Entregáte... - suspiró entre sus labios.
Me tienta realizar una ofrenda a la diosa, pero espero tener tiempo para eso mas tarde, ese sacerdote encorvado capta mi atención, parece curiosamente fuera de lugar.
De modo que discretamente me coloco unos pasos por detrás de el observando que es lo que hace e intentando adivinar cosas de el
Aquella mujer me parecia lo mas sensual que habia visto nunca...
un aura de morbo y deseo me envolvia.
Me embriague con la suavidad de tu cuerpo pegado al mio, tu olor, tu sabor y todo ese ambiente que se habia creado me hacian desearla cada vez mas.....
Todo me levantaba la libido hasta hacerme jadear con tan solo pensar lo que me esperaba.
Me entrego a afrodita...- susurre y luego me perdi en tu boca, bailando con tu lengua con una danza cargada de deseo y sensualidad.mis manos bajaron de tu espalda a tus nalgas apretandolas con lujuria...
Mi miembro estaba caliente y duro apretandose en la prision de mi ropa interior. Sentir la redondez y la calidez de tu entrepierna a traves de la tela me hacia gemir...- ¡Ooooh!- Se amortiguaba mi placer con la dulzura de tu boca.
Noté que mi actitud había atraído la atención de la gente, no es que me importara, pensaba que había obrado bien, pero respeté su silencio para hacer que se sintiese mejor.
- Entonces tu eres… - bajé la voz - ¿novicia? – lo dije así por no preguntar directamente si era virgen.
Se me planteaban más dudas - ¿Y a quien entregan su virginidad? No me refiero a la diosa sino a… ¿Con que hombre? ¿El que cada una elija, lo dice alguien? – esperaba no se turbara demasiado con mis preguntas
Me aproximo al ver que le han hecho una zancadilla.
- ¿Estás bien?
La ayudé a levantarse, extrañada de lo que había pasado, limpiando su labio y la suciedad.
- ¿Por qué ha pasado esto? - miraba con daño al muchacho