Frank abandona Eon'Voluth satisfecho. Le gustan los nuevos reclutas. Ciertamente tiene dudas con el goblin más pequeño. Le va a costar adaptarse a la disciplina. El resto son elecciones solidas. Incluso Norm, carne de explorador.
Y todos son terriblemente hábiles en la lucha. No solo han superado las pruebas sin ayuda, en el medio se han cargado a Alice Saddler.
Juntos resultan peligrosos, pero terriblemente efectivos. El viejo guerrero teme que en el futuro se vea obligado a volver a juntarlos. Pero mientras tantos será mucho mejor enviarlos a destinos diferentes. Separados serán más fáciles de controlar.
Limpia la pipa y suspira. Le espera otro grupo de candidatos. No cree tener la suerte de que esta vez vuelvan a sobrevivir todos.
Varag volvió a Kator, donde le esperaban con una gran fiesta. Nadie habia dudado que el joven orco conseguiria pasar las pruebas, aunque la dureza de Frank era conocida por todos. Varag se pasó los siguentes 18 meses recorriendo las Tierras Salvajes de punta a punta, ya fuese ejerciendo de Justicia en los pueblos por los que pasaba, cazando criminales o destruyendo nidos de Llama o Sombra que brotaban, aparentemente, por generacion espontanea.
El orco, a pesar de estar siempre completamente comprometido con su deber, no podia dejar de recordar a sus camaradas de Prueba y lo que habian conseguido juntos. En varias ocasiones echó de menos la terrible velocidad de las espadas de Bastia, los enormes conocimientos tacticos de Yabiz, la increible capacidad de ocultacion de Flog, los fabulosos poderes magicos de Abot o la sobrenatural punteria de Norm. Tambien, cuando no le salia algun plato y el resto de la patrulla le tomaban el pelo, se acordaba de las comidas que preparaba Softy. Quizas, algun dia, el destino les reuniese a todos de nuevo.
"Historias"
Yabiz consiguió que Frank le asignara misiones fuera de la ciudad en las que cambió de grupo con cierta frecuencia sin aportar nada concreto pero trayéndoles "suerte" a casi todos. Gracias a su puesto rotativo pudo visitar numerosas localizaciones y aprender sobre las amenazas que comenzaban a despertar poniendo en peligro los pueblos de Shaintiar. Aprendió cuanto pudo, estudió cuanto pudo y repartió remedios shamánicos naturales allá donde estuvo, recibiendo el calificativo de "Goblin Medicina" con el que ya fuera conocido el anciano guía espiritual de su tribu original que le inició en el camino del conocimiento y crecimiento interior en comunión con los espíritus y la naturaleza.
Yabiz caminó por desiertos, cruzó bosques y escaló montañas sin perder la oportunidad de visitar cuanto poblado goblin se encontrase en las inmediaciones. Pronto todos tendrían que estar unidos: los goblins, los orcos y también las razas de sangre no verde. Durante las noches estrelladas durmiendo al raso soñaba que cuando todo hubiera pasado le gustaría volver a su tribu y tener una camada propia. Como decía su maestro, uno no se ha realizado como goblin hasta que no engaña a un mago, derrota a un ogro y es padre de 12 goblins.
Hubo una gran fiesta para celebrar que eran Exploradores Grises. Los que había visto Norm solían estar de farra con asiduidad. Salvo ellos. Y salvo Frank.
Eso sí, Norm pasó la fiesta con Flog en la mazmorra, Abot se emborracharía con un par de vasos de agua, Yabiz sufrió una indigestión (pobre tipo, se las llevaba todas) y Varag se dedicó a observar que se cumplían todas las normas, con lo que fue la fiesta más aburrida de la historia. Salvo para Bastia que, entre tanto brinchie, hizo bastantes amigos y amigas. La única persona que se lo pasó pipa entre gente de su especie.
Luego, al cabo de su sentencia, partió a su cercano reino, Galea. Pasó un tiempo vagando por él, ahora con la capa de explorador gris, ayudando a los desvalidos, acabando con los abusones y haciendo prevalecer la justicia del Rey. Se centró en luchar contra la Llama y la Oscuridad. Había aprendido a leer un Mapa (había dibujos) y sabía que había gigantescos reinos al norte que estaban perdidos ante ambas maldades.
No volvió a su pueblo natal. Después de tantas ciudades enormes, de tantos palacios, las pequeñas chabolas de su niñez le resultarían insoportables. Sin embargo, siempre pudo encontrar refugio entre los soldados del Reino, con ellos sí compartía camaradería y bromas, además de guiarles y luchar a su lado contra cualquier engendro.
Había hecho algo así como camaradas entre los exploradores grises, aunque no habían llegado a ser amigos, salvo quizás Flog, que más que amigo era un alma-gemela, alguien que pensaba igual. Que actuaba igual... bueno, de forma mucho más inteligente. Se despertó a veces queriendo volver a verlos, teniendo un objetivo definido en mente, una misión que cumplir, algo que diera sentido a su vida.
Abot disfrutó del triunfo como nunca antes lo había hecho. Grandes noticias y un grupo de gente con el que estar a gusto.
Disfrutó y disfrutó y bebió como un loco. Echó de menos a Norm y al pequeño verde en las celebraciones, pero sólo durante el primer día. Del resto tenía vagos recuerdos de empinar el odre muchas muchas veces.
Y de vaciarlo. También muchas, y no tenía agua precisamente. Y cada vez tenía que reprimir el deseo de escupirla con fuerza.
Seguro que una vez no consiguió reprimirse. Una vez que un malencarado llamó asesinos a sus dos amigos y Abot respondió con un río de vino que vació la taberna y dio con los huesos del tipo contra la pared... y con los suyos en el calabozo, junto a Norm y Flog. Pasó la resaca abrazado a ellos recordando todo lo que habían pasado juntos.
Y después volvió a la fiesta. Cinco días duraron los festejos. Épico.
Después llegó Fran y puso cordura. Cordura y aburrimiento. Aburrimiento lejos de sus amigos. Lejos de sus amigos y lejos del agua. Lejos del agua a la que echaba mucho de menos, a sus pies y cayendo sobre su cabeza. En el desierto no llovía y Abot lo notaba cada hora. Cada vez que podía volvía a visitar el mar. Mar del que sólo le quedó el recuerdo de la perla rosa que guardaba en una bolsita colgada del cuello, bajo la capa. La capa que ahora no era impermeable y recia, si no verde y protectora. Protectora del aire del desierto y de los necesitados. Pues a ayudar a los necesitados se dedicaba ahora. Ahora y durante muchos años, esperaba. Años en los que quería volverse a encontrar con Bastia, con Yabiz, con Varag, con Norm y con Flog. Y hasta con Softy... bueno, con Softy no. Tenía curiosidad por ver cómo había terminado el gata, pero a Softy no la echaba de menos.
NChs. Chasqueó la lengua. Levantó su odre y escupió contra los tres sucios hombres que corrían hacia él y que cayeron hacia atrás sorprendidos.
- Increíble que tenga que venir yo para que toquéis el agua alguna vez al año. ¡Rendíos o no me pidáis clemencia más tarde!
Flogdegnurt aceptó el castigo con estoicismo. Al menos de principio. El estar encerrado en un cuarto mohoso de 2x3 metros, sin apenas alimento ni agua se le hizo duro al principio. Pero el encierro no tardó en hacérsele completamnete insufrible al goblin. Al principio recorría la habitación como una rata encerrada, pero a los pocos días, su desesperación le llevó a plantearse seriamente la posibilidad de fugarse. Marcaba el paso de los días con un trozo de piedra en la pared mientras discurría cómo hacerlo. Transcurrían ya cinco días de penitencia cuando el goblin pensó que su plan de fuga daría resultado, pero observando que ya solo le quedaban dos días de encierro, acabó por reprimir sus instintos y aguantar el resto de la penitencia. Sin embargo, el saber que habría podido lograrlo sin problema, le satisfacía de algún modo.
Durante los días que siguieron, recibió la triste noticia de que debía mudarse a otra unidad, lejos de allí y de sus amigos, con los que había establecido lazos afectivos más allá de lo que cualquiera habría creído. En especial con Norm y con Varag, por los que mostraba auténtica admiración. Pero en sus pensamientos tambíen había un rincón para Bastia, Yabiz, Aboth y Softy, aún cuando esta última no hubiera llegado a alcanzar siquiera el rango de explorador gris.
Abandonó Eon a disgusto. Le habría quedarse más tiempo. La alta presencia de brinchies, le agradaba. Con sus movimientos gráciles y su aspecto elegante, conseguían causar admiración en el goblin. Pero sus deberes como explorador gris le reclamaban. Y para qué negarlo, ya tenía sus tabernas favoritas de las que era habitual. Las echaría de menos casi tanto como a sus compañeros.
Sus problemas de disciplina no se solucionaron del todo en su nuevo destino. Tuvo que ser reprendido en más de una ocasión y castigado en tantas otras, pero mejoró considerablemente. Incluso gracias a la mediación de los exploradores, pudo entrenarse con los elfos del Bosque de Cristal, gracias a lo cual mejoró considerablemente su habilidad tirando con arco.
De cuando en cuando le llegaban rumores de alguno de sus compañeros. Siempre eran buenos. El goblin sonreía con orgullo cada vez que alguien le contaba algo de ellos diciendo "¿zabez? hubo un tiempo en que zervimoz juntoz".
Quizá algún día sus destinos se volviesen a cruzar. No sería mala cosa.
Una vez que acabaron los festejos en los que Bastía se había permitido bajar la armadura de seriedad y honor que portaba a diario, la brinchie fue asignada a un grupo en Eon mientras veía a todos sus compañeros de misión partir uno a uno de la ciudad.
Frank había pensado que sería una buena incorporación para un grupo que había formado, en vista del éxito de la misión del nigromante y pensando que sacaría provecho de tener un miembro* de la raza predominante de la ciudad.
Pero Bastia no tardó en agobiarse de las multidudes, los callejones sucios y unas calles que cada vez se le antojaban más estrechas y tuvo que solicitarle a Frank que le mandará fuera del territorio, que pudiera viajar, disfrutar de los espacios abiertos.
Y eso fue lo que terminó haciendo, rellenando distintos grupos, siendo enviada cuando alguna brigada de Exploradores necesitaba rellenar un hueco. Y, pese al cansancio y el dolor, Bastia disfrutaba de la ausencia de monotonía y siempre buscaba la siguiente misión con ansias.
* si fuese Softy, sería literalmente...